Al margen de la vida (Flesh and fantasy, 1943) de Julien Duvivier

Ya he hablado alguna vez de esa pequeña joya desconocida que se llama Seis destinos del mismo director y que fue rodada un año antes. Y como aquella, Al margen de la vida cuenta con un reparto privilegiado y narra varias historias que tienen un nexo común.

Este olvidado director francés en sus trabajos americanos realizó dos películas originales y con elementos mágicos en los cuales describe perfectamente la naturaleza humana. En Al margen de la vida mezcla temas universales como el destino, los sueños, las supersticiones, la magia… con la fuerza del ser humano de convertirse en dueño de su propio destino. Mezcla explosiva que ofrece tres historias que envuelven, con toques que rozan la fantasia o la imaginación y la realidad o la carne (acertado el título original). Para ello Duvivier adapta tres relatos fantásticos de Ellis St. Joseph, Oscar Wilde y László Vadnav.

Y como Seis destinos, la película te atrapa. Por lo bien contadas y lo originales que son las historias que se entrelazan y porque se tiene la oportunidad de ver el trabajo de grandes intérpretes de la época: Robert Cummings (Sabotaje, Crimen perfecto o Pacto tenebroso), Betty Field (Picnic, Vidas borrascosas o Bus Stop), Thomas Mitchell (uno de los grandes secundarios del cine con obras maestras como Lo que el viento se llevó, La diligencia, Sólo los ángeles tienen alas, ¡Qué bello es vivir! o también protagonista de una de las historias de Seis destinos), Edward G. Robinson (actor de origen rumano y actor de carácter con joyas como Hampa dorada, Perversidad, La mujer del cuadro, Perdición, El premio o también como protagonista en una de las historias de Seis destinos), Charles Boyer (que además se implica en esta película en la producción y también actúa como uno de los protagonistas de una de las historias de Seis destinos. Galán y actor con aires europeos que convenció en Tú y yo —primera versión—, Argel, Si no amaneciera, Luz de gas o El pecado de Cluny Brown) o, por último, la siempre fantástica Barbara Stanwyck (de la que recientemente publiqué post con parte importante de su filmografía en la sección mil rostros en la oscuridad).

Y como son tres historias, unas gustan más que otras, leyendo por internet casi todos son unánimes en defender la segunda historia protagonizada por dos grandes: Robinson y Mitchell que adapta un cuento oscuro de Oscar Wilde. Después, valoran aspectos de la primera historia con Cummings y Field y la que queda en último lugar es la de Boyer y la Stanwyck.

Yo, por llevar un poco la contraria, dejo en primer lugar la historia protagonizada por Cummings y Field. Y en las otras dos me debato aunque encuentro elementos que me encantan y rescato de ambas. Destaco en las tres la recreación de ambientes y el uso de la fotografía.

La primera historia es tan hermosa que a mí me dejó atrapada ya en el sillón. Sin pestañear. Una mujer que se siente sola, amargada y fea, triste, recibe por parte de un desconocido la oportunidad de sentirse segura y hermosa con una máscara. Una máscara que la hará atraverse a mostrarse tal cual es y amar sin pedir nada a cambio a un joven y desencantado estudiante que nunca la ha mirado. El mundo del carnaval adquiere fuerza en esta historia onírica de final feliz. No podía ser de otro modo. Nos arrastran por la alegría, el amor, el encuentro entre desconocidos en un día de carnaval, unos estupendos Betty Field y Robert Cummings. Ellos protagonizan, en pocos minutos, una hermosa historia de amor.

La segunda historia transita por terrenos ocultos y oscuros del ser humano. Un pragmático, ambicioso y complejo abogado con cara de Robinson se obsesiona con la predicción que le hace un adivino que lee las manos de los invitados de una fiesta. El adivino tiene rostro de Mitchell. La predicción es que va a cometer un asesinato. La obsesión le lleva por caminos intransitables y a un descenso al infierno. Historia tan oscura que inquieta, Robinson te conduce, entre luces y sombras de su compleja mente, a una historia de resolución inquietante. No la pongo en primer lugar sin duda porque ese día prefería un poco más de luz.

Y, por último, una historia de sueños premonitorios y una historia de amor llena de química y encanto. A esta historia le falla, quizá, por poner un pero y justificar su último lugar, la profesión del protagonista, Charles Boyer, un funambulista de éxito en el mundo del circo. Se nota que Boyer no se siente bien en la cuerda floja. Sin embargo, el sueño y su encuentro con la mujer soñada (Stanwyck) a bordo de un barco son todo un deleite. La historia de amor y las segundas oportunidades (sobre todo en el caso de la mujer que comete error en su pasado) dan como resultado un cuento atractivo.

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