Tiempo de amar, tiempo de morir (A time to love and a time to die, 1957) de Douglas Sirk

Continúo redescubriendo una y otra vez al gran Douglas Sirk, director que nació en Alemania (pero de padres daneses). Como Fritz Lang tenía el futuro asegurado en la cinematografía alemana pero como no estaba de acuerdo con la ideología nazi siguió el camino del exilio y acabó siendo el rey del melodrama en Hollywood. A finales de los años cincuenta regresaría a Europa (igual que Lang). Y, también, estos dos directores tienen otro paralelismo más ambos tomaron la vía del exilio pero no así sus ex mujeres, que se afiliaron al partido nazi. Además, Sirk tenía un hijo y su mujer impidió cualquier contacto entre ambos. El hijo de Douglas Sirk parece ser que se convirtió en un niño prodigio en el mundo del cine alemán y después acudió a la guerra y desapareció en el Frente Ruso en 1944.

Aunque Tiempo de amar, tiempo de morir se trata de una adaptación cinematográfica (siempre con ojos de Sirk) de la novela del mismo título del escritor alemán Erich Maria Remarque (también autor de otra novela que sería llevada en 1930 por Milestone al cine, la maravillosa y que en breve comentaré Sin novedad en el frente), también, he leído que de alguna manera era un homenaje del director a su hijo desconocido y ausente, una manera de recrear sus últimos momentos en la Segunda Guerra Mundial. Una recreación de un joven soldado, buen chico (un hermoso John Gavin), que ante el horror, la muerte y la confusión de la guerra encuentra el amor durante un breve permiso con una conocida de la infancia (con rostro agradable de Lilo Pulver, ¡¡¡qué lejana de la sex symbol de Un, dos, tres!!!). Ambos en una ciudad destruida, solos, sin saber qué es de sus padres, con los bombardeos, las ruinas, la destrucción, la desolación y siempre la muerte buscan el refugio en su historia de amor.

Con un uso del color, siempre magnífico en los melodramas de Sirk, y con un lenguaje cinematográfico envidiable lleno de símbolos, espejos, círculos en la historia que cuenta, de tiempos y espacios, del paso de las estaciones, de imágenes llenas de belleza y tristeza…, nos acercamos inexorablemente al destino de los amantes que desde el principio vemos sembrado de separación y muerte.

Un árbol, la llegada de la primavera a pesar de la destrucción, ventanas que se abren y se cierran, reflejos ya sean en una ventana, en un agua cristalina o en un espejo, las ruinas…, y una muerte poética que se acerca a la bella imagen de horror y muerte con la que termina Sin novedad en el frente. Mientras que en la primera el soldado joven trata de aferrar una mariposa, en Tiempo de amar, tiempo de morir el joven soldado trata de atrapar la carta de su esposa que se la lleva, despacio, el agua de un río.

Tiempo de amar, tiempo de morir está plagada de imágenes para recordar. La aparición entre la nieve de la mano de un soldado muerto. Su desentierro por parte de los compañeros, y un joven asustado de estar en una guerra de horror que dice impresionado que parece que el rostro del muerto, llora. El suicidio de un joven soldado que no aguanta la presión de la batalla y haber formado parte del fusilamiento de civiles. La habitación de la joven, el encierro único donde vivir el amor aunque siempre interrumpan los bombardeos, su afán por regar sus plantas (el único signo de vida), como el árbol que florece junto al río en uno de sus paseos. La noche que ambos con sus mejores galas acuden a un sitio de lujo pero todo es ficción y lo saben, las bombas y la destrucción se lo recuerdan…, desalojan el lugar-fantasía y una mujer con vestido de lujo en llamas les acerca al mundo real.

El tren, que supone el paréntesis, del tiempo de amor. De ese tren el soldado baja para encontrarse con que su pasado ha sido destruido, y luego al que vuelve a subir para ir al tiempo de morir…, en la despedida, ella acude al andén sin que él lo sepa para ver al tren partir. Hay una cristalera que les separa… y esa cristalera, en un movimiento de cámara sutil del director, con sus travesaños forma una cruz. El destino marcha.Y en una película no de guerra, sino tremendamente romántica y fatalista, poética, no falta la anécdota. Douglas Sirk reservó un papel de profesor desencantado que sigue en pie por la fe al novelista Erich Maria Remarque y también podemos ver una de las primeras interpretaciones en un breve papel de miembro de la Gestapo a Klaus Kinski.

Otra perspectiva interesante de la película es que cuenta la Segunda Guerra Mundial desde los soldados y ciudadanos alemanes desencantados con la brutalidad y el sinsentido del nazismo, SS, Gestapo…, algunos criticaron a Sirk porque exponen que parece que sólo unos pocos alemanes estaban implicados en la maquinaria del horror. Sin embargo, hay otras películas que ofrecen este punto de vista, la del soldado raso, que acude a la guerra en que se ve involucrado su país o de ciudadanos alemanes que no compartían la ideología nazi, y que por ello también fueron perseguidos, vigilados y eliminados. O de ciudadanos que siendo conscientes del horror vivieron en el silencio y el miedo. En la reclusión. O soldados que entraron en guerra creyendo en una Alemania y que pronto vieron la brutalidad y el horror y fueron protagonistas de hechos y acciones que nunca querrían haber vivido. Recordemos El baile de los malditos, Berlín Occidente, Vencedores y vencidos o más actualmente, El libro negro.

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