Siete novias para siete hermanos (Seven brides for seven brothers, 1954) de Stanley Donen

Hoy me encuentro en fase nostálgica. Una de las películas que está unida a mis años de infancia (sí Hildy, aunque inmortal, también ha sido niña) es este musical de la Metro, Siete novias para siete hermanos. 

No sé la de veces que pude verla en distintas reposiciones (cuando se hacían) o en el salón de actos de mi colegio. Uno de los discos de vinilo que mis padres solían ponernos algunas mañanas de domingo para despertarnos era la banda sonora de esta película. 

Y pasan los años y su encanto sigue funcionando. Hoy el mundo del dvd la ha devuelto de nuevo a mi televisión. Era una película de bajo presupuesto. Nadie hacía demasiadas apuestas por ella. Nació para ser B. El estudio que tenía más estrellas que en el firmamento contaba con el mejor equipo de musicales bajo el ojo de Arthur Freed. Pero esta película no fue rodada por su equipo que en aquel momento se encontraban realizando Brigadoon sino por el productor Jack Cummings que había estado detrás de musicales como Melodía de Broadway, 1938 o Bésame Kate. 

Se unieron varios elementos para el fenómeno que supuso y para su andadura actual como uno de los musicales clásicos. Sin duda, me atrevería a señalar uno de ellos: su vitalidad y su energía positiva. Además, de otros elementos posteriores como el estilo entre kitsch y naïf que actualmente le caracteriza. Otros elementos que le convierten en un producto con encanto son sus coreografías vitales y alguna de sus canciones. 

La película transcurre en Oregón a mediados del siglo XIX. Es una película de decorados y no se disimula en absoluto pero ahí está parte de su encanto. La historia es una adaptación de un relato que se inspiraba en el rapto de las sabinas. 

Con un reparto joven y atractivo para la época, y porque no, ahora también, nos dejaba el talento de maravillosos bailarines, cantantes y malabaristas. Por ahí se asomaban Howard Keel, Jane Powell, Jeff Richards, Russ Tumblyn (¿quién le olvida como Rick, de los Jets, en West Side Story?) o una jovencísima y sexy Julie Newmar (reina de las series de televisión…¿la recordáis como Catwoman?). 

La dirección del siempre efectivo Stanley Donen (un revolucionario del cine musical y también buen director de otro tipo de películas como Charada o Dos en la carretera) se nota. Y un pequeño producto se convierte por obra de magia en todo un clásico. 

La película juega durante todo su metraje con la picardía y un erotismo inocente (mi madre siempre me recuerda, ¡¡¡oh cielos!!!, que cuando se estrenó en España esta película era considerada moralmente peligrosa…, me atraganto de la risa). Una picardía que la hace no caer en la cursilería extrema.  

 

La película juega con un mundo idílico y divertido que nos hace sentir querer ser raptadas por alguno de los hermanos Pontipee (yo os confieso que siempre soñé con ser secuestrada —y la sigo viendo hoy en día y no cambio de opinión— por el Pontipee al que apodan Flor, que es el bailarín Jeff Richards). 

Hay varias coreografías inolvidables pero me voy a quedar con dos: la vital escena de la construcción del granero cuando los hermanos a través del baile y las acrobacias compiten contra los lugareños por el amor de las chicas.La canción que los hermanos llevan a cabo en pleno invierno cuando se encuentran solos y echando de menos a sus enamoradas. Una canción maravillosa y una coreografía con las hachas impresionante. 

Imagínense llevar tal argumento a una película actual. ¿Cómo? Yo me imagino siete mujeres hasta las narices de la vida en la ciudad, con estrés laboral, conyugal y familiar. Y me imagino a siete hermanos, hermosos y fuertes, pero absolutamente caballeros (como los de la película), que viven aislados del mundo en una casa rural de parajes incomparables. Y, de pronto estos hombres llegan a la ciudad y se enamoran de las siete mujeres que no pueden dejar sus aceleradas vidas y por otra parte están hasta las narices de todo. Y estos inocentes hombres de montaña, no se les ocurre otro plan que el secuestro de las siete mujeres. Y llevarlas a la incomparable casa rural que además en invierno queda incomunicada. Y estos siete hombres se dedican todos esos meses a que ellas se enamoren de ellos… ¿se imaginan algo más delicioso y kitsch? Lo dicho, termino este texto acelerada de la vida y teniendo que hacer mil cosas…, lo mismo hoy encuentro a mi Pontipee particular y me aleja del estrés unos meses.

6 comentarios en “Siete novias para siete hermanos (Seven brides for seven brothers, 1954) de Stanley Donen

  1. Me encanta el cine y naturalmente el cine de mi época,soy muy mayor pero eso es cuestion de haber nacido antes o despues,asi es que llevo una vida tranquila pero activa y me sigue apasionando el cine, escribir y buscar en internet todo lo que se me ocurrre y se me ocurren muchas cosas,lo que no me gusta nada en absoluto son los juegos en internet. Tengo un grupo en facebook y somos sesenta personas ,todas de un circulo cercano y diferentes edades. ME HA GUSTA MUCHO DESCUBRIR ESTE BLOG. (1 de Octubre 2014)

  2. Estimada Ángeles, qué bueno que le guste el cine, escribir y sienta la curiosidad de descubrir un montón de puertas y ventanas a través de Internet. Me alegra que se haya pasado por el blog y espero que lo disfrute.

    Un beso
    Hildy

  3. Jeff Richards era el actor que interpretaba a Benjamin, no a Flor como has apuntado. Y tampoco era bailarín, es el único de los hermanos que no se le ve bailar en la película. Era jugador de beisbol profesional y más tarde actor 🙂 Me alegro que haya gente fan de esta película. Me encantaría poder ver el músical algun dia 🙂

  4. ¡Bienvenida, Marta! Y es que tienes toda la razón…, efectivamente Jeff Richards es Benjamin… ¡que qué guapo era también… pero efectivamente era el único que no bailaba de los hermanos y convencía por su presencia! Pero mi corazón iba con el hermano al que apodaban Flor, que bailaba de miedo y me parece bien guapo…, a ver si esta vez no me equivoco, creo que era el bailarín Tommy Rall… espero que a la segunda vaya la vencida…, ufff. Gracias por señalar mi error… ¡eran mis dos hermanos favoritos!, je, je, je.

    Beso
    Hildy

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