Edward Norton

El despegue de este actor camaleónico tuvo lugar en 1995, carrera imparable, genio en la composición de buenos personajes. Norton tiene un físico transformable y se transmuta en personajes que le hacen merecedor de grande entre los amantes de la sala oscura y rey de las pantallas. Es uno de los actores de los que esperamos muchas pero que muchas sorpresas. 

Yo ya lo tengo en el altar porque me ha decepcionado en pocas películas y es de esos actores que conmueven en sus buenas interpretaciones (no he visto toda su filmografía). Cuando hablo de la palabra conmover, me refiero a que producen un volcán de sentimientos al espectador (ya sea de amor desmesurado u odio compulsivo). 

Para entender su capacidad de transformación y lo buen actor que es basta con comentar una de las últimas películas en las que le he visto: El velo pintado (2006). Queridos amigos, esta película a mí me entusiasmó y me transportó a otros mundos (pocas adaptaciones de la obra de Somerset Maugham me han decepcionado). Bien, Norton se sale porque logra hacernos llegar la transformación del personaje. Y eso es todo un reto para un actor. Vemos su cambio de aburrido doctor, frío y gris, a poco a poco y delante de nuestros ojos, convertirse en un héroe cotidiano apasionado, luchador y comprometido. Y Norton logra transformarse incluso físicamente en su gesto, en la voz…, genial. Vivimos la transformación a través de los ojos de su esposa y cómo ella va descubriendo al hombre con el que se casó. Si bien esto parece fácil, prueben a imaginar este mismo papel sin un buen actor, con un hombre de interpretación plana, incapaz de matices, que sólo aprendiera los diálogos, los dijera correctamente y tuviera físico aparente… el efecto sería muy distinto, quizá nos gustaría la historia, pero quizá no lograría conmovernos. Ahhh, amigos, ésa es la magia de la interpretación. 

Otro papel por el cual merece su puesto en el Olimpo –por favor, que nos siga regalando papeles e interpretaciones así— fue su recreación de un neonazi que se redime. En su momento, y ahora cuando tengo oportunidad de verla, me impactó American History X , 1998, me parece una buenísima historia y, de nuevo, interpretada de manera genial por Norton que no duda de nuevo en ofrecer una actuación conmovedora donde vemos el camino duro de rendición, conciencia y reflexión de su personaje. De brutal y violento neonazi a un hombre maduro, sensible y reflexivo… y el proceso de transformación es totalmente creíble y está muy bien desarrollado además de contar con este actor de excepción. 

Como muchos compañeros de generación, Norton realiza desde 1995, donde su debú en Las dos caras de la verdad produjo impacto, una carrera en la que intercala producciones comerciales (ahí le tenemos en cartelera haciendo de hombre verde, Hulk) con cine menos comercial y que entraría dentro de un circuito más independiente. En ambos terrenos, ha regalado buenas interpretaciones. 

Después, de Las dos caras de la verdad deleitó como personaje romántico en la comedia musical de Woody Allen, Todos dicen I love you, consiguió uno de los roles principales en la película de Milos Forman, El escándalo de Larry Flynt, se metió en cine negro junto a otro valor en alza, Matt Damon, en Rounders. 

Después de American History X y el espaldarazo que supuso para su carrera, fue protagonista de película de culto (amada y odiada por partes iguales): El club de la lucha (1999). David Fincher realiza una radiografía de la mente humana y de la violencia con el rostro de Norton, que ofrece una interpretación llena de matices y distintas lecturas. 

Sorprende con su debut como director de cine en una comedia romántica y sensible, plagada de buenos momentos, Más que amigos (2000) y se embarca en un periodo de películas comerciales en rol secundario o protagonista (The store, El dragón rojo o Frida) hasta conmovernos de nuevo con un buen trabajo de Spike Lee, La última noche (2002). En esta historia sobre un traficante de drogas que en 24 horas va a ir a la cárcel para pasar siete años de su vida encerrado entre rejas, Norton ofrece un viaje de sentimientos hacia alguien que en unas horas trata de entender y de acercarse a los seres que han significado algo en su vida. 

Norton sigue dentro del circuito del cine comercial (The italian job o El reino de los cielos) y en este terreno deja una película, que atrapa al espectador como los cuentos de toda la vida,  fantástica y sorprendente: El ilusionista. La historia de amor de un mago, un ilusionista, de principios del siglo XX. De nuevo, Edward Norton conmueve a los espectadores. 

Sin embargo, el actor tampoco olvida los circuitos independientes y va dejando interpretaciones que merecen ser vistas tanto en Smoochy (2002) o, sobre todo, por lo que voy leyendo (no la he visto pero pronto subsanaré este fallo), En el valle (2005). Ahora, para los amantes del hombre verde, lo tenemos en pantalla como Hulk (aunque hay que reconocer que Eric Bana no lo hizo nada mal) pero como os dije su carrera es imparable y seguirá ofreciendo interpretaciones que conmuevan. Tiene varios proyectos pendientes de estreno y también ha vuelto a ponerse detrás de las cámaras. Los visitantes de la sala oscura esperan sus trabajos y su capacidad camaleónica.

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