Carta a tres esposas (Letter to three wives,1949) de Joseph L. Mankiewicz

Joseph L. Mankiewicz pertece a ese grupo de directores-autores no sólo por la forma de realizar las películas y de su dominio para contar historias a través de la cámara sino porque también, además, solía ser el guionista de sus propias historias. 

Con una filmografía interesante a finales de los cuarenta escribiría y realizaría esta película que tiene todos los ingredientes de cómo escribir un guión y plasmarlo en pantalla. 

A través del guión, Mankiewicz utiliza dos recursos de manera perfecta y no aleatoria. Me explico, emplea dos recursos que sirven realmente para que la historia avance y tenga sentido. El director-guionista, de manera perfecta, emplea la voz en off y los flash back (¡¡¡cuántas películas hemos visto en las que decimos!!!: lo que más me ha cansado y menos me ha gustado ha sido la voz en off –señal de que no está bien empleada, si nos aburre o molesta—  o pero a cuento de qué venía contarnos esa escena de su pasado –otra señal de que un flash back está mal empleado si no nos aporta nada a la historia o sobra—). 

La historia es muy sencilla: en una pequeña ciudad de provincias, tres amigas y esposas reciben una carta de una cuarta en la que informa que se ha fugado con uno de sus maridos. ¡Qué gran principio! La historia transcurre en un día, en que estas mujeres asisten a una jornada de campo con un grupo de niños. Las tres tienen sus dudas razonables para pensar que se han convertido en mujer abandonada. 

Carta a tres esposas es una película de personajes, de retratos. Joseph L. Mankiewicz muestra de manera ácida e inteligente las relaciones de pareja, las dudas,  los celos, la amistad, las relaciones profesionales, por qué se forman las parejas, por qué puede existir la duda, la vida cotidiana en una pequeña ciudad, el peligro de caer en una monotonía constante… 

Otro elemento maestro de esta historia es la continúa presencia de la cuarta mujer… a la cual nunca, ni un sólo instante, vemos aparecer en pantalla. Pero siempre está presente. Addie Ross (la cuarta mujer) queda retratada por las alusiones continuas a ella por parte de las tres amigas y por parte de los respectivos esposos así como por los detalles de la ausente –jugada maestra es que en las escenas clave siempre de alguna manera ella está ahí en forma de regalo, de retrato o de nota o carta—. ¡¡¡Y jugada maestra… la voz en off es de Addie Ross!!! (que más tarde se descubrió que era de la actriz Celeste Holm). 

Otro acierto es el reparto elegido cada esposa y cada marido está interpretado por la actriz y el actor ideal para el papel. A parte secundarios de lujo (como Thelma Ritter o Florence Bates). El trío protagonista tiene los rostros de Jeanne Crain (correcta), Ann Sothern (magnífica) y Linda Darnell (cuando tiene un papel a su medida era perfecta)  y el trío de maridos contaba con las caras de un correcto Jeffrey Lynn, un dinámico y vivo Kirk Douglas y un magnífico Paul Douglas. 

Carta a tres esposas, además, de todo lo que os cuento es una película muy pero que muy entretenida con escenas muy bien resueltas y con un sentido del humor que te hace verla siempre con la sonrisa en la boca aunque dice, disecciona y analiza cosas muy serias. Genial la escena con la aburrida pareja que son influyentes productores de radio comercial y las críticas del bueno de Kirk Douglas en un simpático papel como profesor apasionado por su profesión y furioso por el funcionamiento de determinado tipo de medios de comunicación. 

La película no sólo cuenta una buena historia sino que está repleta de escenas para recordar. Ese teléfono público al que las tres mujeres tienen deseos de llamar pero no pueden, esa casa humilde de una de las tres protagonistas donde siempre pasa un tren que hace temblar el hogar y cómo las inquilinas han hecho que ese temblor forme parte de sus vidas o ese vestido pasado de moda con una flor y un imperdible que sabemos que de un momento a otro va a jugar una mala pasada a la mujer que lo lleva…

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