Sydney Pollack, tal como era…

Pollack, así como era, se fue… nos dejó ayer. Un realizador que empezó su andadura por los años sesenta y al cual admiro por un buen puñado de historias cinematográficas. Más tarde comenzó a producir películas, a apoyar que ciertos proyectos salieran adelante y también en algunas de las películas que dirigía y, pocas veces, en las de otros hacía sus pinitos como actor. Sin duda, amaba el cine.

A Pollack era imposible no reconocerlo. Una cara amable, un pelo rizado y siempre sus gafas. El director realizó en 1985 la película por la que es recordado por muchos cinéfilos y espectadores de cine, Memorias de África. Una adaptación del libro autobiográfico de la escritora Isak Dinesen (tal y como era conocida Karen Blixen) donde Pollack se centraba, sobre todo, en una doble historia de amor: la de Blixen con el continente africano y sus gentes y la de Blixen con el aventurero Dennis.

La película lo tiene todo. Unos exteriores y una fotografía que te hacen viajar, una banda sonora que incluye también piezas de Mozart, inolvidable. Y dos actores con química que protagonizan una muy bien contada historia de amor: Robert Redford y Meryl Streep. Sin embargo, si repasamos su filmografía vemos una obra coherente, con momentos inolvidables, a Pollack le gustaba narrar, plasmar sus inquietudes, ser un director-artesano y creo que amaba el cine y a los actores. Si hablamos de Pollack, se habla también de su relación con su actor fetiche, Robert Redford. Memorias de África era la culminación de una relación profesional que empezó en los años sesenta.

Su primera película como director fue en 1965, La vida vale más con Anne Brancroft y Sidney Poitier. Al año siguiente dirige una adaptación cinematográfica del dramaturgo Tennessee Williams, Propiedad condenada, con Robert Redford y Natalie Wood. La película no funcionó bien pero yo tengo buen recuerdo de ella. Melodrama de los años de la Depresión, todavía tengo en mente –tendré que volver a verla– escenas de Wood y Redford. La recuerdo melancólica y nostálgica (dos características de su cine que se repetirá en otros argumentos). Esta película supone el principio de la relación profesional entre Redford y Pollack. Otra curiosidad es que aparece como guionista Francis Ford Coppola. Pero Pollack todavía no encontraba una historia que le hiciera destacar como director. En algunas fuentes consultadas dicen que dirigió algunas escenas, pero no fue acreditado, de una extraña película –pero muy atrayente– de Burt Lancaster, El nadador y también dirigió al actor (a Lancaster le conoció durante su primera etapa como profesional que fue en la televisión) en un western que pasó sin pena ni gloria, Camino de venganza (1968).

Por fin, en 1969, se involucra en un proyecto como director y productor que hace que la crítica y el público repare en él. A mí es una de las películas que más me gustan de Pollack. Los intérpretes están magníficos y rescata una práctica desconocida durante la etapa de la Depresión donde la gente era capaz de muchas cosas para poder sobrevivir, entre otras, participar en maratonianos concursos de baile. Danzad, danzad, malditos es la adaptación de una novela de Horace McCoy. En un sólo escenario, Pollack narra lo que supuso para muchos la Depresión, en una visión dura y desoladora. La primera vez que la vi me dejó muchas escenas en la memoria. Se me grabaron muchas cosas. Además, preludia prácticas televisivas actuales que con tal de generar espectáculo todo vale, importando muy poco las personas (los famosos reality shows). Película desoladora y triste con unos magníficos Jane Fonda, Michael Sarrazin, Susana York, Red Buttoms y Bruce Dern.

Después, Pollack rueda prácticamente cuatro películas seguidas, entre 1972 y 1979, con su actor fetiche, Robert Redford. Y cada una de ellas ofreciendo historias muy interesantes e imágenes para la memoria cinéfila. Son películas de los setenta y muestran reivindicaciones del director y también de su actor principal. Dos de ellas (Las aventuras de Jeremías Johnson y El jinete eléctrico)  son ya cantos a la naturaleza, películas de tema ecológico. Como siempre Redford, genial como héroe solitario y romántico de la naturaleza o como jinete nostálgico. También, en la segunda se ve una crítica a las formas de hacer las cosas de los medios de comunicación de masas. Otra es la romántica y nostálgica Tal como éramos… Redford se enamora de Barbra Streisand y viceversa. Son dos caracteres opuestos sobre todo en sus reivindicaciones políticas y eso termina haciendo mella a lo largo de su relación a través de distintos acontecimientos históricos. Por último, Pollack dirige a su actor fetiche en una película de intriga y suspense con los tejemanejes de la CIA de fondo –un género que le gustaría bastante revisitar–, Los tres días del Cóndor. Sólo en este periodo haría dos películas sin Redford, acude de nuevo al suspense y la intriga con Yazuka con un veterano Robert Mitchum y a una triste historia de amor con Al Pacino de protagonista, Un instante, una vida.

En los ochenta, Pollack sigue con la intriga y con sus críticas a los medios de comunicación en Ausencia de malicia y trabaja con Paul Newman. También dirige una de las comedias más divertidas de la década que además es un canto a la profesión del actor y, también, una original visión sobre las reivindicaciones de las mujeres, Tootsie. Regala un gran papel a Dustin Hoffman, que disfrazado de mujer para conseguir trabajo como actor se enamora de la rubia Jessica Lange. Aquí se reserva un divertido papel de agente de actores y empieza a salir en más producciones, su pelo rizado, su risa y sus gafas son sus señas de identidad. A parte de su gran éxito en Memorias de África, también empiezan sus labores de producción no sólo en sus propias películas sino en la de otros directores, así le vemos como productor ejecutivo en una de las grandes sorpresas de los ochenta, Los fabulosos Baker Boys.

En los noventa no para. Trabaja por última vez con Redford en el drama romántico, Habana, que se estrella en taquilla. Realiza un remake innecesario pero correcto de Sabrina, Julia Ormond hace lo que puede con un papel que inmortalizó la inimitable Audrey Hepburn. La intriga le da un pequeño éxito con La tapadera y un rostro de un crispado Tom Cruise que no entiende muy bien lo que pasa en el bufete de abogados donde ha empezado a trabajar. Termina la década con una triste historia de amor, muerte y destinos cuando de manera inesperada se unen una famosa política y un policía con caras de Kristin Scott Thomas y Harrisond Ford en la elegante y también estrellada en taquilla, Caprichos del destino. Participa como actor en películas de grandes realizadores como Allen o Kubrick (Maridos y mujeres y Eyes wide Shut). Y tanto en esta década como en la siguiente produce trabajos de otros directores así le encontramos en Sentido y sensibilidad, la nueva versión de El americano impasible o detrás de las obras del recientemente fallecido Anthony Minghella.

Como vemos el romántico y reivindicativo de Pollack era un trabajador infatigable en el mundo del cine. Que le ha dado inmortalidad. A pesar de su enfermedad no dejó de meterse en proyectos. Su última película estrenada a mí me llenó de emoción, aunque tampoco funcionó en taquilla, fue La intérprete (2005), en esta película mezcla sus preocupaciones, su melancólico romanticismo y su buen hacer contando historias de intriga…y continuaba con sus trabajos como productor y actor en cintas como Michael Clayton o La boda de mi novia.

Tal como era… Pollack, sin quitarse las gafas, se despide y nos deja con miles de imágenes para no olvidarle.

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