Cowboy de medianoche (Midnight cowboy, 1969) de John Schlesinger / Drugstore cowboys (1989) de Gust Van Sant

Años finales de los setenta, años finales de los ochenta. Dos películas con cowboys muy especiales. Dos golpes diferentes a ese tan cantado y castigado una y otra vez sueño americano. Dos bofetadas. Dos estéticas. Dos formas de contar. Dos épocas. Dos cowboys que pasan la vida con técnicas de supervivencia del día a día. Dos cowboys que intentan que la vida al margen no los elimine cuando menos lo esperan. Dos cowboys que viven donde nadie quiere o se atreve a mirar.

Cowboy de medianoche

Desde Gran Bretaña, llegó a Hollywood el director John Schlesinger para ofrecer Cowboy de medianoche, escrita por el guionista Waldo Salt  (uno de los muchos guionistas que sufrieron y vieron afectadas sus carreras desde los años cuarenta por la Caza de Brujas y las listas negras) que adaptaba la novela de James Leo Herlihy. La película muestra la relación entre el joven Joe Buck (Jon Voight), un vaquero con ansias de gigoló en la Gran Manzana y el sin hogar Ratzo Rizzo (Dustin Hoffman). Dos hombres perdidos en un Nueva York cruel y frío. Fue un británico el que reflejó que el sueño americano no era hermoso, que el sueño americano se rompía a pedazos en los bajos fondos. De música de fondo escuchamos Everybody’s talking de Harry Nilsson y esa melodía se quedó en la memoria.

Fue un británico quien mostró un Nueva York diferente y el que avisó a Hollywood que la censura había terminado. Llevó grandes dosis de droga, de sexo, de historia sin final feliz, de crítica a un sistema… y a pesar de que la clasificaron como X consiguió el oscar a la mejor película del año.

Una historia de amistad, de soledad y supervivencia. De aquellos que persiguen sueños, aún teniendo vidas rotas, sueños que les hacen seguir en un mundo mísero. Algunos no pierden la inocencia, el bueno de Joe Buck, el cowboy gigoló, en su lucha. Otros, como el ratero enfermo Rizzo es a través de los sueños (la soleada Florida) y de sus ganas de ser felices de dónde sacan las fuerzas.

John Schlesinger (director británico que vivía las fuentes del Free Cinema) sale cámara en mano por las calles de Nueva York. Otra Nueva York, urbe deshumanizada y dura, donde no se mira a los sin voz, aquellos que tratan de sobrevivir en el día a día. Además, el director capta la estética de los sesenta cubierta con los bajos fondos. La psicodelia o el mundo más pop de Warhol se mezcla con un realismo duro y cruel, oculto.

Una película dura sobre un tema duro pero que cala por su ternura ante la amistad de dos hombres que no tienen a nadie. En el autobús a Florida, un viaje hacia el sueño, el cowboy logra despertar y dejar a un lado sus ropas de vaquero, sabe lo que es la supervivencia y abre por fin los ojos al mundo mísero que no quería ver, y queda sin vida –pero con un amigo nunca más solo–, Rizzo, el personaje que siempre ha llevado una vida perra y triste pero capaz de dejar intacta su capacidad de querer y ser querido.

Drugstore cowboys

Finales años ochenta, de nuevo mazazo al sueño americano, y vuelta a la bofetada en las manos de peculiar director y su segunda obra cinematográfica, Gus Van Sant. Me gusta este realizador, sorprende una y otra vez, y quizá le tengo en posición alta porque dirigió una de las películas de principios de los noventa que me hace seguir amando el cine una y otra vez, Mi Idaho privado (más sueños rotos pasados por Campanadas de medianoche, Shakespeare y los bajos fondos). Van Sant surgió del cine más independiente, después algunos se sintieron decepcionados por su paso a la gran industria (y, sin embargo, dirigió otra película querida por mí, El indomable Will Hunting), y ahora, de nuevo, vuelve a sus raíces independientes.

Van Sant no sólo cuenta historias –normalmente protagonizadas por juventud desencantada y golpeada– que llegan sino que tiene una forma peculiar de contarlas y sus obras más independientes tienen una cuidada y reconocible estética.

Los cowboys de su película son cuatro jóvenes que van por localidades, ciudades y pueblos de los EEUU para robar farmacias y hospitales en los años setenta. Su objetivo es conseguir todo tipo de drogas para consumirlas y alejarse siempre que pueden de un mundo que les desborda. Se sienten más seguros empleando las horas del día en planear sus robos y después las demás horas en drogarse que perderse en conocer un mundo que saben duro y desbordado.

El antihéroe es Bob (Matt Dillon), el líder de la banda, que nos cuenta la historia, una historia circular (empieza y termina con la misma escena). Él nos presenta a los personajes con imágenes nostálgicas de super ocho donde nos encontramos cara a cara con los héroes cowboys con los que descenderemos a los infiernos: el propio Bob, su compañera sentimental desde que eran niños, Dianne (Kelly Lynch), y la otra pareja de sus fechorías (los jovencísimos en el momento James LeGros, Heather Graham). Van Sant, en sus primeras películas, sabe mezclar los ambientes más bajos y duros con un lirismo poético y nostálgico que hacen a sus realizaciones de visión innovadora.

Los Drugstore cowboys viven para robar lo consumido. Bob se deja llevar por señales…, es tremendamente supersticioso y cuando recibe varias de esas señales (entre ellas una muerte por sobredosis de uno de los integrantes de la banda), decide abandonar su vida delictiva y las drogas e ingresar a la vida normal. La vuelta a su localidad será dura y su rehabilitación no será heroica ni un camino de rosas. Renunciará a su gran amor, Dianne, que no quiere dejar ese mundo en el que siente segura. Durante su ingreso en el centro de metadona contacta con el hombre anciano, filósofo y profeta que le introdujo en las drogas (un abuelo lúcido con la cara de William S. Burroughs). Bob se hace pronto consciente de que también la vida normal es oscura, dura y gris pero trata de sobrevivir…aunque no le dejen.

Gus Van Sant logra contar una dura historia con pinceladas poéticas y con una estética especial, que es el sello especial del creador. Algunos criticaron y critican cómo pueden ser tan bellos los cuatro protagonistas si llevan a sus espaldas toda una historia de drogodependencias. Yo pienso que es una de las licencias poéticas y estéticas del autor, son sus héroes, los cowboys, que aunque llevan vida dura y perra, los retrata bellos y atrayentes. Como héroes literarios y cinematográficos. Una licencia literaria y poética. Sus cowboys bellos protagonizan una historia de caída y desgarro.

2 comentarios en “Cowboy de medianoche (Midnight cowboy, 1969) de John Schlesinger / Drugstore cowboys (1989) de Gust Van Sant

  1. Dos peliculas duras, pero rebosantes de lírica. Una casi poética, rellenada en silencios con música y gestos. La otra con la sordidez de lo marginal.

    Quizás la diferencia entre ambas sea que en la primera son lo que son. No pueden ser mas, simplemente no llegan. De ahí que su dureza sea extrema al comprenderlo.

    La segunda siendo mas explicita, me resulta menos hiriente. Ya que sus personajes tienen encanto, podrían ser mucho mas simplemente no quieren o prefieren abandonarse en la marginalidad.

    Por ello me resulta mucho mas dura la primera, mas cruel a pesar de que su tono sea menos hiriente. Cuídate y muy buen articulo, de los que da gusto leer

  2. Muchas gracias, querido Plared.
    Muy interesante la comparación que realizas entre ambas películas.
    Las dos dan para reflexiones y debates muy ricos en matices como tus comentarios.

    Confieso que Gus van Sant es uno de mis directores consentidos.

    Un placer leerte.
    Besos
    Hildy

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