Esperpento. Es lo que pienso mientras van pasando las imágenes de El lobo de Wall Street. Me río. Me río mucho… pero mi risa es incómoda porque lo que me están contando no tiene ni pizca de gracia. Ni puta gracia, vamos. Más bien es un relato de terror y humillación. El ritmo de la película es salvaje… y ese ritmo ya lo proporciona la ridícula, primaria y salvaje canción que entona el primer jefe y maestro del protagonista, Jordan Belfort (Leonardo Di Caprio), el corredor de bolsa. Una canción que acompaña de golpes en el pecho y que pide a Belfort que siga ese ritmo… y vaya si lo sigue… (son apenas cinco minutos los que sale Matthew McConaughey y su ‘filosofía’ empapa toda la película).
Indago en la palabra Esperpento. Un hecho grotesco o desatinado. Entonces recuerdo todo lo que he visto. Todos esos personajes que pululan por los fotogramas donde no tienen medida para lo ridículo, lo extravagante, el mal gusto…, donde los seguidores de Belfort —los que le rodean— y él mismo hablan o proceden sin juicio ni razón casi siempre bajo los efectos de alguna sustancia que distorsiona… Me viene a la cabeza Ramón del Valle Inclán y sus espejos deformantes. Deformación de la realidad para plasmar el desgarro de una época. Y así veo lo que Martin Scorsese y equipo han creado con el libro de las memorias de Jordan Belfort. Mientras río sale un grito porque es brutal: el mundo de las finanzas, el destino de muchísimas personas, está en manos de un grupo de payasos amorales.
Así Martin Scorsese crea una comedia negrísima que contiene escenas que remueven, brutales. Y uno de los personajes que muestra que lo que nos están contando no tiene ni pizca de gracia es el agente del FBI (con rostro de Kyle Chadler) que cuando ha terminado su jornada laboral regresa a su casa harto y cansado en un vagón de metro… donde hay un montón de gente harta, cansada y desesperanzada… Y mientras los payasos amorales siguen haciendo de las suyas, arrasando. O ese público ensimismado, adormecido… (que puede ser una triste metáfora de los espectadores que hemos acudido a la sala de cine a escuchar lo que nos cuenta en primera persona Jordan Belfort) que acude a una conferencia de un caradura que les va a contar cómo hacerse ricos…
Dentro de los payasos amorales nos encontramos con la pareja cómica por excelencia (los dos más amorales) que se convertirán en líderes de un grupo de pirados sin cerebro pero que absorben sus mandatos y sus enseñanzas… y por supuesto no tienen ningún reparo de llevarlas a cabo. Son tan pirados, tan estúpidos que no tienen ni conciencia, ni les importa (y eso da mucho miedo… porque se convierten en incondicionales). Y esa pareja de cómicos tienen el rostro de Leonardo Di Caprio y su compañero de andanzas, Jonah Hill. El gordo y el flaco en acción dejan escenas hilarantes y escalofriantes, una de ellas con Popeye incluido.
En El lobo de Wall Street fluye la fiesta desaforada, el sexo, los estupefacientes y la droga más potente de todas, el dinero. Los payasos amorales solo se mueven al ritmo de un cántico salvaje… y solo les mueve ganar dinero sin que importen los medios para conseguirlo. El mundo se derrumba a su alrededor pero no importa, la droga del dinero sigue afectándoles. Para ellos la mayoría de los ciudadanos son meras marionetas, objetos a los que manipular, objetos sin sentimientos. Y el máximo payaso Jordan Belfort se convierte en monstruo cuando descubre que las personas que tiene a su alrededor (entre ellas su segunda esposa) no son un objeto de su posesión… sino personas independientes que también actúan y que no están bajo su control.
Martin Scorsese, con su montadora habitual Thelma Schoonmaker, crea una sucesión de secuencias de ritmo trepidante donde unos payasos amorales hacen de las suyas y mientras el mundo se cae en pedazos, ellos no son conscientes en absolutamente ningún momento. Viven en una burbuja indestructible… Les da igual todo. Siguen tan solo los aullidos del lobo y el ancestral ritmo de una canción salvaje… y para no sucumbir ni pensar: mucha droga, mucho alcohol, mucho sexo…
Nos encontramos con toda una tragedia…, los payasos hacen daño y provocan risas congeladas. Después de la carcajada, toca irse llorando. Cómo está el mundo… en qué manos.
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Lo mejor que he visto nunca de Matthew McConaughey, tienes razón, y que pena que el personaje no apareciera más. Muy buena tu calificación de esperpento, pero la maestría, como sucedía con Valle Inclán, es cuando acierta como reflejo de una época. Scorsese destripa el yuppismo, un fenómeno de capitalismo salvaje que es el germen de la crisis económica mundial. Y sí, es chungo pensar ¿de qué narices me estaré riendo? pero ese también es un valor firme de la película. Gran Scorsese
Querido Licantropunk, ¡por fin pude verla el miércoles! y sí la aparición del personaje de McConaughey es una de las claves de la película. Estoy alucinando con él últimamente. Sí, así definiría El lobo de Wall Street como un auténtico esperpento. Y sí, me pasó como a ti, no paraba de reírme… pero luego me decía… ¡joddeeerrr! Scorsese forever.
Besos
Hildy
Mi querida Hildy, discrepo absolutamente de la unánime valoración positiva que ha levantado “El BOBO de Wall Street” (no es una errata) por motivos que no son cinematográficos, y que responden más al presupuesto invertido en difusión y publicidad y al boca a boca inducido que a la realidad del producto. Detectarás fácilmente que no me ha gustado. No digo que no me ha gustado nada porque algunas cosas sí me han gustado. Pero pocas.
Entre los aciertos, pequeños, salteados, están, por ejemplo, la escena de “la prima” (única, repito, ÚNICA, en la que Di Caprio hace algo parecido a actuar, limitándose en cuanto al resto a caricaturizarse a sí mismo, o al actor que a él le gustaría ser y que, desde luego, no es), la rubia que hace de su mujer (aunque su personaje, bien apuntado e introducido, se diluye con el paso de los minutos en un florero intrascendente, inútil, innecesario, parte del mobiliario, sin trascendencia ni interés para la trama), el personaje del padre (promete mucho cuando aparece pero luego no aporta nada), el gag con el mayordomo gay (inocuo porque es una chispa sin continuidad), la secuencia del soborno en el yate, aunque el desenlace no funciona, la situación del subidón de pastillas al teléfono (aunque está copiada de Blake Edwards y Dudley Moore), la secuencia del contrato a los enanos que deben lanzarse, el personaje de Donnie (al principio, sólo al principio), o los interrogatorios que las autoridades hacen a los empleados).
Sin embargo, no llegan a pesar casi nada en las tres larguísimas y sufridísimas horas de castaña pilonga que es esta película (le sobra una hora entera, probablemente incluso algo más). El principal defecto es de concepción: la película no funciona porque no consigue trasladar a lo general (Wall Street) lo particular (la historia de Jordan Capullo). Es decir, la película en ningún momento nos habla ni de Wall Street ni del sistema capitalista. Su intención, y la de muchos comentarios, parece ser esa, pero lo cierto es que eso es falso. En primer lugar, porque la historia en sí dura 20 minutos: en ese tiempo, sabemos que Capullo llegó a NY con 22 años, que conoció a un tío más capullo aún que él, que a los 26 años ganó 49 millones a través de la extorsión, la mentira, el engaño y la manipulación, y que luego la policía llamó a la puerta. Eso en 20 minutos. Las otras 2 horas y 40 minutos no hay más que reiteración, constante repetición de fórmulas, de viñetas semejantes unas a otras, que no aportan nada. No hay evolución en el personaje (más allá de la que hay en los primeros 20 minutos), no hay conflicto (la investigación financiero-policial no llega siquiera a ser una subtrama, es mero acompañamiento escenográfico), no hay subtramas (¿una película de 3 horas sin subtramas?) ni, por tanto, secundarios de peso. Todo se soluciona con la irritante presencia de Capullo casi en cada plano y con unas elipsis desastrosas: “en un mes aprendí todos los entresijos de Wall Street”. Con eso el pésimo guión se evita contar el ascenso de Capullo, su aprendizaje y sus condicionantes. Es decir, construye el personaje en el aire. Y otra más: en ningún momento se explican esos entresijos, en ningún momento se habla de productos financieros, de las trampas diseñadas para engañar, de los negocios fraudulentos, de los timos y estafas. Capullo se lo quita de en medio diciendo al público que “como no sabéis de economía, no me vais a entender, así que no os lo explico”. Gran guión, sí señor.
Pero eso no es todo: aparte del gilipollas infantiloide de Maconajiú y del protagonista listillo-sabelotodo-yo-soy-más-guapo-que-ninguno de Capullo, la cosa parece reducir los negocios al concurso de drogas-sexo-locura-desbarre. Ahí radica el segundo problema del guión, el espejismo-enmascaramiento de la realidad. Al igual que nos gusta creer que los nazis eran locos, psicópatas, etc., cuando su verdadero terror reside en que eran gente “normal” capaz de asesinar y exterminar, la realidad es que quienes manejan la economía no son ni drogatas, ni salidos, ni puteros, ni retrasados: son gente “normal” que va al templo los domingos, tiene hijos y familia, amigos e incluso son gente respetable, y que te la clavan pese a todo. La película responsabiliza de lo que no va bien a un ejército de dementes, cuando en realidad se trata de gente consciente que ha diseñado un sistema completamente a su medida para robarnos y esclavizarnos desde su despacho, con ayuda del Gobierno. En la película, el Gobierno es de los “buenos”, los que ayudan a atajar el descontrol, la anomalía, cuando en realidad es cómplice necesario del sistema. De este modo, la película no explica absolutamente nada de la realidad de Wall Street, ni de quienes empezaron esta crisis (¿por qué no hacer una película de Lehman Brothers en el mismo plano? Sencillamente, porque habría que contar la verdad sobre Wall Street, no un cómic infantil de degenerados grotescos).
Aparte, aspiro a que una comedia me haga reír al menos una vez; si dura tres horas, al menos dos, cosa que no me ocurrió. También aspiro a algo más que humor de caca-culo-pedo-pis en un tipo como Scorsese, o al menos que intentara no parecerse a Pajares y Esteso. Anádele a eso los personajes que se sacan de la manga o eliminan cuando les interesa, la ineficacia al presentar la investigación policial (bueno, es que no hay tal: no se sabe qué investigan, cómo o por qué), aunque la resolución tiene puntos buenos y malos, y la penosa costumbre de Capullo y Scorsese de sus puñeteros discursos en voz en off o mirando a cámara, y el resultado es una película insustancial, irritante, cansina y decepcionante, que pretende cubrir con barroquismo, exceso, abigarramiento y confusión su elemental carencia de complejidad y su nefasta gestión del contenido.
En realidad, por último, la película no supone más que un ejercicio de hipocresía absoluta: utilizando mecanismos publicitarios y de producción, con el único punto fuerte del vigor en la dirección de Scorsese (digo vigor porque no hay fuerza ni personalidad ninguna, visualmente su talento se ha adocenado brutalmente), han levantado un monstruo mediático basado en la máquina de hacer dólares Scorsese-Di Caprio que no viene sustentada por razones cinematográficas. Es decir, que “El BOBO de Wall Street” es en realidad “La gran estafa americana” (película bastante mejor, por cierto, dentro que David O. Russell está sobrevaloradísimo).
O sea, una vez más, Scorsese puro envoltorio, largo, insostenible, inaceptable, sin sustancia ninguna más allá de la superficialidad, banalidad, vulgaridad, zafiedad y ligereza deliberada de una historia que da para mucha más enjundia en otras manos y con otro actor y, sobre todo, con una verdadera convicción de hablar de lo que pasa de verdad, no de hacer caricaturas infantiloides chabacanas y, además, mentirosas.
Besos bobos, mi querida Hildy
Lo detecto, lo detecto, querido Alfredo, detecto que nada te ha gustado (si acaso tan solo algunas cosillas que salvas)…
Ja, ja, ja… nuestra discrepancia respecto a Scorsese será eterna.
Yo la he vivido como una comedia negra, muy negra, que toma el camino del esperpento.»Deformación de la realidad para plasmar el desgarro de una época». Así la veo y así la entiendo. Para mí termina siendo una tragedia escalofriante…
Por otra parte ya sabes que a mí sí me parece buen actor Di Caprio y aquí me ha gustado especialmente así como ese dúo que forma con Jonah Hill. Pero el que me está dando buenas sorpresas últimamente es Matthew McConaughey que a mi parecer está dejando una estela de buenos papeles (Mud, Killer Joe, Magic Mike… y a la espera de verle en Dallas Buyers Clubs). Y buen papel es el que realiza en El lobo que en unos minutos deja su ‘huella’ en toda la película.
Me apetece mucho la de David O. Russell, un director que me resulta interesante.
A esta espectadora, Scorsese no la ha estafado…, je, je, je.
Besos
Hildy
Pero si lees el texto previo de esa definición, verás que dice «Género literario creado por Ramón del Valle-Inclán, escritor español de la generación del 98». Es decir, que Scorsese, por distancia y desconocimiento, no puede abordar voluntariamente una obra desde una perspectiva que es exclusivamente española. Lo contrario es definir la perspectiva del espectador, no de la película, porque no se puede atribuir a Scorsese la intención de algo que desconoce. Y si lees la primera acepción de la palabra «esperpento», esta es: «Hecho grotesco o desatinado», que encaja mucho mejor con lo que ha hecho Scorsese en esta película, y en los veinte años anteriores de paso o, en todo caso, cada vez que se empeña en manchar su cine con Di Caprio.
A mí me gusta mucho Scorsese, cuando se lo merece. Me parece un maestro; por eso, cuando hace estas cosas, me molesta mucho más que cuando las hace alguien que no me importa.
De todas formas, para compensar la discrepancia, te recomiendo «La Venus de las pieles». Pocas veces he visto a tanta gente salir del cine tan beligerante contra una película (la palma en mi experiencia se la lleva «Magnolia», que a mí me encanta), pero, con alguno que otro matiz, a mí la última de Polanski me ha parecido soberbia.
Besos peleteros
Querido mío:
1. Sí, he visto ya La venus de la pieles y a mí también me ha gustado muchísimo. Pronto aparecerá por estos lares.
2. Sé que te has leido la crítica que he realizado y que he partido de las distintas acepciones de la RAE de la palabra ESPERPENTO. Y empleo de diferente manera esta palabra para aplicarla a la película. Así lo que digo es que las acciones de los personajes son grotescas y desatinadas y las acompaño de tropecientos adjetivos así como les coloco otra acepción: actúan y proceden sin juicio ni razón. También señalo que viene a la cabeza don Ramón y sus espejos deformantes. Puede que Scorsese no conozca este género de la literatura española (yo no sé cuáles son sus conocimientos respecto nuestra cultura) pero sí puede deformar la realidad y causar desgarro… De hecho existe toda una corriente en el cine americano de deformación de la realidad… y yo la relaciono con la palabra esperpento en cuanto concepto: deformación de la realidad.
3. Ja, ja, ja… estamos de cuerdo en algo, Scorsese es muy bueno. Y discrepamos en que yo creo que El lobo de Washington sí es una película scorsesiana que merece la pena.
4. Más polémica. ¿Leiste la carta que dirigió hace poco a su hija sobre el futuro del cine? ¿Sabes que es la primera película que no se ha proyectado en formato película sino directamente digitalizada en todas las salas?
Besos y desencuentros… cinéfilos scorsesianos…
Hildy
Pues no la he visto aun. Leo dos textos muy distintos. Poco puedo añadir o argumentar de momento. Solo una cosa. Cuando una película genera estas discrepancias tan vivaces…es que algo tendrá…o no tendrá. Estaba a punto de decir tomo nota, pero es imposible. Son dos visiones antitéticas. Comprobaremos si la película se acerca al esperpento…o es esperpéntica. Un abrazo
Sí, sí, la leí (mejor que otras cartas recientes con hijas de por medio, la verdad…). No me preocupa mucho el formato tecnológico más allá de las discutibles ventajas (algunas obvias y sin duda positivas) y de los retrocesos y empeoramientos técnicos que conlleva (ya te hablé de eso hace poco en otro comentario), sino que la gente que hace cine siga siendo consciente de que, independientemente de cómo se ruede y se proyecte, hay que pensar las películas en lápiz y papel, no sólo en lo técnico sino también, y sobre todo, en el argumento. A Scorsese la tecnología le está costando la personalidad cinematográfica, su cine se ha adocenado, y sus únicas señas de identidad se han reducido a usar el mismo actor una y otra vez y a la innecesaria extensión de sus metrajes, a los que, sin excepción, les sobra una minutada. Pero del Scorsese agudo, lúcido, comprometido con el cine, que hacía de cada una de sus tomas una postal, un caleidoscopio de prismas cinematográficos con traslación al otro lado de la pantalla, con expresividad en la propia vida, no hay ya apenas nada. Megalomanía, ni siquiera suya, sino del Capullo con el que trabaja para seguir recaudando y que no lo echen (es una de sus grandes preocupaciones, que no lo jubilaran antes de hora por no ser rentable, de modo que ha preferido hacerse comercial que mantener sus valores, cosa comprensible, por otra parte). En resumen, el proverbial amor de Scorsese por el cine, hoy en día, queda reducido a sus declaraciones nostálgicas en entrevistas y documentales. Pero cuando toca filmar, la corriente del dinero, la vacuidad y lo políticamente correcto (y «El Bobo de Wall Street», bajo su aparente trangresión, resulta profundamente conservadora y complaciente con el estatu quo que, además, le ha financiado su película y que cotiza en Wall Street; ¿dónde ha quedado «La última tentación de Cristo»?), se imponen sobre el cine. Y eso es lo que me fastidia.
Por cierto, estoy haciéndote caso y, en plan maratón, lo estoy viendo todo («Llewyn Davis», que me gustó bastante más de lo que esperaba, y en unos días, «12 años de esclavitud» y «The grandmaster»). Es que si no, luego no puedo polemizar…
Besos polémicos
Ja, ja, ja… ¡querido Victor, pon paz…! Fuera de broma, totalmente de acuerdo contigo. Película que genera discrepancias tan vivaces… algo tendrá.
Beso sin esperpento
Hildy
Querido Alfredo, ya sabe que me lo paso divinamente polemizando con usted…
¡Menudos desencuentros!, ja, ja, ja.
Besos
Hildy
Pues no estoy de acuerdo: no tiene más que dos cosas:
1) que hoy en día se confunde demasiado la calidad con la publicidad interesada de los medios involucrados, y
2) que, como aragonés, tengo por norma de comportamiento oponerme a la unanimidad, por sospechosa, tramposa y, generalmente, sin razón que la justifique. Lo hice hace poco con «Gravity» porque el discurso unánime de elogio me tocó las narices cuando la vi y comprobé lo que tenía de inexacto o, directamente, de falso, y me ocurre lo mismo con «El bobo de Wall Street», que si la firmara cualquier otro director y la protagonizara cualquier otro actor, estaría puesta por todo el mundo a los pies de los caballos sin miramiento alguno.
El tiempo da y quita razones. Ya veremos qué filmografía de Scorsese permanece una vez que el runrún mediático se deshaga. Ya veremos cuando se examinen los posos, los matices vean la luz, la horajasca mediática se disuelva y la gente que vota sistemáticamente en las webs vaya encontrando otros títulos de última moda que satisfagan más sus necesidades tribales despertadas por el marketing. Os digo que esta, como ninguna de Scorsese en los últimos veinte años, sobrevivirá más allá de su reseña del título original y la fecha.
Besos & abrazos
Jajaja qué diver el rifi-rafe. Me encanta, lo siento, es que me gustan las polémicas y la pasión defendiendo posturas.
No la he visto aún, más que nada porque nunca he conseguido «creerme» al Di Caprio y me echa hacia atrás un pelín. Me causaba más curiosidad la de La gran estafa americana, por eso, porque también me escaman las unanimidades y de esta nadie hablaba.
Pero no sé, al final no se si veré ninguna, sobre las salvajadas del capitalismo americano tengo la cabeza repleta con documentales. Creo que me parece un tema muy serio y cabreante como para dejarlo en manos de Hollywood. Me sale la vena pelín rigurosa…
Saludos y risas, Hildy, ha sido genial.
«Al final no sé si veré alguna», la triple negación que he puesto antes me hace daño. Lo siento, manías, jeje
¡Marga, bienvenida a la polémica! Pero ¡no me lo puedo creer… otra ‘enemiga’ del pobre Di Caprio!… menos mal que no nombras a Matthew McConaughey. Lo que sí es cierto es que de estas polémicas surge enriquecimiento de miradas y posturas, de formas de ver una película y analizarla. Yo también disfruto de las polémicas que generan debates constructivos.
Pronto veré sin duda La gran estafa americana que también me llama mucho la atención. Me gusta su director.
Sí, es cierto, se han realizado documentales interesantísimos sobre el tema (Inside Job, La doctrina del Shock…). Me resulta también interesante cómo la crisis económica y el sistema económico que la ha provocado están empapando la ficción cinematográfica y generando puntos de vista, miradas, reflexiones…
Muchos pero que muchos besos
Hildy
¡¡Bien por Marga!! ¡¡Marga anti-Di Caprio forever!!
¡¡Y bien por Hildy!! La única persona que conozco que sabe escribir el nombre de Maconajiú correctamente y sin mirarlo antes en la Wikipedia (incluido el propio Maconajiú). Yo tengo que ponerlo en plan castizo, aunque tendré que acostumbrarme, si su comportamiento como intérprete, bobadas infantiloides orangutaniles aparte, se va consolidando como parece.
Besos gorileros
Pff, ¡qué cosa con la película! Tienes razón, es una comedia increíblemente negra porque te ríes de la amoralidad absoluta, y al mismo tiempo de todos nosotros, los que la vemos, de saber que somos víctimas de la ambición idiota de personajes así. Creo que si tuviera que resumir la expresión que tuve las tres horas, fue: las dos cejas levantadas y una sonrisa helada. Cara de no puedo creerlo y al mismo tiempo sí (claro, también intercalando carcajadas nerviosas).
Y qué bien le quedó el ritmo. Embona perfecto con el frenetismo de la situación. Me gustó bastante.
Saludos, Hildy. 😉
Querida Carmen, qué alegria me da siempre leerte… Sí, efectivamente, qué comedia más negra es El lobo de Wall Street. ¡Muy bueno lo de la expresión de la cara! porque efectivamente al final lo que cuenta es una total tragedia y el espectador (nosotros) no puede evitar la risa pero una risa que se va helando…
Y, sí, menudo ritmo… es tal el frenesí que las tres horas se te pasan volando…
Besos
Hildy
La vi ayer antes de haberte leído Hildy pero ya había oido comentarios a favor y en contra suficientes para saber que la película de Scorsese no se queda en la tierra de nadie de la indiferencia…o te gusta o no te gusta. Yo soy de las primeras. Me pareció una historia trepidante contada a un buen ritmo y que refleja un modo de actuar que existió (puesto que está sacada de un personaje real) existe y ha existido. Efectivamente la canción «salvaje» (me recordaba a Tarzán) y la «filosofía» de la vida que el «experto» transmite al recién llegado es la «clave» del arco de ese mundo enloquecido por el dinero y el triunfo que siempre ha estado ahí, aunque cambien los siglos y los lugares…¡¡y ahora toca Wall Street…pero tampoco hace falta irse tan lejos…aquí mismito yo he oído a muchos jóvenes «triunfadores» hablar así…
¡Ah! y a mi me gusta mucho Leonardo Dicaprio.
Lo que es fantástico es poder compartir ideas en este estupendo foro de amantes del cine que gira en torno a la encantadora Hildy Johnson
Quería decir que ese modo de actuar existió, existe y, desgraciadamente, seguirá existiendo
Sabias palabras, querida Maria Rosa, ya sabía yo que te iba a interesar esta película. ¡A mí también me gusta Di Caprio! Mucho.
Y muchos coincidimos en algo, que es de agradecer en una película de más de tres horas, su ritmo trepidante…
Además El lobo de Wall Street esconde un montón de reflexiones sobre el mundo y de comportamientos que existieron, existen y existirán… y distorsiona hasta provocar el grito. El miedo que hay también es que esa deformación se acerque realmente a lo real. Lectura compleja.
Besos
Hildy
Que decir de la película. Magnifica y miles de cosas mas y algo que retrata muy bien es el mundo paralelo en el que se vive. La falta de sensación de que se esta haciendo algo malo. Y bueno, sobre ese mundo algo se………Cuidate
Efectivamente, querido Plared, es casi de terror lo que planteas… la falta de sensación de muchas personas no tanto de estar haciendo algo malo como de que nada les va a pasar, que todo está permitido, mientras tenga la función de acumular y acumular. Y sobre todo también esa manera de vivir en una especie de burbuja sin mirar cómo va el mundo…
Besos
Hildy
Si, hace ya tiempo un viejo empresario, de esos de siempre. De los del puro en la boca dijo una frase demoledora y totalmente premonitoria… Lo de esos cachorros no puede durar….Sabes, no hay cimientos y antes o después caerán….