Jett Rink, borracho y enamorado para siempre de Leslie

Sí, pon de vez en cuando una saga familiar cinematográfica en tu vida. Película de amores, odios, deseos, sentimientos encontrados, traiciones, caídas y triunfos…kilómetros y kilómetros de celuloide puro. Mejor que cualquier folletín o telenovela. Cine espectáculo en estado puro.

Coge un clásico y disfrútalo. Una y mil veces, cada visión te abre una puerta, un detalle en el que no te habías fijado. Una interpretación que destaca. Las sagas familiares son todo un mundo.

Y para momentos inolvidables, una de las de siempre, Gigante. Corre el año 1956 y Hollywood pone en pantalla el best seller de Edna Ferber. George Stevens, uno de los directores artesanos de Hollywood y también productor, se codea con un reparto soñado –aunque le trajo más de un dolor de cabeza–. Ahí consigue una Liz Taylor apostando cada vez más por papeles más maduros y dejando atrás su carrera de niña prodigio. O James Dean el actor de moda y más tarde actor leyenda (fue su última interpretación antes de terminar el rodaje murió en accidente automovilístico). Ahí va con paso seguro el galán Rock Hudson que ya tenía un sitio en los melodramas de Douglas Sirk y que pronto se le descubriría para el mundo más amable de la comedia. Por ahí, tres promesas firmes en el firmamento de estrellas: la erótica Carrol Baker, Sal Mineo y Dennis Hopper (los dos últimos ya habían trabajado con Dean en otra mítica película Rebelde sin causa). Y, como no, en papel secundario la mexicana Elsa Cárdenas. La música, siempre acertada, de Dimitri Tiomkin.

Y durante tres horas vivimos las risas y los llantos de la familia Benedict y del paso a otra época. De ranchos de ganado a nuevos ricos por el petróleo. Una película de frontera que denuncia el racismo extremo entre los rancheros norteamericanos con sus vecinos mexicanos. Ahí está la ascensión y desgracia de Jett Rink, un joven empleado de la familia de ganaderos que tras conseguir su pequeño trozo de tierra descubre que hay petróleo…, y se vuelve millonario pero triste, triste, triste…

La secuencia: como en todas estas películas hay varias. Pero señalo esa de un Jett Rink, millonario hasta decir basta pero totalmente infeliz. En una celebración por todo lo alto de su riqueza y poder, se presenta ante el respetable público borracho como una cuba. Al final, se quedará totalmente solo y derrotado en una enorme sala, en la mesa de honor, llorando incansable por su amada, por un amor nunca correspondido, él ama a Leslie (la esposa de su enemigo Benedict —Rock Hudson—, una hermosa Liz Taylor). Y toda esta escena de soledad y fracaso la ve, desde una puerta, en silencio, una adolescente enamorada o más bien que admira al poderoso rebelde y sensible (sólo ella lo nota), la hija de los Benedict, la hija de Leslie (Carrol Baker).

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.