Hugh Grant

Perfecto caballero inglés de melena morena al viento, ojos azules y sonrisa que desarma. Apareció en el panorama cinematográfico en los años ochenta y ya no nos abandona. Hugh Grant es ideal para perfectos y elegantes caballeros de época o para representar al hombre encantador y que enamora con su sola aparición en la pantalla de la sala oscura en buenas comedias románticas. 

Sus resbalones y carrera irregular se perdonan por el carisma de su rostro y por grandes aciertos. Siempre es un placer su sonrisa pícara, sus ojos como cansados, su timidez y su seducción llena de gracia y elegancia. Inolvidable. Pon un Hugh Grant en tu pantalla y sonreirás, seguro. 

Se empezó a tener en cuenta su rostro en el universo de James Ivory y en el drama homosexual Maurice (1987). De pronto, al año siguiente, aparece en la misteriosa y elegante película española de Gonzalo Suárez Remando al viento. A los cuatro años forma parte de una de las dos parejas que protagonizan el drama sexual y sensual de Polanski, Lunas de Hiel. Y siguiendo el terreno de la sensualidad presenta su rostro en Sirenas en su año de oro, 1993. 

Este año llega su proyección mundial protagonizando una pequeña comedia con aires independientes y look british en la maravillosa Cuatro bodas y un funeral. A partir de este momento se convierte en el chico de oro de la comedia romántica. Su papel como el soltero empedernido y romántico que se encuentra y desencuentra con una bella americana le eleva a los altares del Olimpo cinematográfico. 

Ese mismo año sigue dando el pego como caballero de época en la melancólica y elegante Lo que queda del día y además regala interpretación tierna en película encantadora de título interminable El inglés que subió una colina pero bajó una montaña (1994). Y, con su cara de caballero forma parte de elenco secundario de película histórica al servicio del carismático Robert Downey Jr., Restauración. 

Y sigue dando sus pasos en otra comedia ambientada en mundo del teatro bajo la batuta del director que le dio el éxito, Mike Newell, en Una insólita aventura. Para 1995 nos regala otro papel de oro, de caballero y tímido, de personaje romántico donde los haya, se pasea con naturalidad en el mundo literario de Jane Austen bajo los ojos de Ang Lee y con la pluma de guionista de Emma Thompson. En Sentido y sensibilidad volvemos a verlo como personaje del que enamorarse, con el que levantarse cada mañana. 

Después, su personaje de hombre encantador va cayendo por comedias incompletas que se dejan ver por su carisma, la mediocre Nueve meses (1995) o el curioso homenaje al cine de gangster Mickie Ojos azules (1999). Entre medias intenta éxito en drama pero no llega, Al cruzar el límite. Un límite que no cruza. 

Vuelve encantador y a arrasar por donde pasa con tres comedias muy diferentes pero memorables. Absolutamente divertido y de nuevo uso el adjetivo de encantador en esa comedia romántica que es Notting Hill. Enamora a todas, y sobre todo a gran estrella de Hollywood con rostro de Julia Roberts, como librero de barrio británico. 

Woody Allen capta su lado sibarita de tío con caradura en la divertidísima Granujas a medio pelo y sigue con su halo de chulo encantador en la entrañable primera película de El diario de Bridget Jones (2001). Después se deja ver en dos comedias algo más mediocres pero con escenas para el recuerdo en mentes románticas (como la mía) y nos hace reír, de manera tierna, en Amor con preaviso o Un niño grande. 

En el 2003 forma parte del enorme reparto y de una de las historias de esa película coral que canta a los distintos tipos de amor entre seres humanos, Love Actually. De nuevo, nos encontramos con un tipo tocado con la varita del encanto (es inevitable la repetición del adjetivo) con cara de Grant. Él es ese primer ministro británico hecho para el poder responsable y para el amor. Con sus dosis de gamberrismo suave. Lo último que nos ha dejado ha sido a una estrella de la música pop de los años ochenta, ahora en el olvido, pero todavía amante de la música, de la vida y del amor aunque con dosis de desengaño y cansancio, en la tierna aunque no redonda, Tú la letra, yo la música (2007). 

Seguimos esperando su sonrisa pícara y su encanto interminable.

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