La barrera invisible (Gentleman’s Agreement, 1947) de Elia Kazan

La barrera invisible, en su momento, fue todo un acontecimiento y una película de prestigio que contó con tres de los oscars más importantes: mejor película, mejor director y mejor actriz secundaria (Celeste Holm), sin embargo, no se ha convertido en un clásico, ni es considerada entre las mejores de su director Elia Kazan. 

Más me llamó la atención cuando en la larga entrevista que realiza Jeff Young a Elia Kazan (Mis películas, Colección La memoria del cine, editorial Paidós, 2000), el entrevistador deja ver al director que le parece una mala película, simple y muchos calificativos negativos más. Y, que Elia Kazan no deja de darle la razón pero siempre advirtiendo al entrevistador que hay que situar la película en su contexto histórico para poder entender por qué funcionó en su momento. 

Yo la he visto hace apenas una semana por primera vez. Y rescato bastantes cosas de la película, que no me parece ni mucho menos mediocre y sí bastante olvidada. Sí que apunto que no es de las películas que más me han gustado de su director (me quedo entre toda su filmografía con La ley del silencio pero también rescato Un tranvía llamado deseo, Al este del edén o Esplendor en la hierba). Además, pienso que alguno de sus planteamientos se pueden seguir encontrando en el siglo XXI luego no creo que sea una película que haya envejecido mal. 

El planteamiento es muy sencillo (el guión es obra del dramaturgo Moss Hart que adapta al cine una novela de éxito de Laura Hobson): un periodista tiene que escribir una serie sobre antisemitismo en EEUU, trata de buscar un enfoque adecuado y lo encuentra cuando piensa que lo mejor es hacerse pasar por judío durante seis meses. En ese momento vive en sus carnes, de una manera que no espera, incluso en la mujer que ama, los resortes ocultos y profundos del antisemitismo. Imagínense el momento en que se rodó esta historia: poco después de la Segunda Guerra Mundial, después de que el mundo haya descubierto el horror del Holocausto, y que además EEUU ha luchado como aliado contra el fascismo nazi. Y, ahí, una película que escarba y pone el dedo en la llaga: ¡¡¡ehhh, americanos míos, clases medias y acomodadas, que también rechazamos, de manera sutil y directa, a los judíos!!!¡¡¡Ehhh, esos que vais de progresistas y liberales hurgar un poquito y veréis cómo sólo lo sois de boquita, aunque sabéis lo que ocurre vuestra ley es el silencio, el disimulo, el que no haya conflicto…, otra forma más sutil todavía de antisemitismo porque veis ser judío como problema y conflicto. Mejor ocultarlo!!! 

Durante ese periodo, otro director Dmytryk ya había tratado el tema en otra película, Encrucijada de odios, y décadas más tarde, en El baile de los malditos. Curiosamente, los dos directores serían perseguidos durante la Caza de Brujas, y los dos terminarían renegando de su pasado progresista y dando nombres de sus compañeros. 

En su momento, este tipo de películas fueron consideradas testimonios valientes. A La barrera invisible le pongo tres peros: el happy end –precipitado y que no pega en absoluto con el tono de la película– y quizá el recurso fácil que emplea el periodista y que desencadena la trama. El tercer pero es el propio personaje de Gregory Peck, el periodista, (y eso que adoro a este actor) demasiado rígido, moral, juzgador y héroe, que lo hace poco creíble. Pero el planteamiento del problema es válido y creo que todavía vigente (no hace falta poner la palabra judío o antisemitismo). 

De nuevo, el personaje más complejo es el más realista y el que veo más vigente, la enamorada de Peck, interpretada por Dorothy McGuire. La mujer de clase media con un discurso de mujer progresista y liberal (me valen igualmente los hombres), pero tan sólo aparentemente (a través de su discurso pero no de la acción), que oculta a una mujer vulnerable y asustada incapaz de enfrentarse al racismo latente en su familia, amigos e incluso en ella misma. Que se muestra asustada y que vive con el silencio y evitando el enfrentamiento y el conflicto para no perder su pertenencia a una comunidad. McGuire hace creíble un personaje real que no es difícil de encontrar hoy. Ella es un personaje absolutamente humano. 

El otro personaje que se lleva la película es John Garfield (también sufrió las consecuencias de la Caza de Brujas y sus presiones hasta tal punto que perdió la salud y la vida) como el mejor amigo judío y militar del periodista. Él es el que sufre a diario el rechazo y el racismo junto a su familia –por eso se queda de piedra ante la ingenuidad de su amigo aunque lo apoya, sabe que lo que él va a vivir por unos días, él lo tendrá que soportar siempre–. Y, por eso, solamente ellos dos, Garfield y McGuire, podían protagonizar la escena en que el personaje de McGuire queda al descubierto pero por otra parte reacciona. 

La amiga periodista (Celeste Holm que se llevó un oscar por su interpretación), verdadera progre y consecuente con sus palabras y sus acciones, deja una pregunta abierta en la trama y muchos piensan que mal solucionada (¡¡¡cielos, por qué el periodista Peck no se enamora de esta mujer de bandera!!!) pero es que entre ambos personajes no hay posibilidades de conflicto. Tampoco hay que dejar de nombrar a esa secundaria Anne Revere (también nominada) como madre recta y de personalidad magnánima que apoya en todo momento las decisiones y pensamientos de su hijo periodista. 

Otro momento clave e interesante para el debate son los protagonizados por la secretaria del periodista, judía y que cambia su nombre para no ser rechazada y conseguir trabajo pero que a su vez no ve con buenos ojos a otros judíos. Ella entra también en el mecanismo del antisemitismo. También, una actitud comprensible y tristemente humana. 

Así que a pesar de los peros, La barrera invisible es una película interesante que revela un sentir del momento, de un periodo postbélico al borde de la Guerra Fría (y en el que se pueden rescatar ciertas cosas que siguen vigentes en este siglo). 

Una película que cómo descubre el director en la entrevista que cito al principio tenía un claro mensaje, directo y si quieren simple, dejo sus palabras: “Yo les estaba diciendo: ‘Vosotros, que estáis ahí sentados viendo el estreno, con vuestras ropas lujosas y vuestra orondas cuentas bancarias, sois antisemitas. Lo haré con tanta delicadeza y suavidad que no habrá modo de que no aceptéis la culpabilidad’”.

4 comentarios en “La barrera invisible (Gentleman’s Agreement, 1947) de Elia Kazan

  1. Hildy querida, hace tiempo que no veo esta película y estoy por revisitarla, por eso quise ir entrando en tema de la mano de tu texto. En base a mi recuerdo, sumo a tus peros que de pronto Gregory Peck se encuentre con todos y cada uno de los antisemitas de la ciudad, llega un momento en que parece casi demasiada casualidad (o demasiada densidad de antisemitas por metro cuadrado). Voy a armar una sesión doble con Crossfire y volveré a reportarme por aquí 😉
    Un beso enorme, Bet.-

  2. Todavía no miré de nuevo Crossfire pero en este revisionado de Gentleman’s Agreement encontré, en coincidencia con vos, que el personaje de Peck se pasa de juzgador, se para en un rol de superioridad frente a un tema del cual él mismo no había tomado consciencia dos minutos antes de que empezara la película (qué mal, pero qué verazmente incómoda, le sale su primera explicación sobre el antisemitismo a su hijo).-
    Coincido también en que el final dista de ser ideal. Yo creo que hubiera sido más natural que Peck terminara con Celeste Holm y que el pobre Garfield hubiera perdido su oportunidad laboral por falta de vivienda. Claro que hubiera sido un final deprimente y demasiado acusador hacia la audiencia, entiendo que debían dejarle la esperanza de que ellos mismos podían encabezar el cambio. Y también debo decir que me alegré de que fuera Garfield aquel que salva el día, mostrando a McGuire el camino. Sigo asombrándome ante este actor (¡qué pequeño se ve ante el gigante Peck, parece su hermano menor!) que cambia por completo de un personaje a otro y lo hace con nada… con la forma en la que se para y camina, con la forma en la que mira… *suspiro*…
    Un beso con estrellitas en los ojos, ji ji,
    Bet.-

  3. Ayyy, mi querida Bet, la magia de Garfield. ¡Y es tan atractivo además!… Otro suspiro.
    Me gusta La barrera invisible porque incluso en lo que nos choca o no nos gusta menos salen interesantes reflexiones. Sigue dando para un muy buen debate.

    Beso
    Hildy

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