Dustin Hoffman

Nariz enorme, pequeño, de pelo alborotado, sonrisa pícara, cara agradable…, con carácter. Camaleónico y genial. Versátil. El hombre del que toda chica podría enamorarse locamente porque cuando quiere es divertido y atractivo. En los años setenta presente en producciones magníficas. Nunca encasillado. Como muchos actores de su generación. Con sabiduría ha sabido adaptarse a los tiempos y como sus compañeros de generación sigue en activo y dando buen cine. Porque ellos son profesionales, actores. 

No pudo tener un debut más espectacular en película mítica de finales años sesenta. El joven con el que se identificó toda una generación. Apocado y encantador, no sólo se mete en la cama con una madura y atractiva Miss Robinson sino que se lleva a la hija vestida de blanco en autobús al ritmo de Simon and Garfunkel. El graduado nos dejó el rostro peculiar de un Dustin Hoffman camaleónico. 

Tan camaleónico que nos deja con la boca abierta en la maravillosa Cowboy a medianoche, donde Hoffman alcanza la adoración en la sala oscura y la pantalla grande como Rizzo, un estafador, sin hogar, cojo, enfermo…, y absolutamente enamorado de un gigoló inocentón con gorro de cowboy. El sueño americano se rompe a pedazos ante los espectadores. 

En los años setenta se empieza a hacer otra lectura de la historia y se refleja en el cine. Los indios ya no son los malos de la función. Arthur Penn nos lo cuenta con Hoffman en Pequeño gran hombre. Y, Sam Peckinpack sigue con sus tremendos análisis y estudios sobre la violencia y nos regala a un Hoffman impresionante como hombre matemático y pacifista que se enfrenta de manera brutal a la violencia en una casa aislada junto a su novia. Perros de paja es difícil de olvidar. El hombre pacífico tiene que ejercer de manera, horrible, los instintos más ocultos del hombre. Nadie está a salvo. 

Y, Dustin sigue regalando papeles que le elevan a los altares da igual que la película sea de presos de guerra, de periodistas que descubren la corrupción política o de un cómico que se derrumba. El rostro del actor camaleónico siempre está ahí en Papillon, Lenny o Todos los hombres del presidente, películas paradigmáticas de los setenta. 

¿Quién olvida el rostro de terror ante un dentista con cara de sádico –gran Lawrence Olivier, ya anciano, ya maestro– en esas películas policíacas e inolvidables de esa década prodigiosa en el cine americano? Dustin vuelve a brillar en la angustiosa y entretenida Marathon Man 

Termina los setenta y empieza los ochenta con dos películas comerciales y muy populares, la lágrima fácil de Kramer contra Kramer sobre el divorcio a los setenta o la divertidísima Tootsie donde Hoffman se transforma de manera magistral en mujer que se convierte en un fenómeno televiso de culebrón. 

Adoro a Arthur Miller y, además de descubrir a John Malkcovich, en 1985, Dustin se mete en la piel de Willy Loman en Muerte de un viajante. Y como en todos sus papeles, lo logra. Fue una película para la televisión, brillante. 

A finales de los ochenta se lleva el gran batacazo comercial y crítico junto a Warren Beatty en la extraña Ishtar (1987). Yo recuerdo que fui a verla cuando se estrenó y sólo logró ver a dos tíos corriendo en camellos y la cara de una actriz francesa, extraña, Isabelle Adjani. Pero al año siguiente consiguió un papel –que a la larga me puso de los nervios,  lo reconozco, no me gustó– que le volvió a poner en el panorama cinematográfico como un adulto autista en Rain Man. 

Los años noventa y el siglo XXI han dejado a Dustin como un actor secundario de lujo en producciones interesantes y comerciales. Sigue con carrera imparable. Dick Tracy y Hook aprovecharon sus dotes de transformista. Héroe por accidente le da un papel interesante de hombre en riesgo de exclusión. Un antihéroe desagradable que en un momento de su vida se convierte en héroe anónimo y desconocido. Propuesta interesante y desconocida. Se enfrenta al texto de Mamet en película independiente, American Buffalo, y se pasea por producciones comerciales y de calidad como Sleepers o La cortina de humo. 

Su rostro no pierde actualidad y sigue en alza en El jurado, Descubriendo nunca jamás, Los padres de él, la interesante Más extraño que la ficción o El perfume. Ahora, sigue con su transformismo en producción infantil en Mr Magorium y su tienda mágica…, pero los espectadores de la sala oscura le esperan en un papel protagonista como a los que nos tiene acostumbrados. Como aquellos papeles en los años setenta que le elevaron a los altares del Olimpo cinematográfico. 

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