Pacto tenebroso (1948) / El asesino poeta (1947) de Douglas Sirk

Douglas Sirk alcanzó la cima de su éxito en los años cincuenta como rey del melodrama. La firma del autor se puede notar en las historias de amores desatados, en la vida de hombres y mujeres atados a las apariencias y al mundo conservador y falso de esos años. Douglas Sirk narra como nadie la lucha de esos personajes por encontrarse así mismos y cómo tratan de buscar –aunque no siempre con buenos resultados– la libertad individual. Reconocemos su buen hacer en largometrajes elegantes, con diseños cuidados, y colores brillantes. ¿Cómo olvidar Sólo el cielo lo sabe, Obsesión, Escrito sobre el viento, Imitación a la vida, Tiempo de amar, tiempo de morir, Ángeles sin brillo…? 

Hombre de vida, como sus melodramas, pero más cruel y real, decía cosas tan bellas como «el cine es sangre, lágrimas, violencia, odio, muerte y amor». Y, así se mostraban sus películas. Fue otro director europeo exiliado a Estados Unidos, esta vez, por su disconformidad con la Alemania nazi. 

Hombre de sensibilidad especial dominaba los espacios y la dirección de actores. De los espacios aprendió mucho en el mundo del teatro, que fue a lo primero que se dedicó. Los espacios, los lugares, las casas…, son señas de identidad de Sirk. 

Cuando llegó a EEUU se fue labrando un nombre como director que alcanzaría su máximo éxito en los años cincuenta y con el mundo del color. Douglas Sirk era el rey del melodrama. Sin embargo, me complace haber descubierto dos pequeñas joyas en blanco y negro de los años cuarenta que tienen ya parte de su firma y personalidad pero con unas características propias que las hacen especiales y muy apetecibles para una tarde en compañía de Sirk. 

Lo primero que destacaría es el género. Llama la atención que Sirk muestre su dominio del cine y de contar historias con películas como Pacto tenebroso y El asesino poeta. Son dos películas en blanco y negro que reflejan el mundo de las luces y las sombras de cine negro y que caminan por la senda del suspense y el miedo. 

Por supuesto, el dominio del decorado, de los interiores, la pericia del director en el tema de los espacios. En Pacto tenebroso nos deleita con una casa de grandes habitaciones y unas escaleras donde transcurren importantes momentos de la trama. Es la casa de un matrimonio con una economía pudiente –sobre todo ella–. En El asesino poeta paseamos por varios interiores interesantes donde la mujer detective (una redescubierta Lucille Ball) realiza su trabajo. 

Otro punto a su favor es su acierto en la elección y dirección de actores. A Sirk le recordamos por dar sus mejores papeles a Rock Hudson, Jane Wyman, Robert Stacks, Lauren Bacall, Dorothy Malone, Lana Turner, John Gavin…, pero en estas desconocidas películas nos encontramos con que siempre dio importancia a rodearse de buenos intérpretes y dotarlos para personajes sorprendentes. Así deleita, positivamente, en Pacto tenebroso una alucinada Claudette Colbert, un malvado Don Ameche y un atractivo Robert Cummings. Además, redescubre a la típica mujer fatal con rostro de Hazel Brooks, una modelo sudafricana que tuvo algunas apariciones en el mundo del cine. En El asesino poeta nos lleva de la mano a una atípica historia de mujer detective con glamour de la mano de una bella  Lucille Ball, alejada absolutamente de su prototipo de mujer divertida y televisiva con el que se haría famosa; un rompecorazones con el rostro cínico de George Sanders (ahhh, viva el cinismo), un amable Charles Coburn y un delirante Boris Karloff. 

Douglas Sirk deja un sello, a mi gusto genial, en estas dos películas, y son situaciones y momentos inesperados que rozan el surrealismo o el efecto sorpresa. En Pacto tenebroso, Roberts Cummings tiene un amigo al que trata como un hermano que es chino. De pronto, cambia los planes de una Colbert, emocionada por ir a una cena de sociedad, y la lleva a una boda china, donde la Colbert se siente feliz en otro ambiente. Libre. O, Don Ameche, que tiene escondida a su amante con una especie de matrimonio que lleva una tienda de fotografía de 24 horas, ¿por Dios, de dónde ha sacado a esa mujer mayor que vive en otra galaxia? En El asesino poeta estos momentos surrealistas llegan a un estado irrepetible en el encuentro de la protagonista con un Boris Karloff absolutamente chalado. Un diseñador de ropa que vive anclado en el pasado y que hace formar parte a una alucinada Lucille Ball a una especie de performance solitaria, que llega a extremos delirantes. 

Son dos películas curiosas que descubren a un Douglas Sirk alejado del melodrama que le haría famoso pero que le descubre original y sorprendente en el arte de narrar y contar historias. 

Por cierto, Pacto tenebroso sigue la moda de esposas aterrorizadas que creen caer en la locura como la famosísima Luz que agoniza (1944). Y, sorprende el parecido de uno de los personajes de El asesino poeta con otro de los personajes de esa joya de Preminger que es Laura (1944).

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