Sorpresas cinéfilas

Mucho de mi tiempo libre, o de ocio, o como se quiera llamar lo dedico claro está al cine. Así que a veces me vuelvo una adicta cinéfila de dvd’s y me empacho una y otra vez de imágenes que me acompañan y me abren nuevos caminos. El cine, además, de entretenerme me hace acercarme a temas desde perspectivas diferentes. También, me hace aprender o apasionarme de otros asuntos que quizá no hubiera conocido si no hubiera sido por los fotogramas. 

Mis últimos pequeños descubrimientos y también mi última visita al viejo baúl de películas son los protagonistas de este post. 

El documental Los niños del barrio rojo (2004) de Zana Briski y Ross Kauffman nos narra la historia de un proyecto social. Te deja un poso de melancolía y también otro poso que hace ver que merecen la pena ciertos sueños y esfuerzos. No todo está perdido. El documental te lleva hasta El Barrio Rojo de Calcuta y se centra en los niños que lo habitan. Un viaje a los bajos fondos, a un mundo sin salida. Los niños están atrapados y viven conociendo desde muy pequeños su futuro desolador, pero sin perder su mundo de sueños inalcanzables. Tía Zana, como ellos la llaman, conecta con ellos a través de un curso de fotografía. Y empieza la magia. La fotógrafa les arma cámara en mano para que reflejen su entorno y los niños se entregan de manera apasionada y con su mirada especial y valiente. La profesora se va identificando con los niños y trata de facilitarles una salida a través de la fotografía. Así vamos conociendo a Avijit (un niño de sensibilidad especial y todo un artista, me impresionó profundamente), Suchitra (con el futuro escrito en el rostro) y las sonrisas y palabras sabias de Gour, Manik, Shanti… 

La película culto de Nicolas Roeg, Walkabout (1971), te lleva a un extraño viaje. Por unas circunstancias que te dejan ya pegada al asiento, –un padre al que le da un ataque de locura ante un mundo despiadado– dos hermanos británicos (una adolescente y un niño) de vida acomodada y con sus uniformes de colegio se quedan totalmente solos en un desierto australiano. En su camino por la supervivencia, hipnóticas esas imágenes extrañas que muestran la vida en una naturaleza distinta, caprichosa y salvaje, se encuentran con un adolescente aborigen, un walkabout, que está en su viaje solitario para pasar a la vida adulta. Y, entre los tres crean una convivencia de supervivencia y libertad. Sensual y extraña. Me dejó algo fría –tengo que reconocerlo– pero alucinada ante la fuerza de ciertas imágenes y la música de John Barry. Nicolas Roeg realiza una reflexión curiosa entre el mundo civilizado y la naturaleza libre y salvaje. 

Hacía tiempo que iba detrás de este clásico, Canción de cuna para un cadáver (1964) de Robert Aldrich. Una y otra vez he disfrutado de esa película de terror esperpéntico como un gran teatro de guiñol que es ¿Quién fue de Baby Jane?, el director quiso repetir la fórmula y creo la obra que ahora nos ocupa. Y, de nuevo, le salió bien. Ahora, nos devuelve a otro personaje patético que encarna con la misma intensidad la gran Bette Davis, es Charlotte Hollis, una solterona ridícula y al borde de la locura que arrastra una terrible historia en su pasado con asesinato violento por medio. Como en ¿Quien fue de Baby Jane?, el tiempo no ha corrido por la vida de Charlotte. Es ya anciana pero se sigue comportando como una joven dolida y atrapada por su pasado horrible.La película es oscura, como su antecesora, llena de personajes siniestros y con una buenísima fotografía en blanco y negro. Pero sobre todo es la oportunidad de ver en la palestra a grandes actores míticos que dejan unos personajes sobresalientes en una historia siniestra. Inolvidable Olivia de Havilland, actriz a reivindicar porque no sólo tuvo roles de la eterna novia de Errol Flyn o de dulce Melania que el viento se llevó, como la prima Miriam. Irresistible Joseph Cotten como amigo de la familia y exagerada pero genial como criada fiel de la señorita Charlotte, la actriz secundaria de lujo por excelencia, Agnes Moorehead. También es el encuentro con una actriz del pasado, que muchos ya habían olvidado, la gran Mary Astor –en su último papel– como Jewel Mayhew, fundamental para entender la trama de una venganza terrible. Mary es una mujer anciana y desengañada, que se sabe enferma y en los últimos momentos de su vida. Un thriller lleno de terror, pasión, venganzas a través de los años, locura, ambición, decadencia…, con una nana de fondo escalofriante. Dulce, dulce Charlotte. También, vemos en uno de sus primeros papeles a Bruce Dern (yo siempre le guardaré en la memoria en Danzad, danzad malditos). 

Y, por último, me vuelvo a dejar seducir por esa colaboración entre tres grandes como el escritor Graham Greene, el director Carol Reed y el actor Orson Welles. Es bueno ver de vez en cuando El tercer hombre (1949) y esa aparición sublime del héroe ambiguo por excelencia, Harry Lime. Una película que nos hace viajar a una Viena decadente y ambigua después de la Segunda Guerra Mundial. Un descenso a los infiernos de un héroe fracasado y perdido, un mal escritor de novelas del oeste, Holly Martins (de nuevo un genial Joseph Cotten), que viaja a la ciudad al encuentro de su amigo de la infancia, Harry Lime, y se encuentra metido en una trama de corrupción y ante un amor imposible (una misteriosa y bella Alida Valli). Holly descubre la otra cara de Harry que se justifica con la famosa frase del reloj de cuco. “En Italia, en 30 años de dominación de los Borgia hubo guerras, terror, sangre y muerte, pero surgieron Miguel Ángel, Leonardo da Vinci y el Renacimiento. En Suiza hubo amor y fraternidad, 500 años de democracia y paz y ¿qué tenemos? El reloj de cuco”. Sin desperdicio.El tercer hombre, envuelta en una música millonaria y por siempre popular de Antón Karas y la magnífica fotografía en blanco y negro de Robert Krasker, nos devuelve las raíces de una buena historia y buen cine negro donde la ambigüedad de los hombres muestra la compleja realidad del mundo. Imprescindible para románticos sin finales felices. Otra oportunidad de ver al actor británico Trevor Howard en un papel a su medida. 

Buen viaje cinéfilo.

4 comentarios en “Sorpresas cinéfilas

  1. Muchas gracias por el comentario y por permitirme conocer tu blog… cine, literatura, teatro… todas mis pasiones. Sí, Walkabout me sorprendió pero tengo que reconocer que tendría que volver a verla de nuevo… porque a pesar de la experiencia y la extrañeza que me produjo su visionado, me dejó bastante fría (creo que ese día estaba demasiado cansada… y no es una película para ver cansada). De momento me he leído tu texto.

    Beso y bienvenido
    Hildy

  2. Querida Hildy, anoche terminé de ver «Canción de cuna para un cadáver». Sin dudas es una película muy extraña… no puedo decir que el género me encante, pero las actuaciones de todos compensan los excesos (sólo Agnes Moorehead me hizo mucho ruido, no me gustó nada su actuación). De verdad que me sorprendió el final, no me lo esperaba… Y Mary Astor me pareció irreconocible, está muy cambiada en relación a sus películas de los años ’40. Ahora empecé a escuchar el audiocomentario, pero tengo tanto nuevo para ver que creo que voy a seguir adelante y lo escucharé en otro momento. No te imaginás todo lo que traje, me excedí un poco, jaja. ¡Ahora quién me separa del televisor!
    Un beso grande, sin nanas de fondo 😉
    Bet.-

  3. Madre mía, qué miedo da esa nana de Canción de cuna para un cadáver… ¡y menudo reparto tiene! Todos son excesivamente maravillosos en sus papeles. Y, bueno, creo que ya te he comentado alguna vez lo que adoro a su director, Aldrich. Es el rey de la exasperación, de lo excesivo, de lo histriónico… pero qué películas tiene. Fíjate, que a mí hasta Agnes Moorehead me sorprendió en su papel.
    ¡Me froto las manos con todo lo que te has traído!¡Nunca nos excedemos con el cine, jejejeje! ¡La cantidad de buenos textos tuyos que voy a poder leer!

    Beso, mientras mi mano mece la cuna…
    Hildy

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