Los Ángeles, 2019, la ciudad de Deckard. Blade Runner (1982) de Ridley Scott

Y volvió a dejarme sin habla y de nuevo me sumergí en Los Ángeles en 2019. En una pantalla gigante, una ciudad de lluvia permanente con un gran anuncio de una mujer japonesa que sonríe y lanza un mensaje. Y Blade Runner me habla de un mundo exterior donde se puede empezar de cero. Una casa de arquitectura impresionante, abandonada, llena de juguetes inteligentes y siniestros. Y todo envuelto por la música de Vangelis y el rostro cansado del héroe que ha visto demasiado y que ya no entiende cuál es su trabajo. Un Deckard (Harrison Ford, bello) que descubre en cada escena la humanidad de los replicantes, se ha dedicado toda su vida a retirarlos (a exterminarlos)…, son seres fabricados y esclavos (cada uno tiene una función determinada), y sin embargo, desarrollan sentimientos y un instinto de supervivencia. Viven con el miedo de saber que su vida es corta. Son perfectos, pero no tienen pasado, un futuro incierto, y saben que van a morir de una manera programada. Y se rebelan contra eso.

En una ciudad oscura y amenazante, me vuelvo a encontrar con Gaff (Edward James Olmo), ese extraño personaje que va dejando por donde pasa pequeñas figuras de papel y siempre aparece como un fantasma. Y, me choco con esos replicantes asesinos por rebeldía o porque les han creado para ello (un hombre con fuerza bruta, otro como el mejor de los guerreros, una mujer sólo pensada para el placer, otra con cuerpo exuberante y mente asesina…), que viven con miedo, que quieren vivir más, que luchan sin freno: Roy Batty (Rutger Hauer), Pris (Daryl Hanna), Leo (Brion James) y Zhora (Joanna Cassidy). A creadores o científicos solitarios y locos que crean sin tener en cuenta las consecuencias, el daño o el dolor.

Me sumerjo en una triste historia de amor de final incierto entre la bella Rachael, una replicante que descubre su naturaleza y llora. Sus recuerdos no son suyos y sufre. Sus recuerdos son de otra persona. Y se siente perdida pero… ama. Y Deckard no quiere hacerla desaparecer porque, detrás de su dureza, hay un hombre que se fractura de soledad y ella puede rescatarle.

Blade Runner es toda una película de culto y ciencia ficción, una adaptación libre de la novela de Philip K. Dick, ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? Una película que no sólo recoge acción, sino mucha filosofía, buen cine negro y una enorme tristeza e incertidumbre. El héroe confundido, un antagonista con fuerza, misterio, investigación, historias de pasión fatal, la fuerza de las fotografías, de los recuerdos, de la música, un mundo de luces y sombras, los ambientes claustrofóbicos, la vida, la muerte…

Las secuencias: Imposible elegir entre las imágenes impactantes que recrea Blade Runner. ¿Quién olvida la impresionante muerte de Zhora, la mujer con la serpiente tatuada en el cuello?

¿Cómo olvidar ese di Te quiero, te deseo, Bésame, Confía en mi? Cada uno de los encuentros entre Deckard y Rachael se queda en la memoria. El piano, la melodía, los besos, las conversaciones, las lágrimas, el humo del cigarrillo…

¿A quién no le tienta esa casa de Sebastián, el hombre que se construye juguetes que le reciben cada día?¿Y esa Pris oculta entre cientos de muñecos?¿Cómo no conmoverse ante la visión de Batty de su Pris amada y muerta?

Pero, ante todo, la mil veces repetida muerte de Batty con ese monólogo hermoso como lágrimas en la lluvia. Recordando todo lo bello que ha visto. Todo lo que se pierde. Por eso salva a Deckard, porque él puede seguir con vida, puede seguir viendo y experimentando…, construyendo memoria y recuerdos. Sintiendo. Tal y como él quería. ¿A que asusta vivir con miedo? Siendo un esclavo. Una paloma blanca retoma el vuelo. Un rostro rubio de ojos azules, con un clavo en la mano (al menos siente dolor) se queda inmóvil bajo la lluvia. Quizá, Deckard entiende.

2 comentarios en “Los Ángeles, 2019, la ciudad de Deckard. Blade Runner (1982) de Ridley Scott

  1. Ayer por la noche ví esta película de nuevo, pero por primera vez en televisión. Y no puedo evitarlo: me sigue emocionando, fascinando,cautivando, y con ese final de Roy Batty que hace que llore a mares. Jamás una película de ciencia-ficción había trascendido el celuloide hasta el punto de erigirse en pura poesía visual.
    Tan adelantada a su tiempo que hoy, 30 años después, sigue siendo inalcanzable pues todas las películas de ciencia-ficción posteriores empalidecen a su lado.
    No pienso ver la nueva versión. Qué manía más perversa tiene Hollywood de profanar clásicos. Yo me quedo – a lo mejor soy yo la trasnochada, o simplemente una nostálgica – con la genuina, la que me pone los pelos de punta. Un monumento al cine, eso es lo que es «Blade runner».

    Saludos!!

  2. Mi querida Isis, sí, yo la volví a ver hace unos días… y como a ti, me sigue emocionando. Ese final de Roy Batty… Me encanta. Yo sí que he caído en la tentación de ver la nueva película sobre Blade runner, pues su director me gusta mucho. Y me he encontrado con la continuación de un universo conocido… y con una película con identidad propia.
    Pero entiendo totalmente que te quedes con la película que te emociona, que te pone los pelos de punta… y seguir disfrutando de ese monólogo como lágrimas en la lluvia… y la música de Vangelis de fondo.

    Beso
    Hildy

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.