Dejad paso al mañana (Make way for tomorrow, 1937) de Leo McCarey

 

Dejad paso al mañana es la historia de una despedida. De un adiós. La historia es sencilla y no muy alejada de un presente en crisis. Un matrimonio ya mayor pierde su casa porque no puede hacer frente a la hipoteca. La casa se la queda el banco. Hacen una reunión familiar y ninguno de sus cinco hijos puede acoger a sus dos padres. Así que llegan a un primer acuerdo para que cada uno se vaya a casa de un hijo distinto y según se arreglen las cosas conseguir volver a estar juntos. Pero en el fondo de su corazón saben que ése no es más que el principio de una despedida de toda una vida juntos. Y que apenas les queda ya tiempo para disfrutar.

En Dejad paso al mañana no hay ni buenos ni malos (aunque, no puedo evitarlo, los hijos que vemos en pantalla se me hacen antipáticos y grises). Sólo hay personas humanas con todas sus virtudes y sus defectos. En Dejad paso al mañana se cuenta que la vejez es un viaje que puede ser triste. Un apagón de la vida. Dejad paso al mañana cuenta, de la manera más simple y por eso más pura, una de las despedidas más hermosas. Y sobre todo refleja cómo los más mayores de esta historia son absolutamente conscientes de todo lo que pasa… aunque ya se sientan cansados de enfrentarse a los hechos, al final son los únicos (sobre todo ella, la madre) que se siguen enfrentando a una realidad que en ese momento se les ha puesto difícil. Aunque, como le confiesa a su nieta, a ella le hubiera gustado poder seguir fingiendo que no tiene que enfrentarse a esa realidad.

Leo McCarey que ha alcanzado la eternidad por sus dos versiones de Tú y yo, hitos de buen cine romántico, supo enfrentarse a esta historia con delicadeza, pudor, sencillez y un amor inusitado hacia sus personajes. Así ese matrimonio con los rostros de Victor Moore y Beulah Bondi nos deja entrar en su intimidad y en todas sus emociones.

Y la película nos va preparando a base de pequeñas escenas hacia esa larga despedida absolutamente emocionante. Contienes la lágrima porque los personajes la contienen. Y en esa despedida se ve el halo fugaz de una felicidad compartida durante largos años. Y vuela la sensación de que a pesar de los pesares fue un acierto unirse y pasar juntos la aventura de la vida. Aunque la etapa de crisis no les permita un final el uno al lado del otro. Aunque el egoismo de sus hijos (agobiados con otro tipo de problemas o acaso los mismos) y sus parejas no echen una mano para que se produzca ese final compartido. Al final sólo se tienen el uno al otro… y esos recuerdos que ya se van perdiendo en su memoria.

Son tres meses de prueba y separación. Y aunque los hijos tratan de ser educados su antipatía rebosa y hacen lo posible para que quede explícito que tanto él como ella son un estorbo más que una oportunidad. Y ellos en todo momento son conscientes. Así sus intentos de comunicación son realmente emotivos, nostálgicos y tristes. Como esa conversación telefónica que tiene la madre en el salón de su hijo George (el magnífico Thomas Mitchell) en voz alta delante de todos los alumnos de bridge de su nuera. O esa lectura de carta por parte del amigo del padre, un tendero del barrio, porque a éste se le han vuelto a romper las gafas. Una carta tan íntima que el tendero la dejará de leer…

Finalmente cada uno irá a un destino diferente muy diferente al soñado. Pero de nuevo pueden encontrarse en Nueva York y tienen cinco horas para disfrutar… antes de que él coja el tren y ella se dirija al más triste de los sitios (no junto a sus hijos). Y ambos son conscientes aunque sólo lo verbalicen al final de que puede que sean sus últimas cinco horas. Y entonces deciden vivirlas intensamente. Hacer lo que les dé la gana (y así se lo comunican a los hijos… que tristemente son conscientes de que no se están comportando a la altura de las circunstancias). Y ser felices. Así recorren ese Nueva York que visitaron en viaje de novios, la única vez que también pudieron disfrutar en soledad. Entonces hablan, pasean, beben, cenan, bailan… Y todos los personajes secundarios que salen en su despedida contribuyen de alguna manera a que sea la despedida soñada. Agradable. Así es una declaración de amor perpetua. Y el espectador les acompaña con pudor en ese beso que no se dan por vergüenza de que alguien les vea en público, en ese vals, en esas confesiones íntimas… y en esa última despedida en una estación de tren.

Dejad paso al mañana es una pieza cinematográfica llena de momentos íntimos para guardar en la memoria. Cada visionado nos descubre un detalle. Nada sobra. Un gesto, un objeto, una mirada, un cártel, una música, una canción…

Hay un momento en su última cena que él recuerda un libro de poemas que tenía ella donde estaban sus versos preferidos y con los marcaba con una flor seca. Le pregunta que si el banco se llevó también el libro. Ella dice que sí que ya no tiene ese libro pero que no le han podido quitar los versos. Y se los recita. Es una declaración de amor maravillosa, los versos contienen toda su vida:

«Un hombre y una doncella estaban cogidos de la mano

y sonaba una pequeña marcha nupcial.

Ante ellos había años inciertos

que prometían alegrías o tal vez lágrimas.

Querida, dijo con voz tierna, dime, ¿te arrepientes de tu elección?

No sabemos dónde nos llevará el destino

o con que extraños vericuetos nos encontraremos.

¿Tienes miedo?, le dijo el hombre a la doncella.

Ella levantó los ojos y habló al fin:

Querido, dijo, la suerte está echada,

se han dicho los discursos, se ha tirado el arroz.

En el futuro viajaremos solos.

Contigo, dijo la doncella, no tengo miedo…».

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

7 comentarios en “Dejad paso al mañana (Make way for tomorrow, 1937) de Leo McCarey

  1. No soy yo de lágrima cinematográfica fácil, compa HILDY, pero, aún así, dudo mucho de que, ante una historia como ésta que tan sentida y magníficamente reseñas, no se me escapara alguna que otra. Qué tristeza…

    Un fuerte abrazo y buena noche.

  2. Te juro, amigo Manuel, que es tan emocionante y sutil (y a la vez tan sencilla) que difícilmente se puede contener una lágrima. O si no se llora tener el alma triste.

    Pero además está magníficamente rodada. Es decir su uso del lenguaje cinematográfico es exquisito y demuestra la maestría de McCarey para contar historias para la pantalla blanca.

    Es una historia intimista que ama a sus personajes.
    Es bonita y dolorosa (como la vida), tan dolorosa que no arrastró a muchas personas, en su día, a los cines.

    Beso
    Hildy

  3. Estoy con Manuel, creo que nadie puede resistirse a esto, y precisamente no porque apele a la lágrima fácil, sino porque todos sabemos que estas historias son tal cual ocurren.
    McCarey es, para mí, uno de los grandes. El tiempo no ha sido, de momento, demasiado generoso con él, pero sin duda lo será. Porque vale, están «Tú y yo», las dos, pero también dirigió nada menos que «Sopa de ganso» para los Marx o «La vía láctea» para Harold Lloyd. ¿Y

  4. Estoy con Manuel, creo que nadie puede resistirse a esto, y precisamente no porque apele a la lágrima fácil, sino porque todos sabemos que estas historias son tal cual ocurren.
    McCarey es, para mí, uno de los grandes. El tiempo no ha sido, de momento, demasiado generoso con él, pero sin duda lo será. Porque vale, están «Tú y yo», las dos, pero también dirigió nada menos que «Sopa de ganso» para los Marx o «La vía láctea» para Harold Lloyd. ¿Y qué me dices de «La pícara puritana»? ¿Y «Siguiendo mi camino»?
    Besos

  5. … Como la vida misma, Alfredo.
    No, efectivamente, no es lágrima fácil.
    McCarey como tan bien recuerdas y glosas… tiene muchas obras cinematográficas a tener en cuenta. Y muchas para disfrutar y reír. Puro deleite.
    Besos
    Hildy

  6. Reconozco que la parte de crítica social me estaba poniendo muy negro (y yo creo que sí hay malos, que además de egoístas son bobos… casi como sus padres, que también…). Me daba por pensar en Cuentos de Tokio y me cabreaba bastante. Pero lo cierto es que cuando comienza esa «historia de una despedida» que citas, la película gana en sentimientos legítimos y se redime, por fortuna. Ahí sí consigue ser bastante emocionante y seguir un poco los pasos de la obra maestra de Ozu.

  7. Mi querido crítico abúlico, será un placer leer tu crítica y mirada sobre esta película. Yo creo que plantea algo muy pero que muy cotidiano. Y que los representados, incluidos los padres, son tan humanos que se reflejan todas sus virtudes y miserias, sin tapujos, sin buscar empatía. Y la despedida, larga y emocionante, es una pequeña joya visual.

    Besos
    Hildy

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