Crítica Odette, una comedia sobre la felicidad

Al ritmo de las canciones de Josephine Baker, Odette (Catherine Frot) encandila al espectador. Érase una vez una viuda cuarentona que trabaja en una sección de cosméticos de unos grandes almacenes y encuentra sentido a su vida en las páginas del escritor de best sellers, Bathazar Balsan (Albert Dupontel). De manera sencilla, Odette se crea una realidad paralela donde su vida gris se convierte en felicidad absoluta. Disfruta de las pequeñas cosas, y esta viuda de corazón de oro convierte su hogar con un hijo homosexual encantador y una hija depresiva, en un pequeño paraíso personal. Odette quiere ser feliz y disfruta de las pequeñas cosas que le ofrece la vida. 

Baltasar Balsan tiene la autoestima por los suelos. No se siente un buen escritor. Y todo por lo que ha luchado en la vida no le hace feliz. Se siente vacío. Tiene fama, dinero, amantes hermosas, una mujer interesante, un hijo al que adora, una casa moderna…, todo lo que se puede desear. Pero no encuentra la felicidad. 

Una carta cambiará la vida de Odette y Bathazar. La lectora empedernida escribe una carta a su escritor favorito desde lo más hondo del corazón. Odette no está enamorada de Balsan, Odette lo quiere. Dos personas que jamás se encontrarían…, se unen en la búsqueda de algo tan sencillo y complicado como es la felicidad. 

Ambos no saben lo cerca que se encuentran de conseguirlo. Sólo hace falta el mar y la luna. 

El guionista Eric Emmanuel Schmitt ofrece en su primer largometraje un cuento sensible con un personaje de oro…, la felicidad la buscamos todos y a veces está donde menos te lo esperas. Quizá, sólo se necesita a alguien a tu lado que en los momentos de crisis o miedo, te diga al oído, dándote la mano: tranquila, Odette, tranquila.

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