El cine de Michael Haneke

El austriaco Michael Haneke me deja fuera de juego y siempre me hace reflexionar. Realiza unas historias complicadas pero a mí me atrapa. Tiene una manera de dar forma a sus imágenes que hacen que me quede pensando mucho tiempo. Días, meses, incluso años. Creo que es un maestro del montaje y la manipulación –en el buen sentido del término…, sabe como manejar cada uno de sus fotogramas para dar un efecto determinado–. También, construye guiones complejos y se enfrenta a todos los miedos de occidente. Sus películas parecen tranquilas pero son enormes martillos que golpean nuestras cabezas. Sus películas son gritos, ¡¡¡eh!!!, despierta nada es fácil, nada es idílico, nada es verdad, nada es mentira…, todo depende del punto de vista. Quizá sea eso, es un maestro en mostrar los puntos de vista.El cine de Haneke no es de ruidos, estruendos, de causa-efecto, no tiene prisa, es lento y pausado…, sin embargo, inquieta e impacta. 

En realidad sólo he visto tres de sus películas. Pero una vez que las ves no las olvidas. Opino que su cine no es para verlo sólo una vez. Está lleno de detalles que vas captando en cada uno de sus visionados. Hace relativamente poco en el video club que suelo visitar mis ojos se aferraron a Caché que no pude ver en su estreno. Después, frente a la televisión quedé atrapada tras esta historia inquietante…, y aún no paro de reflexionar. 

La primera vez que tuve un contacto con Haneke casi me salgo del cine pero por la incomodidad que me causó lo que estaba viendo. La pianista (2001) si soy honesta me molestó profundamente. Me hizo sufrir el retrato de esa mujer solitaria y su forma de vivir su sexualidad. No me gustaba, no quería verlo. No logré entender al personaje. No he vuelto a verla. Volveré alguna vez a enfrentarme a Erika en la televisión. Y trataré de entenderla. Haneke presenta a una mujer de unos cuarenta años con una complicada relación con su madre, una mujer que posee inteligencia y sensibilidad, toda una señora de occidente de círculos selectos…, pero es una mujer gris, triste y oscura. Haneke con una suavidad fílmica muestra escenas de violencia extrema en los sentimientos y la sexualidad. 

La segunda vez fue con Código desconocido (2000) que desde la primera vez que la vi (y han sido varias) me ha fascinado. Por los miles de temas que toca. Por los actores, por cada una de sus escenas envolventes…, por la incomunicación que refleja, por su reflejo del mundo en el que vivimos, más complicado, porque no nos entendemos, no nos escuchamos, hablamos códigos diferentes. Por el texto, el subtexto y el más allá… La bella aspirante a actriz que oye los gritos de una niña y no hace nada, que siente más transformándose en personaje y maneja mejor sus sentimientos interpretando que en su vida real; la actriz que espera a su hombre que es un fotógrafo de guerra que encuentra el horror y el sufrimiento de los hombres hasta en el metro parisino pero que es incapaz de amar y comunicarse con los suyos; el adolescente que no puede encontrarse con su padre; el joven negro que cree en la interculturalidad y multiculturalidad aunque le golpeen mil veces en su casa, fuera, dentro, arriba, abajo…, nunca le dejan creer; la sin hogar rumana que no puede contar la odisea a sus familiares queridos de lo que está viviendo en París. Prefiere la apariencia. Con el dinero que consigue con vergüenza pidiendo en las esquinas, está contribuyendo a que sus hijos y su marido puedan ir viviendo…, Código desconocido es un collage fascinante lleno de mensajes y símbolos. ¿Cuál es la verdad?¿Dónde la escondemos cada uno?¿Cómo actuamos?¿Por qué? Y la violencia racial y no racial estalla una y otra vez. Ante la incomunicación, la amargura o la violencia verbal o física… Haneke juega con la realidad y la ficción, con lo real y lo irreal, con las imágenes, con el punto de vista…, ¿qué nos muestra? 

Caché (2005) cuenta cómo el sentimiento de culpa puede condenarnos y cómo un hecho del pasado puede ir arrastrándose a lo largo de los años. Haneke se muestra duro con su protagonista porque Georges lucha en todo momento por no sentirse culpable. Y eso le hace equivocarse una y otra vez. Y eso hace que vuelva a caer en un error con la persona que ya dañó en el pasado. Haneke cuenta siempre historias individuales pero luego nos damos cuenta de que se refiere a algo más incómodo y profundo. En Caché parece que quiere decir que el sentimiento de culpa no desaparece con el olvido. Que acontecimientos pasados no pueden quedar enterrados. El protagonista no se enfrenta a su culpa y va hundiendo su tranquilidad cotidiana. Haneke logra inquietar al espectador con esas cintas y dibujos que invaden la cotidianidad de una familia. Después, lo que menos importa es quién enviaba esas grabaciones. Lo que importa es lo que surge del pasado de George y lo mal que se enfrenta a ello. 

El cine de Haneke está lleno de sorpresas e interpretaciones. Es cine para la discusión y el debate. El director austriaco deja que el público piense y construya su propio discurso…, él sólo deja sus imágenes y sus historias tranquilas, cotidianas pero llenas de dureza y violencia. Haneke golpea las cabezas… ¿para que pensemos?

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