Cine y teatro (I)

El otro día en el post sobre el Día Internacional del Teatro ya os comenté que las relaciones entre cine y teatro presentan caminos infinitos y muy interesantes para indagar.

No olvidemos que en los inicios del cine se buscaron como actores de las pantallas cinematográficas a los actores que pisaban los escenarios y a veces en las incipientes críticas se hablaba de teatro filmado. En un principio cuando el lenguaje cinematográfico se encontraba en pañales, la cámara era un ente estático que filmaba a actores en un escenario.

Empezó entonces un debate eterno que era si el cine sólo consistía en un hermano menor y rudimentario del gran arte del teatro. De hecho creadores y actores de este mundo menospreciaban en un principio un arte que estaba empezando a crecer. Después poco a poco empezó a verse como el cine tenía su propio lenguaje y su propia evolución y cómo el teatro seguía siendo un arte en sí mismo que nunca iba a ser sustituido por el cine… porque eran dos maneras de  expresión diferente.

Entonces comenzaron las relaciones fructíferas entre ambas artes que tantas alegrías han dejado a ambas artes y las influencias de ambos modos de expresión. Es decir, el teatro influyó en el cine (sólo hay que ver cómo sirvió de fuente de inspiración y de historias) y el cine ha influido en el teatro y ha abierto nuevos caminos en el planteamiento de historias y en las escenografías. Además de otros caminos maravillosos como cientos de películas que hablan sobre el teatro o como guiones de cine que se han pasado a teatro, han inspirado obras dramáticas. O cómo dramaturgos se convirtieron en guionistas y directores de cine en directores de teatro. O cómo actores de teatro se enamoraron también de la interpretación cinematográfica o viceversa.

Para empezar esta serie comenzaré a escribir sobre dos dramaturgos que han sido importantes en el mundo del cine. Uno de siglos pasados que, sin embargo, sus argumentos universales han sido interpretados, revisitados y replanteados una y otra vez no sólo en los escenarios sino en las pantallas de cine…, donde directores del séptimo arte y actores se han visto obsesionados por su obra. Sobre las relaciones de Shakespeare y el cine se han escrito ríos y ríos de tinta así que mi aportación será mínima, tan sólo un mero recordatorio.

El otro fue un dramaturgo norteamericano de nombre Tennessee Williams que dio argumentos para un montón de tragedias cinematográficas que además tenían el sello ‘universo Williams’ a pesar de que la censura obligó a cambios importantes en los argumentos crudos de sus obras. Además el dramaturgo se implicó en el mundo del cine y estaba presente en el proceso de creación de las obras adaptadas a pantalla grande. Williams intervino en la escritura de guiones o en la elección de actores.

William Shakespeare y el cine

El universo shakesperiano en el cine es prácticamente infinito. Pero sin duda podemos mostrar cómo influyó e influye en las carreras cinematográficas de varios directores y actores de cine que se vieron absorbidos por su visión de la vida así como hipnotizados por la fuerza de alguno de sus personajes. Otros han pasado de puntillas por su obra pero con algún que otro acierto y después está la figura de Shakespeare como personaje cinematográfico, las lagunas de su biografía permiten libertad creativa a la hora de plasmar momentos de su carrera en el cine… También son importantes todas esas películas que han tomado como inspiración el ‘mundo’ recreado por Shakespeare pero revestido de modernidad (películas que han tomado ideas de argumentos o algún tipo de personaje).

Si realizamos un repaso —y que sin duda habrá omisiones— podemos decir que los cineastas (algunos de ellos también actores) más obsesionados por el universo shakesperiano han sido: Laurence Olivier, Orson Welles, Akira Kurosawa, Franco Zeffirelli, Kenneth Branagh y pongamos también en un apartado especial a Al Pacino y Roman Polanski.

Durante un tiempo Olivier ostentó el sello de prestigio en sus recreaciones de Shakespeare así como de hombre purista en la traslación del dramaturgo a pantalla cinematográfica. Y es cierto sus tres obras cinematográficas contienen ingredientes de interés y aportaciones al universo shakesperiano: Enrique V (que es un canto de amor también a la representación teatral), Hamlet y Ricardo III. Quizá la más recordada sea Hamlet pero la originalidad del planteamiento de Enrique V y la recreación de Ricardo III las hace también obras de interesante análisis.

Welles es menos purista pero absolutamente valiente en su captación del espíritu shakesperiano, en su interpretación de las obras y en su enamoramiento total por ciertos personajes. Digamos que Welles convierte a puro cine el mundo shakesperiano. Además Welles, cineasta independiente por necesidad, jugó con el lenguaje cinematográfico para recrear obras magníficas con personajes que conviritió todavía más en inmortales. Con escasez de medios y años de por medio fue capaz de elevar a Shakespeare a los altares cinematográficos. Él se enamora de un personaje como Falstaff y recrea toda una película alrededor el personaje sin faltar a Shakespeare, desde el absoluto respeto y admiración. Con Welles podemos viajar a un Macbeth trágico y oscuro, regodearnos con los celos de Otelo e imbuirnos con el orondo Falstaff que ama el placer y la vida pero que es capaz de apagarse cuando siente el rechazo de un amigo fiel…, en Campanadas a medianoche.

Viajamos a Japón y Akira Kurosawa es capaz de recrear las tragedias shakesperianas con el espíritu trágico oriental creando un singular universo de violencia, drama y destino que permite vislumbrar al dramaturgo como universal. El Kurosawa shakesperiano muestra una fuerza visual en sus obras inspiradísimas y embauca en la reinterpretación del mundo de Shakespeare siendo, de nuevo, fiel al espíritu del dramaturgo. Así Ran es su particular Rey Lear y Trono de sangre nos devuelve al más amargo Macbeth. Menos conocida (yo no la he visto) es su película Los canallas duermen en paz de 1960 que traslada el universo de Hamlet al Japón más actual y al mundo empresarial más brutal.

Franco Zeffirelli recrea, de manera clásica y respetando al máximo la obra teatral, varias obras de Shakespeare. Zeffirelli bebe del teatro, de la ambientación, de las escenografías y trata de mostrar un reflejo fiel y estético de un Shakespeare de época. Así recrea una de las comedias del dramaturgo británico (que han sido menos llevadas al cine y más olvidadas) con el encanto de ver a la Taylor y al Burton juntos en pantalla de cine llevando un clásico sobre la lucha de sexos: La fierecilla domada. Después, con actores muy jóvenes (si señalo esto es porque a veces Romeo y Julieta han sido cuarentones, recuérdese la versión de George Cukor con Leslie Howard y Norma Shearer), y una representación clásica y fiel a la obra lleva a pantalla la trágica historia de amor truncado de los amantes de Verona. Amante de la ópera une canto y Shakespeare trasladando al cine la versión de Otelo de Giuseppe Verdi con nuestro Plácido Domingo como hombre arrastrado por los celos. Después fue capaz de llevar a cabo una correcta adaptación de Hamlet con un sorprendente Mel Gibson (nada más alejado a un actor shakesperiano) de protagonista.

Otro cineasta y actor británico se lanzó a la recreación del mundo shakesperiano dotándolo de múltiples visiones. Kenneth Branagh adaptó tanto sus obras más dramáticas como sus comedias más olvidadas creando deliciosos productos cinematográficos y cada una de sus adaptaciones dignas de análisis interesantes. En algunas obras fue purista, en otras indagó en su propia y moderna adaptación pero devolvió el interés hacia la obra dramática del dramaturgo británico por excelencia. El interés por su obra comenzó por su correcta y sobria adaptación de Enrique V. Después recreó la frescura de la comedia Mucho ruido y pocas nueces. Traslada un Hamlet enorme a pleno siglo XIX y periodos de cambio. Convierte en comedia musical clásica en tiempos de II Guerra Mundial la obra Trabajos de amor perdidos y vuelve a la frescura de la comedia shakesperiana con la adaptación de Como gusteis.

El actor norteamericano Al Pacino también se ha visto seducido por Shakespeare así realizó un interesante documental-ficción sobre su interpretación de la obra dramática shakesperiana Ricardo III en Looking for Richard. Y también se deleitó en su recreación de Shylock en El mercader de Venecia. Y el director polaco Roman Polanski también se vio atrapado por la psicología y la violencia tras los personajes del dramaturgo realizando su particular visión de Macbeth. Su primera película después del terrible asesinato de su esposa Sharon Tate y varios amigos de la pareja.

Sin embargo, otros cineastas también han hecho incursiones en el mundo de Shakespeare dejando obras de referencia u obras a tener en cuenta. El cine clásico no sólo ha representado varias veces la tragedia de Romeo y Julieta sino que el cine sigue inspirándose en los amantes de Verona para realizar historias trágicas de amor adolescente. Así continuan en el imaginario colectivo obras inspiradas en este amor de juventud como el musical West side story, el barroco y contemporáneo montaje de Baz Luhrmann con Leonardo DiCaprio y Clarie Danes, la versión a la española con familias gitanas rivales Montoyas y Tarantos o hasta el cine de artes marciales creo Romeo debe morir.

Los personajes secundarios de obras de Shakespeare tienen también sus propias películas e interpretaciones de la historia narrada. Ya hablamos de Campanadas a medianoche o su reinterpretación de la mano de Gus Van Sant en Mi Idaho privado. También podemos seguir la trayectoria de dos personajes secundarios de Hamlet en Rosencrantz y Guildenstern han muerto que el propio Tom Stoppard (creador del texto dramático) llevó al cine.

Tampoco olvidamos las obras aisladas de William Dieterle y Max Reinhardt que llevaron en los años 30 la obra El sueño de una noche de verano, versión que aún no ha sido superada (o yo no he visto todavía la versión cinematográfica que lo haya hecho). O el Julio Cesar correctísimo y absolutamente fiel de Joseph L. Mankiewicz con un Marco Antonio con rostro de Marlon Brando y una recreación fantástica como personaje atormentado de un Bruto con cara de James Mason. O esa extraña y fallida recreación con un gran reparto en los años ochenta de una de las obras más complicadas de Shakespeare, La Tempestad de Paul Mazursky. Se ha jugado con la juventud del pobre Shakespeare (porque hay varias lagunas en sus biografías y esto permite fantasear algunas veces con menor fortuna) uniéndole incluso con Cervantes en Miguel y William o fantaseando sobre cómo se inspiró para escribir Romeo y Julieta en una recreación exquisita del mundo teatral en el siglo XVI, Shakespeare in love.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

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