Crítica El buen alemán

El buen alemán me ha decepcionado, profundamente. Técnicamente, funciona. Sólo ahí. La película parece rodada en los años 40 en un Berlín decadente. El blanco y negro así como el montaje recuerdan a película de ayer. La banda sonora parece que te va a transportar a un viaje al pasado. Los actores tienen carisma. La historia parecía interesante. ¿Qué ha pasado? El buen alemán me parece una película vacía. Muy fría. La historia no logra atraparte además de ser confusa. No te crees, no ves la historia de amor entre los dos protagonistas Jake Geismar (George Clooney) y Lena Brandt (Cate Blanchett). No deseas ni que acaben juntos ni que terminen separados. Te da igual. No llegas a aburrirte del todo pero casi. A veces, piensas que los personajes, en solitario, no están mal construidos. El personaje más débil de la trama es Geismar, una lástima de héroe desaprovechado. Lena, sin embargo, ofrece un personaje ambiguo, entre el bien y el mal, una mujer destrozada y rota por la guerra, que tiene una idea clara: quiere sobrevivir. En el camino de su huída –su deseo es salir de Berlín–, Lena quiere tener tiempo de redimirse, de realizar un acto noble para limpiarse por dentro.  

Los dos amantes se encuentran a través de un joven chófer americano, Tully (Tobey Maguire), que se deja llevar por el poder de la guerra, del dinero negro, de la supervivencia, de una ciudad que se cae a pedazos… como dice Lena, sólo es un niño imprudente. Va de chulo y matón pero se da cuenta demasiado tarde de que no sirve para ese rol. Después, de fondo, el ambiente decadente y en ruinas, la hipocresía de los vencedores que cada uno vela por sus intereses, el inminente descenso hacia la guerra fría, lo que hay bajo la Conferencia de Potsdam, las contradicciones, las culpas, las confesiones… 

Steven Soderbergh se le ve un enamorado del cine de los años 40 pero no se deja llevar por la historia. Está tan preocupado por el estilo, por los guiños, por dar el pego, que se le olvidó volar. Me quedo con Casablanca, con Berlín Occidente, con el Tercer Hombre, con El Baile de los malditos o con Vencedores y vencidos. En esas películas sí que me transportaba a otros tiempos, sí que me creía los conflictos, sufría con las contradicciones, me emocionaba y me metía de lleno en la historia. 

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