Desengaño (Dodsworth, 1936) de William Wyler

Cómo he disfrutado de nuevo con Wyler. Sabía que, de alguna manera no me pregunten por qué, Desengaño no iba a desengañarme sino a entusiasmarme.

Galería de actores secundarios maravillosos, que cuando fueron protagonistas robaron películas y otros no salieron nunca del rol pero no los olvidamos.

Walter Huston, de personaje entrañable. Deja atrás personajes oscuros, complejos y serios y retrata uno humano con capacidad de enfado, sonrisa y enamoramiento.

Una vieja gloria tan sólo a la edad de cuarenta y… que borda un papel complejo de un personaje que no sale bien parado. Pero si se analiza, en las profundidades del alma del complejo personaje, lo entiendes bien. La olvidada artista que lo representó, y que no entendia nada del personaje ni de lo que estaba pasando con el paso de los años en su vida real, era Ruth Chatterton. ¡¡¡Y qué bien reflejó la confusión y la pérdida de brujula!!! La desesperación de sentirme más joven que nadie y la tristeza de continuamente recordarle que su sitio es otro que ella no quiere.

Ella cree volver a una segunda juventud de gigoló en gigoló o de amante de pacotilla a amante de pacotilla con caritas del David Niven más playboy o de la mano del aristócrata decadente y joven dominado por madre arrugada, Paul Lukas.

Él se da cuenta de que quizá ha vivido décadas de hastío y farsa cuando conoce a una amable viuda con cara de Mary Astor, la actriz que en su vida real iba de brazos a otros brazos y más brazos, y entre escándalo y escándalo, trataba de pasarlo bien y nunca dejó mala interpretación pero tampoco llegó a estrella. Y los dos juntos, sus dos personajes, descubren que pueden ilusionarse y para ello no hay edad ni barrera suficiente.

A Wyler que ya empieza a ser director con nombre y apellido le encasquetan un guión, que es una adaptación de una novela de Sinclair Lewis, que compró un guionista ávido de una buena historia y la convirtió en un éxito teatral y después fue el autor del guión de la película. Estoy hablando de Sydney Howard. Y al director también le encasquetan un reparto. Y él lo convierte en cine.

Wyler no ganó en taquilla, pero sí en prestigio. Demostró que sabía contar una historia con imágenes. Que sabía narrar cinematográficamente. Que rodaba cine 100 por 100. De hecho no es de sus películas más recordadas pero sí está repleta de aciertos. Y sentarse una tarde de otoño y verla puede abrirnos los ojos a película bien hecha.

Tan sólo quizá un pero después de la intensidad de la historia y de la maravillosa descripción de la desintegración en pedazos de un matrimonio desde una óptica moderna, el final se precipita no quedando bien resuelto, a mi parecer. 

Cuando me refiero a óptica moderna es que no tiene tufillo del pasado, para entendernos, sino que viéndola hoy en día sigue funcionando. Se notan los años 30, tan cercanos, tan abiertos y reales, tan capaces de diseccionar el matrimonio como institución que no perdura por los siglos de los siglos, tan capaces de plantearse esa línea cruel en la uno no es demasiado joven pero tampoco demasiado anciano, tan capaces de mostrar el contraste entre el modo de vida americano y el europeo y quedarse con lo bueno de ambos y también capaz de diseccionar y criticar a ambos lugares lejanos en el espacio con un mar por medio, tan capaz de presentar al paleto americano orgulloso de serlo y de criticarse a sí mismo pero a la vez capaz de emprender e ilusionarse, tan capaz de mostrar un mundo de apariencias y placeres que llenan un momento pero no justifican toda una vida… Dios cómo se me va la cabeza y los pensamientos, cerremos pues este largo párrafo con un punto final.

Cuando hablo de final mal resuelto quiero decir, a modo de ráfaga de metralleta: rápido el enamoramiento —aunque absolutamente entendible entre Huston y Astor que sueñan a cualquier edad en una casa maravillosa al lado del Mediterráneo…, ninguno de los personajes protagonistas tiene problemas económicos—, rápido la decisión de dejar plantada a la esposa en el barco, que como un vaivén regresa y se va, regresa y se va, y él sabe que así va a ser siempre. Rápido su apuesta por otra mujer de su vida, que le ofrece otro rumbo.

Pero ¡¡¡protesto!!! A pesar de presentarnos a la esposa como personaje frívolo, ingenuo, paleto y a veces egoísta pero con unas ganas enormes de experimentar y vivir y revivir, negándose a convertirse en la abuela respetable que la sociedad espera que sea… yo en el fondo de mi corazón la entiendo y comparto su forma de comportarse así que no comparto (y van tres veces que empleo el mismo verbo) el final que la deparan. Porque ese matrimonio ha sido una trampa para ambos, y a la vejez tienen miedo ambos (o mejor dicho a convertirse en muertos en vida), y por qué es él, hombre encantador todo hay que decirlo, el que consigue rehacerse y reconstruirse…, y a ella la dejan con la vida hecha un lío y una farsa… ¡¡¡No es justo!!! Ella también podría despertarse y dejar de perderse y darse cuenta de que en sus frívolos amigos no está la felicidad ansiada o la juventud rescatada sino en su ilusión y pasión por conocer cosas, que su valor está en querer salir de las cuatro paredes a las que la quieren destinar o encadenar, que es valiente por su rebelión a voz en grito o en cuello, que es lo mismo…

Y es que Desengaño muestra personajes tan humanos. Sentimientos tan entendibles. Situaciones tan cercanas…, y lo mejor de todo es que viajamos, y viajamos por América y Europa, y luego leyendo en viejos libros de historia del cine te enteras de que es básicamente una buena película de estudio y te crees que sus personajes se pasan la película viajando de un lado a otro tratando de encontrar un nuevo rumbo o brújula…

En vez de Desengaño esto es un Delirio. Pero es que Wyler consigue estos vómitos verborreicos que escupo.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons. 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.