Momentos inolvidables de Las uvas de la ira

John Ford, el director de películas del Oeste, nos dejó uno de los testimonios más realistas de los efectos de la Depresión del 29 en el mundo rural.

La adaptación de Las uvas de la ira a la pantalla es estremecedora. Con momentos impresionantes. No es de extrañar que a John Steinbeck le gustase la película.

Resulta curioso que unos estudios (Fox) y un productor Zannuck se implicaran en una historia con contenido social y tan contemporánea.

La novela fue escrita en 1936 y la película rodada en 1940. Ambos trabajos son fruto de un extenso trabajo de documentación y periodismo.

La película todavía impresiona e impacta (y además las situaciones y comportamientos que describe todavía, tristemente, son muy contemporáneas).

Son imágenes-bofetada.

La odisea de la familia Joad la vivimos todos. En ese camión hasta arriba que parece que en cualquier momento va a volcar.

Son increibles los rostros de cada uno de los personajes. De los niños.

Inolvidables los abuelos Joad, los niños Joad, el tío, el padre… y, cómo no, esa inmensa madre con rostro de Jane Darwell o ese hijo, Tom Joad (maestro Henry Fonda).  La relación entre ambos guarda momentos emocionantes en cada fotograma. Como la despedida, cuando Tom Joad se convierte en símbolo o héroe de los sin voz. Estará allí donde haya una injusticia, donde alguien pase hambre, donde se encuentre la sonrisa de un niño…

Y no olvido al predicador. Gran y complejo personaje. John Carradine está de quitarse el sombrero. Personaje tierno… extraño.

No, no, imposible olvidar ese camión que va por una larga carretera. Esa familia que lucha por que no les quiten el orgullo, ni la dignidad. Que lucha para que no los aplasten. Que lucha por no desmoronarse o perder la esperanza.

Tom Joad está en todas partes.

Gracias Ford.

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