Crítica Babel

Dos niños marroquíes con un rifle quieren probar hasta dónde puede llegar una bala; dos turistas norteamericanos en Marruecos se ven envueltos en una tragedia inesperada; una niñera mexicana sin papeles, que cuida dos niños norteamericanos, tiene que asistir a un boda a Tijuana, no tiene con quien dejar a los niños y decide cruzar con ellos la frontera y una adolescente japonesa, que es sordomuda, no se entiende con su padre. El director mexicano Alejandro González Iñárritu cierra su trilogía sobre tragedia, caos y azar con Babel.  

De nuevo funciona en toda su crudeza el tándem profesional del director González Iñarritu y el guionista Guillermo Arriaga. Babel confirma una de las mejores trilogías del siglo XXI, junto a la impresionante y fresca Amores Perros y la radiografía del dolor y la culpa que es 21 gramos. 

Babel es uno de sus proyectos más ambiciosos ya que está rodado en tres localizaciones muy diferentes. Iñárritu y su equipo viajaron por tres continentes: EEUU, Japón y Marruecos. Durante el rodaje trabajó con grandes estrellas (Brad Pitt, Cate Blanchett, Gael García Bernal o Adriana Barraza) y con actores no profesionales. 

Fuerza, angustia, imágenes impactantes, una música envolvente, una perfecta visión de distintas culturas…, cada una de las historias que narra no deja indiferente al espectador. En Marruecos, se cruza la historia de la pobreza y marginación de dos niños con muy mala suerte que al jugar con un rifle –por supuesto de Occidente– cambian el rumbo de su historia; con la de dos turistas norteamericanos, una pareja en crisis, que vive su relación en una situación límite. La historia mexicana sobrecoge, la desesperación de una mujer vestida de rojo por el desierto, es difícil de olvidar. Pone en evidencia la crudeza de las fronteras. Y, por último, la incomunicación llega a lo más álgido en la historia de una adolescente sordomuda japonesa.

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