Descubriendo a Robert Wise. Nadie puede vencerme (The set up, 1949)/La torre de los ambiciosos (Executive Suite, 1954)

Hay directores a los que se les recuerda por sus películas más populares y así quedan más ocultas grandes obras de su filmografía. A Robert Wise se le suele descubrir por West side story y Sonrisas y lágrimas, dos películas de género musical. Pero de pronto indagando un poco en su obra cinematográfica, surge uno de esos directores de Hollywood que dominan el lenguaje visual y saben aplicarlo a todo tipo de géneros: buen cine negro, drama, terror o ciencia ficción. Así van surgiendo otras películas por las que se le identifica como Ultimátum a la tierra o La mansión encantada. Después empiezas a fijarte en grandes dramas que llevaban su firma como ¡Quiero vivir! O Marcado por el odio. Y según vas indagando, descubres verdaderas joyas en su legado u otras que te demuestran que su puesta en escena y su dominio de la narración cinematográfica es total. Como las dos películas que conforman esta sesión doble.

Nadie puede vencerme (The set up, 1949)

thesetup

Siempre los créditos te aportan y te descubren información interesante. Así The set up es la adaptación de un poema narrativo de Joseph Moncure March. Y aunque no conozco ese poema original (donde además el protagonista es un boxeador negro), si destaco este punto es porque la película, en cierto modo, es un poema visual sobre la figura del perdedor. No hay más que leer el nombre de algunos locales decadentes de esa plaza donde transcurre la trama que hacen referencias al paraíso y a los sueños. La historia de The set up transcurre en un breve periodo de tiempo, como señala el reloj de la calle que abre y cierra la película…, donde el boxeador con rostro de Robert Ryan no solo tendrá su última noche de gloria sino que también le seguirá la sombra del fracaso y del destino cruel… o quizá el camino, como cree su desencantada esposa (Audrey Totter), para una nueva oportunidad en la vida.

Todo es un poema visual. El ambiente de esa zona de la ciudad donde transcurre la trama. Mientras él se prepara para la última pelea en el ring, ella pasea reflexiva por las calles. Los rostros de los espectadores. La decadencia que se respira. Esa ventana del hotel que se enciende y se apaga… y supone una esperanza para el luchador porque es el reflejo de que alguien le espera. La importancia de las sombras, sobre todo en el momento más violento y triste del film donde las sombras de un grupo de jazz se proyectan en una pared de ladrillo, mientras la música además tapa los gritos de una paliza nocturna que no hace falta que la cámara la recoja pues sentimos toda la crudeza del momento. El propio combate, casi a tiempo real (como toda la película), que modula y carga de tensión y emoción la fuerza de un boxeador fracasado que quiere demostrar a toda costa que aún puede vencer, porque es lo que sabe hacer, luchar en el ring. La soledad del campeón en la habitación de preparación después del combate… Los más cercanos a él le han traicionado, menos su esposa, menos el vendedor de periódicos que admira sus viejas glorias, o los compañeros que nada pueden hacer… La desesperación del que se siente atrapado… pero que no ha sucumbido a la corrupción, al frío gánster de turno.

Nadie puede vencerme sigue el ritmo del rostro de Robert Ryan, que aflora todos los sentimientos posibles, de hombre duro y golpeado por la vida, de hombre tierno y enamorado, de hombre atormentado y fracasado, de hombre viviendo sus momentos de gloria, de hombre con el terror en el rostro, de hombre derrotado que pide ayuda…, de hombre que a pesar de los golpes… sabemos que va a volver a levantarse una y otra vez… Nadie puede vencerme sigue el ritmo de los golpes de la vida, que se reflejan en el ring y en el rostro de los otros compañeros de combate del protagonista. Rostros esperanzados, rostros desencantados, rostros del fracaso y de los sueños rotos. Y finalmente, Nadie puede vencerme sigue el ritmo del tiempo real, de las agujas del reloj que no se detienen a ritmo de jazz.

La torre de los ambiciosos (Executive Suite, 1954)

latorredelosambiciosos

Robert Wise no deja de sorprender en su manera de presentar las historias, de contarlas. En sus decisiones en la puesta en escena que crea potentes escenas, como ocurre con La torre de los ambiciosos, con un inicio brutal que atrapa y ya no suelta al espectador. Así, con cámara subjetiva, nos narra los últimos momentos de un magnate de una empresa de muebles antes de caer fulminado en la calle por un ataque al corazón. A partir de ese momento la lucha por adquirir el puesto, la batalla está servida.

La película es un intenso drama con un reparto increíble donde los ejecutivos tienen solo unas horas para votar al sucesor. Según el hombre que consiga el poder, la empresa irá por un camino o por otro. Se encuentran los extremos, y los puntos intermedios pero fundamentales para inclinar la balanza a un lado o a otro. Y en esto la película no ha perdido ni vigencia ni actualidad. Los extremos: ir a por los beneficios económicos, la fría contabilidad, sin contar con el producto bien hecho ni preocuparse por el bienestar de los trabajadores y por su trabajo en equipo. Esta opción tiene el rostro de Fredric March. U optar por el trabajo bien hecho, por un producto de calidad y velar por los intereses de los trabajadores. Una opción con cara de William Holden. Después están los puntos intermedios: la corrupción y el poder por el poder con rostro de Louis Calhern. El que ha estado siempre en la sombra y se sabe todos los entresijos y se maneja estupendamente en los pasillos pero no tiene madera de líder, un hombre de rostro cansado y desencantado como Walter Pidgeon. El manejable relaciones públicas con la cara de Paul Douglas o el que cansado ya de todo solo piensa en su jubilación con cara de Dean Jagger.

El reparto femenino es fuerte también en rostros pero sus personajes no están tan bien definidos pues nadan más en el estereotipo. Entre otras cosas porque no hay ninguna que sea ejecutiva determinante que opte también al puesto de poder como los hombres. Está el rol de la esposa que apoya y espera al guerrero luchador (June Allyson), la pobre niña rica que sufre en soledad –primero a su padre el magnate y después a su sucesor, el amante, ambos entregados en cuerpo y alma a la empresa– pero cuyo voto es fundamental como principal accionista (Barbara Stanwyck), la secretaria con personalidad, amante del relaciones públicas que ve cómo su relación no va a ninguna parte (Shelley Winters) y, por último, quizá el personaje femenino más interesante la eficaz secretaria del gran ejecutivo, silenciosa pero que conoce las entrañas de la empresa y que su rostro lo dice todo hasta quizá reflejar más que la lealtad que sintió por su jefe (Nina Foch).

La torre de los ambiciosos no solo tiene ritmo sino que está plagada de detalles que aporta información sobre cada uno de los personajes… a través de la puesta en escena. Como la presentación de cada uno de los ejecutivos cuando se les avisa de una importante reunión (dónde están sentados y qué están haciendo en el momento en que se les pasa el recado o cómo reaccionan… definen visualmente al personaje). Detalles que hablan y cuentan, como por ejemplo el movimiento de una silla en la sala de reuniones de los ejecutivos. La torre de los ambiciosos es otra lección de cine que aporta Robert Wise sobre cómo rodar una historia.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

8 comentarios en “Descubriendo a Robert Wise. Nadie puede vencerme (The set up, 1949)/La torre de los ambiciosos (Executive Suite, 1954)

  1. Veo que por fin has podido disfrutar de esta joya del melodrama pugilístico, caracterizada por esa agobiante atmósfera «in crescendo» bajo la que se narra el último combate del protagonista (soberbio Ryan) sin transgredir la continuidad de tiempo y espacio. Espero que te haya tanto gustado tanto como a mí… Besos, Hildy.

  2. Querido Antonio,¡me encantó! NO sabes cómo disfruté. Sí, Ryan está estupendo porque además refleja en su rostro un montón de sentimientos. Como digo en el texto me parece todo un poema visual de ritmo perfecto.

    Beso
    Hildy

  3. Adelanto la de Nadie puede vencerme, que la tengo por ahí desde hace algún tiempo. Respecto a La torre de los ambiciosos, ya lo comentamos en su día: tiene un montón de virtudes, entre las que destaca su valentía, pero al igual que los retratos femeninos -es cierto, solo la secretaria posee verdadera entidad-, da un poco de lástima que el desenlace sea como es…

  4. … Sí, tienes razón, hay mucha tensión en La torre de los ambiciosos y la cosa, de pronto, termina de manera bastante precipitada. Al final uno de los personajes que parecía que lo tenía imposible…, se pone en la cabeza. Es como si el propio Wise no se creyera ese final… Y la de Nadie puede vencerme me ha parecido una buena joya a descubrir.

    Besos
    Hildy

  5. Pues fíjate que a mí las cintas que comentas como las más conocidas y relevantes de Wise me parecen menores en calidad e importancia en su filmografía. «West side story», porque el mérito pertenece más, creo, a Jerome Robbins que a él; «Sonrisas y lágrimas» porque estoy de acuerdo con Wise: el material era para vomitar.

    En cambio, aquí nos encontramos con la obra maestra por antonomasia sobre el mundo del boxeo (ese deporte que no soporto pero que tantos buenos momentos nos regala en el cine; es como el cine negro o el western: en las historias de boxeo cabe todo), y en una gran película sobre las relaciones de poder en el marco del capitalismo financiero. Lo de «Nadie puede vencerme» es puro virtuosismo en el manejo de la cámara, sin duda producto de la gran experiencia de Wise como montador desde «Ciudadano Kane» y toda la fase de las películas de terror de Val Lewton para RKO. «La torre de los ambiosos», a la que llegué desconociéndola por completo, fue una de las mayores sorpresas que he vivido en los últimos años.

    Buen par de dos, desde luego.

    Besos

  6. Por eso precisamente señalo las dos películas, West side story y Sonrisas y lágrimas, porque en ellas no se puede valorar quién es Robert Wise como director de cine. Y sin embargo son las más populares. Así después indagando en su filmografía se encuentran películas que merecen más la pena y joyas de la corona. Y un ejemplo son las dos películas comentadas en el post. Me pasa lo mismo a mí con las películas de boxeo…, nunca iría a un combate, pero en el cine quedo enganchada ante las historias de boxeadores. Y La torre de los ambiciosos es buena para saber cómo narrar cinematográficamente.

    Beso
    Hildy

  7. Por aqui andamos….un gusto reencontrarse con estas dos pelìculas que confirman que sobre el Wise clàsico urge una urgente reivindicaciòn…son dos peliculas que aunan concisiòn, potencia narrativa, tensiòn dramatica y un uso del lenguaje visual francamente notable….
    A mi sonrisas y lagrimas….a ver es un musical con unos condicionantes propios del libreto….y creo que su trabajo es digno….west side story….le pasa otro tanto, lo cual demuestra el oficio de un director para adaptarse a proyectos muy diferentes….ten en cuenta que despues hizo hindemburg….que nada tiene que ver con lo anterior….voy a por mas, que llevo mucho retraso contigo y no puede ser….

  8. ¡Mi querido Victor…, pero qué alegría más grande saber de ti! Se te echaba de menos y me alegra saber que estás bien y como siempre con buenos comentarios. Sí, creo que Robert Wise tiene verdaderas joyas en su filmografía… y muestra siempre, como señalas, «un uso del lenguaje visual francamente notable».

    Y ¡por Dios! adoro West side story y tengo recuerdos buenos de Sonrisas y lágrimas… y desde luego son buenos trabajos de puesta en escena e hitos del cine musical (que ya sabes que me chifla). Pero luego me ha sorprendido Wise en otros registros, que no podía imaginar, y me ha confirmado que es un director para analizar despacio, grande. Un director del que recuperar otras obras cinematográficas…

    Besos
    Hildy

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.