Leones por corderos

Robert Redford, hombre de trayectoria independiente y comprometida, tiene la suficiente experiencia, poder en la industria cinematográfica y buen hacer tanto en la dirección como en la interpretación como para, de repente, decir lo que piensa y le da la gana en una película. En Leones por corderos, el director y actor rueda su reflexión personal sobre la actuación de su país respecto la política exterior que está llevando a cabo. 

Robert Redford lo hace bien. Crea una película que no se convierte en mero panfleto ideológico sino en una obra de interés tanto por lo que cuenta como por cómo lo cuenta. Quizá en un futuro próximo se convierta en un interesante documento sociológico sobre estos tiempos del siglo XXI. Robert Redford quiere hablar y transmitir un discurso muy pensado y, con libertad de expresión, crea una historia al servicio de su pensamiento e ideología. Y magia de las magias, como es un hombre inteligente y entiende de cine, crea una producción de interés que permite al espectador seguir una historia intensa, salir del cine y reflexionar. Buena película para debates posteriores. 

Me gusta lo que dice y piensa Robert Redford y, personalmente, me gusta cómo lo cuenta. La película a nivel de dirección es sencilla, no tiene grandes alardes visuales ni creativos pero…, funciona un guión inteligente y unos intérpretes brillantes. El director narra en tiempo real tres momentos en las vidas de unos personajes: una entrevista entre una periodista y un político republicano, una entrevista entre un profesor universitario de Ciencias Políticas y una alumno pasota e inteligente y un momento concreto de dos jóvenes soldados norteamericanos en Afganistán. 

Las tres historias se interconectan pero además representan distintos estamentos de la sociedad estadounidense y las distintas posturas: la política, los medios de comunicación, la sociedad civil, la teoría, la práctica, la acción, las responsabilidades, las decisiones y la guerra. Cada historia lanza sus preguntas, sus críticas y sus posturas ¿Qué está ocurriendo?¿Qué responsabilidades tenemos?¿La sociedad civil vive adormilada?¿Qué pasa, realmente?¿Qué supone la guerra, en este caso, de Afganistán? 

Después, Robert Redford sabe rodearse bien. Él, como profesor universitario, borda el papel de teórico progresista y desencantado pero luchando cada día por despertar a los jóvenes que van a sus clases, quiere que piensen, que participen, que actúen, que decidan, que construyan una sociedad mejor…, y no se dejen vencer por la apatía. Tom Cruise, brillante como político republicano ambicioso, que se cree el salvador del mundo, que crea estrategias y proyectos, pensando más que en el pueblo, en su éxito electoral y su subida al poder. Meryl Streep, de nuevo sublime como periodista cansada, en otro tiempo reivindicativa y luchadora, y ahora inmersa en su cadena más pendiente del negocio y de las audiencias que en informar con rigor y análisis. Y, por último, los dos jóvenes actores que representan el episodio de la guerra de Afganistán, Michael Peña y Derek Luke, que movidos por su experiencia vital y por sus ganas de contribuir y mejorar su entorno difícil (ambos forman parte de minorías de EEUU: uno es mexicano y el otro es afroamericano) se enrolan como voluntarios en esta guerra que no les devolverá, precisamente, a su mundo soñado. 

Redford no responde sino que expone. El espectador ve y escucha. Y, después, puede reflexionar o seguir dormido. 

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