L’Atalante (1934) de Jean Vigo

De vez en cuando hay pequeñas sorpresas en el mundo dvd y sacan ediciones especiales con un enorme cariño hacia el séptimo arte. Así pasó con la obra íntegra y mínima (unas tres horas) del realizador francés Jean Vigo. En una cuidada edición y con unos extras interesantes, descubrimos a un realizador. Casi una leyenda en Francia. El joven director desarrolló su obra a principios de los años treinta… la tuberculosis truncó una carrera prometedora y original. El joven Vigo murió a los 29 años dejando para los espectadores dos cortometrajes documentales que ya dejaban ver su peculiar punto de vista y su valía en el campo técnico (A propósito de Niza y Taris), un mediometraje mítico (Cero en conducta) y un largometraje inolvidable (L’Atalante). 

L’Atalante fue su obra póstuma y la propia historia de la película es digna de interés. El director, ya muy enfermo aprobó un montaje y dejó algunas indicaciones, pero a su muerte los productores no sabían qué hacer con una película que veían extraña y poco comercial. Así que realizaron otro montaje con la intención de aligerar la película, la cambiaron de título (y la pusieron el nombre de una famosa canción de aquellos momentos) y también metieron mano en la banda sonora y en los efectos sonoros. Después, la película volvió a estrenarse en 1940 con el título original e intentando recuperar la idea original de Vigo pero contaban con copias muy deterioradas y se sabía que no era la versión definitiva. Después, pasaron los años, y esos amantes del celuloide que a veces olvidamos, que se encuentran en los archivos cinematográficos, en las filmotecas, que rastrean y buscan entre kilómetros de celuloide y luchan por mantener en condiciones las obras cinematográficas ayudándolas a resistir el paso del tiempo… y que en su incansable búsqueda realizan descubrimientos, localizaron una copia de 1934 en Gran Bretaña, que parecía la más antigua y probablemente la más cercana a la que pudo ver Vigo antes de morir. Y a partir de ahí en 1990 hizo su aparición la que parece ser la versión definitiva de L’Atalante (he contado la historia de forma rudimentaria y cercana pero espero haber conseguido despertar el interés…, ya sabéis el espacio). 

¿Pero qué tiene L’Atalante para ser una película representativa del cine francés o de la historia del cine en general?¿Es la obra de arte que cantan en diversos sitios?¿Jean Vigo pudo o fue un poeta de la imagen? Yo diría que L’Atalante es de esas películas extrañas y escasas con las que nos encontramos un día frente a frente. Es una película, que por misterios difíciles de explicar, llena por la sencillez de su historia, la belleza de sus imágenes (por ahí está el bueno de Boris Kaufman que ya ha salido más de una vez por este blog), unos personajes que encandilan, un suave y elegante erotismo… y un canto especial a la vida. 

Un breve resumen de la historia sería algo así: un joven matrimonio, un anciano marinero y un peculiar adolescente viven su día a día en una enorme barcaza. A veces, se paran brevemente al lado de las ciudades o localidades. La joven esposa se siente cautivada por la llamada de la ciudad, un día decide por unas horas conocer las calles de París. Su marido, ofendido y con celos, porque su amada se ha ido sin él, decide no esperarla y seguir el recorrido con su barco. Pronto la joven descubre que la ciudad no es tan bella y tan idílica como ella imaginaba, pronto el marido se da cuenta de que no puede vivir sin su amada, la echa mucho de menos, sin ella es un muerto en vida. Y todos estos cambios de la joven pareja, los sufren el viejo marinero y el adolescente. Jean Vigo deja un final feliz, un final de encuentro. Y la barcaza sigue su rumbo… 

El argumento es sencillo pero la forma de narrarlo cinematográficamente… ¡¡¡ahí está el secreto!!! Y en el retrato de los personajes. Nos encontramos con el viejo marinero (Michel Simon), curtido en mil y una experiencias, que ha conocido otros mundos, que ha sido todo un seductor, y que termina sus días felices, en una enorme barcaza acompañado por un montón de gatos, por su joven patrón, la joven jefa –que le trae recuerdos de juventud cuando él podía seducir y estar en brazos de bellas mujeres– y el adolescente al que trata como si fuera su abuelo. A veces, se deja llevar por la botella…, y es un coleccionista de objetos de otros lugares. Una bella marioneta, un cuchillo, viejas fotografías, las manos en formol de un amigo (¿?), un cuerno…, el fonógrafo que intenta arreglar una y otra vez y al final lo consigue. El viejo marinero con todo su cuerpo tatuado, su tabaco y su alcohol… sabe que el joven matrimonio tiene que estar unido para vivir algo parecido a la felicidad.La joven pareja (Dita Parlo y Jean Dasté) que viven el idilio. La pasión y el erotismo que derraman en cada una de sus apariciones. Que viven los primeros momentos de aburrimiento y cotidianeidad. Que tienen un amor sin barreras…, pero les aleja por un instante los celos y la llamada de la gran ciudad. La aparición del atractivo vendedor ambulante posa una nube negra en el joven matrimonio. 

Y cómo he dicho antes, a una música tierna, le acompañan unas imágenes bellísimas. Una novia vestida de blanco paseando por una enorme barcaza. Las escenas de dos jóvenes que se aman y no lo esconden. La visita al camarote del anciano marinero; el intento del adolescente y el anciano por mostrar al patrón cómo funciona el fonógrafo; el encuentro entre una perdida Dita Parlo que escucha una canción de marineros –que cantaba con su marido– y el anciano Michel Simon que la lleva de nuevo a la felicidad; el baño del patrón bajo el agua buscando el rostro de la amada… ¿alguno da más? 

Otro atractivo de la breve filmografía de Jean Vigo es su reflejo del amor a la vida y de una anarquía poética. La vida de Vigo está unida a sus películas y tanto en Cero en conducta como en L’Atalante se pueden ver trazos de su pensamiento y su mundo interior. Cero en conducta se inspira en recuerdos de su infancia. Los personajes de L’Atalante son libres y se alejan de las formas de vida de los respetables ciudadanos. Se alejan de la autoridad y el poder. Ellos viven y son libres a su manera.

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