La estación de las mujeres (Parched, 2015) de Leena Yadav

La estación de las mujeres

Cuatro mujeres circulan por una carretera desierta en un motocarro imposible decorado con alas de mariposa. Sonríen y se sienten libres de ataduras. Y esta es la imagen icónica que deja La estación de las mujeres de la realizadora hindú Leena Yadav. Cuatro mujeres en la India rural con vidas muy perras, que, sin embargo, no dejan de buscar una posible salida o huida de un mundo con unas reglas que no han pedido. Así el resultado es una película que transita con tino y equilibrio entre un melodrama desatado, una película de denuncia y una película-medicina, donde finalmente prevalecen unas reflexiones sobre la situación de la mujer (en este caso concreto en la India rural, pero habla de cosas que pueden encontrarse todavía, por desgracia, en todas las sociedades) y lo necesario que siguen siendo tanto la lucha como la transgresión para impedir no solo comportamientos violentos, sino la perpetuidad de un sistema que desprecia y somete a las mujeres. Y el equilibrio no era fácil, Leena Yadav (que también es co-guionista) logra trascender el tópico y, a través de una correcta y clásica dirección, consigue momentos auténticos con sus cuatro protagonistas. Es decir consigue que no sea una historia plana, sino que plantee temas complejos, y también dejar una puerta abierta para las protagonistas.

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Las flores de la guerra (Jin ling shi san chai, 2011) de Zhang Yimou

Las flores de la guerra

Regreso a casa y Las flores de la guerra conforman un díptico del cineasta Zhang Yimou que parte de argumentos que surgen del universo literario de la escritora china Geling Yan. Y aunque no conozco sus novelas, sí me resulta interesante señalar, después de haber indagado en la Red, que es una escritora exiliada, después de la matanza de de Tiananmen, y que actualmente vive en Berlín. También que su vida le ha servido como fuente de inspiración de su obra: su padre fue una de las víctimas de las purgas en tiempos de la Revolución Cultural y ella se convirtió en una niña marcada que formaba parte del Ejército Popular de Liberación y que tuvo que luchar para no ser siempre relegada por su herencia intelectual paterna (si habéis visto Regreso a casa os sonará de algo este pasado)… Así Yimou ha encontrado en las líneas de dicha autora (que no es precisamente una voz del Gobierno chino) claves para continuar con su trayectoria cinematográfica y la plasmación de su mundo visual. También ha supuesto la vuelta del director al intimismo de sus primeras obras y a ese leit motiv de la mirada femenina sobre el mundo. Si en Las flores de la guerra parte de un acontecimiento histórico brutal para vomitar un melodrama épico-íntimo, con Regreso a casa se mete de lleno en la intimidad de una familia que ve afectada su vida por la situación política e histórica. La primera va de lo épico a lo íntimo y la segunda navega en la privacidad de unas vidas marcadas por la Historia.

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Sunset song (Sunset song, 2015) de Terence Davies

Sunset song

El verano pasado el director danés Thomas Vinterberg adaptó para el cine una novela de finales del XIX del inglés Thomas Hardy, Lejos del mundanal ruido (que ya tenía una adaptación cinematográfica de los años sesenta de John Schlesinger). Este verano el director inglés Terence Davies adapta una novela escocesa de Lewis Grassic Gibbon de principios del siglo XX, Sunset song. Sin tener conocimientos de los universos de las dos novelas, sí hay un diálogo estrecho entre ambas películas. En la película de Vinterberg se veía que lo que había llamado la atención del director para plasmar esa novela (y tener coherencia con su trayectoria anterior) en la pantalla eran: “las emociones fuertes. La tragedia que persigue a algunos seres humanos y les marca. La dificultad de las relaciones humanas… La familia como sello. La violencia emocional”. Y todo eso está presente en Sunset song de Terence Davies, y también tiene que ver con su trayectoria cinematográfica. Los dos directores, innovadores en el aspecto formal, se dejan llevar en estas adaptaciones por un hermoso clasicismo cinematográfico, que acerca estas películas a otro tema que ambos tocan: el ciclo de la naturaleza, los paisajes rurales, el apego a la tierra y los rituales. Y el diálogo sigue en varios asuntos: las protagonistas son dos mujeres que trabajan y se aferran a su tierra. Hay escenas fundamentales y rodadas con una belleza especial en ambas: los estragos de la tormenta y la celebración de una boda. Y en las dos los cánticos populares son protagonistas. Es como si hubiera una vuelta a una narración pausada y clásica que refleja un mundo que se ha ido, pero ha dejado profundas huellas.

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Voces distantes (Distant voices, still lives, 1988) de Terence Davies

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Cómo construir el recuerdo y la memoria… Terence Davies recrea, fantasea y convierte en ficción su universo familiar de manera especial y personal en Voces distantes. Retazos e impresiones. Reconstruye a través de las dos pasiones que le aferraron a la vida en momentos duros (como a muchas personas de su generación): las canciones y el cine. La memoria nunca es cronológica. Años 40 y 50 de una familia obrera católica en Liverpool a través de momentos, de retazos… Contrastes. Un cuadro que sufre innumerables alteraciones que manifiestan recuerdos de los protagonistas. Pentimento, arrepentimientos…

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El mundo sigue (1963) de Fernando Fernán Gómez

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Hay acontecimientos cinematográficos que ponen a la vista del espectador un descubrimiento, una revelación que impacta. Así ha ocurrido con la iniciativa de estrenar en sala de cine El mundo sigue de Fernando Fernán Gómez, una película a la cual era casi imposible acceder a ella. Tuvo un estreno prácticamente fantasma a los dos años de realizarse (en 1965), apenas se ha proyectado en salas y se ha emitido en muy contadas ocasiones en televisión. Tuvo diversos encontronazos en su momento con la censura, se vio perjudicada por intereses políticos y fue vedada, muerta en vida. Fue una película silenciada. Sus pocos espectadores fueron y son unos privilegiados. Ahora cincuenta años después de su estreno mínimo y con una copia restaurada, vuelve con fuerza a los cines y nos devuelve una película perdida en la memoria. Así como se brinda la oportunidad de que su número de espectadores crezca. Con este reestreno se recupera una pieza que permite estructurar y analizar ese cine español que, a veces, tanto desconocemos. El descubrimiento merece la pena.

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Un toque de violencia (Tian zhu ding, 2013) de Jia Zhang Ke

“¿Entiendes su violencia?”, escucha en una ópera china callejera una de las protagonistas de las cuatro historias que conforman Un toque de violencia del realizador chino, Jia Zhang Ke. Y esa pregunta parece lanzada al espectador que asiste a un concierto violento sobre la China contemporánea. Una radiografía dura y sin concesiones de un país que oscila entre un desarrollo económico donde entran las maneras más agresivas del capitalismo con un sistema político y social que arrastra la herencia de un régimen comunista en forma de dura dictadura. Así el director Jia Zhang Ke toma la batuta para realizar un retrato impactante y desarrolla un estudio complejo sobre la convivencia del ser humano con la violencia… en su día a día. Estremecedor.

Le basta una secuencia de introducción antes de los títulos de crédito para explicitar el tono y el estilo de la película. Un camión de tomates volcado en una solitaria carretera, un motorista en silencio presencia, inmutable, la tragedia de un accidente fatal. Por esa misma carretera circula otro motorista, parece un hombre indefenso. De pronto tres jóvenes irrumpen en su trayectoria y le paran. Portan hachas en sus manos, amenazan al hombre y le piden todo su dinero. El hombre en silencio e inmutable, les mira. Todos esperamos el peor de los finales para el atracado. Sin embargo, impasible saca una pistola y dispara a los tres jóvenes. Después sigue por la carretera, se cruza con el accidente, se para un momento al lado del otro motorista y sigue su camino.

Con una puesta en escena brillante, teniendo especialmente cuidado en las localizaciones (paisajes y arquitecturas) donde suceden las distintas historias, Jia Zhang Ke realiza un viaje sin compasión a una China compleja. Las cuatro historias son reales y las conoció el director porque se difundieron en las redes sociales. Cada historia tiene su toque de violencia. Cada historia transcurre en un lugar diferente de ese enorme país que es China. Cada historia tiene distintos protagonistas. Y cada historia tiene una reflexión diferente sobre ciudadanos atrapados en diferentes violencias que finalmente estallan (pero esos estallidos se reconocen, desgraciadamente, no solo en China y eso universaliza la película). Paralelo a la historia de los personajes y la violencia que ejercen sobre ellos y la que ejercen ellos mismos, se nos muestra animales que también sufren la violencia… Parece que los humanos, en ocasiones, somos más violentos, irracionales e inhumanos que en el mundo animal. Y desde esta óptica también se puede realizar un interesante y escalofriante análisis.

Jia Zhang Ke ha dejado constancia en varias entrevistas cómo le influyó cierto cine europeo (por ejemplo en el cuidado e importancia de las localizaciones y en las ‘arquitecturas’ donde sitúa a sus personajes) como Michelangelo Antonioni. Pero por otra parte el cineasta siempre deja constancia de la memoria, el paso del tiempo y la cultura y las tradiciones chinas y ese paso de una China del pasado a una contemporánea. Así en esta película, deja un papel expresivo importante a la Ópera china o puede rastrearse la influencia de un género cinematográfico de su país, el wuxia, que es el cine de artes marciales. Un toque de violencia es una película rica en matices, detalles e influencias.

Un día de furia en la vida de un obrero

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La primera historia es el descenso a los infiernos de Dahai, un minero que no puede más con la injusticia social, con la corrupción de los jefes de la empresa y de los mandatarios del pueblo donde vive. No puede con la brecha que se va abriendo más entre ricos y pobres. La explotación a la que están sometidos le enferma y también le va minando la soledad en su denuncia. Pronto recibe ‘un castigo’ por no permanecer con la boca callada o sumiso, por ser contestatario. A cambio recibe la burla de todos sus compañeros, de las gentes de la localidad donde vive. Entonces decide rescatar una escopeta de un armario y lanzarse a la calle… Así esta historia sigue la estructura del hombre normal y corriente, cotidiano, que acuciado por las frustraciones diarias y las injusticias que rodean su vida así como la incapacidad, la complicidad o la desidia de los que podrían tomar medidas contra los desmanes de los poderosos, estalla finalmente en una violencia irracional como última salida de rebeldía. Un día de furia en China.

Vida cotidiana y disparos

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La segunda historia es la que le resultó más interesante y compleja a la que esto escribe. Es la vida errante de un hombre que es oriundo de una localidad rural deprimida (uno de los moteros de la escena inicial, el que es atracado). Un hombre silencioso, apático… es un muro. Es padre de familia, tiene hijo y esposa, y en su aldea vive su madre y hermanos. En Año Nuevo regresa a su lugar natal, y entre fuegos artificiales, siente que todo sigue igual. Lo único que le saca de la apatía es su trabajo: es un atracador violento que recorre China para ejecutar sus robos y así consigue el dinero para su familia. En esa apatía, vive sin mala conciencia. Es un peligroso muerto en vida, que arrasa con todo lo que se le cruza…

Estallido

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Una bella joven, que trabaja de recepcionista en una sauna (que ofrece servicios sexuales), continuamente está percibiendo violencia contra su persona. La historia empieza con un desencanto emocional, su amante no se decide a dejar a su esposa y empezar una nueva vida junto a ella. Se van sucediendo distintas bofetadas ‘emocionales’ a la protagonista hasta que unos clientes intentan forzarla a tener relaciones sexuales. Y sucede así una de las escenas más violentas (sin explosión de sangre) cuando uno de los clientes empieza a golpear y gritar a la protagonista con un fajo de billetes exigiendo sus servicios porque puede pagarlos. Así la bella joven, de pronto, se rebela también en un estallido de violencia… que desemboca en una de las escenas más hermosas e inquietantes del film, una joven llena de sangre, con una navaja en una mano, avanzando por una carretera rocosa…

Acorralado

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La historia más sensible y humana la protagoniza un adolescente que va de trabajo en trabajo sufriendo explotación e injusticia. Es un joven risueño que parece que todo lo aguanta. Pero desde el principio el espectador sabe que es un joven sencillo que se siente atrapado en unas estructuras económicas y laborales (con la presión de su familia) en las que llega un momento que no ve salida alguna. No ve futuro. En uno de los trabajos, una especie de prostíbulo de lujo para empresarios, se ilusiona con una de las chicas explotadas sexualmente… pero es ella la que le muestra que no hay salida para ellos de una vida gris. Así el joven solo ve salida en una drástica y violenta medida…

Un toque de violencia es una bofetada continua de Jia Zhang Ke (primera película del realizador que me atrevo a ver… Digo me atrevo porque hasta ahora tenía la sensación que en otras realizaciones suyas me iba costar más entrar en su manera de mirar y contar) que deja una radiografía bastante dura de la China contemporánea.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Casa de Tolerancia (L’apollonide. Souvenirs de la maison close, 2011) de Bertrand Bonello

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Recuerdo que solo se estrenó en una sala en Madrid y que me quedé con muchas ganas de verla. Se me escapó en su momento. Ayer desayunando, estaba leyendo una revista y me encontré con que la Filmoteca Española la proyectaba esa misma noche en su sección Si aún no la has visto. Y me dije, no la he visto y tengo que aprovechar esa oportunidad. Y mereció la pena la visita a esa preciosa sala 1 del cine Doré.

Casi al principio hay una conversación clave entre un cliente y una prostituta que define la esencia de esta película de Bonello, absolutamente demoledora. La prostituta le dice que entre las cuatro paredes de ese burdel de lujo apenas cambian las cosas, muy poco a poco, apenas se percibe. Como la vida misma, como la Historia. Cuando se está dentro parece que los cambios se producen con lentitud, visto desde lejos, con la perspectiva del tiempo… se notan y sienten esos cambios. Precisamente la prostituta que tiene esta conversación sufre un cambio radical tras una agresión brutal. Pero lo demoledor (y eso se refleja perfectamente en la escena final) es que en esencia los seres humanos apenas han cambiado y por eso se repiten una y otra vez ciertos comportamientos que dañan, que duelen.

Casa de Tolerancia narra la historia de un burdel de lujo parisino durante algo más de un año, justo al final del siglo XIX… cuando se va a dar el cambio de siglo. Prácticamente toda la película transcurre en el interior, excepto una excursión que realizan la madame y sus jóvenes pupilas al campo (como un respiro ilusorio de libertad). Casa de Tolerancia es como la cara oscura del episodio de otra casa de tolerancia de El placer de Max Ophüls (la maravillosa adaptación del cuento de Maupassant, La Casa Tellier). Por algunas conversaciones entre los clientes y las prostitutas podemos situar históricamente la trama. En un momento se habla del caso Dreyfus (que tendrá repercusiones demoledoras, precisamente en una de las prostitutas que su apodo es La judía). Y luego se nombra también la situación económica de los clientes de la casa: políticos, aristócratas ya en un periodo de decadencia y una consolidada y cada vez más rica clase empresarial (sobre todo del mundo textil). Todos los clientes exteriormente se muestran impecables, exquisitamente educados y señoriales… e interiormente decadentes, llenos de perversiones y sin ningún escrúpulo a la hora de sentir el placer… Algunas prostitutas sueñan con que su vínculo con sus clientes las va a sacar de la situación en la que se encuentran pero de una manera u otra siempre se dan cuenta de que solo es un sueño o un deseo irrealizable.

En esa Casa de Tolerancia sus clientes desconectan del exterior y solo se dedican al placer y la sensualidad así como al cumplimiento de sus fantasías sexuales. Bertrand Bonello (en su primera película estrenada en España y ahora a la espera de Saint Laurent) recrea ese ambiente con exquisitez, belleza y elegancia. Pero a la vez va profundizando en el mundo y en el alma de las prostitutas y en la ‘cárcel’ en la que están encerradas. Si pueden llegar a no hundirse es por una especie de solidaridad femenina que las hace apoyarse y quererse unas a otras. Y la seguridad que de alguna manera, aunque una seguridad cárcel, que las da el vivir en esa casa (algo que está a punto de desaparecer y romperse…, están abocadas a un cambio drástico de su situación… pero no a un cambio en sus vidas y profesión, seguirán atrapadas… hasta el tiempo presente). Ante la belleza estética de las imágenes y de este mundo de sensualidad, que se convierte casi en un imaginario onírico, Bonello introduce sabiamente un submundo agobiante, con notas de pesadilla, que muestra a la vez la decadencia moral de un mundo que se desmorona y donde las chicas se convierten en víctimas de una sociedad que las atrapa, las deja sin salidas y las devora con crueldad (y que se perpetua en el tiempo).

Bonello además se arriesga formalmente al contar esta historia y desde luego el visionado de Casa de Tolerancia no pasa desapercibido. Es un abanico de opciones sensoriales y auditivas que crean un espectáculo visual que envuelve. No solo sus travellings o sus pantallas partidas o las voces en off sino también el inteligente uso de una banda sonora que crea unos efectos que logran una sensación de extrañamiento (ante los anacronismos… como esa escena de las prostitutas en un momento dramático y de clímax bailando entre ellas Night in white saten) e hipnotismo ante lo que estamos viendo. A veces parece que toma el punto de vista de una de las prostitutas (ese es otra de sus características formales el cambio del punto de vista que provoca la repetición de escenas) que trata de huir de su malestar espiritual y su desencanto fumando opio… y efectivamente esa es la sensación, como si los espectadores estuviéramos pasándonos esa pipa de opio unos a otros. Además esa sensación onírica hace que se llegue a momentos grotescos y a otros momentos de signo fantástico. Se crea también un universo femenino especial que es secundado por un reparto de actrices que dejan en pantalla toda su naturalidad y sensualidad además de ir dotando a cada uno de sus papeles de una personalidad trágica.

Bertrand Bonello va dejando así una radiografía de una casa de tolerancia de lujo de finales de siglo y deja ver su espíritu. Sus momentos de placer, sus miedos, sus risas, sus desgracias, sus humillaciones continuas… en un mundo cerrado que no tiene piedad alguna. Así vemos historias que nos van desgarrando como la prostituta que es agredida brutalmente y marcada por uno de sus clientes que la rasga la boca dejándola una sonrisa perpetua, la joven de provincias que llega a la casa para ejercer de prostituta, aquella que está ya cansada de su situación y que se da cuenta de que prácticamente es imposible salir de ese bucle (todas terminan endeudadas con la madame que las ata a la casa sutilmente) y se consuela con el opio hasta que llega un momento en que se ilusiona pensando que quizá un cliente le permita huir, o la otra que es la alegría y sensualidad de la casa hasta que contrae sífilis o los problemas económicos de la madame para mantener la casa en funcionamiento (con todo lujo de detalles, champán en copas de cristal, atuendos, peluquería, atenciones y revisiones médicas…).

Casa de Tolerancia muestra a un cineasta galo a tener en cuenta capaz de un virtuosismo visual evidente pero también nos arrastra a una mirada de la Historia bastante interesante que deja varias reflexiones y tesis para analizar.

 Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Mujeres silenciadas: La piedra de la paciencia (Syngué Sabour, 2012) de Atiq Rahimi/La maleta de Marta (Marta’s Suitcase, 2013) de Günter Schwaiger

El rostro de la mujer afgana (Golshifteh Farahani) y el de Marta. Un personaje de ficción y una mujer que ofrece su rostro y su voz a un documental. La primera vomita sus sufrimientos, sentimientos, frustraciones, dolor, angustias y miedos a una ‘piedra de la paciencia’ que cuenta la leyenda (según le narra su tía) que una vez que rebosa de secretos y dolor se rompe… y libera de todas la penas. Esa ‘piedra de la paciencia’ es su marido en coma con el que lleva casada diez años. La segunda es Marta que muestra la maleta que arrastra llena de vivencias, sufrimientos, dolor y miedos y es testimonio vivo de cómo la violencia de género es un fenómeno mundial que crea una legión de mujeres heridas…

Y las voces de estas mujeres ponen en evidencia lo que es ser mujer silenciada. Yo, como Hildy Johnson, no me he sentido discriminada por ser mujer, es más me gusta ser mujer. No me he sentido invisibilizada ni silenciada, no he sentido el yugo del poder bajo mi persona por ser mujer. Los hombres que me han rodeado creen en la igualdad de derechos y deberes, no se sienten superiores en su condición de hombres, no han empleado el poder ni la violencia sobre mi persona sino que más bien la convivencia ha sido posible y plácida. Y los roces y problemas han surgido como seres humanos que se relacionan y por eso pueden chocar o no. Si alguna vez he visto o vivido una situación ‘machista’ sobre mi persona no ha quebrado mi seguridad sino que lo he vivido como pura anécdota, como una excepción en mi vida, y además he contado con las herramientas suficientes cómo para que no me afecte en absoluto. Pero esto no me vuelve ciega y sé que la situación que vivo no es la habitual, no está normalizada (cuando debería serlo) y que sigue siendo necesario visualizar la situación de un gran número de mujeres y luchar por los derechos de las mujeres. No es una lucha obsoleta e innecesaria, más bien al contrario. No deja de dar cierto miedo vislumbrar un retroceso (un retroceso que se está dando en muchas áreas como la laboral) a las ‘conquistas’ ya realizadas en ciertos lugares respecto a la situación de las mujeres (y su libertad) y  el estancamiento, silenciamiento e invisibilización del problema en gran parte del mundo. El tema es preocupante.

Y así lo muestra la película de ficción La piedra de la paciencia y el documental La maleta de Marta. Ambas son testimoniales y ahí radica su fuerza. En el reflejo de dos rostros femeninos y en sus palabras. Dos mujeres silenciadas que hablan y se exponen… Sencillez cinematográfica y contundencia testimonial.

La piedra

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La interpretación de Golshifteh Farahani es La piedra de la paciencia y a través de su monólogo (y de los distintos estados que va viviendo) nos deja al descubierto su historia íntima, su retrato. Se visibiliza como mujer y se muestra su verdadero rostro: su manera de pensar, sus sentimientos, sus secretos, su sexualidad, sus dolores…

Según va confesando a su marido en coma su vida en común, ella se va liberando de su carga, de su prisión. Por primera vez siente que puede hablar sin miedo y que el depositario solitario de sus confesiones, su piedra de la paciencia, escucha. Así esta mujer afgana universaliza lo que es ser mujer pero silenciada. Expresa lo que es sentirse encarcelada en la intimidad, la imposición del matrimonio sin posibilidad alguna de elección, el miedo a ser estéril y sufrir el repudio, la imposibilidad de sentir placer compartido en la cama, el miedo al rechazo social, el yugo del poder y la violencia siempre presente, el sentirse un trozo de carne…

Pero además toda esta confesión se da también en un ‘estado anormal’ (que se convierte en cotidiano, como su situación de mujer silenciada e invisible. Por ejemplo Golshifteh Farahani muestra lo cotidiano y la naturalidad de una acción: el uso del burka) que es el de la guerra y el horror… donde no sólo se sufre una convivencia diaria con la muerte, la violencia irracional y el miedo sino que además por el hecho de ser mujer continuamente se enfrenta con la amenaza de un arma de guerra atroz: la violación… que es llevar al extremo ese poder del hombre sobre la mujer invisible y silenciada.

La piedra de la paciencia es una adaptación cinematográfica a la novela del propio director Atiq Rahimi (que no es la primera vez que se pone tras la cámara). También él coescribe el guion junto a Jean-Claude Carrière (que fue uno de los guionistas de Luis Buñuel). La película no es ni plana ni maniquea sino inteligente con unas frases para enmarcar. Y donde la protagonista no es la víctima doliente sino una mujer que empieza a hablar sin miedo e inicia un camino duro hacia su liberación de una cárcel íntima… Es cierto que tiene una llave, su tía, un personaje que ya ha vivido su propia liberación. A la vez esta dura historia trata también de entender (no de justificar, cuidado) el comportamiento masculino de ese héroe de guerra en coma (por una reyerta con los suyos… por un insulto a su madre) y muestra que tampoco es fácil ser hombre en un lugar donde prima la guerra y la violencia como elementos cotidianos así como una estricta e inamovible educación religiosa que se emplea como arma de dominación y poder. De esta manera surge un tercer personaje y es ese joven soldado tartamudo que como dice la protagonista puede que se transforme en un futuro en un ser monstruoso pero de momento no lo es, sólo es un chico joven que sufre, al que dañan cada día con violencia y que tiene miedo… y solo busca alguien que le escuche o le dé una muestra de cariño. Otro tema interesante que plantea la película es como ambas mujeres (tía y sobrina) encuentran un camino hacia la liberación por varios caminos: en el cuidado del otro, en la consumación del deseo, en la solidaridad femenina y sobre todo en poder hablar y contar.

La maleta

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El documentalista austriaco Günter Schwaiger aporta un testimonio contundente de la violencia de género en las palabras que vomita su protagonista, Marta. Marta al desnudo. Un desnudo descarnado donde cuenta una historia escalofriante, su historia. Una historia muy cercana. Marta, una mujer andaluza, va haciendo una maleta de sentimientos y dolores. Plantea interrogantes. El testimonio brutal y desnudo de Marta deja al descubierto una realidad preocupante que hay que denunciar y sobre todo trabajar en su erradicación. Y muestra que el camino todavía es muy largo y complejo. Deja claro que es necesaria la implicación del Estado en esta situación facilitando unas leyes eficaces, unos dispositivos sociales reales (y con recursos) y que trabaje tanto con la mujer afectada (que no sienta abandono ni desamparo, ni soledad ni miedo, ni que tenga que renunciar a su vida y vivir oculta) como con el hombre que ejerce esa violencia (una vez detenido que se trabaje con él para que se dé cuenta de lo que ha hecho, por qué lo ha hecho y que realmente se rehabilite, que realmente entienda que ese comportamiento es anómalo).

Así deja al descubierto otra realidad (a mi parecer igual de importante e interesante pero menos logrado, documentalmente, que el testimonio de Marta): poco se puede hacer si no se empieza a trabajar con el hombre que maltrata, si no se empieza a indagar en sus motivos y no se le facilitan las herramientas sociales que le hagan comprender que su comportamiento es anómalo y hacerle ver que debe luchar contra él. Para ello el director, de origen austriaco, se traslada a su país de origen, en concreto a Salzburgo, donde contacta con un centro de prevención que entre otras cosas desarrolla un programa con los hombres que practican la violencia de género para tratar de paliar estos comportamientos haciendo que sean ellos mismos los que se enfrenten al problema y lleguen a la raíz de por qué se comportan así.

Lo que está claro es que en situaciones de violencia de género se han creado relaciones dañinas, insanas y de dominación en un entorno que las permite. Y que llegar al origen y a la raíz de este problema es una tarea necesaria pero muy compleja pero que hay caminos que tomar y en los que avanzar (no se puede retroceder).

Así el documental es contundente porque trata de pintar un mapa de la violencia de género más completo donde da paso a reflexiones importantes:

-La violencia de género es un problema universal. No tiene que ver con una zona o un país determinado. La violencia de género existe tanto en España como en Austria. Tanto en México como en Noruega. No está unido ni a la pobreza, ni a la educación ni al entorno social. La violencia de género puede ocurrir tanto en una chabola como en un palacio.

-La violencia de género es un problema preocupante (y muy extendido) y es necesario la implicación de todos los elementos sociales, políticos y jurídicos para poder luchar y que sea posible la erradicación.

-La violencia de género tiene que ver con el desarrollo de entornos donde evolucionan relaciones dañinas e insanas donde la dominación, el poder y la violencia va minando a las personas. Hay un verdugo y una víctima y un entorno que permite que se desarrollen estos comportamientos anormales. Romper estos entornos, hacer ver estos comportamientos insanos, cambiar y crear otras relaciones donde el poder y la dominación no tengan sitio son las claves para empezar a avanzar.

Escuchar a Marta rompe por dentro. Su historia, su maleta, es un mazazo continuo… que sin embargo es necesario que sea abierta, descubierta, revelada… y de ahí quizá encender una mecha que haga posible una reacción.

Tras las cámaras, dos hombres

Los rostros son de dos mujeres… pero quienes filman son dos hombres. Y me parece importante. Porque como he dicho esto no es sólo cuestión de mujeres. Para que se produzca el cambio y para que la lucha sea efectiva es necesaria la implicación de las mujeres y de los hombres. Es necesario escuchar la voz de las mujeres y su mirada pero también que haya hombres que entiendan la necesidad de esta lucha y que sean también portavoces (y actores) del cambio de mirada y la transformación de las relaciones donde exista la igualdad, la libertad, el respeto y la tolerancia.

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