Cegados por el sol, La noche que mi madre mató a mi padre, Cemetery of Splendour… Tres luces en la cartelera

Cegados por el sol (A Bigger Splash, 2015) de Luca Guadagnino

Cegados por el sol

Mientras La piscina (1969) de Jacques Deray resultaba como un contenido thriller psicológico y emocional donde se realizaba una certera y analítica crítica a las clases medias altas con una evolución in crescendo de una atmósfera cada vez más asfixiante y enfermiza; su remake italiano Cegados por el sol es un desatado melodrama donde las emociones estallan como un torrente con una crítica también a una generación que fue rebelde –sexo, drogas y rock and roll– y ahora se siente acomodada, silenciada y escondida en una burbuja. El director Luca Guadagnino, como en Yo soy el amor, sigue narrando desde las sensaciones con una mirada sensual que se desborda, a borbotones, pero además consigue una nueva mirada interesante hacia su original, La piscina.

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El rostro de Ava Gardner. Cruce de destinos (Bhowani Junction, 1956) de George Cukor /La viuda del diablo (The Ballad of Tam Lin, 1970) de Roddy McDowall

Entre las dos películas de esta sesión doble pasaron catorce años. Y el rostro de Ava Gardner, como ya mostró Isaki Lacuesta en su documental La noche que no acaba, dialoga de una película a otra. Su rostro da valor a muchas de las películas en las que apareció. Y la historia real (la de la actriz insatisfecha con casi todas las películas en las que tuvo que aparecer) así como la imagen fílmica que se fue construyendo a través de los distintos personajes que encarnó dibujan un rostro en movimiento, con vida. Una mujer de una belleza casi sobrenatural que se convierte en ser solitario e inalcanzable. A veces, siendo consciente y otras sin serlo, se convierte en una mantis religiosa del amor y el deseo. Y se confunde o se funde la ficción con la realidad. Al final el rostro de Ava es un enigma apasionante.

Y ese diálogo sorprendente con el rostro de Ava puede ser entre una de las películas más desconocidas, y por ello menos valoradas, de George Cukor, Cruce de destinos, en la década de los cincuenta. Y con una película oculta y más desconocida todavía, La viuda del diablo, de nacionalidad británica, una rareza dirigida por el actor Roddy McDowall (de niño prodigio en el Hollywood clásico al éxito arrollador en la saga del Planeta de los simios) en el año que inauguraba la década de los setenta.

Durante este mes de diciembre el rostro de Ava ha vuelto con fuerza y es una buena oportunidad para descubrir títulos de su fimografía. Su presencia en los medios de comunicación es de nuevo inevitable porque fue uno de los amores más atormentados de Frank Sinatra, que está protagonizando un centenario lleno de recuerdos y memoria. Sinatra conoció a Ava, vivieron su historia con pasiones y tormentas, luego quedó la amistad, pero entre ellos se topó el magnetismo que sintió la actriz por España, donde se quedó durante años atrapada; abandonó muchas cosas, entre ellas a Frank. Por eso, ahora, Ava es un rostro de actualidad.

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Regresión (Regression, 2015) de Alejandro Amenábar

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En Regresión de Amenábar hay varios puntos de análisis: vuelve de nuevo a sus raíces (con guiño final incluido a Tesis y con su crítica a los daños que pueden hacer los medios de comunicación) con la intriga y el thriller y lo adereza con gotas de cine terror y fantástico (género que le permitió su película más redonda para la que esto escribe, Los otros). Y en esa mezcla busca como resultado final la racionalidad y la lógica para desarrollar una idea inicial: el miedo y la histeria colectiva generan una sociedad enferma. Finalmente Regresión se convierte en una película correcta, que entretiene y se deja ver pero no vuela. Sí, sin embargo, pone de nuevo en órbita a Amenábar en unos géneros donde domina sus códigos y su lenguaje cinematográfico… Le pone en una senda donde su creatividad puede llegar a volar alto y donde puede conectar y transmitir al espectador.

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Terror cotidiano. La tercera víctima (Cat and mouse, 1974) de Daniel Petrie

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Hace poco comentando El héroe anda suelto de Peter Bogdanovich, exponía cómo el cine de terror (más expresamente según el modelo Hollywood) había ido evolucionando de aquellos monstruos entrañables de los años treinta –que poblaban nuestros sueños pero eran claramente pesadillas lejanas, podíamos incluso tomarles cariño porque eran las representaciones de nuestros miedos más profundos–, hasta llegar a un terror cotidiano más esquivo, irracional, amenazante, inevitable e incomprensible que empezó a vislumbrarse a principios de los sesenta con continuación en los setenta. Era una especie de reflejo del desencanto de una época con convulsiones políticas, sociales y bélicas, del fin de la inocencia de esa artificial american way of life y la inmersion en la cara oscura, de cambios en la vida cotidiana y en la forma de mirar y entender el cine así como el fin de la censura. Así La tercera víctima, interesante thriller con gotas de terror de los años setenta (en algunas fuentes he visto que se realizó para televisión pero también que se estrenó en algún que otro cine y es una coproducción con Gran Bretaña), sigue dibujando ese terror cotidiano que tiene como protagonista a una persona cercana. Esta vez un introvertido profesor de Biología, con el rostro de Kirk Douglas.

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Musarañas (Musarañas, 2014) de Juanfer Andrés, Esteban Roel

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Musarañas es una batidora de referencias que dejan una obra cinematográfica imperfecta pero tremendamente entretenida. Juanfer Andrés y Esteban Roel además de ponerse tras la cámara, son también profesores de cine y se nota. Realizan así una ópera prima que toca las estrellas y se estrella a la vez… pero con un encanto especial de costumbrismo muy de la tierra, un toque de humor negro y un punto de cine de terror psicológico y gore de serie B con un aroma de grand guignol.

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Foxcatcher (Foxcatcher, 2014) de Bennett Miller

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Durante los noventa en la sección de sucesos de los periódicos y en otros medios de comunicación apareció una noticia que implicaba a un millonario de una histórica y aristocrática familia norteamericana, John du Pont, y a los hermanos Shultz (Mark y Dave), campeones olímpicos de lucha libre. El director Bennett Miller (Truman Capote, Moneyball) toma este suceso para reflejar una sociedad enfermiza en una excelente película, Foxcatcher, donde destaca lo que cuenta, cómo lo cuenta y su trío protagonista que construyen tres personajes complejos. Una incursión al lado oscuro del sueño americano durante los años del neoliberalismo (presidencia de EEUU, Ronald Reagan, 1981-1989).

Foxcatcher crea un triángulo en el que se establecen unos lazos que van tejiendo una tela de araña de la que es prácticamente imposible escapar y que atrapa a tres hombres para sumergirlos en una tragedia escalofriante. Pero Bennett Miller se toma su tiempo y con un ritmo elegante y pausado va hundiéndose en las corrientes ocultas que arrastran a los personajes. Miller construye poco a poco los hilos de esa tela de araña que hunde y envuelve. Importan los silencios, las miradas cruzadas, las soledades e impotencias de los personajes. Va narrando poco a poco una cacería del zorro…, como las que organizaba la aristocrática familia, donde la víctima va siendo cercada y asediada, sin escapatoria posible.

En ese triángulo, el punto en discordia es Mark Shultz (sorprendente Channing Tatum), luchador introvertido, frágil (tras su musculatura), influenciable, inseguro, solitario… que es atrapado por la oferta de Du Pont: le ofrece unas instalaciones millonarias así como una inversión en toda regla para él y el equipo olímpico de lucha libre para representar a EEUU en las Olimpiadas de 1988. Le suelta todo un discurso de deporte, patriotismo, ideales, valores y modelos que Mark absorbe. Además siente la posibilidad de independizarse de la influencia de su carismático hermano, Dave (también un campeón olímpico pero con todos los ingredientes de un líder), que desde siempre le ha cuidado y protegido y es su mejor entrenador. Du Pont empieza representando para él un modelo de padre que nunca tuvo… hasta que se siente irremediablemente atrapado y en las garras de un ser monstruoso. El millonario Du Pont (un irreconocible Steve Carell que construye un personaje oscuro más allá de su prótesis nasal) es un retrato escalofriante del poder enfermizo que corrompe, aplasta y destroza sin piedad con unos aires de locura y paranoia. Utiliza su dinero para atar pero ese dinero no oculta su patetismo, sus problemas emocionales, sus complejos y dependencias. Es una persona tóxica que teje sus hilos y amarra. Nunca se sabe cuando va a expulsar su veneno y su arsenal de humillaciones. Y por último Dave (carismático Mark Ruffalo), tiene todas las cualidades de un líder positivo y sencillo, campeón y buen entrenador. Dave teje los hilos de otra manera, él solo pretende proteger y siempre está al lado de su hermano al que siente frágil. Trata de mediar y de buscar lo mejor para los suyos. Le quieren. Dave no tiene dinero pero sí todas las cualidades que ansiaría John du Pont. Dave intuye el daño y se mete de lleno en el triángulo para proteger a su hermano y para conseguir una calidad de vida para los suyos. Ama, vive y siente la lucha libre y sabe que se está metiendo en una trampa que cree poder dominar…

Bennett Miller consigue crear una película pausada pero siempre inquietante y extraña. Du Pont es el elemento desestabilizador y oscuro, patético. Los espacios, los lugares, cada acto de los personajes, cada comportamiento… una vez en las instalaciones del millonario aguardan siempre un estallido, un algo que intranquiliza e incomoda. Y ese ambiente va enfermando a un frágil Mark que se siente incapaz de dominar la situación… hasta que vuelve de nuevo a tenderle la mano su hermano, Dave, que no le abandona y vela por él. El triángulo está formado. La película es abordada como un thriller psicológico complejo y apasionante que desemboca en una tragedia irremediable, ese destino pulula por cada fotograma de la película, se respira, se siente, inquieta.

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