Las tres últimas películas de Alfred Hitchcock: Topaz, Frenesí y La Trama

Las tres últimas películas de Alfred Hitchcock, el maestro del suspense, han tenido una valoración crítica ambigua y además su huella en la memoria cinéfila es mucho más tenue que otras obras del director. Así como las reposiciones de sus películas de los años cuarenta, cincuenta y sesenta son casi continuas, no ocurre así con sus últimas obras cinematográficas. Por otra parte, la mítica entrevista de Hitchcock con Truffaut no cubre estas tres obras pues todavía no las había realizado. Tan solo en ediciones posteriores hay un texto epílogo donde Truffaut analiza, no muy positivamente, estas películas y narra sus últimos encuentros con el director y lo que hablaron brevemente respecto a ellas.

El volver a visionarlas y analizarlas es absolutamente apasionante porque se encuentra una coherencia interna en la obra de Hitchcock, un sentido circular, además de dejar como testamento cinematográfico tres obras absolutamente ricas tanto en forma como en contenido. Alfred Hitchcock las rodó entre 1969 y 1976. El maestro del suspense seguía sin tener miedo alguno a la experimentación formal; por otra parte toca temas que dan una unidad a su filmografía; trabaja con actores del momento que ya no eran estrellas; regresa en una de las tres a Londres, a su país de origen y donde comenzó su trabajo en el cine; se le nota más pesimista y escéptico y con un sentido del humor negro mucho más acentuado y, por último, mezcla en las tres su extraño sentido del romanticismo: el amor y la pasión como poder autodestructivo, el aburrimiento cotidiano en el matrimonio… También es llamativa la transformación de sus rubias… y la importancia de las morenas.

Nota: si no habéis visto las películas o apenas las recordáis, os advierto que hay muchos spoilers a continuación.

Sigue leyendo

Diccionario cinematográfico (218). Reloj

elhombremosca

Reloj: relojes de pulsera, relojes de torres, relojes de bolsillo, relojes de cuco, relojes despertador, relojes electrónico, relojes de arena, relojes de sol, relojes de péndulo… artilugios para medir el tiempo, para marcar horas, minutos, segundos… e imprescindible atrezzo que aparece en películas y a veces tiene papel protagonista, otros un momento importante o simple decoración ambiental… Repasemos algunos relojes cinematográficos imprescindibles.

Sigue leyendo

Ramillete de minicríticas. Dos americanas y dos españolas

Jurassic world (Jurassic world, 2015) de Colin Trevorrow

Jurassicworld

Hay un cine al que te acercas de vez en cuando y si hay niños en tu vida diaria más (en mi caso una sobrina de 5 años que ama a los dinosaurios desde los 3 y le encanta toda película en que salga uno o una manada). Entonces Jurassic world se convierte en una experiencia con un halo de tu pasado infantil. Te descubres de nuevo en la sala de cine enorme con pantalla gigante, con chuches y palomitas y un poquito de bebida refrescante… para sorprenderte con una historia entretenida que alimenta tu imaginación. Y mi sobrina me dice todo el rato en bajito: “No me da nada de miedo. Es que esta no es de miedo como la primera, es más de aventura”. Y ahí que nos sumergimos en la aventura del domador de velociraptores, de la estirada con tacones pero con un corazoncito, de los hermanos que viven una situación familiar vulnerable pero que van a vivir toda una aventura inolvidable… en un enorme parque temático de dinosaurios. Y en el plácido lugar todo se pone patas arriba cuando un dinosaurio modificado genéticamente y muy enorme y fiero además de inteligente se convierte en el terror de la zona. Da igual todo tipo de incoherencias, de personajes planos, de secundarios poco dibujados casi inexistentes, de injusticias hacia la heroína (que a pesar de mostrarse brava y con tacones…, sus sobrinos solo tienen ojos para su novio domador y motero)… todo te lleva a una trepidante batalla final entre los velociraptores, el dinosaurio inteligente, el T-Rex y el mosasaurio, un gigantesco dinosaurio marino… donde los humanos son meras hormigas, que emplean un poquillo su cerebro para no perecer bajo uñas o colmillos gigantes. Así vas viviendo continuos guiños nostálgicos a la primera parte (camiseta de uno de los técnicos o encontrarse entre las ruinas del primer parque con sus coches de safari…) con homenajes evidentes a películas como Los pájaros en ese ataque que sufren los pobres e inocentes visitantes de los amenazantes pterosaurios… mientras bebes y comes palomitas y disfrutas con la mirada de una niña que se lo está pasando en grande…

El niño 44 (Child 44, 2015) de Daniel Espinosa

elnino44

El niño 44 toca demasiados frentes para una película que podría haber sido realmente interesante y brillante. Y ahí quedan sus continuas huellas. La película fluctúa entre el género histórico y político que recrea el periodo más duro de la Rusia stalinista durante los años cincuenta y las purgas y el thriller más inquietante de investigación ante un asesino en serie, que deja un recorrido de niños muertos en el mapa. La investigación de este asesino ocurre en un país que dice ser un paraíso donde no hay sitio para el capitalismo ni sus enfermedades (que provoca, entre otras cosas, que surjan los asesinos en serie) lo que provoca distintas y variadas reflexiones. También es una película psicológica sobre vivir continuamente bajo el yugo del miedo y una emocionante e intensa historia de amor. Son tantos los frentes que finalmente no desarrolla ninguno del todo ni logra por ello cierto equilibrio. Pero la película, sin embargo, se mantiene por el magnífico trabajo de su pareja protagonista (también presentes en La entrega) el carismático Tom Hardy y una brillante Noomi Rapace ganando peso la trama amorosa. Otro pero a esta película es que se desaprovechan los personajes secundarios que cuentan con los rostros de Vincent Cassel o Gary Oldman (y que desde sus apariciones prometen mucho más peso en la trama… y se quedan en meras intuiciones)… Su director Daniel Espinosa cuida la ambientación y también la atmósfera, el tono oscuro y gris de la época además de resolver algunos momentos con un buen uso del lenguaje cinematográfico pero no es suficiente para realizar una obra redonda. El material de partida es un best seller, la inspiración en un asesino en serie ruso de los años 70 (que tuvo su propia película, Ciudadano X) y un fallido y evidente eco a M, el vampiro de Düsseldorf de Lang. El niño 44 es la película que pudo ser y no fue…

Requisitos para ser una persona normal (2015) de Leticia Dolera

requisitosparaserunapersonanormal

La actriz Leticia Dolera (que ya se había entrenado con sus cortos) se lanza a su primer largometraje como directora con Requisitos para ser una persona normal. Toma los elementos de la comedia romántica chica encuentra chico y los rocía con aires indies así como con un cuidado estético en la presentación de su obra cinematográfica. De esta manera Dolera sigue la estela de comedias románticas independientes tipo Beginners o (500) días juntos donde a la importancia de lo estético también eligen el tono tragicómico y melancólico, todo rociado con un aire de imagen de publicidad chic y moderna (convierte en escenario romántico y del clímax de la historia a una marca de muebles sueca que uniforma todos los hogares… y con unas campañas de publicidad muy características, muy bien hechas). Leticia Dolera también protagoniza su película, ella es María de las Montañas… una treintañera en crisis que se elabora una lista con los requisitos que tiene que cumplir para ser considerada una persona normal. Con las etiquetas que debe uno tener para la representación de una persona feliz y triunfadora. En su camino se cruza con Borja, un dependiente gordito de una tienda de muebles con aires hipster, y ambos construyen una amistad a base de conseguir objetivos: hacer de María una persona normal y de Borja un hombre contento por poseer un cuerpo delgado y atlético. Lo que es cierto es que Dolera consigue meter al espectador en el universo creado para María de las Montañas y Borja (con un montón de personajes secundarios, algunos muy bien construidos, con caras de Miki Esparbé, Alexandra Jiménez, Silvia Munt…) y es posible empatizar y coger cariño a sus personajes así como creerte y desearles un final feliz, como se merece toda comedia romántica normal. Todo rociado con momentos entre divertidos y entrañables con unas gotas de melancolía.

Hablar (2015) de Joaquín Oristrell

hablar

Hablar es una interesante experiencia cinematográfica. Sus 75 minutos transcurren en un plano secuencia en el barrio de Lavapiés donde se suceden varias historias de los más variopintos personajes. Oristrell y sus actores tratan de conseguir captar la vida en un barrio madrileño en un periodo concreto, ahora. Y hay momentos en que el espectador se cree esa ebullición de vida y otros que se los cree menos. El recorrido de la cámara comienza en la boca del metro, de la cual surgen varios de los personajes, y termina en una sala de teatro… creando un juego de metaficción. En realidad Hablar es un buen recital de intérpretes (unos te hacen vibrar más que otros) donde la comunicación-incomunicación, la palabra y la soledad son las herramientas de trabajo. Es prácticamente un proyecto cinematográfico colectivo donde se implicaron un montón de personas. Algunos actores improvisaron directamente tras unas pautas y otros se escribieron y se construyeron un personaje. Es de esas películas irregulares que merecen la pena y que arrastran encanto. Una calle viva donde se suceden historias trágicas y otras cómicas o tragicómicas, donde se reconoce el momento histórico, social y político que se está viviendo. Está muy presente la crisis tal y como ha ocurrido en otras películas españolas recientes. Y el gran atractivo de una galería de buenos actores que regalan buenos momentos como Sergio Peris Mencheta, María Botto, Juan Diego Botto, Antonio de la Torre, Raúl Arévalo, Alex García, Petra Martínez, Juan Margallo, Goya Toledo, Secun de la Rosa, Marta Etura, Melanie Olivares, Miguel Ángel Muñoz, Carmen Balagué, Mercedes Sampietro, Nur Al Levi… y un largo etcétera. Un paseo por Lavapiés donde seguimos a dos barrenderas con el desencanto a cuestas, a un chico que tiene una cita a ciegas, a un empresario que tiene que pagar a su empleada, a una mujer en crisis pegada a su móvil, a una joven que no encuentra trabajo pese a estar altamente cualificada, a un iluminado que recorre las calles, a una mujer que ahoga las penas en alcohol, una madre con su bebé que tiene hambre, un joven enganchado al porno e intentando explicárselo a su madre… Un recorrido donde en una esquina nos aguarda un escaparate con una televisión que pasa un anuncio o un rincón donde un hombre canta un fandango para finalmente adentrarnos a un escenario donde hay dos actores y…

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Ramillete de minicríticas: un cuento, una de dibujos, una de intriga, un thriller, una comedia musical y una película sobre la crisis económica

Cenicienta (Cinderella, 2015) de Kenneth Branagh

cenicientakenneth

A veces llama la atención la trayectoria de ciertos directores. Así ocurre con Kenneth Branagh, su carrera empezó a finales de los ochenta y se caracterizó por personales adaptaciones cinematográficas de las obras de Shakespeare y largos con firma de autor que reflejaron, por ejemplo, la radiografía de una generación, como Los amigos de Peter. De pronto cuando se traslada a trabajar a Hollywood y deja la cinematografía británica…, se convierte en un director de encargo que no obstante sabe lo que es dirigir. Así entrega una descafeinada Cenicienta sin ninguna imaginación, innovación o novedad en el cuento (todo lo contrario a sus adaptaciones de Shakespeare). La Cenicienta de Branagh, cercano a la imaginería que dejó la adaptación que realizó Disney en su versión de cine animado, sí deja ver su dominio como director en la puesta en escena y en su conocimiento de los recursos teatrales poniendo al servicio de la historia todo el artificio y sorpresa del teatro barroco así como el cuidado en la fastuosidad de los decorados y los vestuarios de los actores. Y consigue de nuevo enganchar al espectador, a través del asombro sobre el escenario de la historia, a un relato que conoce sobradamente.

El capital humano (Il capitale umano, 2014) de Paolo Virzi

elcapitalhumano

Paolo Virzi sigue analizando la evolución de las familias italianas (y las complejas relaciones entre los distintos miembros), y si en La prima cosa bella se centraba en la situación de una familia en los años setenta hasta la actualidad, en El capital humano se sirve del argumento de la novela de Stephen Amidon para realizar una radiografía actual de las familias italianas y cómo ha influido en ellas la crisis económica. Así con el atropello de un ciclista, analiza el comportamiento de una familia de clase alta y otra de clase media en un relato cinematográfico que cuenta con diferentes puntos de vista para llegar al mismo momento (el accidente) y narrar las implicaciones que supone este suceso en cada uno de los personajes. Cada punto de vista revela acontecimientos que no habíamos tenido en cuenta en miradas anteriores construyendo un relato demoledor sobre la Italia en crisis (sobre los que siempre ganan y los que siempre siguen perdiendo). Si bien uno de los puntos de vista es el más débil del relato y el más efectista (los amores adolescentes), la película deja el retrato demoledor de tres personajes interpretados por: Fabrizio Bentivoglio, Valeria Bruni Tedeschi y Fabrizio Gifuni. Como curiosidad comentar que quedaría un ciclo curioso sobre la crisis y el poder del dinero el proyectar El capital humano, Felices 140 y Relatos salvajes.

La familia Bélier (La famille Bélier, 2014) de Eric Lartigau

lafamiliabelier

La familia Bélier sabe dosificar la emotividad, el humor, la ternura, los momentos musicales en su punto justo. El conflicto surge cuando en una familia rural donde todos son sordos (los dos padres y el hermano menor), la hija, la única que oye, tiene un don para la música y decide participar en un concurso que la llevará a París. Tal y como han hecho “el reparto de responsabilidades y trabajo” en esta familia parece insustituible la labor de la joven, más todavía cuando su padre pretende presentarse a la elecciones locales. Así Eric Lartigau (nunca me había llamado la atención como director) construye una película-medicina que no solo deja canciones de Michel Sardou que emocionan (me sorprendí yo misma llorando sin parar mientras escuchaba “Je vais t’aime” y “Je vole”) sino unos personajes con los que es inevitable encariñarse. La familia Bélier es una comedia sensible y sencilla (a la que quitaría tan solo algún que otro chiste de índole sexual que me sobran totalmente en la trama y algún secundario excesivamente caricaturesco) que además cuenta con las buenas interpretaciones de François Damiens, que mantiene una química especial con la debutante y cantante Louane Emera (que cuenta su mejor baza con su naturalidad), Karin Viard y un carismático Eric Elmosnino como profesor de música. El director inserta recursos cinematográficos para “representar” el mundo silencioso o el propio de la protagonista viviendo con todos sus familiares sordos que funcionan, como la presentación de la protagonista dando especial importancia a todos los sonidos que solo ella puede escuchar o el momento en que ofrece “cómo oyen” los padres y su hermano la actuación de la protagonista en un festival escolar.

Odessa (The Odessa file, 1974) de Ronald Neame

Casi es un subgénero aquellas películas que cuentan el paradero de nazis después de la Segunda Guerra Mundial. Así es imposible olvidar títulos como Los niños del Brasil, Maraton Mann, La caja de música o la misma Odessa. Y las más recientes La conspiración del silencio o El médico alemán. Odessa narra la odisea (valga la redundancia) de un joven periodista alemán freelance, con el rostro de Jon Voight, que comienza a investigar el caso de un suicidio, un anciano judío. La casualidad y el destino le llevará a perseguir a un antiguo dirigente nazi, Eduard Roschmann (Maximilian Schell), que ahora vive como un respetable y rico empresario con otro nombre. Así el periodista descubre un movimiento que se dedica, precisamente, a dar otra identidad a nazis y a conseguir que de nuevo se hagan con el poder en Alemania ocupando importantes puestos. La cinta empieza cuando el periodista escucha en la radio de su coche la muerte del presidente de los EEUU, John F. Kennedy, y cómo presencia casi a la vez la salida de un cadáver de un portal, un cadáver al que probablemente ningún medio le dedicará unas líneas. Sin embargo esa muerte le pondrá tras una historia más unida a su pasado de lo que cree (ese pasado que la sociedad alemana quiere enterrar en el olvido y el silencio, algo que aprovechan las personas que ponen en marcha Odessa y que dificulta la lucha de otros por devolver la dignidad a las víctimas de un genocidio y por juzgar a los criminales). Ronald Neame crea un thriller con apasionantes persecuciones, escenas de tensión (como un “falso accidente” en el metro) y desvelos hasta un final inesperado.

Chacal (The Day of the Jackal, 1973) de Fred Zinnemann

chacal

Hay películas que cuentan con un personaje que es capaz de sostener toda una trama. Y esto ocurre con esta eficaz intriga que elabora el veterano Fred Zinneman. Chacal es un asesino contratado para matar al general Charles de Gaulle. Después de contextualizar la narración (explicar brevemente la situación histórica de Francia y que es la OAS), aparece el misterioso Chacal (Edward Fox), del que nadie sabe a ciencia cierta su verdadera identidad, y su laborioso plan para llevar a cabo su encargo: el perfecto asesinato de Charles de Gaulle. Y así se convierte en el rey de la función. Todo gira alrededor de él y su calculada y fría personalidad. Así la película intercala las acciones de Chacal con el proceso de investigación que llevan a cabo las autoridades francesas. El principal responsable de la investigación es un comisario con rostro de Michael Lonsdale, un tipo inteligente con pinta de funcionario gris que seguirá sin descanso a Chacal…

Paprika, detective de los sueños (Papurika, 2006) de Satoshi Kon

La animación japonesa, anime, es un terreno absolutamente rico (y muy desconocido para Hildy… aunque va indagando de vez en cuando en pequeñas dosis a base de recomendaciones de amigos entusiastas) y con una historia intensa. Dentro del anime japonés hay iconos. Algunas de estas películas saltan fronteras. Así las películas de Hayao Miyazaki o de Isao Takahata (ambos fundadores del mítico estudio Ghibli) tienen fieles apasionados más allá de Japón. Otro nombre con largometrajes de anime de culto es el de Satoshi Kon, que crea también su personal universo. Así sorprende la riqueza de Paprika, detective de los sueños que envuelve al espectador en un mundo onírico y sin sentido con un montón de referencias cinematográficas (que mejor representación del mundo de los sueños que una sala de cine). La animación ayuda a verter la imaginación desbordada y extraña por parte de Kon en la pantalla blanca y sus personajes se meten en sueños ajenos o en los propios o llegan momentos en que no sabemos si habitan el mundo real o onírico para desarrollar una complicada historia de detectives, científicos y tecnología punta. Todo entra en Paprika: la inconsciencia de los sueños, los miedos más profundos, el erotismo, la amistad, la fantasía y el amor desbordado y complejo. Este anime ha influido en cineastas como Christopher Nolan que sin duda antes de meterse en Origen, conocía el especial universo onírico de Kon en Paprika.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Nightcrawler (Nightcrawler, 2014) de Dan Gilroy

nightcrawler

Un nightcrawler es una figura del periodismo sensacionalista que va con su cámara por la ciudad, normalmente por la noche, y está al acecho de los accidentes, los tiroteos, los escándalos públicos… Su habilidad es llegar antes que nadie a los sitios y grabar y después vender las imágenes a las televisiones locales. Quien pague mejor es quien se lleva la grabación. Indagando un poco más descubrimos que Nightcrawler es un superhéroe de la Marvel, un mutante de X-Men, es el rondador nocturno. Apareció por primera vez en 1975. Y mencionar estas dos cosas no es ningún despropósito porque la película de Dan Gilroy provoca un mal rollo increíble al contar la historia sin concesiones de un joven nightcrawler sin escrúpulos que va camino de convertirse en un superhéroe empresario a costa de aplastar a quien se cruce en su camino. Y es que Nighcrawler casi es un thriller de terror con un Jake Gyllenhaal que da mucho miedo pero que puede ascender y ascender por la sociedad en la que vivimos donde, por ejemplo, las audiencias de televisión se elevan cuanto más truculento y sensacionalista se es.

El protagonista Lou Bloom es un joven que no encuentra trabajo y es un superviviente nato. Se dedica a robar chatarra y venderla. Pero desde el principio, desde un robo que realiza nos damos cuenta de que aspira a mucho más. Él tiene claro que quiere triunfar a toda costa y encuentra su vocación un día por casualidad. Ve un accidente de tráfico y a un cámara veterano que graba todo… y le empieza a preguntar. No se lo piensa dos veces, roba una bicicleta y se compra una cámara de vídeo. Como un joven empresario de éxito se busca un ayudante, Rick (Riz Ahmed), que es un joven en situación de exclusión, solo y que necesita aferrarse a un trabajo… en prácticas con posibilidades de éxito. Y busca un canal de noticias locales donde llama la atención de la editora jefe, Nina (Rene Russo), que busca las imágenes más impactantes para subir la audiencia de su canal.

Lo terrorífico de Lou Bloom es su manera de comportarse, su manera de empatizar con el otro, su manera de grabar, su manera de manipular, su manera de crear noticias, su manera de eliminar obstáculos, competencias y barreras, su manera de ir ascendiendo… Y sin ningún atisbo de redención, sin un momento de mala conciencia, sin sombra de remordimiento. Todo por el éxito. Porque a Bloom la gente le importa un carajo, la utiliza para obtener un objetivo. Lou Bloom es un sociópata que triunfa. Y eso da mucho miedo. Pero da miedo porque hay una sociedad violenta y enferma que lo permite…, porque él capta las imágenes más escabrosas, las más impactantes, se acerca a lo más horrible, a lo más violento… No solo puede captar esas imágenes sino que luego hay una audiencia que no aparta la mirada del televisor.

El guionista Dan Gilroy dirige su primera película y presenta la cara oscura y perversa de Los Ángeles. Una ciudad nocturna pero fríamente iluminada, deshumanizada, que es captada por la cámara de Lou Bloom. La ciudad es casi una pesadilla, como las imágenes que captan los nightcrawlers. Y además cuenta con un actor como Jake Gyllenhaal que arriesga y es un camaleón brutal. Si en Prisioneros parecía que los tics del personaje eran suyos, aquí se transforma con esa mirada torva y esa cara aguileña así como su delgadez extrema. Una cara que cuando se ilumina con el foco de la cámara a veces es inquietante o también cuando rompe con su cabeza un espejo ante un fracaso pero también es capaz de sonreír y convencer, de manipular…, convierte a las personas en títeres, no siente dolor. Y es solitario por elección. Solo quiere el éxito. Su frase final es terrorífica y adquiere todo su significado viendo la trayectoria de Bloom: “Pero recuerden que jamás les pediría algo que yo no haría”. Pero ¿qué no haría Lou para alcanzar su propia cima?

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Perdida (Gone girl, 2014) de David Fincher

perdidaI

Nota: Si todavía no la has visto, no leas este post pues desvelo partes de la trama. Y esta película es para verla sin saber absolutamente nada.

Los géneros se van alimentando y van evolucionando así como los arquetipos. El melodrama, cine negro y el thriller han sido buenos compañeros de viaje y de esta mezcla de géneros se han conseguido resultados que han quedado en la memoria cinéfila. Un personaje que ha hecho las delicias de los cinéfilos ha sido la femme fatale que ha ido desarrollando distintos caracteres a lo largo de su historia. Una de sus muchas variantes ha sido la perversa niña rica que lleva a la perdición a todos aquellos que la rodean. Y a lo largo de la historia del cine podemos recordar unas cuantas: en los años cuarenta nace Stanley (Bette Davis) en ese melodrama desconocido, con dosis de intriga, de John Huston (conocedor de géneros como el cine negro y el thriller), Como ella sola. Diez años después conocemos a Diane (Jean Simmons) en otro melodrama con gotas de cine negro, Cara de ángel de Otto Preminger. En los sesenta no puede faltar una Lana Turner como esposa con posibles melodramática y manipuladora en una película oscura, Retrato en negro de Michael Gordon. Seguimos en los setenta con nuestro recorrido de perversas niñas ricas y nos quedamos con Evelyn Cross (Faye Dunaway), una de las más tristes femme fatales, que va sorteando su papel de verdugo y víctima en Chinatown. En los años ochenta la niña rica tiene el rostro de ejecutiva agresiva capaz de todo por tener a su lado al hombre que desea y ese rostro era el de Glenn Close, lo más recordable de esta intriga, Atracción fatal de Adrian Lyne. Y así podemos llegar a Amy (Rosamund Pike), niña rica perfecta y suficientemente retorcida tirando a lo delirante en Perdida de David Fincher. Pero esta delirante femme fatale ‘sobrevive’ en una arquitectura argumental llena de giros y plantea varias reflexiones para este siglo XXI. Y esta arquitectura argumental se construye bajo la batuta de un David Fincher, experto en arquitecturas fílmicas complejas y barrocas poniendo su firma (guste o no guste) a su obra cinematográfica, y con la colaboración de la guionista y novelista Gillian Flynn, que adapta su propio best seller.

David Fincher construye así una película que logra atrapar al espectador y se suelta la melena con Amy, haciéndola rozar el cielo del delirio. Un delirio que termina provocando un humor negro. Perdida es un melodrama con matrimonio disfuncional con gotas de intriga, tensión e investigación policial. Parte de la premisa: nada es lo que parece. Premisa muy del melodrama de los cincuenta (siendo quizá pieza fundamental Vidas borrascosas) que evolucionó hasta llegar, por ejemplo, a un David Lynch, rey de esas corrientes oscuras en ambientes idílicos (recordemos Twin Peaks o Terciopelo azul).

Perdida puede leerse como una arquitectura de espejos enfrentados que disecciona un matrimonio. Un matrimonio frente a varios espejos deformantes. Lo forman Amy y Nick (Ben Affleck) y la imagen que proyectan es de perfecto matrimonio pijo, bello y triunfador. Ante el espectador se va deconstruyendo esta imagen idílica a partir de la desaparición de Amy. La primera parte de la película está contada en dos tiempos: el presente, ante un desconcertado Nick que va viendo cómo todo se va poniendo en su contra y cómo se convierte en el primer sospechoso; y un tiempo subjetivo, la voz en off y flash back de Amy y su diario íntimo. Esta primera parte se va alimentando de un tipo de película que también ha funcionado en el Hollywood clásico casi como un género único: película con esposa asustada, atrapada en un matrimonio que no solo la hace infeliz e insatisfecha sino que la convierte en víctima de un marido manipulador. Pero nada es lo que parece. Y en un giro argumental nos damos de bruces con la segunda parte de la película y el delirio con una sucesión de clímaxs que no dejan respiro. Y esta vez se muestra el presente de Amy y Nick pero de forma paralela. Nos topamos con la verdadera cara de Amy y con una intriga y tensión que va en ascenso… hasta llegar al punto en que descubrimos a un Nick atrapado y dependiente irremediablemente en el matrimonio perfecto.

perdida

Pero a su vez la radiografía de este complejo matrimonio y su disección funciona porque está sumergido en una sociedad donde el mundo de la imagen y las apariencias dominan el mundo de los medios de comunicación. Así Perdida deja también un análisis bastante cercano a cómo los medios actuales tratan ciertos temas y la facilidad con la que se crean juicios paralelos y manipulación de sucesos (basta con encender una televisión y ver cómo se tratan distintos temas de actualidad). Así como, un reflejo también de una sociedad enferma que no solo se deja manipular sino que tiene reacciones igual de delirantes que las de Amy o que las del propio Nick (esa ‘fan’ que quiere colgar una foto en las redes sociales con el máximo sospechoso o el éxito que empieza a tener el bar que regenta el protagonista junto a su hermana según se va complicando la trama). Una sociedad que vive en nada es lo que parece…

A la propia Amy se la construye una personalidad de una complejidad maravillosa nada más descubrirnos a sus padres (¡qué suegros, Dios mío!) e intuir el tipo de educación y herencia recibida. Siempre ha vivido con una imagen y una identidad que no es la suya. Sus padres se han enriquecido convirtiéndola en una personaje de ficción infantil en una serie de novelas famosísimas, la asombrosa Amy, niña y adolescente perfecta. Así ella se mueve perfectamente en las apariencias y en personalidades diferentes. No la cuesta mostrar distintas caras y encontrar la suya propia le crea un desequilibrio mental y emocional.

Así Fincher creo que se lo ha pasado muy bien en Perdida y lo transmite. No es una película redonda ni perfecta pero con estos espejos enfrentados, construye una de sus películas más entretenidas y delirantes de su filmografía con su sello de arquitectura fílmica siempre barroca y compleja. Rodea a sus dos personajes de una galería de secundarios que completan esta arquitectura de espejos deformantes: periodistas agresivas, hermana testigo y voz de la conciencia de Nick, padres monstruosos de Amy, abogado astuto, policía intuitiva, vecina ‘me meto en todo’, amante despechada…

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

La isla mínima (La isla mínima, 2014) de Alberto Rodríguez

laislaminima

Hay películas que te ganan por la atmósfera y el ambiente. Por la forma de rodarlas. Así ocurre con La isla mínima que toma las marismas del Guadalquivir (bajo la inspiradora mirada de la obra que realizó sobre este paraje el fotógrafo Atín Aya en los años noventa) como escenario para contarnos un thriller con dos policías de protagonistas. La vida y los habitantes de las marismas son una metáfora de la inmutabilidad del tiempo y de ciertos comportamientos sociales. La película nos sitúa en un momento histórico inestable política y socialmente: año 1980. Plena transición: juego de fuerzas entre una España que sale de la Dictadura y otra que quiere afianzarse, la democrática. Y en ese juego de fuerzas hay víctimas, hay verdugos, hay acuerdos silenciosos, los que tuvieron poder no se mueven, otros esperan tomar el relevo, hay alianzas peligrosas o mejor dicho contradictorias, hay silencios que matan… e inmutabilidad (esa sensación de que nada va a cambiar). Y nunca una frase dio tanto miedo y desesperanza: “Todo en orden, ¿no?”.

Dos policías llegan a las marismas para investigar la desaparición de dos adolescentes. Y basta escarbar un poco para desterrar la parte oscura y enferma de una localidad paupérrima que sufre el yugo continuo de los viejos poderes. El tiempo detenido. Y en ese paisaje extraño y lleno de contrastes de las marismas con momentos de clímax de lluvias torrenciales, se van realizando descubrimientos y silencios para la resolución de una truculenta trama. Lo que consigue Alberto Rodríguez es que no sea tan importante la resolución del caso como la atmósfera y el desarrollo de esa investigación (y sobre todo esa historia –esas historias– que recorre corrientes ocultas que es mucho más heavy, desoladora y dura). Con imágenes panorámicas impresionantes, logra que todo lo que se cuenta trascienda… lo importante no es la trama criminal… sino por qué ocurre y se desarrolla esa trama criminal.

laislamininaI

Otro acierto de La isla mínima que atrapa es la personalidad de los dos policías. Dos agentes enviados a un sitio remoto y oscuro como castigo. Uno por su talante democrático (Raúl Arévalo) y otro por causas mucho más ambiguas y oscuras (Javier Gutiérrez). Y es el policía con rostro de Javier Gutiérrez (la que esto escribe se quita el sombrero ante su interpretación) quien da riqueza, matices y recovecos a esta trama. Un personaje riquísimo que lleva su ambigüedad hasta el final. ¿Es un personaje en proceso de redención o es el guardián de la inmutabilidad de los tiempos pasados? Y la relación entre ambos policías así como el juego entre ellos da otro sentido a la película. Sobre todo la revelación de que los límites no están tan claros y cómo ambos entran en el juego e incluso en el intercambio de roles…

Alberto Rodríguez no solo atrapa con la atmósfera y el ambiente sino también con el ritmo del thriller, las persecuciones bajo la lluvia, los momentos de tensión y suspense… y la desvelación de secretos con momentos trascendentes y extraños. Y pese quizá algún personaje no del todo aprovechado (los padres de las adolescentes, por ejemplo), La isla mínima construye un thriller cautivador y atrayente. Y  Alberto Rodríguez se convierte en un director que merece la pena seguir su trayectoria y que va creciendo en cada película.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Diccionario cinematográfico (214)

elpadrino

Tiros y tiroteos…: disparo de un arma de fuego…, disparar repetidamente armas de fuego contra personas y cosas. Tiros y tiroteos. Desde aquella escena de cine mudo, aquel primer western, Asalto y robo de un tren de Edwin S. Porte, que deja unos últimos fotogramas de un hombre disparando a pantalla… como si el tiro fuese directamente al espectador, los tiros y tiroteos han sido protagonistas de grandes momentos cinematográficos.

Nunca podré olvidar:

1. La muerte de Sonny Corleone en una emboscada en un peaje. Un montón de hombres con ametralladoras salen de las garitas y de un coche… y disparan sin dejar tregua posible. Sonny logra salir del coche, gritar y caer… quedando al final tan solo su cadáver en la acera. En silencio.

2. La muerte de Carlitos Way en la estación de tren. Huyendo de mil y un disparos… y al final, a punto de alcanzar un sueño, incapaz de sortear el balazo inesperado…

3. La muerte de un niño de un tiro tras una carrera desesperada para esconderse del ‘delincuente jefe’ del barrio, cerca del puente de Brooklyn. Y solo una palabra al adolescente amigo, “Me resbalé”. Después cierra los ojos… en Erase una vez en América de Sergio Leone…

4. La muerte de Bonnie y Clyde. Y esa mirada que se lanzan los dos antes de ser acribillados a balazos.

5. La no muerte de Butch Cassidy y Sundance Kid, un tiroteo donde sabemos que van a salir sin vida pero que justamente, con las bromas de siempre, cuando se enfrentan a ser acribillados a balazos sus imágenes se quedan congeladas y por lo tanto ellos convertidos en leyenda.

La historia de Bonnie y Clyde me recuerda que hay muchas parejas que han visto sus historias terminadas a base de tiros:

1. A veces se mataban entre ellos porque se odiaban y se amaban a la vez y claro eso es bastante complejo. Se traicionaban los dos y luego se fundían en un beso. Los que mejor lo hicieron fueron Perla y Lewton en su duelo al sol.

2. Obsesionados por las armas hasta el final, solos en el bosque y entre la niebla, y no dejan nunca de disparar… Eros y Tanatos se dan la mano. Ellos tienen el demonio de las armas dentro (mucho más ella)… Son Bart y Annie…

3. La pareja trágica que muere a balazos. A los dos les sigue la mala suerte. Lo único que pueden conservar es su amor pero no en la tierra. Así Fritz Lang lleva el romanticismo al extremo cuando dos amantes fugitivos solo viven una vez… Viajan en un coche, huyendo. Y ambos siguen soñando. Ella le enciende un cigarro, él tararea… Y al final de una curva la muerte en forma de policía con metralleta acecha. Eddie sigue conduciendo… hasta que su coche se choca. Y salen los dos malheridos. Las balas les han dado. Y Eddie toma a Joan en sus brazos… y los dos siguen huyendo enamorados. Pero los policías les alcanzan y uno, a través de la mirilla de su escopeta, da el disparo certero…

Y entonces me vienen a la cabeza los duelos con pistola. Los tiroteos en el lejano Oeste. O esos gánsteres que dejan su huella allá por donde pasan. Y me doy cuenta de que los tiros y tiroteos nunca dejan de salir en una pantalla blanca y de dejar momentos cinéfilos en la cabeza. Uno de los últimos pistoleros tiene el rostro de Ryan Gosling… en Drive, Cruce de caminos, Solo Dios perdona, Brigada de Élite… protagoniza tiros y tiroteos. Los da y los recibe.

Tiros y tiroteos… es la historia de nunca acabar.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Últimos coletazos del verano… Tres estrenos

Locke (Locke, 2013) de Steven Knight

locke

85 minutos de película. Un coche. Un actor. Y un manos libres. Un trayecto corto. Resultado: Locke. Y funciona. Ivan Locke (Tom Hardy) recibe una llamada cuando va a regresar a su hogar. Esa llamada lo cambia todo y le hace tomar una decisión. Locke durante toda su vida ha funcionado así: toma las riendas… en todo momento. Responsabilizarse siempre de sus actos.

Ivan Locke ha ido construyéndose su vida, como los edificios que arma. Es un jefe de obra eficaz. Si la obra está en sus manos, no hay nada que temer. Es responsable, tranquiliza a su equipo y siempre sabe buscar soluciones a los problemas. No pierde la calma.

Y ante esa llamada que desmorona su vida laboral y familiar… Ivan Locke decide comportarse como siempre, responsabilizarse de la situación. Flaquear en algún momento… pero tomar las riendas. Buscar siempre soluciones. Funcionar en el límite. Controlar que todo esté correcto. Todo se cae alrededor pero Ivan Locke se enfrenta a sus fantasmas. Se responsabiliza de sus actos. Trata de no perder la calma. Y sigue buscando soluciones.

Steven Knight es un escritor que se convirtió en guionista (de dos películas que me gustan mucho Negocios ocultos de Stephen Frears y Promesas del Este de David Cronenberg) y después en director. Locke te mantiene en el asiento. Escuchas las llamadas y llega un momento que te parece imposible que Ivan Locke no mande todo a freír espárragos… Domina la situación, aunque todo su mundo se vaya al carajo. O mejor dicho aunque ahora no sepa que le depara el día de mañana… Su vida que era un edificio recio, se ha desmoronado. Su hijo pequeño trata de darle una solución en una de las mejores llamadas, donde le dice que han grabado el partido que tanto deseaban ver todos juntos en casa. Pero que no hay problema, que cuando regrese pondrán otra vez el partido como si no se hubiese celebrado… y lo estuviesen viendo en ese momento por primera vez con todos los planes que tenían pensados… Aunque Locke sabe que no va a ser posible. Algo ha cambiado…

El Niño (El Niño, 2014) de Daniel Monzón

elniñodanielmonzon

El Niño parte con una desventaja: una agresiva campaña de publicidad que solo permite dos caminos: o estás conmigo o estás contra mí. O me alabas con desmesura o me descalificas con esa misma desmesura. Y al canal privado que produce le da igual la controversia o le agrada, lo único que importa es convertirla en otro fenómeno como Ocho apellidos vascos y en un éxito de taquilla. De esta manera se obvia el sentarse tranquilo a ver la película y analizarla como tal, como película. No como fenómeno.

Daniel Monzón se mueve en el cine de género y se mueve bien. Esta vez deja un thriller con tintes de cine policial, con narcotráfico internacional de por medio y crítica social. Es cierto, nada nuevo bajo el sol. Monzón mueve a sus personajes por el estrecho de Gibraltar. Por un lado la policía y sus investigaciones. Y por el otro tres jóvenes que se meten en el mundo del narcotráfico; todo empieza casi como un juego, como una manera fácil de conseguir dinero y aventura. Pero pronto descubren que ese juego tiende trampas que pueden ser mortales y ellos solo son pequeñas fichas… En un momento estos dos mundos cruzan sus caminos. Y mientras tanto Monzón logra no perder el equilibrio y mantener la tensión. Aunque hay tópicos y estereotipos, también logra cierta frescura y hallazgos visuales. Así como una película que sigue el devenir de sus personajes y logra interesar y enganchar al espectador.

Si en Celda 211 la trama giraba alrededor de un gran personaje, Malamadre (Luis Tosar, con el que ahora también repite) en otra película de género, esa vez el carcelario; El Niño es una película coral y equilibrada y a mi parecer más elaborada. Hay dos antagonistas por obligación: el policía duro con rostro de Luis Tosar y el Niño (al que alude el título y que tiene el rostro de Jesús Castro)… sus destinos se unen y son sobrepasados por una trama que vuela sobre sus cabezas…

Uno de los asuntos más criticados ha sido la elección de Jesús Castro como El Niño. Y todo por la campaña publicitaria que se ha creado a su alrededor. La culpa la tiene una frase de guion, cuando uno de los policías en un momento de acción (el Niño es un virtuoso en conducir las lanchas que transporta la droga) grita a sus compañeros: “Pero este que se ha creído, Steve McQueen”. Se saca de contexto la frase y así le han comparado con este actor y por sus ojos azules nada más fácil que decir que es un Paul Newman. También se publicitó que fue un descubrimiento de un casting, Que Castro nunca había actuado para el cine. Que era oro en bruto. Pues bien defiendo la elección de Jesús Castro porque funciona como ese personaje que existe junto a otros dos (Jesús Carroza y Saed Chatiby), sus compañeros de correrías. Los tres están perfectamente definidos y son personajes bien construidos. Y el carisma de Jesús Castro funciona para el personaje que representa, con sus dos colegas. Después veremos si crece como actor, pero su cometido en la película de Monzón, lo cumple.

Una cita para el verano (Jack Goes Boating, 2010) de Philip Seymour Hoffman

unacitaparaelverano

Tras el fallecimiento de Philip Seymour Hoffman, llega a las pantallas de estos lares la única película que dirigió. Es una película que adapta una obra de teatro que ya había trabajado en los escenarios como integrante del LAByrinth Theater Company (como algunos compañeros de su reparto). La obra precisamente es Jack Goes Boating de Robert Glaudini.

Seymour Hoffman busca una manera sencilla de plasmar en imágenes la obra de teatro. Surge así una película irregular pero con cierto encanto donde brillan las interpretaciones de sus cuatro protagonistas. Así Una cita para el verano cuenta el nacimiento de una historia de amor entre dos seres humanos que viven al margen y bastante complejos en su forma de ser y comportamientos y el desmoronamiento del amor en una pareja estable, que son precisamente los que han tratado de unir a los dos solitarios. Lo mejor de la película en todos los sentidos (y por lo que merece la pena verla) es la escena en la que estalla el conflicto (un amor que nace, otro que muere) de manera cruda. Y esa escena corresponde a una cena crucial para los cuatro personajes (Philip Seymour Hoffman, Amy Ryan, John Ortiz y Elizabeth Rodriguez) llena de momentos hermosos, musicales, incómodos y crueles. Donde los cuatro intérpretes expresan un abanico de emociones en un espacio íntimo.

Y por último Una cita para el verano constata que fue una pena que Seymour Hoffman nos dejara porque da rabia saber la cantidad de papeles e interpretaciones que nos quedaban por disfrutar de un actor-camaleón. En esta película te engancha su extraño e introvertido personaje, ese chófer de limusina callado que quiere aprender a nadar y cocinar para tener una oportunidad con la mujer amada… y que trata de alegrarse los días grises con música reggae.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Clásicos desconocidos. Corrientes ocultas (Undercurrent, 1946) de Vincente Minnelli / Cautivos del terror (Cry Terror!, 1958) de Andrew L. Stone

Una sesión doble de clásicos olvidados y desconocidos. Ninguna de las dos películas es redonda pero tienen varias bazas para no dejarlas escapar. Primero descubrir a un Minnelli que está experimentando más allá del musical por el camino del melodrama y el delirio. Segundo adentrarse en la obra de un director desconocido para mí en un relato cinematográfico donde se maneja la tensión y el suspense. Y tercero descubrir y disfrutar en las dos de unos repartos maravillosos.

Corrientes ocultas (Undercurrent, 1946) de Vincente Minnelli

corrientesocultasII

Corrientes ocultas permite esos privilegios (por lo menos para la que esto escribe) de ir conociendo toda la filmografía de un autor cinematográfico e ir viendo su evolución y sus riesgos. Sus aciertos y sus desaciertos hasta alcanzar obras absolutamente redondas. Vincente Minnelli se prodigó sobre todo en tres géneros: el musical, el melodrama y la comedia elegante y sofisticada. Adoro al Minnelli desatado que dejó cumbres tan perfectas como Con él llegó el escándalo, Como un torrente, Dos semanas en otra ciudad… En ellas alcanzaba altas cotas de melodrama desatado donde las emociones de los personajes superaban cualquier tipo de racionalidad… y Minnelli pintaba un lienzo perfecto y colorido de los sentimientos extremos, sin pudor ni vergüenza.

Corrientes ocultas preludia el delirio emocional pero Minnelli todavía se contiene racionalmente con su paleta en blanco y negro. Así sentimos esas corrientes ocultas, que hacen a esta película muy interesante, pero el lienzo no es perfecto. Por el ritmo fallido, el espacio entre cada estallido y las pinceladas confusas de los personajes (sobre todo de nuestra protagonista)… Precisamente son las corrientes ocultas y la ambientación de algunos momentos lo que termina enganchando al espectador así como la fuerza de una historia de amor latente con un ‘desaparecido’… lo más irracional de todo es lo más atractivo.

La película de Vincente Minnelli, que ya empieza a experimentar con el melodrama y que pronto haría piezas fundamentales en blanco y negro como Madame Bovary (que defiendo a capa y espada…) o esa radiografía de un Hollywood con su cara y su cruz… Cautivos del mal, indaga en un subgénero especial que ha dejado obras inolvidables: esposas enamoradas (o no) en el borde del peligro y el abismo. Y donde el marido es ese ser lejano y misterioso que no llega a hacerlas felices y que alrededor de su figura hay demasiadas incógnitas. Estas atribuladas esposas pueden vivir en una América sureña, habitar mansiones góticas o estar atrapadas en una gran ciudad. Así se nos vienen a la cabeza: Rebeca, Sospecha, Luz de gas, Luz en el alma, Secreto tras la puerta, Un grito en la niebla… Para Corrientes ocultas, Minnelli adapta una novela de una popular escritora, Thelma Strabel, y cuenta para la atribulada esposa con Katherine Hepburn.

El primer tropezón es no saber muy bien cómo dar con el género adecuado: comedia amable, drama, intriga, melodrama desatado… Así esto afecta a nuestra heroína (que gracias a los esfuerzos de una Hepburn carismática, logramos no caer con ella en la indefinición). Mujer joven independiente, culta y espontánea que vive felizmente con su padre científico en una pequeña localidad… a la cual no la interesan mucho sus pretendientes, fuente de preocupación para la mujer que atiende la casa de padre e hija. De pronto aparece un hombre de negocios con el rostro de Robert Taylor (que desde el principio notamos que no es hombre para nuestra Kate…, qué antipático y soso es…). Ambos se enamoran en plan flechazo y Kate se convierte en esposa, la trasladamos a la ciudad y se convierte en una mujer provinciana, dependiente, que no sabe moverse en sociedad (¡ni vestirse!) y totalmente entregada a su esposo (¿?)… Menos mal que le entra la vena investigadora (pues no entiende por qué su marido oculta la existencia de un hermano y además es un tema que le pone de los nervios) y también empieza a alimentar un interés y una afinidad con el desaparecido de lo más interesante. Esta es la corriente oculta que más engancha de la película. El enamoramiento de una mujer por un desconocido del que solo escucha cosas o conoce su casa u objetos personales… El marido es Robert Taylor que pasa de ser un soso pijo a un hombre malhumorado que esconde secretos y que empieza a desarrollar un extraño sentido del amor: su esposa le pertenece… y ya sabemos que eso nunca funciona. Los actores secundarios son desaprovechados en la trama porque desarrollan interesantes personajes pero no se les deja aparecer en todo su esplendor como un ya carismático y maravilloso Robert Mitchum o un entrañable (pero efímero) Edmund Gwenn.

Así Vincente Minnelli demuestra y va experimentando y demostrando en lo que brilla… en las emociones en las que la razón no cabe, en la recreación de ambientes y momentos muy conseguidos de tensión. Así los ataques de furia de Robert Taylor en instantes inesperados, los descubrimientos o inquietudes de Kate como, por ejemplo, lo que significa en la casa de su esposo una melodía clásica tocada en el piano, el uso de las escaleras, las escenas de tensión en la cuadra con un caballo indomable que solo dominaba el hermano desaparecido, un encuentro clave entre dos personajes en esa misma cuadra, el tenso paseo por el bosque a caballo del matrimonio con una amiga… Minnelli deja entrever ese pincel que le permitirá seguir en las corrientes ocultas de las emociones humanas para dejar que se derramen en sus coloridos melodramas con un sentido del ritmo y sin ningún miedo en desatarse y así hacer llegar al espectador a la catarsis. En Corrientes ocultas… casi lo consiguió pero se contuvo demasiado… es como si estuviera en periodo de prueba.

Cautivos del terror (Cry Terror!, 1958) de Andrew L. Stone

cautivosdelterror

Empiezo a leer en la caratula su reparto y de pronto no me contengo…, decido que tengo que verla: James Mason, Rod Steiger, Neville Brand, Angie Dickinson, Kenneth Tobey, Jack Klugman y descubro además la triste historia de su coprotagonista (que podría haber sido actriz brillante pero falleció demasiado pronto), Inger Stevens. Al director no le conozco de nada pero leo que también fue productor y guionista (en esta película mismamente) y repaso títulos de su filmografía que no me importaría rescatar. Y me alegro de haberme animado con la que hoy comentamos.

Cautivos del terror es un tenso thriller de familia unida secuestrada por una panda de malvados terroristas que quieren intimidar a una compañía de aviación colocando bombas en sus aviones de pasajeros a cambio de dinero. Pero toda la trama ocurre en las calles de la ciudad…, utilizan a la familia secuestrada para primero, con engaño, la fabricación de las bombas y después para extorsionar a la compañía y que sea a través de ellos que entreguen el dinero y amenazando continuamente con su muerte (son padres de una linda niñita).

El matrimonio en peligro son un siempre efectivo James Mason y una magnífica Inger Stevens (actriz que prometía pero se quitó la vida muy pronto…) antes mencionada, en su papel de sufridora nata pero también intrépida y valiente. Y los secuestradores no tienen desperdicio: el frío y calculador, carismático y jefe de la banda, Rod Steiger. El joven sin escrúpulos pervertido sexual que hará sufrir de lo lindo a la joven esposa, Neville Brand. La que actúa por dinero, fría y hermosa, Angie Dickinson. Y el que se muestra más normal y sobrepasado por la situación, un mandado con escrúpulos, Jack Klugman.

¿Cuál es el mayor pero de esta película que, sin embargo, ofrece buenísimos momentos de tensión? Pues además de no salirse ni un centímetro de los tópicos de este tipo de películas, Andrew L. Stone, ni como guionista ni como director, no se decanta por un punto de vista para contar esta historia. Cambia continuamente, creando un baile incómodo que elimina emoción e impacto. Primero parece que los protagonistas van a ser los de la compañía de aviones y el FBI. Después la pandilla de terroristas, más tarde va contando distintas escenas desde el punto de vista de ella, la esposa, y desde el punto de vista de él, el esposo… con voces en off… Sin embargo los peros se compensan por escenas de tensión como los enfrentamientos entre la esposa y el joven secuestrador (bastante perturbado) o la persecución del líder de la banda a la esposa por la estación de metro o el intento de fuga del marido por el hueco del ascensor… Y sobre todo por ver toda una galería de actores no solo buenos sino también muy carismáticos…

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.