Centenario de Orson Welles (3). Otelo (Othello, 1952) de Orson Welles

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Con Otelo de Orson Welles se puede analizar la tragedia de su obra creativa, su pasión por William Shakespeare y la doble temática de muchas de sus películas: el poder y la traición. Ya no era aquel joven prodigio que entró en Hollywood con todos los medios del mundo a su alcance y una libertad creativa difícil de conseguir en el sistema de estudios…, y que le permitió realizar Ciudadano Kane, sino que tuvo que pasar carros y carretas para poder terminar sus proyectos y casi nunca tal y como él quiso. Para finalizar Otelo tuvo que pasar por mil obstáculos además de poner también sus recursos económicos (aquellos que consiguió interpretando papeles que a veces ni le iban ni le venían). El proyecto cinematográfico empezó en 1949 y no pudo estrenarse hasta 1952… entremedias productores en bancarrota, cambios de actores, diferentes escenarios y países para terminar el rodaje, ropas que no llegan, pocos medios… Y como en otras ocasiones, es difícil saber cuál es la copia que circula que realmente quería Orson Welles. Aunque existe un documental en los años setenta donde el propio director explica la odisea del rodaje y qué es lo que pretendía.

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Centenario de Orson Welles (2). Alma rebelde (Jane Eyre, 1943) de Robert Stevenson

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Según el punto de vista, una misma historia puede cambiar totalmente. Así Jane Eyre tiene la mirada de la institutriz de infancia triste y dura que termina en la mansión de Thornfield donde se encuentra con el señor Rochester, un hombre vividor pero atormentado. Entre los muros de su nuevo hogar, se esconde un oscuro secreto. Y entre misterios y soledades, obstáculos y barreras, surge una historia de amor con sombras. La novela (1847) de Charlotte Brontë tuvo una precuela en el año 1966, Ancho mar de los Sargazos y el punto de vista es el del oscuro secreto. Así su autora, Jean Rhys convierte a la primera esposa del señor Rochester, aquejada por la locura y alejada de su tierra así como encerrada en los muros de Thornfield Hall, en un desgarrador personaje que siempre se intuye en la novela de Brontë. Hundirse en estas dos novelas es descubrir universos paralelos… una historia, dos miradas. Una gozada. Y curiosamente mientras se conocen varias versiones cinematográficas de Jane Eyre…, ningún director o directora ha contado esta maravillosa y decadente historia desde la mirada de la primera esposa del señor Rochester, una mujer criolla de Jamaica que termina encerrada en una mansión de Gran Bretaña. Ninguna versión se ve ya igual conociendo el desgarro de Bertha Mason. Pero ¿qué personaje no tiene luces y sombras en Jane Eyre?

Así la versión de 1943 nos deja una Bertha Mason convertida en secreto terrible, mujer con una risa aterradora y una violencia sin límites, junto a una compleja pero dulce Jane Eyre y un señor Rochester carismático con una voz grave que tras su antipatía esconde un hombre que se rompe y fractura. El director Robert Stevenson muestra la infancia terrible y las misteriosas paredes de Thornfield Hall. Se salta el viaje interior de Jane y su convivencia con los hermanos Rivers…

Y el señor Rochester no es otro que un joven Orson Welles… que descubre otra manera de financiar sus proyectos cinematográficos, cuando se sabe demasiado pronto fuera del sistema de estudios y su funcionamiento: trabajar como actor para otros directores. Con 28 años y habiendo rodado apenas hacía tres años, con total libertad creativa y los medios necesarios (dos circunstancias que ya pocas veces lograría otra vez juntas), Ciudadano Kane, Orson Welles se convierte en personaje romántico de novela que roza lo gótico. Y además empieza a arrastrar otra leyenda de “su personaje” cinematográfico, que además de actor, ejercía también de director en la sombra.

Algunos nombres que hicieron posible Alma rebelde (como se titula por estas tierras) revelan extrañas sorpresas. Primero es de esas obras cinematográficas que tuvo un montón de guionistas pero entre los acreditados nos encontramos con el nombre del novelista Aldous Huxley, que trabajó durante unos años en Hollywood. También uno de los personajes que marca a Jane Eyre para siempre es su joven amiga en el siniestro colegio de Lowood, Helen, que en esta versión cuenta con el hermoso rostro de Liz Taylor. La insensible y rígida tía Reed en tan solo dos apariciones la dibuja perfectamente Agnes Moorehead, que había formado parte de la compañía teatral de Orson Welles, Mercury Theatre. Y el director Robert Stevenson se convirtió años más tarde en el narrador de las fantasías cinematográficas del estudio Disney. Así su nombre va unido a Mary Poppins o La bruja novata, dos clásicos imprescindibles. En Alma rebelde ya escondía a ese director eficaz capaz de crear ambientes especiales y extraños… que de las sombras de Thornfield Hall tocaría la luz en sus películas Disney.

Alma rebelde es como una versión reducida y concentrada de la novela Jane Eyre. Sin duda de lo que se disfruta es del ambiente fantasmal, como del más allá, que adquiere la película, gracias a sus decorados y escenas bajo la niebla y la lluvia. Así como de cada uno de los encuentros entre una especial Jane Eyre (Joan Fontaine), niña rebelde que aprende a sobrevivir convirtiéndose en una sombra callada e inteligente condicionada por una estricta educación moral y religiosa, y un antipático señor Rochester que esconde primero a un hombre atormentado y después a otro que sufre. Frente a la naturalidad y dulzura de Joan Fontaine, que sabe mirar con ojos de arrobo mejor que nadie, choca la barroca, intensa y teatral interpretación de un señor Rochester que domina su escenario perfectamente. Desde su primer encuentro… donde una Jane cruza un camino en niebla y surge un caballo que se encabrita con el señor Rochester encima y un perro enorme que ladra hasta esa boda que no puede celebrarse y donde se descubre el secreto que atormenta a Rochester, siempre con apariencia impecable y cuidado vestuario… Y siempre escuchando la grave voz de Welles.

No obstante siempre uno se pregunta si realmente el héroe romántico es tal o si es un hombre fatal… si todas las mujeres que se cruzan en su camino, como una maldición, son desgraciadas. Y nos preguntamos por el futuro de Jane con un hombre no precisamente fácil. Primero su esposa que enloquece, después esa niña llamada Adele Varens a la que cuida para que no le falte de nada pero a la vez incapaz de mostrarse cálido con ella (arrastra sobre sus hombros otra fallida historia de amor del señor Rochester), Jane a la que confunde con sus cambios de comportamiento o con la señorita Blanche Ingram con la que juega y a la que desprecia. Tan solo contamos con la mirada de Jane… pero ¿qué piensan o cómo viven las demás esta oscura historia?

Orson Welles ese héroe romántico complejo y oscuro que justo, en ese año, se casaba con Rita Hayworth… Cuentan que la biógrafa de la actriz contactó con Orson y le dijo que Rita siempre dijo que los años junto a él habían sido lo más felices y que él replicó: “Si aquello fue felicidad, imagínate cómo fue el resto…”. Puro señor Rochester.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Centenario de Orson Welles (1). Sed de mal (Touch of devil, 1958) de Orson Welles

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Una de las constantes de la obra cinematográfica de Welles (y una de sus tragedias) es que salvo contadas ocasiones sus películas no pudo llevarlas a cabo tal como él quería por distintos motivos (no conseguir los medios económicos suficientes para ponerlas en pie o hacerlas tal y como estaban en su cabeza o imposiciones drásticas de los estudios). Lo conseguido en Ciudadano Kane (la absoluta libertad de creación) se convirtió en un triste espejismo para un creador peculiar… que siguió el rastro de aquellos cineastas malditos fuera de los circuitos del cine clásico y el sistema de estudios, aquellos como, por ejemplo, Erich von Stroheim.

La obra de Orson Welles sigue siendo de extremos. Alabado como un genio o menospreciado. Su obra sigue creando pasiones y odios. Lo cierto es que tan interesante es él como personaje histórico (su vida es una película que no acaba) que es una auténtica gozada analizar cada una de sus obras para entender por qué era un cineasta especial (y un actor con un carisma que le hacía diferente). Y es que sin duda poseía una mirada y un universo visual que vomitaba en cada una de sus películas.

Ya estaba empezando a rodar su obra en otros países, fuera de EEUU, cuando tuvo la oportunidad de volver al sistema de estudios en la Universal tanto como actor como director y guionista (parece ser que Heston, una de las estrellas del momento, al enterarse de la presencia de Welles en la película dio por sentado también que sería el director y el estudio así lo hizo). La película era Sed de mal, el argumento partía de una novela de Whit Masterson (seudónimo de dos novelistas que escribían algunas obras literarias juntos). Un título interesante para estudiar el cine negro como género y su evolución. Si Welles pensó que volvería con toda la gloria, le hicieron ver que regresaba con toda la pena (ya había empezado a rodar en Europa). El estudio no quedó nada contento con el resultado y manipularon la obra del creador (cortaron, modificaron, añadieron otras escenas sin el visto bueno de Welles) además de no realizar un estreno a lo grande sino como una más, del montón, como de segunda categoría. Orson Welles, cuando vio el desaguisado, escribió unas notas en las que pedía que no se destrozara su película y en la que explicaba cómo tenía que ser. Como este documento no se había perdido en 1998 se realizó una versión aproximada de lo que hubiese querido Welles (y ese es el dvd que se ha visionado para este post).

¿Por qué Sed de mal puede considerarse una película distinta, distinguida y especial… independientemente de que guste o no guste? Lo primero destacar su atmósfera asfixiante, decadente y oscura que precipita a los personajes a un destino fatal desde el primer fotograma. Cine negro en vena. Y la presencia continua de la ambigüedad… Una película de frontera donde el bien y el mal se mezclan, sin saber muy bien dónde se encuentran los límites. Violencia y sexualidad, comportamientos irracionales. En esa frontera entre México y EEUU… nada es lo que parece, los héroes y los antihéroes se confunden. Todo además envuelto con ecos de tragedia shakesperiana, tono tan querido por Welles. La pianola se une con notas de jazz y melodías que traen aires nuevos de rock and roll… con un Mancini creador.

Welles es de esos cineastas con una imaginería barroca, un mundo visual recargado y una manera de filmar que no solo confiere un ritmo especial sino unas composiciones que se quedan en la retina. Planos picados, contrapicados, plano secuencia, primeros planos, muchas personas en un mismo plano, o una persona en espacio inmenso, profundidad de campo, luces y sombras… todo entra en Sed de mal.

Extrañamiento y aires de pesadilla. Sed de mal es como vivir dentro de una pesadilla, despertar de un mal sueño. Conviven en sus fotogramas el inconsciente, la irracionalidad, los comportamientos incomprensibles de los personajes: esa esposa sensual (Janet Leight como extraña heroína, cuya Susan Vargas sería el precedente de otros personajes de la actriz en Psicosis o en El mensajero del miedo) que va a la deriva, como una marioneta, y siempre acaba a manos de personas que pretenden hundirla y corromperla o ese portero extraño de noche al borde de la locura en un motel solitario. Ese grupo de jóvenes matones con pinta de rockeros que parece que tienen la premisa de sexo, drogas y alcohol cada día de su vida. Uno de esos matones que trata de asustar a Mike Vargas tirándole ácido a la cara. Esa pitonisa ¿también prostituta? del pasado (Marlene Dietrich) en un local de frontera con una pianola de fondo, que parece ser guardiana de la memoria de uno de los protagonistas.

¿Dos policías opuestos o dos policías espejo? Dos personajes potentes enfrentados: el policía corrupto y racista Hank Quinlan (Orson Welles), totalmente decadente, desencantado y desgarrado, que arrastra una cojera, un pasado que le pesa y le destroza, un alcoholismo que vuelve y unos métodos poco ortodoxos para imponer la ley en la frontera. Mike Vargas (Charlton Heston), policía héroe que lucha contra el narcotráfico, recto y honrado, que se convierte en denunciante de los métodos de Quinlan. De nuevo ambigüedad en ambos personajes. Nada es lo que parece. A Quinlan, a pesar de su decadencia nos lo pintan con un pasado en el que pudo ser un hombre diferente y en el que se explica su decadencia presente. Así como la mirada que lanzan sobre él, la pitonisa de frontera, Tanya, y su fiel compañero de profesión (un increíble Joseph Calleia). A Vargas, nos lo pintan a punto de sucumbir a un pasado parecido al de su antagonista Quinlan, le vemos al borde del extremo, sentimos la fragilidad de su rectitud. Y en ambos uno de los motivos de la caída (además de la dificultad de su trabajo, de las presiones, del día a día) puede ser el amor hacia una mujer (uno la pierde de manera horrible, el otro a punto está a punto de perderla).

Una vez que se entra en el universo de Sed de mal es imposible olvidar varios de sus momentos increíblemente filmados: el famosísimo plano secuencia que abre la película y que expone el conflicto. La fiesta salvaje y orgía involuntaria de sexo y drogas a la que someten en un aislado motel a Susan Vargas. El horrible asesinato de uno de los Grandi (familia de narcotraficantes a los que persigue Vargas) en una habitación decadente de hotel con una Susan adormilada bajo los efectos de las drogas de fondo…, el shakesperiano y trágico final de Quinlan así como su último diálogo con su compañero de hazañas (un triste y patético Calleia, el gran secundario de la película)…

Todo hace de Sed de mal una película a tener en cuenta en el rico y complejo universo de Orson Welles. Como curiosidad, el director hizo que participaran amigos actores en cameos a lo largo de la película así podemos localizar a Joseph Cotten o a Mercedes McCambridge.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

De cine. Aventuras y extravíos de Eugenio Trías (Galaxia Gutenberg, Círculo de Lectores, 2013)

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Apenas acabo de cerrar las páginas del último libro que escribió el filósofo Eugenio Trías. Un libro sobre cine. Un libro donde se despliegan ocho interesantísimos ensayos sobre la obra cinematográfica de ocho directores. Ocho ensayos en los que Trías decide reflexionar sobre lo que convierte a estos directores en creadores de un universo propio. Ocho ensayos donde Trías comparte su ‘mirada’ y aporta ventanas y puertas para acercarse de nuevo a las películas de estos creadores.

Si el libro me llegó el jueves hasta hoy no he parado de inmiscuirme en sus páginas. Y lo he disfrutado. No había leido nada de Eugenio Trías, filósofo… pero el cinéfilo me abre puertas. Y sí que sabía que una de las cosas sobre lo que reflexiona es sobre lo bello, lo siniestro, la pasión… y todo esto lo vuelca en su visión al universo de estos creadores.

Como bien explica Trías en el prólogo se deja llevar por su canon personal para elegir a los directores. “… Aquellos que mejor corresponden a mi mundo personal”. Y después comparte un hermoso epílogo en el que propone su propio canon de películas imprescindibles “que en este momento osaría fijar” y expresa que va a señalar “diez constelaciones” cada una con su película predominante. Y la primera es Vértigo, para él la más hermosa y compleja de todas las que nombra.

Así Eugenio Trías acerca su mirada personal a Fritz Lang, Alfred Hitchcock, Stanley Kubrick, Orson Welles, Francis F. Coppola, Andréi Tarkovski, Ingmar Bergman y David Lynch. Desde los títulos de los ensayos (¡ay, el importante arte de titular! Que cómo se descuida a veces), Trías trata de plasmar lo que significa el universo creativo de cada director que analiza. Y de cada uno, para ir construyendo su tesis, destaca una galería de películas que complementan sus reflexiones.

De Fritz Lang (Fritz Lang: Naturaleza y ciudad) toca varios elementos como el reflejo de la ciudad (la ciudad de la superficie y la de los fondos como se plasma en Metrópolis) y la naturaleza a lo largo de su filmografía. Cómo afecta y repercute el destino en los personajes de su obra cinematográfica. La plasmación del hombre-medio, del Juan Nadie. El comportamiento de las masas. Las reflexiones sobre el totalitarismo… Y las ganas de ver una de las pocas películas que me quedan por conocer de su filmografía, Más allá de la duda.

Respecto Hitchcock (Alfred Hitchcock: Grandes mansiones e historias de amor), además de mostrarse absolutamente enamorado y apasionado por Vértigo, hace hincapié en que en sus historias no es importante el suspense sino las historias de amor que las sustentan. Y también hace énfasis en el entorno donde se desarrollan muchas de ellas, la importancia de las mansiones, las casas.

Con Kubrick (Stanley Kubrick: La inteligencia y sus fantasmas) realiza un interesante estudio en el que señala cómo todo tiene un porqué en el cine del realizador que construye obras perfectas donde suelen reflejarse mentes poderosas que sufren algún tipo de alteración. Y esa alteración puede conducir al desastre y a la locura. Las miradas del filósofo dejan puertas abiertas a interpretaciones muy interesantes para volver a visionar El resplandor (y la importancia de los fantasmas) o Eyes wide shut (convirtiéndose en un ferviente defensor de la obra póstuma de Kubrick).

Con Welles (Orson Welles: Hombres huecos) me abre los ojos sobre una realidad que une gran parte de la filmografía del director (y de la cual no había sido consciente hasta que la he visto escrita), la presencia como protagonistas de “hombres huecos” (y mujeres también) refiriéndose a toda una galería de personajes “vacíos por dentro, helados en su temperatura emocional y moral, nihilistas convictos, basculando entre un toque de maldad y una conducta decididamente asesina”… Y reivindica como película de cabecera de Welles, El cuarto mandamiento.

De Coppola (Francis F. Coppola: Mundo aparte) señala la capacidad de éste para en cada película crear un mundo aparte: desde el universo de Corazonada (con el que se arruinó) hasta la bajada a los infiernos, al horror, en Apocalypse Now. Realiza análisis ricos e interesantes de Drácula, de Bram Stoker (que reivindica frente al mal acogimiento que tuvo en su momento de la crítica y la defiende como una historia de amor fou), se muestra partidario (y estoy totalmente de acuerdo) de mostrar El Padrino III como pieza muy importante y cierre perfecto de la trilogía y despierta las ganas de volver a disfrutar de la riqueza y complejidad de La conversación.

Del cine del ruso Tarkovski (Andréi Tarkovski: Evidencia de los sueños) hace un canto a su manera de emplear el tiempo en sus largos planos y centra la peculiaridad de su cine en la manera de presentar los sueños o lo onírico en sus películas sin que el espectador llegue a distinguir de manera clara dónde empieza el sueño y termina lo real o viceversa. Y la angustia que puede crear (o el extasis y entrega a su obra cinematográfica) no saber si lo que se está viendo es el mundo del sueño o el mundo real.

Con Ingmar Bergman (Ingmar Bergman: catástrofes y contratiempos) se realiza un recorrido por muchas de sus películas para demostrar su versatilidad para contar sus historias y temáticas. Su ‘dedicación’ a las trilogías… y el gran leitmotiv de su obra, para el filósofo: en todos los géneros que toca sus personajes rondan o actúan ante una catástrofe (amenaza) o un contratiempo que da un giro a sus vidas… Así habla de desdoblamientos, espejos, marionetas, locuras, sueños y otros asuntos que pasean por cada una de sus películas.

Y, por último, escribre sobre el universo de David Lynch (David Lynch: Ciudades y avenidas de la libido). Trías reconstruye su obra cinematográfica dando marcha atrás. Parte de su último largometraje, Inland Empire hasta llegar a Cabeza borradora (y más atrás) para reconstruir el puzle de la creación artística del director que pulula entre lo bello y lo siniestro. Y realiza una defensa a una de las películas más denostadas de Lynch, Twin Peaks, fuego camina conmigo (1992) y me despierta las ganas de verla (algo que nunca he hecho… fui una de las seguidoras de la serie).

Cierro las páginas de un libro que he disfrutado. Y pienso en cómo Trías sigue ahí en su última obra proporcionando a sus lectores un montón de aventuras y extravíos que conducen a otros universos, creaciones, posibilidades y mundos.

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