Miradas sobre Hollywood. Café Society (Café Society, 2016) de Woody Allen/Maps to the stars (Maps to the stars, 2014) de David Cronenberg/Al encuentro de Mr. Banks (Saving Mr. Banks, 2013) de John Lee Hancock

Últimamente Hollywood habla mucho en sus películas sobre Hollywood. Y surgen así diferentes miradas y todas ellas con matices interesantes que merece la pena destacar. No hace poco por este blog se ha analizado Trumbo de Jay Roach o Ave, César de los hermanos Coen, últimos estrenos de cine sobre cine, y de Hollywood sobre Hollywood… Pero también se puede nadar por el buscador y encontrar otras joyas cinematográficas de otras décadas que también miran ese espacio, a veces mítico, otras realista y más allá un mundo de pesadilla: por ejemplo, el más cercano es el que se refiere a El último magnate de Elia Kazan. Así sigo completando este ciclo apasionante con tres películas recientes que presentan de manera muy diferente ese universo de estrellas.

Café Society (Café Society, 2016) de Woody Allen

Café Society

Me imagino a Cecilia (Mia Farrow), la protagonista de La Rosa Púrpura del Cairo, viendo una película en plena Depresión en una sala de cine donde se cuente una historia similar a Café Society. Una historia para evadirse. Una historia con fiestas y emplazamientos que ella nunca podrá pisar, ambientada entre Hollywood y Nueva York. Y de por medio un poco de acción con gánsteres. Y por supuesto una historia de amor imposible… Y mucho vestuario precioso para ellas y, por supuesto, para ellos también. Mucho glamour y diálogos chispeantes. Una copa de champán, unas velas y una lágrima. Una chica atrapada entre dos amores. Y una decisión. Pero después viene el reencuentro… Sí, eso es lo que hace Woody Allen contar una historia como se hacía en el Hollywood de los 30. Por eso es un homenaje doble porque es cine dentro del cine, pero también un estilo y una forma de contar de aquellos años que refleja. Y con mucho mérito, pues además es su primera película digital, como también lo es de Vittorio Storaro, el director de fotografía… y, sin embargo, crees que sigues disfrutando de una vieja historia de celuloide. Pero además Allen no prescinde de su voz como narrador. Él es el demiurgo que todo lo ve y todo lo armoniza. Y no puede faltar su visión romántica, filosófico, religiosa… con dosis de fortuna y desencanto. Viaja a los estudios de Hollywood de los años treinta, pero no abandona su Nueva York… y el puente de Brooklyn. Además regala un fin de año con sabor nostálgico de dos amantes que se recuerdan.

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Antes del código Hays. Pack de cinco películas pre code de la RKO

Pre code RKO

Antes de que entrara en vigor el código Hays o el código de censura en 1934 (su redacción fue en 1930), Hollywood mantuvo un combate férreo entre seguir las medidas de la censura o continuar rodando libremente: sin necesidad de ser políticamente correctos o mostrando un abanico amplio de dilemas morales, sociales, políticos… Así durante este periodo, conocido como pre code, se rodaron películas que reflejaban que todavía el sexo y la dropodependencia no eran temas tabú o que una escena violenta o un desnudo podía enseñarse en la pantalla blanca. Además era un periodo fructífero y experimental en Hollywood: acababa de llegar el cine sonoro y por lo tanto el lenguaje cinematográfico y la puesta en escena estaba en pleno proceso de evolución hacia una nueva época, que dejaba atrás la perfección alcanzada con el cine silente. La incorporación del sonido ampliaba las posibilidades para el séptimo arte, pero también abría un periodo de adaptación y de aprendizaje de las oportunidades que ofrecían el sonido y la imagen juntos. Por otra parte, el público tenía hambre de cine, un hambre que aumentó ostensiblemente con el crack del 29. El cine era una posibilidad de ocio, que no era muy cara y que el público, de momento, se podía permitir… y permitía que ese mismo público pudiera evadirse en la sala de cine de la oscura y aciaga realidad o, por otra parte, sentirse reflejado e identificado y crear otros héroes anónimos o ánimos para la lucha.

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El último magnate (The last tycoon, 1976) de Elia Kazan

El último magnate

Las tres últimas películas de Kazan mostraban cómo era un director que tomaba riesgos en su carrera cinematográfica y avanzaba tratando de buscar otros caminos. Fue un director que arriesgó hasta el final. Así llevó adelante a finales de los sesenta, una película que desarrollaba un proyecto muy personal, la adaptación de su propia novela, El compromiso. Así con dos estrellas como Kirk Douglas y Deborah Kerr, y una joven promesa, Faye Dunaway, Elia Kazan habla sobre el éxito social y laboral y el fracaso emocional y personal de un hombre. Y sigue así con uno de los grandes temas de su carrera cinematográfica. La presentación de antihéroes que se equivocan, que son influenciados por los designios familiares, que se enfrentan a dilemas morales, que triunfan y fracasan, que terminan solos… (temas que también dominaban su vida personal). En 1972 realizó una película totalmente independiente, Los visitantes, y apenas distribuida con una compleja y crítica visión sobre la guerra de Vietnam, expresando las secuelas psíquicas en toda una generación de jóvenes americanos. Era un proyecto en común con uno de sus hijos, Chris Kazan. Una película que mostraba ese camino abierto de encarar y mostrar otra forma de contar…, además de continuar con un cine de temas comprometidos. Y su última película fue una superproducción nada complaciente que adaptaba la novela inacabada de F. Scott Fitzgerald sobre el Hollywood de los años 30 centrándose en un trágico y joven productor (inspirado lejanamente en Irving Thalberg). Llevó a la pantalla El último magnate. Ahí nos dejó una película que mostraba las luces y las sombras del Hollywood clásico (otra forma de contar metafóricamente, pero desde un punto de vista trágico, lo que han hecho hace nada los hermanos Coen con el Hollywood de los cincuenta en la estupenda Ave, César), y que demostraba cómo Elia Kazan sabía rodar y contar cinematográficamente una historia. Y que eso era lo que realmente amaba en su vida…, como dice el protagonista Monroe Stahr (Robert de Niro): “Esto es cine”.

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Pasión por el cine. Vida en sombras (1948) de Lorenzo Llobet-Gràcia/El chico que conquistó Hollywood (The Kid Stays in the Picture, 2002) de Brett Morgen, Nanette Burstein

Aviso de Hildy: de nuevo disculpas, no es fácil averiguar qué es lo que está pasando con el apartado de comentarios. Me están ayudando muchísimo e intentando dar con el problema cuanto antes, pero de momento sigue sin estar restaurado plenamente.

La pasión por el cine cobra vida en la propia pantalla blanca. Y es que hay una serie de películas de ficción y no ficción que analiza ese amor por las imágenes en movimiento. Un amor que atrapa tanto al espectador como a todo aquel que esté involucrado en algún oficio dentro del mundo cinematográfico… y ya le acompaña para siempre. Un amor lleno de magia y también de misterio. En esta sesión doble propongo un descubrimiento maravilloso del cine español: Vida en sombras, una película que he perseguido y ansiado y que finalmente pude disfrutar en Historias de nuestro cine. Una película que dirigió un apasionado del cine, Lorenzo Llobet-Gràcia, y que logró reflejar todo ese amor. Fue la única película de su filmografía. Y un documental que he vuelto a ver y me ha vuelto a entusiasmar, El chico que conquistó Hollywood, un inteligente documental autobiográfico del productor Robert Evans y un retrato apasionado sobre el triunfo y la caída de un hombre en el apasionante periodo del Nuevo Hollywood.

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Trumbo (Trumbo, 2015) de Jay Roach

Dalton Trumbo

Trumbo es un biopic del guionista Dalton Trumbo. Una película de corte clásico en lo narrativo, formalmente correcta, con una galería de actores principales y secundarios que son una gozada… y ¡que Hildy Johnson la disfrutó toda entera!, con pasión, por varios motivos: cine dentro del cine, el periodo de la caza de brujas, un personaje principal con mucho carisma, pero rodeado de buenos personajes secundarios, reflexiones de fondo interesantes… Volamos al Hollywood de los años cuarenta… y cómo se van complicando las cosas para los que formaron los diez de Hollywood (la película recorre varios años)… pero no solo a ellos, sino a sus familiares más cercanos, a sus amigos, a los conocidos. La figura central es el guionista Dalton Trumbo. No faltan escenas (otras de mis colecciones favoritas) en la sala de cine: con espectadores viendo el noticiario, disfrutando de Vacaciones en Roma o de The brave, en la sala de pruebas de Espartaco, en la premiere de la misma película…

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Ave, César (Hail, Caesar, 2016) de Joel y Ethan Coen

Ave, César

Los hermanos Coen en Ave, César, con mucho desencanto e ironía respecto a la vida, terminan reflexionando sobre la naturaleza del cine como John L. Sullivan (Joel McCrea) después de un largo viaje de descenso a los infiernos y es que el cine, la fe en el cine, tiene su razón de ser porque en momentos determinados de una vida llena de complicaciones, un valle de lágrimas y sufrimiento, puede hacer volar, soñar, reír… Así los Coen, como Woody Allen en La Rosa púrpura del Cairo o en Hannah y su hermanas, encuentran cierto sentido en la vida gracias al cine, a la proyección…, tal y como ya había dejado constancia en pantalla Preston Sturges en Los viajes de Sullivan.

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Romeo y Julieta (Romeo and Juliet, 1936) de George Cukor

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… érase una vez un hombre, productor de cine, que le llamaron niño prodigio de Hollywood (uno de muchos), y que para siempre literariamente quedó como personaje trágico, como el último magnate (en la inacabada novela de Fitzgerald). Siempre de delicada salud, murió a los 37 años… y creyó poseer una sensibilidad especial y concebía el cine como arte de calidad pero también como industria, las películas tenían que ser rentables (así los outsiders como Erich von Stroheim no hicieron buenas migas con el joven y fiero capitalista con aires refinados). Olfateaba entre guiones y elegía estrellas. Era la sombra alargada tras películas que llenaban salas de cine. Él fue uno de los que fueron dando personalidad propia y un sello de calidad a las producciones de la Metro-Goldwyn-Mayer. Cómo no, se enamoró de una estrella, se casó y se obsesionó con ella. Ahora ella es una sombra olvidada pero durante los años treinta era una de las reinas, Norma Shearer. Su marido, el productor, se ocupó de ello.

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Autobiografía de Charles Chaplin (Lumen, 2014)

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Para conmemorar los cien años del nacimiento de un personaje, Charlot, Lumen recuperó íntegramente la autobiografía que escribió su creador, Charles Chaplin, publicada en el año 1964 (empezó a escribirla en 1958). De ella había leído varios fragmentos así como ciertos comentarios y críticas que no dejaban en buen lugar estas memorias. Sin embargo, me he deleitado con su lectura y se han disipado esas sombras que había sobre estas páginas… porque ya es mucho lo visto e investigado sobre Chaplin y esta autobiografía personal enriquece mi visión sobre este creador. Así acabo con una de mis lagunas sobre Charles Chaplin, hundirme en su propia vida vista por él mismo.

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Hollywood gótico. La enmarañada historia de Drácula de David J. Skal (Es Pop Ediciones, 2015)

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Unas escaleras que suben a los aposentos de un castillo decadente y solitario, la noche, el viento que apaga las velas, extraños ruidos, murciélagos volando, un grito, una gota de sangre, una ristra de ajos, un crucifico, hermosas damas victorianas, un hombre que ha perdido la cabeza come insectos, estacas, tumbas, muerte, sensualidad, arrebatos, mordiscos, sangre, un espejo que no refleja la imagen deseada, un barco asolado por la peste y tempestades ocultas, las ratas… y al final un hombre que hipnotiza con la mirada, que vive en la oscuridad, que muestra sus colmillos, que está sediento, que repta por las paredes, que es una presencia terrorífica…, el conde Drácula. Toda una imaginería alrededor de este personaje… ¿De dónde viene?¿Cómo ha ido creciendo y transformándose? ¿Por qué los vampiros y en concreto el conde… siguen presentes en nuestras mentes?

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Cadena de curiosidades cinematográficas. Un libro de Chaplin, una película de los treinta e Irène Némirowsky en la pantalla

Charles Chaplin. La soledad era el único remedio (Confluencias, 2014)

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Un libro de pequeño tamaño esconde en sus páginas un tesoro. Este libro es una delicia especial, un delicatessen. Reúne once entrevistas, que realizaron distintos periodistas en medios diferentes, a Charles Chaplin y están por orden cronológico. La primera transcurre en 1915 y la última 1967. Y con cada una de estas entrevistas, descubrimos la esencia de Chaplin, nos llevamos pequeñas sorpresas y se nos cuenta de manera especial su vida. Entre líneas. Contamos además con descripciones sobre su físico y forma de comportarse. Y el disfrute es máximo.

Repite varias veces que él quería ser actor dramático, trágico; se nos habla de sus ojos azules, su pelo azabache y sus mechones blancos; se nos describe su seriedad y melancolía así como su amabilidad y delicadeza en las entrevistas…, nos cuenta que sus películas parten de una emoción, que su personaje amado provoca risa en actos cotidianos y creíbles, que sus andares se los inspiró gente con los pies cansados y doloridos de ese Londres humilde que conoció en su infancia, nos describe su meticulosidad en el trabajo, su amor al cine como arte, su amistad con Douglas Fairbanks…

Pero también las entrevistas nos cuentan otra historia, los orígenes de un hombre humilde y siempre en los escenarios que llegó de Inglaterra a EEUU a un medio totalmente nuevo y distinto a los escenarios, el cine. Un hombre que se va haciendo un nombre y va adquiriendo una popularidad mundial, un hombre amado, tanto como su personaje. Que llega a lo más alto en su arte como director y en su trabajo como mimo satírico. Que conoce el éxito y la fama en todo el mundo… Que poco a poco le van minando las noticias de su vida privada, que va siendo rechazado por sus opiniones sociales y políticas, por su posicionamiento respecto la guerra, por su humanismo…, hasta ser expulsado de la tierra que le acogió y le encumbró… y retirarse a Suiza. De cómo un hombre que era totalmente aclamado con cada película realizada a ser continuamente cuestionado con cada nueva obra cinematográfica… De cómo un hombre triste siguió siendo triste y desencantado.

Recomiendo perderse entre sus páginas…

¿Amigos o rivales? (Friends and Lovers, 1931) de Victor Schertzinger

A veces aparecen películas curiosas de aquellos años treinta antes del código Hays, antes de la censura. ¿Amigos y rivales? Es una de ellas y está llena de sorpresas. Donde se muestra que había mucha más libertad y se era menos políticamente correcto en la representación de las relaciones personales. En ¿Amigos y rivales? Además hay un explícito erotismo y se nota que no existe censura alguna porque la dama protagonista en cuestión, libre y libertina, es celebrada y amada… sin recibir los castigos que tendrían que aguantar sus predecesoras.

¿Amigos y rivales? habla de amistades peligrosas con ligereza y ritmo rápido. De chantajes y traiciones. De malos tratos y asesinatos. De vida frívola y vida colonial en fronteras lejanas. De amistades que se rompen y que vuelven a construirse. De champán, celos y amor… Y todo de la mano de un reparto muy especial. La joven dama es Lili Damita, que posteriormente su carrera cinematográfica desapareció entre maridos como Michael Curtiz y Errol Flynn. Y los hombres que se enamoran y sufren por ella son el bigote de Adolphe Menjou, el galán cínico y elegante por excelencia, y un jovencísimo y vital Laurence Olivier, lejos de los escenarios shakesperianos. Ella se dedica a enamorar a hombres (de activa vida social y romántica)… de la mano de su esposo que después los chantajea. Y su esposo no podía ser otro que el siniestro Erich von Stroheim (y director outsider de películas geniales) pero peculiar intérprete, qué buenos personajes cultivó. Una película breve y llena de giros y sorpresas en la trama. Con elipsis muy curiosas que hacen avanzar la narración, duchas eróticas, momentos violentos y otros frívolos, peleas, risas, drama… y finalmente la chispa del amor. Una vida loca.

Suite francesa (Suite française, 2014) de Saul Dibb

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No es la primera vez que los personajes de la autora Irene Nemirovsky pisan la pantalla cinematográfica. El director británico Saul Dibb (La Duquesa) tan solo toma unos pocos personajes de la polifonía de voces de la inacabada Suite francesa (que ya se hablaba desde 2007 de su adaptación cinematográfica). De hecho la película no atrapa el universo de Irene Nemirovsky sino solo a algunos de sus personajes y unas cuantas situaciones… y únicamente traslada un aspecto que es importante en la novela de la autora (y en su universo literario anterior): la tremenda ambigüedad y humanidad de los personajes en tiempos de entreguerras o en la propia guerra, son capaces de lo mejor y de lo peor, de albergar lo más hermoso del ser humano y lo más horrible, la dificultad de las relaciones familiares, amorosas y entre distintas clases sociales y cómo se arrastran contradicciones continuamente…, pura humanidad.

Dibb, como ya nos acostumbró en La Duquesa, lleva a cabo una película elegante, bella visualmente, perfectamente ambientada y con una banda sonora brillante además de contar con un buen reparto. Y se decanta finalmente por narrar un amor imposible en una localidad francesa ocupada por los alemanes en la Segunda Guerra Mundial. Ese amor imposible es entre un oficial alemán y una joven francesa. El oficial se aloja en casa de la joven, que a su vez vive con su suegra, una mujer rica del pueblo ocupado. Ambas esperan el regreso del hijo y del esposo del campo de batalla. El amor imposible cuenta con los rostros de Michelle Williams, como joven delicada y cada vez más consciente de su difícil situación (y de su compromiso); y del actor belga Matthias Schoenaerts, que deja su carisma por repartos internacionales desde su participación en De óxido y hueso. La suegra cuenta con la cara de Kristin Scott Thomas, que sigue siendo una secundaria de oro.

Quien quiera conocer el universo literario de Irene Nemirovsky (y conocer también su azarosa y trágica vida) que acuda al libro y se sumerja en sus páginas. Quien quiera dejarse llevar por un amor imposible de película, bien contado, que se meta en la sala de cine… Hay una relación casi invisible y muy distante entre la Suite francesa literaria y la fílmica.

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