Sesiones dobles de verano (II). Mujeres condenadas a la pena de muerte: Yield to the Night (1956) de J. Lee Thompson / ¡Quiero vivir! (I Want to Live!, 1958) de Robert Wise

Esta sesión sobre la pena de muerte trae varias sorpresas. Un realizador de carrera irregular, pero con unos títulos de lo más interesantes a lo largo de su filmografía: J. Lee Thompson. Y uno de los grandes olvidados, Robert Wise, puesto en la categoría de directores artesanos, pero con una carrera amplia y cargada de títulos estrella. Ambos muestran una sensibilidad especial a la hora de tratar el tema con dos actrices de armas tomar. Por un lado, la respuesta en Gran Bretaña a Marilyn Monroe: Diana Dors. Y, por otra parte, una de las reinas del melodrama en EEUU: Susan Hayward.

Yield to the Night (1956) de J. Lee Thompson

Mary (Diana Dors) y la angustia de la espera en Yield to the Night.

J. Lee Thompson mostró en sus primeros años una sensibilidad especial a la hora de contar historias complejas. Por ejemplo, en Amenaza siniestra y La bahía del tigre refleja de manera cruda y no exenta de belleza los miedos infantiles, y las dificultades de los niños en sus relaciones con adultos atormentados. O en Woman in a Dressing Gown habla de la triste descomposición, desencanto y monotonía de una familia británica.

En Yield to the Night se atreve con un relato especial. La tensa espera de una mujer hasta que se ejecuta la pena de muerte a la que está condenada. El relato, en primera persona, cae sobre los hombros de Diana Dors, que ofrece todo un abanico de matices a su personaje.

La película empieza como una de puro cine negro: mostrándonos durante los primeros minutos cómo Mary, la protagonista, comete un asesinato. Dispara a sangre fría a otra mujer que se baja de un coche. Todo con un suspense y una manera de rodar, con ritmo y tensión, que atrapa al espectador.

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Irregularidades de Edward Dmytryk. Adónde fue el amor (Where love has gone?, 1964) / Barba Azul (Bluebeard, 1972)

Edward Dmytryk posee una filmografía irregular donde pueden encontrarse títulos muy interesantes como Historia de un detective, Hasta el fin del tiempo, Encrucijada de odios, Vivir un gran amor o El baile de los malditos. Sin embargo, otros de sus títulos han caído en el más absoluto de los olvidos, pero con peculiaridades de fondo. Por otra parte, este director es una de las figuras interesantes para estudiar los estragos de las listas negras y la caza de brujas. Empezó como chico de los recados en la Paramount hasta convertirse en un buen montador profesional. Después dio el paso para dirigir películas de serie B, hasta que ya en los cuarenta se convirtió en director de renombre. Pero en 1947, cuando todavía disfrutaba de las mieles del éxito con Encrucijada de odios, todo se torció al ser llamado ante el Comité de Actividades Antiamericanas. Primero, formó parte de los diez de Hollywood, así conoció el exilio y la cárcel. Pero finalmente cedió a la presión, y volvió a testificar, esta vez sí dio nombres de compañeros que habían militado en el Partido Comunista. Continuó trabajando para los grandes estudios, tuvo algunos éxitos más, y su carrera fue más irregular todavía, aunque de vez en cuando despuntaba con momentos brillantes. No obstante, no tenía miedo a enfrentarse a distintos géneros o a encarar temas complejos y arriesgarse. En sus últimos años, se paseó por coproducciones y rodaba en Italia o Gran Bretaña, además de en EEUU. Tuvo un lento y largo declive hasta caer en el olvido… La sesión doble analiza dos películas de su último periodo.

Adónde fue el amor (Where love has gone?, 1964)

Adónde fue el amor

Dos damas del melodrama en acción…

Adónde fue el amor es un melodrama tremendamente entretenido, que además da la oportunidad de ver enfrentadas a dos reinas del género que trabajaron por primera vez (y última) juntas: Susan Hayward y Bette Davis. Es de esos melodramas que durante los sesenta preludiaron las adictivas telenovelas americanas como Peyton Place (de aquellos años), Falcon Crest o Dallas. Adónde fue el amor tiene una clara fuente de inspiración, un suceso real, pero semilla de melodrama sórdido. Primero sirvió para que Harold Robbins escribiera uno de sus best sellers, y después para que pasara a la pantalla grande. El suceso fue el homicidio por parte de una adolescente Cheryl Crane de la pareja de su madre en aquel momento, Johnny Stompanato. Su madre era la actriz Lana Turner. Fue un juicio mediático y se barajaron mil y una teorías.

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Feliz 100 cumpleaños, Robert Mitchum (I). Hombres errantes (The lusty men, 1952) de Nicholas Ray

Hombres errantes

… el trío está servido

Sí, la vida del rodeo es dura. Esa América profunda y polvorienta de tipos duros y mujeres fuertes bajo unos códigos patriarcales y conservadores. El rodeo, que genera una vida errante de perdedores que no encuentran arraigo. A veces, porque se convencen de que no lo quieren y otras porque están atrapados en una espiral donde es difícil encontrar una salida. Hombres que ganan dinero y lo pierden, que destrozan sus cuerpos y sus mentes. Mujeres que esperan y que son las más realistas, que tratan de asentarse y de que ellos sienten la cabeza…, que envejecen antes de tiempo por el cuidado continuo y el poco reconocimiento. Ellos se sienten hombres libres. Pero es distinto ser errante, que ser libre. Y de eso se da cuenta demasiado tarde Jeff McCloud, una vieja gloria del rodeo, con el cuerpo demasiado castigado y sin un céntimo… aunque ha tenido muchos en sus manos. Pero no se queja, arrastra su cuerpo de vaquero perdedor… y nunca pierde la esperanza de un hogar, porque como dice, a veces lo echa de menos. Y si McCloud tiene la mirada de Robert Mitchum…, estamos atrapados ante un perdedor de los de quitarse el sombrero.

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