El susto (Shock, 1946) de Alfred L. Werker

El susto, una buena película de serie B, que refleja la psicología de una época.

Una mujer joven, que espera reencontrarse con su esposo en un hotel, es testigo de un asesinato a través de una ventana: un hombre y una mujer están discutiendo sobre su divorcio. De pronto, él pierde los estribos, coge un candelabro y golpea en la cabeza a su contrincante, matándola. La testigo se queda en estado de shock. Cuando llega su marido, preocupado, llama al médico del hotel, quien le dice que su esposa está así por haber vivido un fuerte trauma. El doctor le recomienda que la atienda un brillante psiquiatra, que también se hospeda en el hotel. Al entrar el psiquiatra en la habitación, descubrimos que es el asesino, el hombre que ha matado a su esposa con un candelabro. Y él por la ubicación de la habitación y por dónde ha sido encontrada la víctima se da cuenta de que pudo ver lo ocurrido en su habitación.

No hay duda de que la premisa de El susto es buena. Forma parte de esa galería de películas sobre personajes que sin quererlo son testigos de asesinatos, y lo que pasan y padecen hasta que ocurre la resolución del caso. También es una producción de serie B de la Twentieth Century Fox para acompañar programas dobles. Normalmente eran largometrajes con menos presupuesto y con actores y actrices que no eran estrellas. Solían ser películas de género (western, policial, ciencia ficción o terror). Dentro de este tipo de producciones se encuentran largometrajes a tener en cuenta y a directores que eran verdaderos artesanos, que buceaban además en una especie de libertad creativa. Uno de ellos fue Alfred L. Werker, que tiene unos cuantos títulos llamativos en su filmografía, entre ellos el que analizamos hoy.

El susto es además una película que acompaña al espíritu de la época. La Segunda Guerra Mundial acaba de terminar y las emociones y el estado de ánimo de la población está a flor de piel. Las emociones fuertes están al orden del día. Por ejemplo, la protagonista, Janet (Anabel Shaw), va a reunirse en un hotel con su marido Paul (Frank Latimore), un combatiente al que habían dado por muerto, pero en realidad había estado dos años en un campo de prisioneros. Cuando la joven esposa llega, le dicen en recepción que no habían recibido el telegrama donde realizaba la reserva y que no hay habitación libre. Ella se agita, pues es ahí donde tiene la cita con su marido, y este además todavía no está. El director del hotel oye su historia y al sentir su desesperación, le consigue habitación por esa noche.

Sigue leyendo

El discreto encanto de William Castle en tres películas

Homicidio

William Castle y su discreto encanto. Todo un personaje que durante finales de la década de los cincuenta y los sesenta se especializó en películas de terror de bajo presupuesto. Como director y productor creía en sus películas y organizaba unas promociones de lo más originales. Al igual que Alfred Hitchcock, utilizaba su imagen para publicitar las películas, pero con un sentido del espectáculo tan elevado que incluso intervenía en medio de la película (con su voz en off) para advertir al espectador que tal vez debía marcharse de la sala porque a lo mejor no aguantaba lo que iba a ver a continuación. O se inventaba mil y un artilugios en la propia sala de cine para dar más emoción a su obra… Prometía momentos tremendos, espeluznantes. Y hoy sus películas tienen un encanto y una candidez especial. William Castle sabía cómo contar sus historias, entretener, a pesar de no emplear grandes presupuestos. Si algo tenía era sentido del espectáculo.

Las tres que voy a comentar son historias bien construidas, donde curiosamente lo más caducado (sobre todo en dos de ellas), pero a la vez con gran encanto, son los efectos especiales para provocar los momentos de máximo terror. En las tres cuenta con la colaboración del guionista Robb White, famoso novelista de aventuras. La mejor de las tres y más sorprendente es sin duda Homicidio (Homicidal, 1961). Esta sigue la senda abierta por Hitchcock y su Psicosis (1960). Después La mansión de los horrores (House on Haunted Hill, 1959), que posee un encanto especial pues bajo la apariencia de película sobrenatural, de terror y de fantasmas se esconde una película de suspense y crimen perfecto. Y, por último, con una inocencia y una candidez que desarma (no obstante el máximo protagonista es un niño), así como un sentido del espectáculo genial (casi de feria), Los 13 fantasmas (13 ghosts, 1960).

Sigue leyendo

La mirada inquietante de André de Toth. Aguas turbias (Dark Waters, 1944) y Combate decisivo (Monkey on my back, 1957)

André de Toth es de esos directores que se encontraban en nómina en el sistema de estudios. Y estaba especializado sobre todo en películas de bajo presupuesto y de los géneros más dispares. Es de esos directores con parche en el ojo como Lang, Ford o Ray… pero de películas de serie B. Y es de esos directores caídos en olvido pero que de pronto pueden ser descubiertos. Yo tan sólo había visto Los crímenes del museo de cera…, una película de terror de Vicent Price de los años cincuenta que tuvo el aliciente en el momento de su estreno del empleo del 3D. Y sin dejar de lado esa mirada inquietante, que suele dominar el terror, descubro en una sesión doble a un director en el que quiero bucear. Porque entre esas películas de serie B hay un montón de buen cine como han demostrado Edgar G. Ulmer,  Joseph H. Lewis, John Farrow, Allan Dwan o  Jacques Tourneur. Así en Aguas turbias nos deja una atmósfera y un ambiente que roza la locura y lo onírico con unos personajes incómodos… Y en Combate decisivo se vuelca en un drama realista y deja el retrato de un hombre desesperado que cae continuamente en el abismo que debe enfrentarse a sí mismo y a su adicción más letal, su dependencia a la morfina.

Aguas turbias (Dark Waters, 1944)

aguasturbias

Aguas turbias entra dentro de la tradición de un cine con tintes góticos donde una dama va perdiendo la cordura o la hacen creer que pierde la razón… La dama en cuestión es encerrada-atrapada en una mansión que se convierte en una cárcel.

Merle Oberon es una heroína hermosa y solitaria que ha vivido una experiencia traumática (un ataque marítimo donde ha perdido a sus padres y donde apenas ha habido supervivientes) y por tanto se encuentra en un estado de debilidad mental. En el hospital le dicen que contacte con sus tíos, a los que no conoce. Ella los escribe a la dirección que tiene en New York pero recibe una contestación desde una plantación de Lousiana donde se han trasladado… y le dicen que la recibirán con los brazos abiertos. Cuando sale del hospital llega a la estación de tren y nadie la espera. Ante el calor, la angustia y la desesperación por la soledad, tiene un desmayo… y es ayudada por el médico de la zona (Franchot Tone) quien la lleva a la mansión familiar y de paso se enamora de ella. Allí la reciben sus tíos que viven con dos hombres siniestros, el administrador y el capataz de la plantación. Y ahí la pesadilla de la protagonista continúa que vive aterrorizada porque siente que poco a poco va perdiendo la razón.

Todo en la casa es extraño e inquietante. Oye voces que la llaman. Las lámparas se apagan solas. Y tanto sus tíos como el capataz parece que no mueven un dedo sin que el administrador ejerza su poder… De pronto la protagonista empieza a crearse una extraña historia en su cabeza y los únicos momentos que vive sin sobresaltos es cuando el doctor la saca fuera de la mansión. Pronto va sintiendo el hogar familiar (junto a sus habitantes) y sus alrededores donde acechan peligros como aguas turbias y pantanosas como una cárcel… o como una amenaza para su vida.

Pero nada es lo que parece…

Y lo que más merece la pena de la película es precisamente la mirada inquietante de la protagonista, la atmósfera asfixiante y los personajes siniestros con los rostros de dos maravillosos secundarios Thomas Mitchell y Elisha Cook Jr.

Combate decisivo (Monkey on my back, 1957)

combatedecisivo

En Combate decisivo se continúa la veda abierta por Otto Preminger para tratar el tema de las drogodependencias (El hombre del brazo de oro, 1955). Así el director se enfrenta a la historia real de Barney Ross, un famoso boxeador que después se convirtió en un héroe de guerra para finalmente librar una batalla contra su dependencia a la morfina. Y surge una película muy interesante e intensa donde se refleja perfectamente el deterioro de un hombre dependiente. Barney Ross está perfectamente interpretado por Cameron Mitchell… la película empieza cuando entra voluntariamente en un hospital para someterse a una cura. Se abre una verja y nuestro protagonista se enfrenta en la soledad de su cuarto a los recuerdos, y una flashback recrea su caída. Su deteriodo. Y la película termina cuando esa verja vuelve a abrirse… y el protagonista empieza una nueva vida de la que ya no seremos testigos.

André de Toth, como buen artesano, nos sabe contar perfectamente esta historia donde maneja el lenguaje cinematográfico y los códigos del cine sobre boxeo (casi un género en sí mismo), realismo social, cine negro y cine bélico (sorprendente la crudeza de las escenas que transcurre en Guadalcanal).

Así se va desarrollando la caída al abismo del protagonista… un boxeador que triunfa y se engancha (es lo que le da seguridad) tanto al triunfo como al mundo del juego y las apuestas. Hasta que es vencido y entonces deja el boxeo para dedicarse a llevar un negocio pero sin dejar de jugar ni de recibir malas influencias. Sin embargo es un buen tipo, con buen fondo, pero que sus miedos e inseguridades van minando su personalidad. A pesar de tener una madre que le adora, una mujer que le quiere (a pesar de que sabe que el hombre al que ama no va a poder proporcionarle felicidad, ve su fragilidad desde el principio y trata de huir pero siempre regresa…) y amigos fieles su caída es imparable. Y él es consciente. Cuando pierde su negocio, decide alistarse como marine y durante la Segunda Guerra Mundial, en un combate duro donde se convierte en héroe, padece malaria. Para tratar de frenar sus dolores y malestares le suministran morfina y termina volviéndose dependiente. Por eso su regreso y adaptación a su nueva vida (donde siempre trata de ser un triunfador y de formar una familia junto a la mujer amada) fracasan continuamente. Porque necesita la morfina… y vuelve a contactar con malas influencias que le amargan la vida y él no sabe cómo gestionar su caída ni pide ayuda a la gente que le quiere.

Cuando ya la vida parece que le cierra todas las puertas y la desesperación casi le lleva al suicidio… el nuevo regreso de su mujer hace que quiera ingresar voluntariamente en el hospital para detener su deteriodo… y emprender ese combate decisivo (del título en castellano) contra sí mismo.

Las escenas en el ring, las bélicas y ese destino negro del personaje que va cayendo en los bajos fondos urbanos donde se encuentra entre callejones donde hay otros dependientes, traficantes y un mundo oscuro, decadente ofrecen un relato potente que engancha al espectador y no le suelta en ese viaje ‘al abismo’ que emprende el protagonista…

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.