Call me by your name (Call me by your name, 2017) de Luca Guadagnino

Call me by your name

La mirada de Elio…

Una reunión familiar: un padre, una madre y un hijo adolescente. La madre coge una edición en alemán de la serie de cuentos del Heptamerón. Se sienta y elige uno para leer, mientras los tres se acomodan en el sillón. Y en ese cuento hay una frase que contiene la esencia de la nueva película de Luca Guadagnino, y viene a decir algo así como ¿qué es mejor para un hombre o una mujer, hablar o morir? O dicho, de otro modo, ¿sentir o morir? Y es que tanto Yo soy el amor, como Cegados por el sol, como ahora Call me by your name… son tres películas construidas a través de las emociones, las sensaciones, la sensualidad, la belleza, el placer… Los momentos fugaces que provocan escalofríos. Sobre personas que se atreven a llegar al límite del deseo o que tocan lo sensual, lo bello y lo placentero… aunque luego caigan derrotados, abandonen todo o les quede tan solo un recuerdo. Atreverse a vivir…, esa es la cuestión.

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Diferencias entre La seducción (The beguiled, 2017) de Sofia Coppola y El seductor (The beguiled, 1971) de Don Siegel

La Seducción

El bello universo de unas damas sureñas…

1. Títulos en castellano. No ocurre así con el título original (que es el mismo en ambas), pero sus traducciones en castellano ya dan matices. La de Don Siegel se centra en la figura del cabo John McBurney… En castellano se titula El seductor. Un lobo feroz que pretende manipular a su gusto a las damas-cordero. Y el espectador se sitúa al lado del seductor manipulador para ser testigo de cómo se va convirtiendo en un cordero sacrificado por unas mantis religiosas. Sin embargo, la película de Sofia Coppola se ha titulado La seducción, luego el foco de atención se va al grupo de las damas sureñas (profesoras y alumnas). El grupo femenino acoge a un cabo John McBurney que se convierte en ese oscuro objeto del deseo, pero pronto pasará a ser un juguete roto, y las damas se unen para manejarlo a su antojo y después deshacerse de él, limpia y fríamente.

2. Flashbacks y voces interiores. Don Siegel hace uso en su película de varios flashback u otro tipo de imágenes (como una escena onírica) que hacen hincapié en el ambiente enfermizo y represivo. Y sobre todo acompañan a los personajes de Martha y McBurney, los dos personajes que quieren detentar el poder y los que más chocan y se enfrentan entre sí. Los flashbacks al lado de McBurney le dibujan como mentiroso y manipulador. El cabo quiere seducir a todas las mujeres por supervivencia pura y dura. Y los flashbacks que acompañan a Martha la muestran como una mujer reprimida y con secretos ocultos y moralmente prohibidos (una relación incestuosa con su hermano). Además hay un sueño onírico donde no solo da rienda suelta a una relación sexual con McBurney, sino que también dibuja una atracción de Martha hacia la joven y dulce profesora Edwina. El otro flashback que se ve en la película acompaña al personaje de Hallie e ilustra por qué nunca se ha unido y ha formado piña con McBurney (lo explicaré mejor en el siguiente punto). También en la película de Don Siegel, los personajes piensan en alto, es decir, permite escuchar las voces interiores y las reflexiones, por ejemplo, de las niñas, esto aumenta el ambiente represivo, enfermizo y oscuro… la tensión.

Sin embargo, todos estos flashbacks y voces interiores desaparecen en la película de Sofia Coppola, de tal manera que deja más libre al espectador para las interpretaciones sobre lo que ve en la pantalla, todo más limpio y menos oscuro además de aumentar una sensación elegante de ambigüedad durante todo el metraje.

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La doncella (Ah-ga-ssi, 2016) de Park Chan-wook

La doncella

Si se observa el hermoso cartel de La doncella, del director coreano Park Chan-wook, ya aporta claves de lo que vamos a ver en pantalla. Un cuento sensual y sexual con toques de crueldad pero con trazos delicados, de aire victoriano, con gotas góticas y con brotes de belleza como las ramas de un cerezo en flor con una mujer bella colgada… Y es que todo eso y más puede encontrarse en una película que no solo seduce con la historia que cuenta, sino que es imposible no enamorarse de cómo está contada.

Y ya su título es revelador. Si en inglés (The handmaiden) no deja duda de que la doncella del título se refiere a la sirvienta de una delicada joven encerrada en una mansión que esconde secretos, su título en castellano sirve para las dos protagonistas: doncella es Sooke, que entra a trabajar al servicio de la joven millonaria, Hideko. Y Hideko también es doncella…, delicada y virginal. Y alrededor de las dos gira una historia de amor, pasión, sexualidad y venganza (uno de los temas estrella de Park Chan-wook).

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El hombre y el monstruo (Dr. Jekyll and Mr. Hyde, 1931) de Rouben Mamoulian

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… esta adaptación cinematográfica de El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde de Robert Louis Stevenson transforma esta novela de interpretaciones complejas en un cuento visual de terror victoriano. Pero además su director Rouben Mamoulian realiza una película formalmente innovadora y convierte en un deleite su visionado.

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Pasaje a la India (A Passage to India, 1984) de David Lean

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¿Qué ocurrió en las cuevas de Marabar? es un perfecto macguffin en Pasaje a la India de David Lean para reflejar en realidad las tensiones sociales y políticas entre los indios y los británicos durante los años 20. Años de tensión entre la administración colonial británica en la India y del creciente movimiento de independencia indio, que culminaría durante los años 40 con la figura de Gandhi. David Lean dejó un hermoso testamento cinematográfico, una película con un ambiente sensual y extraño… que atrapa instantes de un mundo más allá del que vemos y sentimos que, sobre todo, en Occidente se nos escapa.

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Centenario de Orson Welles (3). Otelo (Othello, 1952) de Orson Welles

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Con Otelo de Orson Welles se puede analizar la tragedia de su obra creativa, su pasión por William Shakespeare y la doble temática de muchas de sus películas: el poder y la traición. Ya no era aquel joven prodigio que entró en Hollywood con todos los medios del mundo a su alcance y una libertad creativa difícil de conseguir en el sistema de estudios…, y que le permitió realizar Ciudadano Kane, sino que tuvo que pasar carros y carretas para poder terminar sus proyectos y casi nunca tal y como él quiso. Para finalizar Otelo tuvo que pasar por mil obstáculos además de poner también sus recursos económicos (aquellos que consiguió interpretando papeles que a veces ni le iban ni le venían). El proyecto cinematográfico empezó en 1949 y no pudo estrenarse hasta 1952… entremedias productores en bancarrota, cambios de actores, diferentes escenarios y países para terminar el rodaje, ropas que no llegan, pocos medios… Y como en otras ocasiones, es difícil saber cuál es la copia que circula que realmente quería Orson Welles. Aunque existe un documental en los años setenta donde el propio director explica la odisea del rodaje y qué es lo que pretendía.

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Boccaccio 70 (Boccaccio 70, 1962) de varios directores

Todo fue idea de Cesare Zavattini. Reunir a cuatro directores italianos para rodar cuatro minihistorias que actualizaran el estilo y el discurso de Boccaccio y sus relatos sobre amor y moral. De tal manera que surgiera una radiografía a todo color de la Italia contemporánea que dejaba atrás una dura posguerra y empezaba una época de desarrollo. Cuatro cuentos sobre amor y moral… Una idea que no disgustó al productor Carlo Ponti que decidió poner en pie el proyecto. Cada historia sería protagonizada por una mujer de armas tomar: dos italianas y dos extranjeras y las cuatro dejan cuatro retratos femeninos muy diferentes (y apasionantes para analizar).

Renzo y Luciana de Mario Monicelli

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Mario Monicelli presenta con Renzo y Luciana una Italia que va hacia el desarrollo pero todavía con muchos escollos que superar. Y cuenta los esfuerzos y las dificultades de una joven pareja para prosperar. Renzo y Luciana es un paseo por la Italia de los trabajadores que además van también accediendo y cuidando su tiempo de ocio.

Monicelli realiza una radiografía maravillosa de esa Italia de los sesenta donde descubrimos los espacios laborales, los transportes públicos, la moderna iglesia con su jukebox especial de la que surge la melodía nupcial, las casas familiares y los nuevos hogares en propiedad para los trabajadores, los lugares de ocio como la sala de cine (maravillosa la escena que transcurre allí… en un cine tan lleno que hasta hay público de pie para ver ¡una película de vampiros!), la piscina pública o la sala de baile.

Pero además la historia cuenta los avatares de Renzo, un mozo de almacén, y su novia Luciana, una contable de la gran empresa en la que trabajan ambos (donde los empleados no pueden casarse ni tener hijos). Dos jóvenes que quieren estar juntos, tener un empleo, una casa amueblada, un futuro estable para formar una familia… y los obstáculos cotidianos que van encontrando pero aun así siguen juntos y con sueños… Aunque uno tenga que trabajar por la noche y otro de día, aunque tengan que renunciar a ciertas comodidades, aunque no puedan encontrar un espacio de intimidad…

Mario Monicelli crea una pequeña historia realista y costumbrista con unos espacios que radiografían un momento histórico y se deja ayudar por el rostro recién descubierto para el cine de Marisa Solinas, muy bien secundada por el desconocido Germano Gilioli. Curiosamente fue el segmento más perjudicado, cuando se presentó en Cannes, decidieron llevar una versión más corta con solo tres de las historias y eliminaron la de Monicelli. Sus compañeros ante esta medida decidieron no acudir al festival para respaldar la película. En su guion colectivo intervino el escritor Italo Calvino ya que se inspiraba este segmento en uno de sus relatos.

Las tentaciones del doctor Antonio de Federico Fellini

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La más satírica, delirante, imaginativa y absurda es la historia de Fellini. Donde convierte a la escultural Anita Ekberg en una especie de ‘peligrosa’ King Kong que quita el sueño y la cordura de Don Antonio (Peppino de Filippo, comediante italiano), un vigilante de la moral italiana. Por supuesto no falta Nino Rota (y momentos musicales mágicos) así como su galería de rostros inolvidables.

Volvemos a esa Italia en desarrollo donde un hombre radicalmente conservador queda consternado cuando frente a su casa plantan un enorme anuncio donde una exuberante Anita ánima a los consumidores a beber leche. Esta imagen le obsesiona, le altera. Además alrededor del cartel publicitario situado en un solar se va creando un espacio de vida y desenfreno. Don Antonio convierte en cruzada el quitar de su vista a Anita Ekberg con su gran vaso de leche… hasta que una noche la diva del deseo cobra vida y se sale del cartel en el que reside. La lucha con Don Antonio será tentadora…

Totalmente reconocible el universo especial de Fellini y la actriz sueca convertida en la máxima tentación rubia…, una tentación exuberante que vencerá al puritanismo absurdo… Fue la primera vez que el director italiano se vio con el color… Y lo aprovecha al máximo.

El trabajo de Luchino Visconti

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El mejor segmento para la que esto escribe es sin duda el de Luchino Visconti donde Romy Schneider ofrece todo un recital interpretativo junto a Tomas Milian. Él es un conde de la aristocracia italiana. Tiene títulos y palacio pero ni un duro. Ella es hija de un importante empresario alemán, tiene dinero. En su matrimonio se mezcla la conveniencia, la atracción física y también (como iremos descubriendo por parte de ella) algo parecido al amor. La historia empieza con la vuelta del conde al palacio después de un escándalo sexual en un prostíbulo que ha salido en toda la prensa nacional e internacional. Allí mantiene una larga conversación con su esposa.

Con la elegancia habitual de Visconti se presenta la historia más subversiva (que es una adaptación de un cuento de Maupassant). En un palacio que alberga a una pareja de una aristocracia y una burguesía inútil y decadente con su personal de servicio como sombras y testigos del desmoronamiento moral. Como ya publiqué en Las prostitutas de Maupassant en el cine, un texto para un libro colectivo: “Visconti atrapa la premisa del cuento Junto al lecho (1883) que narra la conversación de un matrimonio de la alta burguesía donde la esposa propone al marido infiel, que quiere volver a acostarse con ella, convertirse en la prostituta que busca en las noches y recibir su compensación económica por ello. La esposa se convierte en prostituta y subvierte el significado del matrimonio común.

En Il lavoro Visconti mantiene esta idea. (…) Pupe (Romy Schneider) cuenta a su marido que se ha pasado toda la noche hablando con las prostitutas. Le dice que ha pensado mucho y que ya no cuente con su dinero porque ella no se lo va a pedir a su padre empresario sino que va a trabajar: ‘Yo respeto el dinero hasta tal punto que he decidido hacer de él una cuestión vital y ganármelo’. Y entonces le pregunta que si ella hubiera estado entre el grupo de prostitutas si la hubiese elegido. Y el marido confiesa que sí. Entonces Pupe le ofrece a su marido noches de placer si le paga. Visconti va más allá de la subversión pues intuimos que Pupe además ama a su esposo por eso llora cuando su padre llama: ‘Dile que no me puedo poner porque estoy trabajando. Ya he encontrado un empleo’”.

La Rifa de Vittorio de Sica

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Y llega la última: la más popular y representativa de la comedia italiana. Vittorio de Sica se sirve de la maggiorata en su máximo esplendor, una Sofia Loren exageradamente voluptuosa y hermosa (era inevitable que estuviese ella, estando Carlo Ponti por ahí…). Ella es una napolitana, ignorante y analfabeta pero con mucho carácter y sueños de prosperidad, es una mujer de armas tomar que va de feria en feria. Trabaja con un matrimonio de feriantes en una caravana con juegos de tiro (que se intuye que más que amistad se aprovechan de ella). Pero el plato fuerte es la rifa. Entre los hombres de los pueblos que visitan, se reparten unas papeletas y se organiza una rifa, el que gana se acuesta con la maggiorata. Y estos pierden la cabeza y los papeles. De Sica se mueve en el terreno de la comedia italiana costumbrista con una galería de personajes (sobre todo los hombres que pierden la cordura…) que no tiene desperdicio. Desde el padre de familia que va a por todas (y que su hijo montado en bicicleta siempre le suelta alguna frase) hasta el tímido sacristán que sueña con acostarse con la dama. Todo se complica cuando se cruza por el camino de la maggiorata, un joven enamorado que no sabe nada de la rifa que está a punto de celebrarse…

Boccaccio 70 es una película de episodios para rescatar del olvido y para acercarse más al trabajo y a la esencia de sus directores y actrices. Es una película rica en miradas, matices y análisis.

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Casa de Tolerancia (L’apollonide. Souvenirs de la maison close, 2011) de Bertrand Bonello

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Recuerdo que solo se estrenó en una sala en Madrid y que me quedé con muchas ganas de verla. Se me escapó en su momento. Ayer desayunando, estaba leyendo una revista y me encontré con que la Filmoteca Española la proyectaba esa misma noche en su sección Si aún no la has visto. Y me dije, no la he visto y tengo que aprovechar esa oportunidad. Y mereció la pena la visita a esa preciosa sala 1 del cine Doré.

Casi al principio hay una conversación clave entre un cliente y una prostituta que define la esencia de esta película de Bonello, absolutamente demoledora. La prostituta le dice que entre las cuatro paredes de ese burdel de lujo apenas cambian las cosas, muy poco a poco, apenas se percibe. Como la vida misma, como la Historia. Cuando se está dentro parece que los cambios se producen con lentitud, visto desde lejos, con la perspectiva del tiempo… se notan y sienten esos cambios. Precisamente la prostituta que tiene esta conversación sufre un cambio radical tras una agresión brutal. Pero lo demoledor (y eso se refleja perfectamente en la escena final) es que en esencia los seres humanos apenas han cambiado y por eso se repiten una y otra vez ciertos comportamientos que dañan, que duelen.

Casa de Tolerancia narra la historia de un burdel de lujo parisino durante algo más de un año, justo al final del siglo XIX… cuando se va a dar el cambio de siglo. Prácticamente toda la película transcurre en el interior, excepto una excursión que realizan la madame y sus jóvenes pupilas al campo (como un respiro ilusorio de libertad). Casa de Tolerancia es como la cara oscura del episodio de otra casa de tolerancia de El placer de Max Ophüls (la maravillosa adaptación del cuento de Maupassant, La Casa Tellier). Por algunas conversaciones entre los clientes y las prostitutas podemos situar históricamente la trama. En un momento se habla del caso Dreyfus (que tendrá repercusiones demoledoras, precisamente en una de las prostitutas que su apodo es La judía). Y luego se nombra también la situación económica de los clientes de la casa: políticos, aristócratas ya en un periodo de decadencia y una consolidada y cada vez más rica clase empresarial (sobre todo del mundo textil). Todos los clientes exteriormente se muestran impecables, exquisitamente educados y señoriales… e interiormente decadentes, llenos de perversiones y sin ningún escrúpulo a la hora de sentir el placer… Algunas prostitutas sueñan con que su vínculo con sus clientes las va a sacar de la situación en la que se encuentran pero de una manera u otra siempre se dan cuenta de que solo es un sueño o un deseo irrealizable.

En esa Casa de Tolerancia sus clientes desconectan del exterior y solo se dedican al placer y la sensualidad así como al cumplimiento de sus fantasías sexuales. Bertrand Bonello (en su primera película estrenada en España y ahora a la espera de Saint Laurent) recrea ese ambiente con exquisitez, belleza y elegancia. Pero a la vez va profundizando en el mundo y en el alma de las prostitutas y en la ‘cárcel’ en la que están encerradas. Si pueden llegar a no hundirse es por una especie de solidaridad femenina que las hace apoyarse y quererse unas a otras. Y la seguridad que de alguna manera, aunque una seguridad cárcel, que las da el vivir en esa casa (algo que está a punto de desaparecer y romperse…, están abocadas a un cambio drástico de su situación… pero no a un cambio en sus vidas y profesión, seguirán atrapadas… hasta el tiempo presente). Ante la belleza estética de las imágenes y de este mundo de sensualidad, que se convierte casi en un imaginario onírico, Bonello introduce sabiamente un submundo agobiante, con notas de pesadilla, que muestra a la vez la decadencia moral de un mundo que se desmorona y donde las chicas se convierten en víctimas de una sociedad que las atrapa, las deja sin salidas y las devora con crueldad (y que se perpetua en el tiempo).

Bonello además se arriesga formalmente al contar esta historia y desde luego el visionado de Casa de Tolerancia no pasa desapercibido. Es un abanico de opciones sensoriales y auditivas que crean un espectáculo visual que envuelve. No solo sus travellings o sus pantallas partidas o las voces en off sino también el inteligente uso de una banda sonora que crea unos efectos que logran una sensación de extrañamiento (ante los anacronismos… como esa escena de las prostitutas en un momento dramático y de clímax bailando entre ellas Night in white saten) e hipnotismo ante lo que estamos viendo. A veces parece que toma el punto de vista de una de las prostitutas (ese es otra de sus características formales el cambio del punto de vista que provoca la repetición de escenas) que trata de huir de su malestar espiritual y su desencanto fumando opio… y efectivamente esa es la sensación, como si los espectadores estuviéramos pasándonos esa pipa de opio unos a otros. Además esa sensación onírica hace que se llegue a momentos grotescos y a otros momentos de signo fantástico. Se crea también un universo femenino especial que es secundado por un reparto de actrices que dejan en pantalla toda su naturalidad y sensualidad además de ir dotando a cada uno de sus papeles de una personalidad trágica.

Bertrand Bonello va dejando así una radiografía de una casa de tolerancia de lujo de finales de siglo y deja ver su espíritu. Sus momentos de placer, sus miedos, sus risas, sus desgracias, sus humillaciones continuas… en un mundo cerrado que no tiene piedad alguna. Así vemos historias que nos van desgarrando como la prostituta que es agredida brutalmente y marcada por uno de sus clientes que la rasga la boca dejándola una sonrisa perpetua, la joven de provincias que llega a la casa para ejercer de prostituta, aquella que está ya cansada de su situación y que se da cuenta de que prácticamente es imposible salir de ese bucle (todas terminan endeudadas con la madame que las ata a la casa sutilmente) y se consuela con el opio hasta que llega un momento en que se ilusiona pensando que quizá un cliente le permita huir, o la otra que es la alegría y sensualidad de la casa hasta que contrae sífilis o los problemas económicos de la madame para mantener la casa en funcionamiento (con todo lujo de detalles, champán en copas de cristal, atuendos, peluquería, atenciones y revisiones médicas…).

Casa de Tolerancia muestra a un cineasta galo a tener en cuenta capaz de un virtuosismo visual evidente pero también nos arrastra a una mirada de la Historia bastante interesante que deja varias reflexiones y tesis para analizar.

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Y va de timadoras ilustres. Fuego en el cuerpo (Body Heat, 1981) de Lawrence Kasdan / Los timadores (The grifters, 1990) de Stephen Frears

No llego a entender o dilucidar muy bien por qué se armó el revuelo que se armó con La última seducción (1994) y el personaje de Bridget Gregory (Linda Florentino). Se habló de la fuerza del regreso del cine negro (neo noir) y de una representación nueva de la femme fatale, que sale victoriosa… Una femme fatale timadora, amiga únicamente del dinero. Y no lo entiendo cuando tiene dos ilustres antecedentes muy cercanos en el tiempo. Dos timadoras tan buenas y tan femme fatales como Bridget, que aparecieron en dos buenas películas que ya son vistas como clásicos modernos. Ellas son Matty Walker (Kathaleen Turner) y Lilly Dillon (Angelica Huston).

Fuego en el cuerpo (Body Heat, 1981) de Lawrence Kasdan

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El debut tras la cámara de Lawrence Kasdan fue con una película que retomaba las claves del buen cine negro con la femme fatale de protagonista. Así revisitaba uno de los temas claves de los grandes clásicos del género: la mujer fatal que convence al amante cegado de pasión por ella de asesinar a un tercero, normalmente un marido más anciano y rico, muy rico. Ese asesinato se convierte en un seguro para una vida próspera de dinero y riqueza. Mientras el hombre lo hace arrastrado por el amor y la pasión, ella se muestra siempre más fría, calculadora y práctica (quiere asegurar su futuro) y para ello se sirve de un instrumento, el amante. Kasdan jugaba con dos claves para crear la atmósfera sensual, el calor y el sudor de los cuerpos, envuelto en una música sugerente de John Barry. Atmósfera sensual que se convierte en cárcel eterna para la víctima: un abogado de poca monta con el rostro de William Hurt.

Así Kasdan (también guionista) con Matty Walker crea el antecedente de la mujer fatal y timadora victoriosa. El director y guionista sigue el esquema de grandes clásicos como El cartero siempre llama dos veces y Perdición. Así crea a dos personajes atractivos: el perdedor que lleva su sino fatal en el rostro desde que comienza la historia y la femme fatale como mantis religiosa que envuelve al amante hacia la perdición. El giro y evolución del género que se produce en Fuego en el cuerpo (y posteriormente en La última seducción) es que la femme fatale no es arrastrada por el destino trágico sino que es una mujer que triunfa a pesar del ‘pecado’ y no tiene mala conciencia alguna. Era timadora y reina del juego… y ha jugado bien la partida, ha ganado.

Los timadores (The grifters, 1990) de Stephen Frears

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El director británico, en su aventura americana, da un giro más en el neo noir de Los timadores. Crea a una femme fatale victoriosa que no sólo arrastra a la perdición a un perdedor (que además es su propio hijo) sino que vence a otra femme fatale con sus mismas intenciones. Se crea una lucha a tres bandas… a muerte y con aires de tragedia griega. Aquí la femme fatale, Lilly, es además una mujer que se deja arrastrar por un fuerte instinto de supervivencia que arrasa con todo.

El realizador Stephen Frears, que adapta a Jim Thompson, juega con un trío de timadores profesionales. Un joven ambicioso pero con un halo de perdedor en la mirada que va sobreviviendo con pequeños timos y siempre actúa en solitario, su madre —timadora profesional y superviviente— que trabaja para un peligroso mafioso y la novia del hijo, otra timadora profesional de altos vuelos que vivió tiempos de gloria con un compañero sentimental con tan pocos escrúpulos como ella (y envuelto en la locura). Así crea una compleja red de relaciones entre los tres que los lleva a la perdición, la violencia y a la tragedia griega (donde aparece la fatalidad, el destino escrito) donde tan solo puede haber un superviviente: la femme fatale victoriosa… pero con el drama de saberse superviviente, femme fatale y con imposibilidad de redención arrastrando en su furia incluso lo que más ama… Lilly con el fuerte rostro de Angelica Huston deja otra femme fatale icónica, de cuerpo escultural, rubia platino y personalidad arrolladora que no se deja aplastar por una posible discípula aventajada (Annette Bening).

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Marnie, la ladrona (Marnie, 1964) de Alfred Hitchcock

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En más de una ocasión he escrito que me gusta muchísimo ver los trailers de las películas. Disfruto mucho. Y el de Marnie, la ladrona no es una excepción. Nos encontramos con Alfred presentando la película… y dos palabras son las que articulan la pieza: sexo y thriller. Termina con un montón de preguntas: ¿Qué es Marnie? ¿Una película de suspense, una historia de amor, una investigación, la historia de una ladrona…?

A sexo y thriller añadimos la palabra psicoanálisis. Pero Marnie, la ladrona es mucho más. Una película catártica y obsesiva. Enfermiza y extraña. Oscura. Hitchcock como siempre cuida las formas. Y con una sucesión de inverosimilitudes maravillosas crea una atmósfera de pesadilla que acompaña a su retorcida protagonista (no menos que todos los personajes que la rodean). Como siempre deja escenas maestras tanto de suspense como de una sensualidad extrema.

Marnie en el momento de su estreno fue un fracaso de público y crítica. Ya se sabe el amor del maestro del suspense a rodar lo más posible en estudio y no sólo eso sino emplear distintos trucajes técnicos que en ese momento no encandilaron al público ansioso de un nuevo cine que no tardaría en aparecer. Marnie es un artefacto ‘precioso’ de estudio…, un artefacto visual. Puro cine. Pero en el momento de su estreno fue visto como artificioso, falso y poco creíble… Yo hacía tiempo que no veía Marnie y sin embargo tenía muchas ganas de volver a visitarla. Recuerdo que en su momento (¡esas sesiones dobles!) me gustó mucho aunque he de reconocer que nunca se ha encontrado entre mis favoritas pero sí sentía una atracción por ella. Ahora al verla de nuevo, la he disfrutado bastante más. Marnie manifiesta el universo hitchcockiano en todo su esplendor.

Quizá uno de los motivos por los que en su momento (y también ahora) no gozó de la ‘simpatía’ del público es debido a que precisamente ningún personaje es simpático y es difícil sentir empatía por alguno de ellos. Todos son imperfectos, como somos todos los seres humanos. Y además las fobias y obsesiones del director son plasmadas sin pudor. De fondo, por supuesto, la banda sonora de su músico de cabecera, Bernard Herrmann, en la que sería su última colaboración con Hitchcock.

Sin embargo… no podía faltar. Hitchcock filma uno de sus hermosísimos besos… esta vez cargado de sensualidad y electricidad. En un primerísimo plano tan solo vemos la boca de Sean Connery que va recorriendo el rostro de una asustada y hierática Tippi Hedren hasta llegar a su boca y fundirse en un beso…

Paralelismos hitchcockianos

Si me dijeran que buscara un paralelismo, me remontaría a Recuerda. Ahí nos encontrábamos con un atormentado Gregory Peck y una psicoanalista hermosa, Ingrid Bergman. La estructura y el paralelismo de la película son similares. Pero en aquella había menos oscuridad y más afinidad por los personajes protagonistas. Sin embargo el fondo de la historia, los miedos, las obsesiones, los sueños, el psicoanálisis… están también presentes. Hitchcock con el paso de los años se vuelve más oscuro, desencantado y retorcido, menos romántico y más sexual. Los personajes encarnados por Sean y Tippi son mucho más retorcidos y complejos que los de Gregory e Ingrid. No es mala idea proponer esta sesión doble.

También hay una fuerte presencia de un personaje crucial: la madre (Louise Latham). Qué buen y complejo ensayo se podría elaborar sobre las madres en las películas de Hitchcock. Desde el primer momento nos damos cuenta de la relación compleja e insana que mantienen madre e hija. Y todos intuimos que es desde ese ‘accidente’ siempre nombrado.

Como Marion Crane (Janet Leigh), Marnie es una ladrona. Y roba una cantidad elevada de dinero de la oficina donde trabaja. Si Crane lo hacía para labrarse una vida mejor junto al amado… y se arrepentía de su robo (tenía mala conciencia del acto realizado). Para Marnie el robo es una necesidad, roba patológicamente. Y si a Grace Kelly le atraía enormemente en ese divertimento que es Atrapa un ladrón que Cary Grant fuese un ladrón de guante blanco. Al millonario interpretado por Sean Connery le atrae mucho que Marnie sea una ladrona… Mientras en Atrapa un ladrón todo forma parte de un divertido juego de seducción, en Marnie se transforma en un juego oscuro. En una especie de caza salvaje donde la mujer depredadora es atrapada en una jaula por el seductor sin escrúpulos. Y de esa extraña mezcla…, surge una extraña historia de amor.

En un interesante documental que contiene el blu ray, El problema con Marnie, explican que tanto en la novela en la que se inspira como en el primer borrador (el que en un principio iba a interpretar Grace Kelly en ansiado regreso al cine —que nunca se produjo—), se articulaba el conflicto de Marnie a través de un triángulo amoroso como en Encadenados. Pero en el resultado final el rival de Connery quedó eliminado y sustituido por una joven cuñada malévola (que rivaliza con Tippi).

Y los paralelismos siguen siendo evidentes. Como un matrimonio entre dos personas de distintas clases sociales y como no mansión con personalidad propia… En este caso volamos hacia Rebeca o la más desconocida Atormentada. Por continuar con el juego, la rubia hierática llevada al extremo más absoluto. Marnie no sólo es ladrona, mentirosa, fría y manipuladora sino que tiene un odio intenso hacia los hombres. No puede mantener relaciones sexuales y no soporta que la toquen. Así una de sus escenas más oscuras es cuando el millonario en su extraña luna de miel… fuerza a una aterrorizada y paralizada Marnie a mantener relaciones sexuales. Y la maravillosa presentación de una Marnie morena (y sus continuas transformaciones y cambios de personalidad) puede ser una continuación del triste personaje de Kim Novak en Vértigo, esa morena vulgar que se convierte —por dinero— en una elegante y rubia sofisticada con impulsos suicidas (como la propia Marnie).

Formas hitchcockianas

Pero además si por algo ‘enamora’ Marnie la ladrona es, como siempre, por la manera y forma que tenía Hitchcock de rodar. A la escena del beso, con tormenta de por medio y protagonista aterrorizada, podemos señalar varios momentos magistrales. Si se le llama el maestro del suspense, es porque conseguía momentos geniales en cada una de sus películas. En este caso, el robo de Marnie a la empresa del millonario enamorado. Primero ésta se oculta en el cuarto de baño, después la oficina está absolutamente solitaria y lleva a cabo su plan. Mientras vemos como deja la puerta abierta y está abriendo la caja fuerte, observamos como desde el fondo del pasillo aparece la mujer de la limpieza. No hay diálogo durante los minutos que dura la escena… pero la tensión y el suspense está servido… Es también de señalar la importancia que da el maestro del suspense a determinados objetos que van a ser protagonistas de una escena y van a provocar tensión: como una llave o un zapato.

El ambiente de pesadilla y oscuridad, de inestabilidad de la protagonista, es magistral a lo largo de toda la película. En sus pesadillas, sus miedos a las tormentas y al color rojo. Su terror al sexo… Hasta el momento clímax del flash back (recreado como si fuera una pesadilla) que cuenta Marnie con esa voz de niña de una mujer al borde de la locura donde con toda su crudeza y violencia conocemos el origen del miedo de Marnie al color rojo, su terror a las tormentas y su odio hacia los hombres así como la extraña relación con su madre…

Y por último otro momento catártico es esa cacería y esa Marnie desbocada y aterrorizada montando a galope su caballo con el que va saltando obstáculos hasta un peligroso muro final (que además somos conscientes del artificio pero no podemos evitar de nuevo la tensión y la emoción…, en su mayoría fue rodado en estudio y con transparencias)… que lleva al límite al personaje.

Marnie, la ladrona es una película oscura pero puramente cinematográfica que muestra a un Hitchcock obsesivo capaz de levantar una enfermiza historia de amor.

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