La muerte se equivocó… y una sombra. El difunto protesta (Here comes, mr. Jordan, 1941) de Alexander Hall/El cielo puede esperar (Heaven can wait, 1978) de Warren Beatty, Buck Henry/Sombra enamorada (The gift of love, 1958) de Jean Negulesco

Uno de los temas estrella del cine y que ha recibido distintos tratamientos a lo largo de su historia ha sido sin duda la muerte. Y sobre todo tratando de responder una pregunta: ¿qué hay después de la muerte? O ¿qué ocurre con los seres queridos? La sesión doble parte de una obra de teatro de Harry Segall que saltó a la pantalla en los años cuarenta y luego ha tenido otros remakes, pero rescatamos el de Warren Beatty. Y de propina un melodrama especial y desconocido de Jean Negulesco. Las tres tienen en común el elemento fantástico. Y ese elemento es lo que une a un ciclo de películas maravillosas (muchas de ellas reseñadas en el blog) como Las tres luces (también conocida como La muerte cansada) o Liliom, ambas de Fritz Lang; La muerte de vacaciones, de Mitchell Leisen; A vida o muerte, de Michael Powell, Emeric Pressburger o Dos en el cielo, de Victor Fleming. Aportamos tres más a esta colección que merece la pena.

El difunto protesta (Here comes, mr. Jordan, 1941) de Alexander Hall

El difunto protesta

En la mirada de una persona está el secreto…

Nos encontramos con un personaje muy capriano, un boxeador al que le gusta tocar el saxo y también volar. Un hombre sencillo y bueno. Antes de un campeonato muy importante para él, tiene un accidente de avión, que termina con su vida… ¿o no? Vemos a nuestro protagonista Joe Pendleton (Robert Montgomery) acompañado por un hombre muy eficiente (Edward Everett Horton), en una especie de cielo, quejándose de que no le corresponde morir, que tiene que regresar para el combate. Niega su muerte. Pero el eficiente funcionario del cielo quiere que suba a un avión. Por fin se encuentran con el tranquilo mr. Jordan, del título original, con el rostro de Claude Rains, que es el jefe de todo el cotarro, de llevar a los destinatarios al cielo. Mr. Jordan descubre que el eficiente funcionario es nuevo y que no ha esperado a la muerte de Joe, sino que se lo ha llevado antes. Descubierto el error, cuando van a devolver a Joe a su cuerpo… se dan cuenta con horror de que ha sido incinerado. ¡No hay más remedio que buscar otro cuerpo del gusto de Joe!, que le permita además alcanzar sus sueños: ser el campeón de boxeo. Y en el camino de esa búsqueda, siempre en compañía de mr. Jordan y el eficiente funcionario, se topará con el cuerpo de un millonario, Bruce Farnsworth, que no ha sido muy buena persona y además va a morir asesinado por las dos personas más cercanas de su vida (su mujer y su secretario personal)… Joe quiere huir despavorido hasta que ve a miss Logan (Evelyn Keyes), que quiere entrevistarse con el millonario, porque por sus decisiones su padre se encuentra injustamente en la cárcel. Se enamora totalmente de ella y quiere ayudarla. Decide tomar ese cuerpo de manera provisional…

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Tormenta mortal (The mortal Storm, 1940) de Frank Borzage

tormentamortal

En un momento de una cena de celebración, último instante de unidad de la familia Roth y dos amigos muy allegados,  el homenajeado —un profesor universitario (Frank Morgan)—, tras la irrupción de la noticia de que Hitler ha llegado al poder y quedar constancia de la separación política que se cierne sobre la mesa, dice en tono despreocupado que entre ellos siempre habrá tolerancia y buen humor… Pero pronto nos damos cuenta de que él sabe que esto no es cierto y que una tormenta se cierne sobre todos ellos. No habrá posibilidad de diálogo, de puntos de vista contrarios, no habrá posibilidad de pensar distinto… y será imposible el sentido del humor… o la risa.

Frank Borzage no dirige una simple película propagandística de posicionamiento en un momento crítico de un estudio como la Metro Goldwyn Mayer (bastante conservador en sus planteamientos políticos) sino que realiza una película de una sensibilidad extrema que trata de entender, desde la emoción y los sentimientos, una situación que estaba llevando al desastre y a la barbarie a medio mundo. Así se vale no sólo de la ruptura familiar sino de una historia de amor trágico que alcanza lo sublime. Lo emocional y lo espiritual se unen para narrar una tragedia que estaba ocurriendo en aquellos momentos. Tormenta mortal ha caído en olvido y merece la pena que sea rescatada. Esconde un montón de tesoros.

Durante aquellos años, antes y después de la intervención de EEUU en la Segunda Guerra Mundial, los estudios de cine se posicionaron. Y se posicionaron contra el nazismo de tal manera que la producción hollywoodiense fue prohibida por Goebbels y por tanto también en los países que apoyaban su ideología. Así surgieron obras cinematográficas como Confesiones de un espía nazi, El gran dictador, Ser o no ser, Casablanca, La estrella del norte, Los hijos de Hitler, Días de gloria… o Tormenta mortal que no pudieron verse durante años en muchos sitios. Y que luego paradójicamente durante la caza de brujas y la guerra fría causarían problemas a varios de los implicados en el mismo seno de Hollywood.

Tormenta mortal no sólo cuenta magistralmente la ruptura de una familia por la situación política e ideológica sino que es una de las películas más trágicamente románticas y desesperanzadas de Frank Borzage porque además de la tormenta histórica (de ese nazismo que avanza y arrasa), el propio director vivía su propia tormenta emocional donde su vida sentimental era un desastre y el alcohol una forma de olvidar… y todo ese cataclismo emocional tanto histórico como interior se vuelca en la película.

El reparto no es bueno, es buenísimo y brillante así como bastante significativo. Por una parte un trío de actores ese mismo año aparecen en la maravillosa El bazar de las sorpresas en roles muy diferentes y muestran así su versatilidad como actores. Mientras que en el bazar muestran que a pesar de los tiempos oscuros y malos, merece la pena seguir adelante, en Tormenta mortal se transforman en unos personajes a los que de un tajo les quitan toda posibilidad de esperanza a pesar de que luchan hasta la desesperación… si bien son capaces de dejar una huella que crecerá… Así nos encontramos con James Stewart, la maravillosa y olvidada Margaret Sullavan y un Frank Morgan en un registro desconocido (dejando una brillante actuación como un profesor universitario con una dignidad intacta que luchará hasta el final por que predomine la verdad, por ser tolerante… y conservar el buen humor).

Pero no acaba aquí un reparto brillante: Robert Young y Robert Stack llevan a cabo unos personajes complejos que abrazan en un principio la ideología nazi con entusiasmo. El primero renuncia al amor que siente hacia el personaje de Margaret  Sullavan y hacia su mejor amigo (James Stewart) así como a su carrera de científico y a su profesor (Frank Morgan) para entregarse ciegamente a lo que cree que es su deber y a un Estado que anula a las personas y cualquier atisbo de pensamiento individual. Y esto le va minando y destrozando por dentro. Robert Stack renuncia a sus padres, a sus hermanos y amigos también para entregarse ciegamente al partido…, sin embargo, será el único que tras los acontecimientos más trágicos recupere algo la cordura. La duda es si valdrá de algo o si podrá actuar en la clandestinidad contra el nazismo que en un primer momento abrazó. También brillan una anciana con el rostro de Maria Ouspenskaya o una joven Bonita Granville como víctimas del régimen o un nazi sin piedad alguna con el rostro de Ward Bond.

La película está muy bien contada y todas las escenas tienen un sentido. Contiene un montón de momentos imposibles de olvidar. La cena de celebración del principio que luego volverá a ser contada (pero de una manera muy diferente) por la mirada de un Robert Stack desolado que observa una casa vacía y escucha unas voces del pasado. O el momento culminante en la taberna de la localidad cuando se reunen los jóvenes amigos en un intento de recuperar los lazos que parecían inquebrantables (los dos hermanos mayores Roth —Robert Stack y William T. Orr—, su hermana Freya —Margaret Sullavan— y sus amigos  Fritz —Robert Young— y Martin —James Stewart—, ambos enamorados de Freya) y cómo de pronto se ve lo inevitable cuando entra el líder nazi y se pone a cantar una canción patriótica. Todos se ponen en pie con los brazos en alto ante la mirada desoladora y silenciosa de Freya y Martin que son los únicos que no levantan el brazo. Esta escena tiene un efecto tan estremecedor como el que muchos años después provocará una escena similar en Cabaret.

Las dos escenas en la clase universitaria donde vemos como el profesor Roth es aclamado y respetado por profesores y alumnos en su primera aparición, a ver cómo su clase es boicoteada porque expresa que no hay ninguna prueba científica que avale que la raza aria sea diferente a las demás. Y cómo se queda totalmente solo y sin el apoyo de sus colegas (muchos por miedo a las represalias). Otro momento oscuro pero a la vez hermoso es el encuentro entre la esposa del profesor y el profesor en el campo de concentración… que nos damos cuenta que es una despedida.

Pero como es habitual en las películas más recordadas de Borzage, el director es capaz de plasmar de una manera hermosa un amor trágico y espiritual entre Freya y Martin. Así dos descensos por las laderas nevadas, esquiando, serán los momentos culminantes de su amor desgarrado por el odio y el sinsentido. Su historia es narrada entre miradas, separaciones inevitables y momentos sublimes como el casamiento simbólico que realizan antes de huir bebiendo de un vaso, que llevará en un futuro sus nombres (una tradición de la familia de Martin), el fruto de un árbol que ha visto crecer a Martin ante la mirada y las palabras emocionadas de la madre anciana y valiente. Y rodará con especial elegancia y emoción el momento trágico donde el destino de Freya y Martin se convierte en imposible…

… Es bueno no dejar escapar Tormenta mortal… para evitar quizá otras tormentas que vendrán…

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