Festival de Venecia, 2022. Cortometraje Carta a mi madre para mi hijo de Carla Simón

Carla Simón en Carta a mi madre para mi hijo.

Una carta, una canción y un cuento son la columna vertebral de un cortometraje de la realizadora Carla Simón. El cine como forma de expresión de lo más íntimo. Para indagar en la memoria, en el pasado. Lo filmado para indagar en lo autobiográfico. La directora, justo cuando se dispone a rodar, está viviendo un momento especial: va a ser madre. Y decide a través de las imágenes escribir una carta a su progenitora ausente. «Querida mamá, quiero contarte que voy a ser madre». Lo que se va revelando es pura sensibilidad y emoción.

Su madre ausente es un referente para Carla Simón. Así lo dejó ver en su largometraje Verano 1993, una obra de ficción donde espolvoreaba entre los fotogramas recuerdos de su infancia. La realizadora perdió a sus padres cuando tan solo era una niña. Ambos fueron víctimas del sida. Cuando tenía tres años, falleció su padre. Tres años después, su madre. La pequeña Carla fue adoptada por sus tíos maternos.

A través de Carta a mi madre para mi hijo la directora logra a través de un cuento para su hijo recuperar a la madre ausente. Y es tan emocionante como triste poder ver ese encuentro. El cortometraje es un grito silencioso sobre su lucha para reconstruir a la madre que no conoció y que no quiere olvidar. Carla Simón no olvida a Neus Pipó Simón, su madre. «¿Cómo podrá Manel conocerte si apenas te conocí yo?».

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Fue la mano de Dios (È stata la mano di Dio, 2021) de Paolo Sorrentino

La familia de Fabietto…

Fue la mano de Dios es un grito, una confesión. Paolo Sorrentino esconde un dolor en su interior que marcó su vida de adolescente. Quizá fue el principio de su camino como cineasta…, porque la realidad no le gustaba. Su alter ego, un adolescente con rizos, el dulce Fabietto Schisa (Filippo Scotti), pasea por el Nápoles de los años 80 y, de golpe, tiene no solo que aprender a mirar, sino emprender un camino. Entre la risa y el desgarro fluctúa el gran secreto de su capacidad creativa.

Muchos cineastas convierten su pasado en una película, en un intento de atrapar el recuerdo y entenderse un poco más. En realidad se puede construir un largo tapiz de autobiografías convertidas en fotogramas, donde cineastas se desnudan ante las cámaras para contar lo más íntimo, y convertirlo en arte.

El viaje merece la pena: Los 400 golpes (Les Quatre Cents Coups, 1959) de François Truffaut, Fellini, ocho y medio (Otto e mezzo, 1963) o Amarcord (Amarcord, 1973) de Federico Fellini, El espejo (Zerkalo, 1975) de Andrei Tarkovsky, Secretos de un matrimonio (Scener ur ett äktenskap, 1974) o Fanny y Alexander (Fanny och Alexander, 1982) de Ingmar Bergman, Voces distantes (Distant Voices, 1988) de Terence Davies… O, últimamente, Roma (Roma, 2018) de Alfonso Cuarón, Dolor y Gloria (Dolor y Gloria, 2019) de Pedro Almodóvar, Belfast (Belfast, 2021) de Kenneth Branagh…, y Paolo Sorrentino y Fue la mano de Dios. Dicen por ahí que no tardaremos en ver la infancia de Steven Spielberg en pantalla grande, y seguro que merece la pena.

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Belfast (Belfast, 2021) de Kenneth Branagh

Belfast es la reconstrucción de los recuerdos de la infancia y un canto de amor al cine.

Belfast no es solo una ciudad de Irlanda del norte, sino un lugar mítico del que hay que irse para siempre. Hay películas en las que un corazón late y se nota en cada fotograma. Una de ellas es Belfast. Kenneth Branagh bucea en el niño que fue y reconstruye el pasado que dejó en Belfast, su ciudad natal, el país de su infancia. Pero escoge un camino para ello y toma una decisión de puesta en escena determinada.

La reconstrucción de sus recuerdos, del espíritu de una época de su vida, los filma como si de una película clásica se tratase. Rescata en Belfast una de las pasiones de niño, la cual no solo la ha conservado toda su vida, sino que ha moldeado su camino: ir a ver películas a la sala de cine. Branagh propone un juego: la mirada de su alter ego, Buddy (Jude Hill), observa la vida a su alrededor como una película clásica de Hollywood.

El conflicto político y religioso no es el tema principal, sino lo que supone la situación y la violencia que brota en la calle donde vive Buddy para que su familia tome una decisión que cambiará el rumbo de su existencia: abandonar o no Irlanda del Norte. El punto de vista es además el de Buddy, un niño de nueve años, que no analiza ni entiende del todo lo que está pasando, solo se da cuenta de cómo cambia su vida, la de sus seres queridos y la de los vecinos de su calle.

Todo empieza durante una apacible tarde de verano en 1969 en una calle de la ciudad irlandesa. Buddy es un niño feliz que juega con sus vecinos cuando, de pronto, oye la llamada de su madre para que vuelva a casa, mientras regresa al hogar, en unos segundos su tranquila calle cambia y se ve sumergida en una ola de violencia que el niño mira con horror, sin entender nada. La convivencia pacífica entre vecinos católicos y protestantes salta por los aires. Su vida pega un giro de 180 grados.

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Películas para diciembre. Muchos hijos, un mono y un castillo (2017) de Gustavo Salmerón / Coco (Coco, 2017) de Lee Unkrich, Adrián Molina

Muchos hijos, un mono y un castillo (2017) de Gustavo Salmerón

Muchos hijos, un mono y un castillo

Julita, dama del screwball comedy en Muchos hijos, un mono y un castillo

Todas las familias tienen sus peculiaridades, y cada familia es especial a su manera. Si no que se lo pregunten a Gustavo Salmerón que, cámara en mano y con mucho mimo, durante catorce años ha filmado a la suya además de recopilar imágenes de archivo y montar un documental. Así nace Muchos hijos, un mono y un castillo con las luces y sombras de su familia, pero de tal forma que siempre termina provocando la risa o la sonrisa. La cámara se convierte en su herramienta de expresión para realizar una personal biografía de sus padres, hermanos y él mismo. Su familia numerosa (son seis hermanos) gira alrededor de la matriarca, Julita, que con su facilidad de palabra, sus sueños, las vértebras de su abuela y su marcado sentido del humor articula la historia de esta familia peculiar.

Ya lo dice uno de los hermanos…, su familia vive en el caos y llevan una existencia caótica, pero siempre unidos. Y ese caos lo sustenta su madre y su filosofía de vida que como si fuera una vieja dama octogenaria del screwball comedy, con gotas de esa otra generación del 27, arrastra a todos los miembros a una especie de peculiaridad continúa a lo Vive como quieras de Frank Capra (y esa inolvidable familia que son los Sycamore).

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Regreso a casa (Gui lai, 2014) de Zhang Yimou

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Regreso a casa permite varias maneras de enfocar su análisis: un rostro de una actriz que cuando aparece, bien sonriendo bien llorando o desorientada, transforma y traspasa la pantalla blanca. Ese rostro corresponde a Gong Li, actriz china y musa de las primeras película del realizador Zhang Yimou. Otra mirada es situarla dentro de la trayectoria del realizador, un regreso a las historias intimistas pero visualmente potentes de sus inicios, siempre con Gong Li como protagonista. Zhang Yimou es un realizador brillante, pero su carrera y su obra cinematográfica ha ido evolucionando de tal manera que no solo se mira su valía a la hora de manejar el lenguaje cinematográfico, sino también su papel como realizador dentro de su país, China. A Zhang Yimou se le han criticado varias de sus últimas obras cinematográficas (las realizadas sobre todo durante el siglo XXI), sin negar su maestría y su fuerza visual, por considerar que es el director oficial chino… (por ahí se podría realizar un interesante ensayo con el visionado exhaustivo de toda su obra, para determinar si exactamente esta afirmación es cierta totalmente. Sus primeros films contenían una crítica al gobierno chino hasta que el realizador fue virando a un cine épico y de evasión), que tiene el beneplácito del gobierno. O por último dejarse llevar por la sensibilidad a la hora de contar una triste historia de amor con una secuencia final muy hermosa y melancólica, con la nieve cayendo (curiosamente, la nieve es el nexo de unión también con la última y bella escena de otro magnífico melodrama chino, realizado por un director que está alejado de la China oficial; me refiero a Más allá de las montañas de Jia Zhang Ke).

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Philomena (Philomena, 2013) de Stephen Frears

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Lo que consigue crear Stephen Frears (y el impulsor del proyecto tanto en producción como en guion y también como coprotagonista, Steve Coogan) con Philomena es una buena película de interés humano. Así se crea una película que mezcla la investigación periodística de un caso concreto y complejo, el viaje de dos personajes antagónicos y el sentido del humor para tocar, con sensibilidad, el tema de los niños robados. Y parte precisamente de un material concreto: el de un periodista británico, Martin Sixsmith, que contó en un libro la historia de una mujer, Philomena Lee. Una enfermera irlandesa, humilde y de barrio obrero que pasados cincuenta años confesó a su hija que con catorce años se quedó embarazada y su familia avergonzada la internó en un convento donde la hicieron trabajar duro para purgar sus pecados… y allí, sin su consentimiento, dieron en adopción a su hijo (lo vendieron, para más inri, a una familia estadounidense)…

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Cinefilia. Mi familia italiana (Latin Lover, 2015) de Cristina Comencini / Lío en Broadway (She’s Funny that Way, 2014) de Peter Bogdanovich

Cinefilia, pasión por el cine… Cristina Comencini, hija de Luigi, lleva el cine italiano en sus venas y Peter Bogdanovich ama y siente el cine en cada uno de sus latidos. Los dos acaban de estrenar películas de la temática cine dentro del cine. Cada una con un estilo diferente. La primera homenajea al cine italiano y al cine en sí y el segundo hace una película llena de referencias cinéfilas, de citas cinematográficas y de amor a raudales a la comedia clásica americana. Y ¿son Mi familia italiana y Lío en Broadway dos buenas películas? No son brillantes ni redondas (además están pasando con más pena que gloria…) pero tienen un toque mágico: se nota que sus creadores aman el cine y que los implicados en ellas (los actores) están disfrutando una barbaridad. Y el espectador durante una hora y media, si quiere y puede, logra olvidar los problemas, el mal rollo y sumergirse en historias ligeras, alegres y elegantes con lluvia de estrellas y burbujas de champán.

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Mi semana con Marilyn (My week with Marilyn, 2011) de Simon Curtis

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Mucho se ha escrito sobre Marilyn Monroe. Mucho bueno, mucho malo. Y bueno y malo empleándolo en el sentido de libros respetuosos con su figura y trabajo como actriz así como analizando la mitología alrededor de su persona y libros que han hurgado en lo morboso o en aspectos íntimos y personales de una mujer que a nadie le hubiese gustado (ciertos o no) que hubiesen sido aireados ante el mundo. Luego están los libros de aquellos que estuvieron, aunque fuera solo unos días, con ella… pero lo contaron. Y entre esos libros (que también son numerosos y también las calidades y verosimilitudes varían) se encuentra el de Colin Clark (libro que no he leído): que rememora su ‘semana con Marilyn’ cuando él era un joven de 23 años, de buena familia y muy bien relacionado, que ama el cine y el mundo que lo rodea y consigue su primer trabajo como ‘tercer ayudante de producción’ en la nueva película de Laurence Olivier en Gran Bretaña, El príncipe y la corista, cuyo rodaje transcurrió en el verano de 1956.

Y el debutante Simon Curtis (sus anteriores trabajos han sido para la televisión) no dirige un simple biopic o un telefilm para pantalla grande, sino una correcta y delicada película sobre un periodo determinado en la vida de Monroe. Un relato cinematográfico que se construye desde la nostalgia y la mirada de un chico que ama el cine y respeta (y entiende más que otros) el elemento trágico de la actriz. Un joven que se enamora como si fuera el primer amor y se acerca algo a Norma Jean y que entiende que Marilyn Monroe es un personaje creado. Así la película se mueve en dos tramas muy bien unidas en las que el joven Clark es un testigo de excepción: por una parte la tierna pero también dolorosa relación (sobre todo para el joven) que se establece entre los dos y el tenso rodaje de El príncipe y la corista donde chocaron dos egos y dos formas de entender la interpretación muy diferentes. La lucha de egos entre Monroe y Olivier.

Así Mi semana con Marilyn es una película sobre la nostalgia, el recuerdo y la memoria que regala un bonito y complejo retrato de la artista (Michelle Williams consigue darle coherencia y meterse en su esencia) donde se marcan sus luces y sus sombras. Por otra parte surgen pinceladas de todos aquellos que la rodeaban que alimentaron sus inseguridades, no pudieron ni supieron ayudarla (como su marido en aquel momento Arthur Miller) o se preocuparon de mantener en pie (a base de medicamentos u otros métodos) a la gallina de los huevos de oro. También se refleja la consternación de Olivier (Kenneth Branagh) que se siente incapaz trabajar y comprender a Monroe pero que reconoce su poder innato frente a la pantalla de cine. Quizá el personaje que más choca o menos logrado (era una personalidad demasiado fuerte y también trágica… hubiera dado para otra película) es el de Vivian Leigh (con el rostro de Julia Ormond).

Simon Curtis ofrece una dirección elegante donde prima la luminosidad y la sensación de estar ante un relato nostálgico y subjetivo de un joven que se deja cegar y dañar por los encantos y también por la tragedia interior de la estrella que admira en la pantalla blanca. Descubre a la mujer tras Marilyn Monroe, la insegura, a la que dañan, la vulnerable pero que se oculta tras una estrella que es brillante, sexi, manipuladora, fuerte y que sabe lo que le gusta y ama: que una pantalla la refleje.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

10 razones para amar El hombre que mató a Liberty Valance (The man who shot Liberty Valance, 1962) de John Ford

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Razón número 1: El senador y la mentira

Ransom Stoddard es un mítico senador del Congreso de los Estados Unidos y un día llega en tren a una pequeña localidad del Oeste, Shinbone. Para sorpresa del periódico local el senador está ahí para asistir al entierro de un hombre que nadie recuerda, Tom Doniphon.

En una destartalada funeraria sólo acompañan el ataúd: el senador, su esposa Hallie, el amigo fiel Pompey y un hombre anciano que fue en tiempos lejanos comisario, Link Appleyard. Uno de los periodistas quiere saber por qué el senador está ahí y le dice que tiene derecho a saberlo porque él es noticia. El senador mira a su esposa. Ésta asiente. Y se lleva a los periodistas a otra sala. Y empieza a contar su historia.

Éstos son los cimientos sencillos de un relato cinematográfico complejo. El hombre que mató a Liberty Valance es un western desencantado, íntimo,  tremendamente romántico y poblado de idealismos y sueños rotos. Como acostumbraba John Ford, sus historias aparentemente parecen simples y sin complicaciones pero es en lo que no se dice donde se hayan las complejidades y las otras lecturas.

El personaje del senador es tremendamente rico en matices. Nos lo presentan ya mayor y con éxito… distinguido y tranquilo. Sin embargo, vamos viendo a un hombre desencantado, distante y cínico, que arrastra una historia que quiere contar. Y que no le hace más feliz y sí carga más peso en sus espaldas. Le hace reflexionar sobre su vida y méritos políticos. Al final toma una decisión que implica la felicidad de su esposa, Hallie. Descubrimos tristeza, y también ese desencanto, en el matrimonio.

Y todas las claves se van desvelando según vamos escuchando los hechos que relata el senador… Todas las piezas van encajando. Así descubrimos los inicios de un joven abogado que en un pequeño pueblo del Oeste pierde su idealismo y gana su prestigio político y su estabilidad emocional. A su favor decir que todo le vino dado, incluso el convertirse en leyenda. Y que realmente creía y cree en los ideales políticos… piensa que puede mejorar la vida de los habitantes del salvaje Oeste.

Para este papel nadie mejor que un James Stewart capaz de dar todos los matices, todas las luces y sombras, a su personaje. Un personaje que arrastra a su pesar una mentira sobre la que se ha cimentado su carrera y prestigio político.

Y ahí está John Ford para convertirse en un trovador de buenas y emocionantes historias y contar en imágenes una maravillosa y extremadamente compleja. Una de sus últimas historias. Nada es plano. Nada sobra. Nada falta. El hombre que mató a Liberty Valance surge del relato corto de una mujer, Dorothy M. Johnson y de la visión y añadidos de John Ford que guiaron la escritura del guion de James Warner Bellah y Willis Goldbeck.

Razón número 2: El héroe protector

Tom Doniphon es el héroe protector y sólo podía tener el rostro y la presencia de John Wayne. No habla mucho, no tiene el don de la amabilidad aunque sí un sentido especial del humor y la lealtad. Ante todo es fiel a sus amigos y al amor. El hombre duro es despiadadamente romántico.  Y cuando no consigue a la mujer de sus sueños y cuando ya no es necesaria su protección, cae al abismo en silencio. Cae en el olvido. Y no se queja ni acude a nadie. Sólo permite que se quede a su lado otro amigo y compañero de trabajo fiel, Pompey. Él se sacrifica por lo que cree y por el amor de su vida. En silencio. No quiere glorias, prefiere la soledad. Prefiere morir en vida.

Cuando llega ese joven abogado, valiente con la palabra pero un desastre con las armas, se convierte en su sombra protectora. Y en sombra se queda. Porque siempre ha actuado así. Sólo sabe actuar así. Todos los del pueblo lo saben. Los dueños del restaurante. La mujer de su vida, Hallie. Cada uno de los habitantes: el periodista, el doctor, el comisario…Todos saben que pueden contar con él. Y todos saben que está ahí, protegiéndoles en silencio ante los desmanes de Liberty Valance y su pandilla. Valance sólo siente cierto respeto por Tom Doniphon.

Y él vive trabajando, protegiendo, y labrándose un futuro tranquilo. Por eso en su casa lejana está construyendo una hermosa habitación… para cuando la ocupe con Hallie. Nunca da el paso de pedir su mano pero va dejando pistas: no sólo la protege sino que la regala un hermoso cactus con flores, siempre tiene una palabra amable y le encanta cuando Hallie se enfada…

Pero dicen que cuando a los hombres duros se les rompe el corazón ya no tienen consuelo. Se retiran a beber y morir lentamente, en olvido. Y nadie mejor que John Wayne para mostrarnos a ese héroe protector que se derrumba.

Razón número 3: Las armas y la ley

Y El hombre que mató a Liberty Valance tiene diversas capas. Y una de ellas es glosar o trovar el fin de una etapa en el lejano Oeste. Y en esa línea de cambio, dos hombres.

Tom Doniphon representa al vaquero del Oeste, al héroe a su pesar que sobrevive en un territorio sin ley. Diestro con las armas se hace respetar y cuida a los suyos. Primero los enemigos fueron los indios (¿o los enemigos fueron ellos?), también los ladrones y saqueadores de los caminos, después los rancheros que no quieren compartir la tierra y que sólo conocen la ley del más fuerte y el lenguaje de las armas. Si no admites lo que te propongo, te mato. Mientras sobrevivo.

Y el senador Ransom Stoddard representa el futuro. La fuerza de la palabra. La construcción de nuevos ciudadanos. El joven Ransom cree en la educación, en el poder de la escritura y la lectura. Cree que se puede enseñar lo que es la democracia por eso sabe la importancia que tiene la información (el periodismo). No cree que tenga que imperar la ley del más fuerte sino lo que opine la mayoría. Él llega al pueblo y es recibido con máxima violencia por Liberty Valance que le deja moribundo… y él quiere combatir con Valance con la ley en la mano y meterle en prisión. Ransom Stoddar muestra el siguiente paso del salvaje Oeste, él cree en el progreso, en la comunicación, en la política, en el paso de la diligencia al tren, en la construcción de un estado…

Sin embargo la gran ambigüedad del asunto (y es un tema ya tratado por John Ford varias veces) es que para poner los cimientos al progreso y para construir la democracia (para entender la historia de ese lejano Oeste)… hace falta que existan héroes como Tom Doniphon que no tienen problema en empuñar un arma…

Razón número 4: Los malos y otros secundarios

Como es habitual en el universo fordiano, la galería de secundarios es un lujo de buenos personajes. Así entre los malos nos encontramos a un pistolero y mercenario (que se une al mejor postor) que hace la vida imposible a todos los habitantes del tranquilo pueblo del Oeste. Él es Liberty Valance, un hombre excesivo que deja su firma con un látigo… especialista en desestabilizar, crear violencia y no tener un atisbo de piedad. Pero sí se da cuenta y por eso los toma inquina que esos hombres que emplean la palabra y el saber pueden acabar con su reino de miedo y terror. Por eso se convierten en objetivos el periodista y el abogado… Y el rostro de Valance con su risa incluida no podía ser más que el del mítico Lee Marvin. Le acompañan dos secuaces, uno de risa desagradable y el otro siempre callado y frío. Y en ese secuaz silencioso descubrimos al futuro rey del spaghetti western, Lee Van Cleef.

Pero como no podemos pararnos en todos los secundarios, nombraremos a los más cruciales en la trama.  Así nos encontramos que Pompey, el amigo fiel de Tom, es otro ser marginado como él y cuenta con el rostro de un siempre eficaz y carismático Woody Strode. Un hombre negro no lo tenía fácil en el salvaje Oeste pero Pompey siempre se mantiene como un hombre íntegro, fiel y con la dignidad intacta. También nos encontramos con ese comisario puesto en su cargo por su inutilidad y cobardía para que no sea un estorbo ante los desmanes de Liberty Valance y su pandilla. Y ese comisario tiene el rostro de Andy Devine, inolvidable secundario. No obstante al comisario se le regalan no sólo momentos cómicos y de cobardía sino un enfrentamiento verbal con Valance y una fidelidad hacia todos aquellos que considera amigos. También se ilustra el nacimiento de una democracia donde ya se ve el poder de la oratoria, la artimaña y el proceder de los políticos para conseguir sus fines, la importancia del espectáculo y los mítines para conseguir votos, el peligro del populismo… Y ahí se nos regala la interpretación de John Carradine como oponente político del joven senador.

No son los únicos… hay muchos otros rostros identificables del universo fordiano. Y uno de ellos me lo guardo para un único apartado, el periodista Dutty Peabody con el rostro de Edmond O’Brien.

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Razón número 5: La memoria, de la diligencia al tren

El hombre que mató a Liberty Valance es también un tratado sobre la memoria. Así nada como la muerte de un ser querido para activar los mecanismos del recuerdo. El senador le dice al periodista que él es un hombre joven que sólo sabe lo que ocurrió a partir del descubrimiento del tren… pero que su mundo era muy diferente. Y en ese mundo iban en diligencia. Y entonces en esa funeraria (que sirve para más negocios) hay una polvorienta diligencia. El senador señala esa polvorienta diligencia para dar a entender su pasado… y de pronto quita el polvo y descubre la inscripción y cree, emocionado, que puede ser la misma diligencia que le trajo a ese lejano pueblo. Entonces se pone en marcha la memoria, el recuerdo y la nostalgia… y ya el espectador queda atrapado ante esa historia rescatada del pasado en las brumas de la memoria.

Razón número 6: El triángulo y el amor

Una de las razones por las que amo eternamente a El hombre de Liberty Valance es por su romanticismo extremo pero sin estridencias. Y así entre el senador y el héroe protector surge el tercer personaje de un triángulo: Hallie, la chica voluntariosa, inteligente, llena de vida, con carácter y analfabeta (pero con muchas ganas de aprender), que trabaja duramente en el restaurante con los dueños —un matrimonio que ejercen prácticamente de padres adoptivos—, y que marca la vida de los dos protagonistas. Y marca sus vidas porque los dos la quieren. Así su vida se construye a partir de una elección. Esa elección la sigue para siempre. Al final queda como un halo de nostalgia alrededor del personaje. Sobrevuela una duda, ¿se equivocó en la elección?

No lo sé. Creo que esa duda hubiese también sobrevolado si hubiera elegido a Tom. Hallie siempre dudaría porque los amaba a ambos (pero de manera diferente) y cada uno le ofrecía un mundo y posibilidades diferentes. Y además Hallie sabía cómo tratarles a ambos y no sólo eso, se da cuenta de que ambos están y estaban totalmente enamorados de ella…

Y es Hallie la que precipita el sacrificio de Tom pues éste decide retirarse del juego del amor cuando descubre que ella quizá quiere vivir tan sólo al lado del hombre de letras y ahora héroe mítico.

Hallie arrastra la pena de la pérdida porque sí valora el sacrificio de Tom e incluso parece que, suavemente, se lo echa en cara a su flamante marido, el senador. El senador significaba un mundo de conocimiento, apertura y aventura fuera del pequeño pueblo. Y ése fue el camino que tomó. Y Tom hubiese sido quedarse donde estaban sus raíces, en una casa construida para ella, vivir en una comunidad pequeña, rodeada de naturaleza y quizá con una pasión más profunda. Hacia el senador sintió una admiración honda…, y con Tom quizá fue una mujer enamorada que no dio el paso porque él tampoco se atrevió o se le pasó el momento.

Hallie tiene el rostro de la actriz Vera Miles, actriz que compone dos hermosos papeles tanto en Centauros del desierto como en esta película. Aquí Ford le regala un buen papel y la actriz despliega su arsenal y se apodera del personaje.

Razón número 7: Desmitificación de la leyenda

Si por algo también me entusiasma El hombre que mató a Liberty Valance es porque aparentemente parece que está contada de una forma sencilla… pero la sorpresa que la convierte en película imprescindible es que es una de las más demoledoras historias de desmitificación de una leyenda. De desmitificación del acto de un hombre.

Construye el engranaje completo de cómo el senador se convirtió en el hombre que mató a Liberty Valance. Un hombre por ello admirado, respetado y querido. Y cómo este hecho es una leyenda y cómo su protagonista lo sabe. Así cuenta los sucesos acaecidos a unos periodistas ávidos de noticias… pero cuando éstos se dan cuenta de que la leyenda se quiebra, uno de ellos dice frase demoledora: “Esto es el Oeste, señor. Cuando la leyenda se convierte en hecho, se escribe sobre la leyenda”. Así que el senador se queda con la leyenda que cada vez más le pesa… y Tom relegado al olvido. John Ford nos cuenta la verdad, los hechos de una historia, pero se nos dice que se prefiere la leyenda…

Y lo que parece una bella historia se convierte en una culpa oculta. En una mentira sobre la que se construye una carrera política. Y eso termina doliendo al matrimonio Stoddard. Y a todos los que rodean el ataúd.

Ford nos cuenta de manera magistral y en el momento justo de dos maneras diferentes, desde dos puntos de vista distintos, el instante en que Liberty Valance cae abatido por un tiro. Primero la gente del pueblo, y nosotros los espectadores, vemos cómo el senador gravemente herido (y valiente, eso no se lo quita nadie) con su mandil y su pequeña pistola dispara a Valance y éste cae moribundo. Pero en el momento crucial de su carrera política, en un momento que va a abandonar, Tom le cuenta lo que pasó aquel día. Y vemos la misma escena desde un callejón donde se encuentran Pompey y Tom… y como siempre el héroe protector está ahí a tiempo de actuar.

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Razón número 8: La libertad de prensa y Dutton Peabody

El periodista Dutton Peabody es el personaje secundario que hace que uno se quite el sombrero. Protagoniza además uno de los momentos más increíbles cinematográficamente que muestra a un Ford maestro del lenguaje en imágenes.

Dutton Peabody es además el alcohólico del pueblo… tanto cuando bebe como cuando no bebe le gusta hablar y contar verdades pero se encuentra tan desencantado en un mundo de locos que prefiere parecer un cínico que nada le importa y que lo único que le interesa son sus botellas. Sin embargo la llegada del joven abogado le hace volver a creer que el cuarto poder sirve para algo y este propietario, editor, director, reportero… y también, para qué engañarnos, el que barre el local del periódico local empieza a emplear sus páginas para la denuncia y termina, sin quererlo ni beberlo, en el mundo de la política. Pero también se convierte en objetivo de Liberty Valance y sus hombres y en un defensor acérrimo de la libertad de prensa…

Así protagoniza una escena increíble en su local. Está escribiendo su próxima portada pero a la vez se encuentra muy bebido (el miedo: se sabe en peligro y que Liberty Valance va a por él y a por el senador). En esa portada cuenta la derrota de Valance en una votación… queda claro que no sirve para la política ni para la democracia. Descubre una errata y que tiene que corregirla… pero antes decide ir a por más alcohol. Vemos cómo apaga la luz de su quinqué y cómo su sombra se proyecta en la pared del local. Va a la cantina a por más alcohol. Y cuando regresa, sólo vemos su sombra en la pared. Todo está oscuro. Alcanza su quinqué y lo vuelve a encender y ante la tenue luz aparecen de pronto Liberty Valance y sus dos secuaces. ¡Una pasada de escena! A partir de este momento recibe una brutal paliza… que le deja prácticamente muerto.

Dutton Peabody está magistralmente interpretado por Edmond O’Brien en uno de los mejores papeles de su carrera cinematográfica. Me quito el sombrero.

Razón número 9: Lo que no se dice

Ford es el rey en contar silencios. En sus películas hay que estar atento a lo que no se dice, a lo que se muestra con una mirada o con un gesto. Y surgen otras historias y otras lecturas. Y en El hombre que mató a Liberty Valance hay que estar atento a las miradas de Tom, a las de Hallie, a las de Pompey, a las del senador… Cómo Tom se sienta en la mesa de un restaurante, cómo el senador mira a Hallie cuando descubre que ésta no sabe leer, cómo Hallie sale a la puerta para despedirse de Tom pero no le llama y cómo Pompey mira a cada uno de los protagonistas de esta historia y sufre con dolor el sacrificio de Tom.

Si seguimos tan sólo las miradas encontramos un subtexto que enriquece cada vez más la película en cada nuevo visionado.

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Razón número 10: Flores de cactus encima de un ataúd

Y llega entonces para mí una de las escenas más hermosas: un humilde y sencillo ataúd de madera con unas flores de cactus encima. Y los que ya sabemos los hechos nos damos cuenta del significado de esta escena y entendemos la mirada del senador…

Y eso es El hombre que mató a Liberty Valance la flor de cactus en la filmografía de John Ford. En el momento de su estreno fue vapuleada por la crítica, fueron pocos los que supieron ‘leerla’. Sólo hizo falta que pasara el tiempo para descubrir el potencial y la complejidad de una historia que destruye, con delicadeza, la leyenda y la épica del Oeste…, y muestra un mundo brutal y duro.

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