Viento en las velas (A High Wind in Jamaica, 1965) de Alexander MacKendrick

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Alexander MacKendrick es de esos directores que atesoran una filmografía mínima pero con una personalidad arrolladora. Y su limitada filmografía tiene que ver con su personalidad artística. Al no sentirse totalmente libre a la hora de emprender sus proyectos cinematográficos, prefirió continuar su carrera como profesor de cine (de hecho hace relativamente poco se ha publicado en castellano, On film making, una recopilación de los apuntes que facilitaba a sus estudiantes en su clase de cine… Qué ganas de conseguirlo y leerlo).

Suele ser recordado como el director de El quinteto de la muerte. Pero en su filmografía hay obras tan imprescindibles como Chantaje en Broadway o la película que hoy comentamos, Viento en las velas. En la Red se puede encontrar a veces información jugosa e interesante sobre cine y hace un tiempo me topé con una entrevista que realizó en el año 1988 Antonio Castro a Alexander Mackendrick (se puede encontrar en la revista online Miradas de cine). Ahí Mackendrick explicaba a la perfección la génesis de esta película, las dificultades y sobre todo por qué él no estaba satisfecho con el resultado final. Sin embargo su entrevistador muestra su admiración por la película (y también argumenta el porqué) pero el realizador le ofrece sus argumentos para ‘menospreciar’ su obra. Es de esas entrevistas que son toda una lección de cine. Aun leyendo todos los peros del realizador, me pasa algo similar a cuando Hitchcock critica negativamente en su mítica entrevista con Truffaut a El proceso Paradine, yo siento una película interesantísima para analizar y disfrutar. Viento en las velas ha sido de esas películas que persigo y persigo y que finalmente un día me encuentro, la visiono y se convierte en una buena sorpresa.

En esa lección de cine que da Mackendrick en la entrevista antes mencionada, el director explicaba cómo un crítico de cine reconocía un tema que unía a las películas de su corta filmografía (de la que aún me queda mucho por ver), “el poder destructivo de la inocencia y de los inocentes”. Y ese es un tema que me atrae poderosamente y efectivamente pulula alrededor del Viento en las velas, que es una atípica película de piratas. Piratas y una recreación muy especial del mundo infantil. Los niños del Viento en las velas tienen su propio universo, con sus códigos y conductas, que desbaratan y convierten en caos el mundo adulto. La infancia se transforma en una amenaza, en un mundo desconocido. Los hermanos protagonistas actúan inconscientemente, la vida es un juego y en ese juego los adultos tienen que entrar con sus reglas… Y en ese juego la inocencia adquiere otros significados. En ese juego todo es posible, y todo es distinto, hasta la muerte se siente de otra manera. Ese juego trae la perdición del mundo adulto, en este caso de los piratas… El capitán Chávez (Anthony Quinn) va conscientemente al pozo pero absolutamente atraído y nostálgico de ese mundo infantil. Es el único que entiende el enfrentamiento anárquico que se ha producido entre el universo infantil de unos niños que se mueven libremente con otras reglas totalmente diferentes y el mundo adulto representado por los propios piratas (y posteriormente por ese mundo civilizado en el que los niños terminarán domesticados y poniendo máscaras a su naturaleza…).

Siguiendo las palabras del director, expresa su disgusto porque para él la novela que adapta la película (Huracán en Jamaica de Richard Hughes) es una obra maestra y para él la película no está a su altura…, una afirmación de la que no puedo opinar pues no he leído la novela. Lo que sí puedo afirmar es que Viento en las velas es una película apasionante que ofrece miradas muy ricas (y complejas) y presenta de manera muy especial el universo infantil enfrentado al adulto. Así desde el primer momento, la escena de la tormenta, hasta el plano final, consigue un matiz inquietante. Frente una aparente película de piratas con niños inocentes, Mackendrick nos está mostrando una historia mucho más negra y terrorífica pero absolutamente hipnotizante.

La culpa de no conseguir una obra cien por cien como la quería el realizador, la tiene el productor (Zanuck) y las discrepancias con el guion. Mackendrick luchó (junto a Anthony Quinn) para realizar cambios al guion original, un guion mediocre que pretendía convertir esta película en una de piratas del montón, eliminando los matices especiales. Realmente logró realizar un guion más afín a su idea de Viento en las velas. Pero finalmente Zanuck impuso a otro guionista… y Mackendrick luchó por mantener algunos matices, que se respetaron, pero el nuevo guionista también quiso ‘agradar’ al productor. Así que lo que sobre todo desencanto al creador fue la modificación del punto de vista. Él había concebido toda la película desde la mirada infantil. En el guion resultante (y por tanto en el resultado final de la película) también está la mirada de los adultos (la de Zac, el ayudante fiel del capitán Chávez y la del propio capitán… James Coburn y Anthony Quinn). Esa mezcla de puntos de vista ofrece matices interesantes a mi parecer a la película y miradas especiales… pero ciertamente con el único punto de vista de Mackendrick quizá la película podría haber sido más especial y reveladora.

Viento en las velas es ágil en el uso de un humor siniestro, una especial representación del mundo pirata y una imagen genial del mundo infantil. El tono de la película queda totalmente claro desde el principio con la entonación de una macabra canción infantil (algo que tampoco gustó en absoluto a su director, fue una imposición de montaje, pero que a mí particularmente me parece un buen acierto). Viento en las velas es rica en situaciones, personajes y relaciones que se establecen. Y es imposible no sucumbir ante la extraña complicidad que surge entre una de las niñas, Emily, y el capitán Chávez. Una extraña complicidad trágica que acaba con la mirada inocente de una niña sin remordimiento alguno…

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