Día de muertos. La muerte como la gran protagonista en el cine

La muerte como personaje principal en las películas.

¿Por qué solo ver películas de terror durante estos días? Las palabras que acompañan estos días festivos son variados: Halloween, Todos los Santos, Noche de difuntos, Noche de brujas, Día de muertos… Las influencias, historias y orígenes de esta celebración son varios.

Sin embargo, la fiesta norteamericana (con sus dosis para activar el comercio) y, en concreto, la mitología cinéfila alrededor del evento, sobre todo con la saga Halloween, cuya primera entrega fue en el año 1978, son las que al final han determinado que sean días para ver películas de terror de todo tipo. La «culpa» de ir asociando estos días con este tipo de cine la tiene John Carpenter.

Sin embargo, la gran protagonista de esta festividad es sin duda la muerte, y como tal ha sido personaje de numerosas películas. En una conferencia que impartí en 2017 sobre La muerte como personaje cinematográfico elaboré un ciclo particular de películas para analizar el tema. Rescato alguna de ellas para elaborar un viaje especial para disfrutar de otra manera el día de muertos. Una primera parada ineludible es Las tres luces (1921) de Fritz Lang.

La película fluctúa entre el realismo y la fantasía. Uno de sus personajes principales es la muerte (con el rostro anguloso de Bernhard Goetzke, cuyos papeles más famosos los desarrolló durante el periodo mudo y al lado de Lang) que ya está cansada de ser odiada por la gente, cuando tan solo cumple con su trabajo, tan solo es un intermediario, y lo hace con desgana. La muerte llega a una pequeña localidad, compra un terreno y construye un enorme muro.

Una joven le pide una oportunidad, pues su novio ha fallecido. Cuando esta llega al reino de la muerte, al otro lado del muro que ha construido, descubre que cada ser humano está representado por una vela que va consumiéndose. La muerte le muestra tres velas y le dice a la muchacha que debe conseguir que una de las tres no se apague… Y entonces empiezan tres historias, que transcurren en diversos lugares y épocas (una en Arabia, otra en la Italia renacentista, y la última en China), donde los protagonistas no pueden amarse tranquilos. Y se refleja además el enfrentamiento entre la joven y la muerte para que se apague o no la vida del hombre amado.

La muerte es un personaje trágico e incomprendido, cosecha terror con tan solo su presencia (nadie quiere morir a pesar de las penalidades y el sufrimiento que ofrece la vida), pero tan solo es un intermediario. No sabe e ignora el estado superior al que van a parar aquellos que sobrepasan el umbral. El amor no vence a la muerte, pues el destino de cada uno es inevitable, pero sí sobrevive a ella. El amor terrenal pasa a ser eterno, más allá de la muerte. Y deja un final poético y bello para los amantes.

Sigue leyendo

Diccionario cinematográfico (235). Flores II

Flores en Stefan Zweig. Adiós a Europa, de Maria Schrader.

Cada vez me gustan más los ramos de flores. Me apetece entrar en casa y que me reciba uno de colores. Las flores están relacionadas con la vida, con el amor, con la muerte… Son regalo y detalle. Recuerdo y celebración. Tienen un lenguaje propio… Y para el cine son tremendamente visuales.

No puedo olvidar una flor. La de la hija pequeña de George Bailey, que la trae del colegio. Por no estropearla, no se abriga bien y coge un resfriado. Esa flor que se le caen los pétalos, y que su padre agotado trata de recomponer. Esos pétalos que luego están en su bolsillo… y que tanto significado tienen al final de Qué bello es vivir, de Frank Capra.

Me conmueven las flores de cáctus encima de la tumba solitaria de Tom Doniphon en la maravillosa La muerte de Liberty Valance, de John Ford. Detrás de ese tiesto humilde hay toda una historia de amor.

Loreak, de José María Goenaga y Jon Garaño, cuenta una historia triste que gira alrededor de varios ramos de flores, como los que se dejan en la carreteras cuando se ha producido un accidente para que los fallecidos no caigan en olvido. La inspiración: El ramito de violetas, esa canción maravillosa de Cecilia.

Sigue leyendo

Candidata a millonaria (Hands across the table, 1935) de Mitchell Leisen

candidataamillonaria

Mi idilio con Mitchell Leisen continua y cada nuevo descubrimiento de su filmografía es una absoluta fiesta. Así de nuevo me ocurre lo mismo con Candidata a millonaria. Una mezcla de screwball comedy con toques suaves de realismo social, comedia romántica y un poco de melo.

Leisen como la vida misma mezclaba drama y comedia, su ejemplo más radical ocurre en Adelante mi amor. Y también llevó a cabo melodramas como Si no amaneciera o La vida íntima de Julia Norrism (todas estas películas ya las he comentado). Así que sabe mostrar las dos máscaras: comedia y tragedia y hacer que funcione.

Candidata a millonaria no es tan recordada como Medianoche ni tan redonda como Una chica afortunada pero está llena de encanto y de hallazgos que merecen la pena. Es una película que es bueno rescatar del olvido porque esconde muchas riquezas y aspectos que merece la pena analizar.

Un trío de intérpretes acostumbrados a estas lides: Carole Lombard, Fred MacMurray y Ralph Bellamy (el eterno el tercero en discordia y que casi nunca lograba quedarse con la chica…) y una historia que vista ahora a mí me sigue resultando muy moderna con diálogos chispeantes. De nuevo Leisen muestra su sabiduría a la hora de emplear el lenguaje cinematográfico. Además refleja ese cine cómico (con mucha ironía) con crítica social de fondo que surgió a partir del crack del 29 de ricos que se arruinan y pobres que siguen sobreviviendo y el encuentro entre dos mundos que suelen colisionar… pero siempre con las dosis de locura suficiente como para presentar un mundo al revés donde a través del caos surge la posibilidad de cumplir sueños… aunque sea con el mundo patas arriba. Así que estas películas son una medicina recomendable en estos tiempos.

La historia que nos presenta es simple (o compleja según se mire): una manicura, que trabaja en un gran hotel, tiene un sueño: ser una de las millonarias que ocupa las habitaciones del lugar donde trabaja. Quiere casarse con un millonario. De momento es una mujer independiente, con trabajo y casa, que vive el día a día. Ella se llama Regi Allen y tiene el rostro de una de las reinas del screwball comedy: Carole Lombard (en su filmografía tiene personajes inolvidables pero yo siempre reseño mi personaje favorito de esta rubia irrepetible, Irene Bullock, de Al servicio de las damas… ¡por favor que alguien saque una edición en dvd o blu ray decente, la película lo merece y siempre la he visto en copias malísimas!).

Así que esta manicura conoce a la vez a dos hombres: un millonario que tuvo un accidente de aviación y ahora se encuentra postrado en silla de ruedas y un playboy que perdió toda su fortuna en la crisis del 29 y ahora lo único que desea es casarse con una millonaria (dentro de sus planes no entra encontrar un trabajo). El azar le pone en bandeja dos posibilidades de futuro: el aviador (Ralph Bellamy) se convierte en su mejor amigo y podría ser un buen matrimonio de conveniencia y el playboy (Fred MacMurray, jovencísimo y con sus buenos inicios en el mundo screwball comedy) le promete toda una vida de incertidumbres pero con pasión y enamoramiento.

Durante todas las mañanas, desde que se conocen, el aviador pide que a su habitación suba la manicura para arreglarle las manos y de paso animarle y alegrarle el día con sus conversaciones, sueños y confesiones y durante varios días el playboy se instala en casa de la manicura porque tiene que simular frente a su futura esposa que se ha ido unos días a las Bahamas.

El aviador avisa a la manicura que contra el amor nada se puede… que si aparece alguien en su camino sin dinero pero con mucho amor que ofrecer, ése será el elegido. Ella lo niega una y otra vez. Y con el playboy, cuando descubren que ambos tienen el mismo objetivo: casarse con un millonario/a… saben que son de la misma calaña, unos canallas y que entre ellos no puede surgir el amor… pero se lo pasan tan bien juntos…

Así Mitchell Leisen, como es habitual, se mueve maravillosamente en los espacios cerrados y la historia transcurre entre los aposentos del hotel y el hogar de la manicura… con espacios de diversión como restaurantes y salas de baile (y no puede faltar un taxi) para la primera noche de la manicura y el playboy juntos. Todos los personajes secundarios tienen su función y su historia detrás de un gesto (aunque apenas tengan diálogo) como el personal de servicio de la futura esposa del playboy o el encantador mayordomo del aviador. Además Leisen siempre se rodeaba de buenos (pero muy buenos) guionistas que consiguen entre otras cosas diálogos con chispa que da gusto escucharlos y desentrañarlos. Siempre descubres algo nuevo. Y por último Leisen filma comedia romántica por eso regala un beso en primer plano precioso entre Lombard y McMurray (trabajaron en cuatro películas juntos y dos de Leisen, ésta y Comenzó en el trópico, película que todavía no he visto).

Y Candidata a millonaria muestra cómo la felicidad puede encontrarse en un colchón en una terraza mirando las estrellas…

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.