Mirada oscura a los años 50. Wonder Wheel (Wonder Wheel, 2017) de Woody Allen / Suburbicon (Suburbicon, 2017) de George Clooney

Wonder Wheel (Wonder Wheel, 2017) de Woody Allen

Wonder Wheel

Sueños rotos en Coney Island

En la filmografía de Woody Allen hay varios caminos y sendas. En 2013 abrió una con Blue Jasmine: el director buscó raíces e inspiración para contar historias en los grandes dramaturgos norteamericanos (aunque siempre vuela su amado Chejov e influencias literarias europeas, como August Strindberg, de la mano de su admirado Ingmar Bergman). Así en Blue Jasmine plasmaba las consecuencias de la crisis económica en una mujer y reinterpretaba Un tranvia llamado deseo de Tennessee Williams. Jasmine era Cate Blanchett, una dama del cine. En Wonder Wheel sigue esa senda, pero esta vez se va a los años cincuenta y realiza un ejercicio nostálgico sobre una América que se perdía en sus sueños, como ocurría en muchas piezas dramáticas de Eugene O’Neill, Tennessee Williams o Arthur Miller. Y también Wonder Wheel se empapa del cine de aquellos años, y su protagonista sueña con estrellas de cine y su hijo escapa de la realidad en las salas viendo películas. Ginny, una camarera en Coney Island, casada con el encargado del tiovivo…, pasea su infelicidad y se aferra a soñar, parece sacada de los melodramas de aquellos años con Lana Turner, por ejemplo. Pero también Allen deja gotas de cine de gánsteres y ese cine negro que juega con el destino de los personajes (uno de los grandes temas del cine de Woody Allen). Esta vez Allen también cuenta con el rostro de otra dama del cine: Kate Winslet.

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Ave, César (Hail, Caesar, 2016) de Joel y Ethan Coen

Ave, César

Los hermanos Coen en Ave, César, con mucho desencanto e ironía respecto a la vida, terminan reflexionando sobre la naturaleza del cine como John L. Sullivan (Joel McCrea) después de un largo viaje de descenso a los infiernos y es que el cine, la fe en el cine, tiene su razón de ser porque en momentos determinados de una vida llena de complicaciones, un valle de lágrimas y sufrimiento, puede hacer volar, soñar, reír… Así los Coen, como Woody Allen en La Rosa púrpura del Cairo o en Hannah y su hermanas, encuentran cierto sentido en la vida gracias al cine, a la proyección…, tal y como ya había dejado constancia en pantalla Preston Sturges en Los viajes de Sullivan.

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A propósito de Llewyn Davis (Inside Llewyn Davis, 2013) de los hermanos Coen

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Los hermanos Coen acuden a universos míticos, religiosos, literarios y cinematográficos para que sus héroes, muchos de ellos perdedores, protagonicen sus historias. Así A propósito de Llewyn Davis sigue a mi parecer la estela de la extraña pero sugerente de Un tipo serio donde el protagonista es un perdedor que vive esa situación con conformidad y con una sensación de no poder salir del círculo de desgracias. Si para Un tipo serio, los Coen se centraban en la tradición judía y en el libro de Job… en A propósito de Llewyn Davis se van a la mitología clásica y rescatan a un Sísifo muy especial que es una y otra vez ‘castigado’ y condenado a ser un perdedor. Y vuelven a recurrir de nuevo a la Odisea de Ulises… si bien este personaje mitológico se transforma en gato. La idea de vuelta a casa o vuelta a la rutina del perdedor sin posibilidad de escape.

La Odisea ya había estado presente en O’Brother que cuenta el ‘viaje’ de tres presos en plena época de la Depresión. Época en la que están en los vagones de tren y en otros espacios populares cantando míticos artistas de folk como Woody Guthrie y Pete Seeger. Ahora los Coen se van a principios de los sesenta, en el Greenwich Village de Nueva York, para presentarnos a un Llewyn Davis que vive la ‘bohemia’ del cantante de folk como condena. Como todo un perdedor. Jamás conseguirá fichar por una discográfica grande. Condenado a los escenarios de bares, a largos viajes para poder tocar, y a pasar la noche en aquel sillón que esté disponible, a pedir dinero a sus conocidos, a veces sin abrigo, otras sin comida y siempre con su guitarra a cuestas. Arrastrando ya fracasos familiares, sentimentales y de amistad… Siempre con frío y con su guitarra. Sin posibilidad de salida. Cuando parece que toma una determinación, todo vuelve al principio. Y en esta ‘Odisea’ particular, conocemos el mundo que rodea a Llewyn. Su familia, sus amigos, su desastroso mundo en las relaciones, sus actuaciones, sus managers, los productores, los dueños de los locales, los desconocidos que se cruzan en su camino (memorables esos compañeros de coche que le tocan en suerte para ir a Chicago)…

Los hermanos Coen además no presentan a un Llewyn Davis encantador sino más bien a un joven complicado y bocazas que puede llegar a ser muy desagradable con los otros (sean amigos, familiares o desconocidos)… Siempre serio, siempre triste. Amargo. Finalmente no se rebela o desespera ante su situación ‘bohemia’ que finalmente se nos muestra como que no es elegida. Malhumorado y cansado, no puede salir del círculo. Sin embargo inspira ganas de protección cuando avanza por las calles frías, sin abrigo, y con un gato en brazos (Ulises, un gato que no debe perder de vista… y lo pierde varias veces). Arrastra la tristeza y el drama de sus canciones. Arrastra la humanidad de un ser condenado y perdido que echa de menos al amigo o que se siente incapaz de construir relaciones estables, se va con las novias de sus amigos o va dejando historias sin terminar…

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Lo que más me ha gustado de A propósito de Llewyn Davis es cada una de las actuaciones de este cantante folk (libremente inspirado en un personaje real, Dave Van Ronk, que habitaba en este barrio de Nueva York, e interpretado por el actor Oscar Isaac) y esa poética del perdedor a su pesar (justo al final ve cómo sube un joven al escenario… con cierto parecido a Bob Dylan, un triunfador de otra época dorada del folk norteamericano). Sus actuaciones en el bar (al principio y al final del film), la canción que interpreta al productor (con rostro de F. Murray Abraham), cuando llega a Chicago, en un silla, frente a frente… O esa canción a su padre que se encuentra postrado en un sillón… Y es que su vida es como sus tristes canciones (algunas rescatadas del repertorio folk)… y las buenas canciones siempre se repiten. Un deleite fijarse en las letras de las canciones…

Llewyn Davis está condenado al fracaso y a ser ‘bohemio’… y mientras sigue su triste senda circular, otros pasarán a la historia. Antes subirán al mismo escenario de Davis… pero tendrán algo que conectará con la gente. A Davis ni siquiera le regalan la posibilidad de conectar con su público…

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