Primeros pasos de dos realizadores. Polytechnique (Polytechnique, 2009) de Denis Villeneuve/Shotgun Stories (Shotgun Stories, 2007) de Jeff Nichols

Polytechnique (Polytechnique, 2009) de Denis Villeneuve

Polytechnique

Abro el periódico o pongo el televisor y me preocupan las declaraciones vertidas por algunos hombres (y, por desgracia, también mujeres) sobre la sentencia de un juicio, sobre otros asuntos que solo atañen a las mujeres (o en todo caso a una decisión de pareja), sobre que en un documento hay que cambiar un término por otro (porque, fíjate, resulta que es que amplía más el concepto) o sobre opciones de cómo vivir o llevar adelante las relaciones personales o la vida de uno mismo. Más bien me empiezan a entrar sudores, sobre todo cuando se sueltan dichas afirmaciones sin consecuencia alguna, como si fuera algo normal y corriente, como si esa afirmación no ocultara una violencia o no demostrase lo peligroso que es, a veces, jugar con el lenguaje. Me entristece ver cómo El cuento de la criada de Margaret Atwood no refleja un mundo lejano o una sociedad imposible. O de pronto me entra un escalofrío cuando descubro que lo que relata Denis Villeneuve en Polytechnique ocurrió en 1989, pero que desgraciadamente podría haber pasado ahora, en el panorama actual. Y me hace pensar y me asusta, los tiempos no han cambiado tanto.

Polytechnique es el tercer largometraje de ficción del canadiense Denis Villeneuve antes de su salto internacional y recrea, tras un trabajo de investigación y de entrevistarse con los familiares de las víctimas y los supervivientes, la matanza en la Escuela politécnica de Montreal, el 6 de diciembre de 1989. Un joven de 25 años, Marc Lépine, mató a catorce personas e hirió a otras catorce antes de suicidarse. Lo peculiar del caso es que las veintiocho víctimas eran mujeres. Y lo sangrante es que Lépine escribió una carta donde explicaba que su acto era político y que odiaba a las feministas que le habían arruinado la vida. Dejaba claro que estaba cuerdo al realizar este acto.

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Mud (Mud, 2012) de Jeff Nichols

 

mud

A través de la mirada de un niño una historia puede ser diferente. Entre la inocencia y el despertar hay un territorio donde el niño se convierte en creador y en un magnífico fabulador. Y a través de su ‘viaje iniciático’ hacia la madurez o la perdida de la inocencia su mirada ‘sufre’ una transformación que le hace descubrir la puerta hacia otra etapa de la vida que no tiene por qué ser peor o mejor. Y de ahí de esa mirada de un niño que está a punto de descubrir el mundo adulto surgen historias cinematográficas (y literarias, claro) absolutamente maravillosas.

Así podemos viajar a través del mundo del cine a universos infantiles conseguidos. A niños que miran y se convierten en narradores privilegiados. Y Mud se empapa de esa tradición y nos deja una buena historia por donde no pasa el tiempo… porque esa mirada siempre ha existido. Jeff Nichols sigue demostrando su capacidad para contar buenas historias (esta vez con chispas de fábula y leyenda).

El niño que mira lo extraño o al extraño. Lo distinto. El niño que mira al desconocido, al forajido… El niño que mira de manera más simple una realidad compleja y trata de entenderla. El niño que además actúa y se aventura… y no tiene miedo porque no ve nunca la cercanía o la posibilidad de la muerte. El niño que idealiza conceptos como el romanticismo y el amor.

Así hay varias películas contadas desde la mirada de un niño o adolescente que se quedan para siempre en nuestra retina. Y de alguna manera cuando volvemos a verlas nos recuerdan lo que era ser un niño y el mundo que nos rodeaba. Y así pasa también con Mud y los dos adolescentes protagonistas, Ellis (Tye Sheridan) y Neckbone (Jacob Lofland), sabes que cuando vuelvas a verla vas a sentirte envuelto en un universo infantil maravillosamente expuesto y mostrado.

Ellis y Neckbone entran en la galería que ocupan también los hijos de Atticus Fich, la pandilla de Cuenta conmigo, el niño de Raíces Profundas, el adolescente de Verano del 42 o la niña de Valor de ley de los hermanos Coen. De alguna manera ya convierten su historia, su encuentro con el forajido enamorado, Mud, en un clásico. Además si seguimos buscando raíces, Jeff Nichols sitúa esta historia a orillas del río Mississippi y pocas pistas nos da de que la historia es contemporánea (que lo es) pero la localiza en un ambiente condenado a desaparecer, en un estilo de vida que acaba… el de las casas flotantes. Y ese río es el río donde otros dos adolescentes vivieron sus aventuras Huckleberry Finn y Tom Sawyer. Y podemos ver similitudes en ese principio de ‘viaje iniciático’ de encuentro del protagonista Ellis con el prófugo (y en su concepto del amor) a la novela Grandes esperanzas de Charles Dickens.

Así Ellis y su amigo Nickbone se aventuran con su pequeño barco a motor a una isla abandonada y van en busca de un barco que se ha quedado colgado de la rama de un árbol… pero descubrirán que allí habita alguien y se encontrarán con Mud, un misterioso hombre que les pide ayuda, algo de comida. Ellis se aferra a la historia de Mud, el forajido, porque le hace creer en ese amor que ve que desaparece en su casa donde sus padres están a punto de separarse (y sabe que su vida pronto va a dar un vuelco, un cambio). Mud está ahí por amor para rescatar a su novia de la infancia, de toda la vida, Juniper. Pero todo es mucho más complejo y peligroso de lo que parece. A Mud le busca la policía y otros hombres peligrosos… Sin embargo Ellis apuesta totalmente por Mud y le ayuda en la descabellada idea de hacer navegar el barco del árbol para poder huir de allí… Mud además conoce al misterioso vecino de Ellis y sus padres, Tom (Sam Shepard), un señor mayor que apenas se relaciona con los habitantes del lugar con una historia a cuestas. Se nota que quiere muchísimo a Mud y que le conoce bien pero es un cascarrabias (porque le duele)… así que decide seguir alejado del forajido.

Con estos ingredientes se crea una fábula hermosa donde Nichols (que ya me sorprendió gratamente con Take Shelter) devuelve al espectador una historia emocionante sobre el viaje iniciático de unos niños que pronto dejarán de serlo… Así Mud (Matthew McConaughey) y Juniper (Reese Witherspoon) en los ojos de los niños no son dos fracasados que no saben qué hacer con sus vidas sino dos amantes aventureros que tienen que escapar de un mundo que no les deja que se amen. Él tiene su camisa y su pistola, ella unos ruiseñores tatuados en las manos. Y los niños, sobre todo Ellis (Nickbone todo lo hace porque Ellis es su mejor amigo…), harán todo lo que esté en su mano para que Mud pueda conseguir sus propósitos.

Jeff Nichols te devuelve la mirada de un niño capaz de construir una fábula con carácter épico y con aires leyenda. Así también vivimos una escena emocionante y llena de significado con Mud y Ellis similar a la que viven Mattie y Rooster en Valor de ley. Los segundos iban galopando en un caballo a través de una noche de luna llena, los primeros van veloces en una moto a la luz del día…

Y la leyenda se va construyendo y consolidando… el espectador sabe que asiste a una fábula. Mud siempre estará en la memoria de Ellis y Neckbone… Resaltar también a un personaje secundario con el rostro del carismático actor fetiche del director, Michael Shanonn, que se convierte en el tío de Neckbone que, como no, tiene sus escenas y un buen diálogo con Ellis.

Sólo hay que dejarse llevar por esa barca en el árbol y conocer a la chica con el ruiseñor en la mano, a Mud, un forajido romántico; a Tom, un tipo duro y misterioso; a un tío preocupado por su sobrino y que aconseja sobre las cosas que se deben quedar en el río y las que se deben recoger; a un padre con rostro triste; a una madre cansada de esperar, a un modo de vida que desaparece, a las casas flotantes, a los moteles… y a unos niños que todo lo miran… Y un río que todo lo arrastra. Todo lo lleva.

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