El último deber (The Last Detail, 1973) de Hal Ashby

Hal Ashby deja una de sus películas más tristes en compañía de Mulhall (Otis Young), Larry (Randy Quaid) y Buddusky (Jack Nicholson), los protagonistas del viaje con una meta final.

Hal Ashby fue uno de los directores más especiales de la generación del Nuevo Hollywood. Hippy de espíritu y apariencia, creó una obra cinematográfica con una sensibilidad especial. Su vida fue un camino de desgracias, dependencias e inestabilidades emocionales, pero el cine le permitió trazar un camino que merecía la pena ser recorrido. Por otra parte, sus películas plasmaron el espíritu de una época y una filosofía de vida. Sus obras cinematográficas saltaban entre la tragicomedia y el drama, pero dejando siempre un poso de melancolía que sobrevolaba a través de sus fotogramas.

La contracultura de los años setenta queda plasmada en las películas de culto Harold y Maude y Shampoo. El desencanto y la pérdida de inocencia que supuso Vietnam tiene su retrato más hermoso y triste en El regreso. La búsqueda de la libertad y el compromiso con una forma de vida es evidente en Esta tierra es mi tierra, un viaje a la Gran Depresión. Y la visión irónica de un mundo contemporáneo que va a la deriva y se deja arrastrar por la superficialidad en los discursos políticos, en las intervenciones de los medios y en el poder en la inteligente y deliciosa Bienvenido, Mr. Chance.

En esta filmografía se encuentra también El último deber una de las tragicomedias más tristes que me he encontrado últimamente. Hal Ashby la rodó entre Harold y Maude y Shampoo. Es la historia del viaje de Buddusky (Jack Nicholson), Mulhall (Otis Young) y Larry (Randy Quaid) desde Virginia a la prisión militar de New Hampshire. Los dos primeros son unos veteranos oficiales de la marina, y el otro es un joven e inexperto marinero al que tienen que escoltar a la prisión por un absurdo robo de una mínima cantidad de dinero. La mala suerte es que el robo es de un proyecto de caridad de la esposa de un alto cargo y le caen ocho años de cárcel.

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Conocimiento carnal (Carnal Knowledge, 1971) de Mike Nichols

concimientocarnal

Desde noviembre de 2014 Mike Nichols se ha convertido en otro director de cine ausente. Así a partir de ese momento, buceo en su filmografía e indago. Una de mis películas favoritas de su carrera cinematográfica es curiosamente su ópera prima, Quién teme a Virginia Woolf, que es una adaptación de la obra teatral de Edward Albee. Ahí sucede una reunión nocturna entre dos parejas en la que se desatan rayos y centellas… pero también los más tristes monólogos. El lenguaje, la palabra, se convierte en el arma para destruir al ser amado o para alzarle y que tome vuelo. Así Liz Taylor y Richard Burton o Sandy Dennis y George Segal danzan con la discusión y se desguazan…, aunque todos terminan mostrándose vulnerables y atrapados en las propias relaciones que han construido. Si tuviera que buscar un leitmotiv para definir el cine de Nichols, creo que el concepto clave sería la insatisfacción en las relaciones de pareja o del hombre y la mujer contemporáneos en general.

Y esa insatisfacción del hombre y la mujer (pero esta vez desde una mirada totalmente masculina) recorre Conocimiento carnal, interesante y olvidada película de Nichols inmediatamente después de Trampa 22. Nichols, que era un joven innovador de la escena teatral, experimenta en sus primeras obras con el lenguaje cinematográfico, con las formas de contar sus historias, y Conocimiento carnal es representativa de esta parte de su legado cinematográfico. Además supondría su primer encuentro con uno de los actores que más repetiría con el director, un jovencísimo Jack Nicholson poco a poco en alza.

Así Mike Nichols cuenta de manera especial la historia sentimental de dos amigos universitarios a través de los años, las elipsis, los diálogos-monólogos y sus relaciones con las mujeres. Ellos son Jonathan (Jack Nicholson) y Sandy (Art Garfunkel). Uno que huye del compromiso y está a los pies del placer, otro que trata de construir una relación de amor, encontrar la media naranja y construir un matrimonio. Y ambos y sus conceptos fracasan a lo largo de las décadas, las mujeres que conocen tienen miras, ventanas y puertas mucho más abiertas, son más libres, viven menos enjauladas, y se implican mucho más. Tienen menos miedo a expresar cómo quieren vivir y también menos miedo a fracasar y empezar.

Así los retratos de Jonathan y Sandy terminan convirtiéndolos en hombres patéticos en su educación y evolución sentimental. Ambos triunfan en el terreno laboral convirtiéndose en hombres de clase media alta neoyorquina. Pero uno, Jonathan abocado a la soledad sentimental y fracaso emocional y el otro a construirse siempre mundos fantásticos sin ser nunca realista o maduro… para ser una caricatura continua.

En Conocimiento carnal serán las mujeres las que escriban los fracasos e insatisfacciones de los protagonistas masculinos sobre todo del personaje de Jack Nicholson, protagonista indiscutible. El director Nichols crea una película que trata de innovar, y creo que lo consigue, a la hora de contar el fracaso de una educación sentimental en dos amigos. La reina de la función es la elipsis y el diálogo-monólogo…, el actor que mira a cámara y cuenta lo que siente a otro personaje pero parece que se lo dice directamente al espectador. También consigue una cierta sensación de melancolía, de halo triste, vuela el fracaso sobre cada minuto de la película.

Ellas estructuran la película: el amor universitario (con aires europeos a lo Jean Luc Godard y sus triángulos amorosos) con el rostro de Candice Bergen, el gran amor sobre todo de Jonathan que arrastrará para siempre el no haber dado el salto de intentar construir una relación aunque supusiera el daño al amigo. El fracaso de la madurez con una magnífica y sensual Ann-Magret, la mujer objeto y reina del placer de Jonathan que quiere destruir su rol y convertirse en una mujer amada con un hombre que quiere compromiso y construir algo más que una relación placentera en la cama. Crónica de la destrucción de una matrimonio. Y el mazazo final de una Rita Moreno que es pagada para que Jonathan pueda oír lo que quiere escuchar… y que refleja su soledad y fracaso emocional.

Conocimiento carnal es una de las obras más olvidadas de Mike Nichols y sin embargo es una pieza fundamental para seguir su evolución como cineasta. Merece la pena sumergirse en su forma de contar y encontrarse con otro retrato certero sobre la insatisfacción entre hombres y mujeres…

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Diccionario cinematográfico (201)

salvaje

Chicos de la moto: el último chico de la moto que se ha subido al pódium de los moteros cinematográficos ha sido Luke El Guapo en Cruce de caminos de Derek Dianfrance. Pero son muchos los que pueblan una alfombra de celuloide que no acaba. Los chicos de la moto suelen ser perdedores en busca de una libertad que normalmente no encuentran y que van directos a un único final…

Los chicos de la moto suelen ir envueltos en leyenda… No son malos chicos, sí llevan vidas perras.

A Luke El Guapo le acompañan como viajeros de carretera cinco chicos de la moto (tres de ellos en la misma película)…

Al primero, los muchachos del barrio le llaman así, El chico de la moto. Ve la vida en blanco y negro. Vivió el periodo idílico de las bandas… y después no regresó nunca más de un viaje que le llevó a los golpes y las drogas. Ahora está más allá que acá y filosofa sobre la vida, la mala vida. Tampoco es que hable demasiado. Su hermano menor le admira y le quiere. El chico de la moto (un Mickey Rourke con personaje de mitología callejera) deambula y un día regresa al barrio…, está obsesionado con dejar en libertad a unos peces de colores… La ley de la calle hace tiempo que terminó, él ya está cansado.

Después nos topamos con dos moteros y un abogado alcohólico que se les une al viaje. El abogado les habla del miedo que provocan los hombres libres… Son los chicos de Easy Rider que buscan su destino por la América de 1969. Y se encuentran con distintas personas y duermen en la siguiente parada… y sus motos cruzan las carreteras a un destino final. Así Peter Fonda, Dennis Hopper y Jack Nicholson emprenden un viaje en el que descubren que el miedo campa a sus anchas, el miedo al otro, al distinto, al que no piensa igual, al que vive de otra manera… Y que ese miedo genera rechazo y violencia.

Y por último el chico de la moto mítico. El que llega con su pandilla a un pueblecillo de la América profunda y asusta a sus habitantes. El que al final es no sólo expulsado sino también rechazado y no bien recibido. El rebelde que sólo consigue que le entienda la camarera de un bar. Y a ella le dedica una sonrisa final que no se olvida. Es Marlon Brando en Salvaje.

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