Sobibor, 14 de octubre 1943, 16 horas (Sobibór, 14 octobre 1943, 16 heures, 2001) de Claude Lanzmann

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Una manada de gansos grazna a un volumen altísimo provocando un ruido ensordecedor…, sería una imagen idílica y ruidosa a la vez si no fuera por el contexto. Esta imagen aparece en el documental de Claude Lanzmann, Sobibor, 14 de octubre 1943, 16 horas mientras un superviviente, Yehuda Lerner, relata cómo los nazis criaban estas manadas de gansos para que con sus graznidos no pudieran escucharse los gritos de las víctimas… cuando realmente se daban cuenta de que entraban en Sobibor para morir en cámaras gas… Algo que ya les habían advertido durante el viaje en tren pero que no habían creído. Para todos era imposible. Nadie podía creer tal brutalidad.

Después de la proyección del documental (dentro del ciclo Una mirada a la oscuridad en La Casa Encendida), hubo un coloquio con Carla Uriarte, psicóloga clínica y social, responsable de apoyo psicosocial a los equipos de Médicos sin Fronteras en contextos de riesgo en Yemen, Somalia, Kenia, Sudán del Sur, Palestina, Colombia, que aportó matices y miradas para enriquecer el visionado del documental.

Carla Uriarte, a través de su mirada, dio con las tres claves del documental:

1.- La importancia de la narración oral. Claude Lanzmann retoma una entrevista que realizó a un superviviente en 1979 para su documental Shoah (1985). Se trata de Yehuda Lerner, que narra el único levantamiento con éxito en un campo de concentración. El título del documental es el lugar, la fecha y la hora exacta en la que se produjo. Lanzmann reproduce esa entrevista y el primer plano de Yehuda domina el documental. Sus ojos azules pequeños y su sonrisa mientras nos cuenta una historia estremecedora.

Carla Uriarte explicó que una de las herramientas para trabajar con las víctimas en las zonas de conflicto es su relato, su narración de los hechos, cómo cuentan lo sucedido, qué cuentan, cómo lo expresan, el lenguaje verbal y no verbal… Yehuda Lerner es la palabra viva, la memoria recuperada. Participó en un hecho que le permite dar un sentido a lo que le ocurrió, a qué, cómo y por qué lo hizo. Su narración atrapa al oyente, al espectador.

Durante la entrevista podemos ver sus gestos y un poso de orgullo de haber participado en este levantamiento, haber tenido éxito y de alguna manera haber podido ‘hacer justicia’ a todas las víctimas exterminadas en Sobibor. En el levantamiento mataron a dieciséis oficiales alemanes. Con hachas. Yehuda Lerner era prácticamente un adolescente y recuerda cómo tras el levantamiento salió corriendo campo a través y del agotamiento cayó dormido bajo las estrellas… Ahí termina su relato.

2.- La creación del ‘otro’. En un momento de su relato, Lerner dice que no perdían nada. Les habían despojado de su dignidad, de sus identidades y eran hacinados y tratados peor que animales salvajes. Preferían morir en el levantamiento, que en una cámara de gas. En este genocidio y en todos los que ahora mismo se están produciendo: ¿cómo es posible que unas personas lleguen a despojar a otras de toda humanidad hasta tal punto de no sentir ningún reparo ni mala conciencia en la exterminación? ¿Cómo es posible que unos ejecuten esta exterminación y otros ciudadanos de bien miren hacia otro lado?… y aquí no ha pasado nada.

En el momento que se crea al ‘otro’. Al que es distinto a ti y se le va despojando de toda humanidad hasta que se logra justificar el ‘peligro de su presencia’. Es un mecanismo psicológico que no ha dejado de funcionar. El ‘otro’ se convierte en un ente impersonal que o bien permite mirar a otro lado y también el deshumanizarlo hasta el punto de sin mala conciencia proceder a métodos tan brutales y radicales como la solución final…

Este mecanismo es escalofriante porque nunca se sabe en qué momento y en qué lado puede estar uno. Es tan fácil se víctima como convertirse en verdugo.

3.- La importancia de los testimonios para el aprendizaje de la historia y la construcción de otro presente. Así, desgraciadamente, viendo este documental u otros que son testimonios de conflictos escalofriantes… aprendemos de la historia y podemos leer muchas veces lo que ocurre en el presente. Así Carla Uriarte explicó, como psicóloga, cómo la había impactado descubrir el paralelismo entre el horror y el sufrimiento narrado por las víctimas del holocausto judío y el de las víctimas de Palestina. O también, cómo para entender esa creación tan dañina de ‘nosotros y los otros’, no hay más que mirar el tratamiento y narración actual de lo que está ocurriendo en la valla de Melilla. Los ‘otros’ son los inmigrantes.

Claves para viajar a las entrañas del documental

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Claude Lanzmann presenta de una manera desnuda y sencilla un documental impactante. Empieza con una fotografía en blanco y negro donde varios mandos nazis con las manos en alto están frente a las tumbas de los alemanes fallecidos en Sobibor. Después un primer plano de Yehuda Lerner al que preguntan si había matado alguna vez y su negación. Luego un texto del propio Lanzmann explicando el sentido de su documental y de dónde procede esa entrevista. Y a continuación el relato oral de Lerner (su rostro en primer plano y también plano medio) a veces intercalando, como en Shoah, los espacios reales donde ocurrieron los hechos pero en la actualidad. Cuando termina la narración de un Lerner dormido bajo las estrellas… Lanzmann da un mazazo al espectador y lee y muestra las listas de personas exterminadas en Sobibor. Listas elaboradas donde se dice la procedencia de los trenes, el número de personas que iban en ellos y las fechas en que entraron en el campo de concentración.

Lanzmann ofrece otra mirada del Holocausto. Desde la resistencia, la rebelión y las ansias de vivir. Ofrece el testimonio de que sí hubo levantamientos e intentos de acabar con una situación inhumana. El mismo Lerner explica que las propias víctimas de los campos no podían creer que fuera verdad el horror y la barbarie a la que iban a ser sometidos y en parte así se puede explicar que no hubiera más huidas en masa o rebeliones en cadena. Por otra parte, era tal la deshumanización, el aislamiento y el sometimiento que hacía casi imposible las fuerzas para la rebelión armada…

Como curiosidad añadir que el mismo año de este documental, Tim Blake Nelson dirige una película de ficción. La zona gris, donde recrea de manera brutal otro levantamiento, pero esta vez fallido, en Auschwitz, el 7 de octubre de 1944. Un levantamiento protagonizado por los sonderkommandos judíos, los prisioneros que trabajaban en las cámaras de gas y los hornos crematorios.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Ida (Ida, 2013) de Pawel Pawlikowski

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Ida es una película sobria tremendamente hermosa. Nada le sobra, nada le falta. A su belleza formal a la hora de contar una historia, se une la propia historia… potente. Dos personajes femeninos, la identidad, la memoria y el peso de la Historia sobre ellas. Cada fotograma destila la composición perfecta de una obra artística. Pawel Pawlikowski cuida cada segundo, cada instante de la puesta en escena y del lenguaje cinematográfico, creando una obra redonda. Polonia, años sesenta, empapada del saxo de John Coltrane y unas notas triste de Bach. Años grises, de blanco y negro, donde los personajes se mueven en un formato cuadrado que da fuerza y relevancia a las figuras femeninas sobre los espacios en los que transcurre su ‘viaje’ vital de descubrimientos… Donde unos ojos y una lágrima que recorre la mitad de un rostro o un paisaje nevado y una figura que camina cobran una fuerza que desarma al espectador.

Anna (Agata Trzebuchowska) es una novicia a punto de hacerse monja, de recibir los votos. Ella es huérfana y siempre ha estado entre las paredes de un convento. Tiene dieciocho años y su mundo siempre ha estado unido a lo espiritual y trascendente. No conoce nada más. La madre superiora le da un aviso inesperado. Su tía, que nunca ha querido conocerla, ahora sí desea verla. Y la recomienda que vaya a visitarla antes de tomar los votos. Así, con una pequeña maleta y su hábito, Anna conoce a su tía Wanda (Agata Kulesza), una mujer aparentemente dura y fuerte. De golpe, la primera información que le suelta Wanda… descoloca el mundo de Anna. “Así que eres una monja judía” y “te llamas Ida”. Así, a lo bruto, Ida… decide encontrar dónde están enterrados los suyos, es la única manera que tiene de expresar que quiere buscar sus raíces. Y en este viaje, le acompaña Wanda… la vulnerable y contradictoria mujer aparentemente fuerte y de hierro.

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Un viaje que altera a ambas que siempre han estado, de distinta manera, privadas de su identidad. Cada una asumirá como puede las consecuencias del encuentro con su memoria, con sus raíces, con sus recuerdos, con su pasado… Con las viejas fotografías que construyen unas vidas sesgadas. A Ida le privan de su identidad, de sus orígenes. Wanda, para combatir el dolor, oculta su identidad y se entrega al Estado socialista polaco. Ella se transforma en Wanda la Roja, una mujer fría que no tiembla en condenar a muerte a todo aquel que no comulgue con las ideas estalinistas… Ida trata de recomponerse, Wanda se sigue fracturando…

Ida descubre con Wanda que existe algo más en la vida que los muros de un convento. Que existen las contradicciones, los placeres, los sacrificios, la culpa… Y vislumbra a lo que renuncia… sobre todo cuando conoce una posibilidad de futuro con un saxofonista (“¿Y luego? La vida, lo normal”… pero es que ni Ida ni Wanda tuvieron posibilidad de una vida normal…). Y Wanda descubre con Ida su alma fracturada, sus heridas apenas ocultadas, su vulnerabilidad, su culpa y caída al abismo, el dolor por la pérdida de lo que más amaba…

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Pawel Pawlikowski, director polaco que durante años ha trabajado en Gran Bretaña (y que ha realizado trabajos documentales, televisión… aborda su quinto largometraje y su primera película en Polonia), regresa a su tierra natal con una obra cinematográfica de una belleza tranquila, de ritmo pausado, de planos fijos… donde una joven novicia restaura una estatua de Cristo, una mujer quebrada apura un licor en una mesa de una taberna, solitaria; o una joven de dieciocho años —que quiere sentirse deseada— se prueba unos tacones y un traje negro y se envuelve en una cortina transparente…

Ida es una película que ha hecho que vuelva a nombrarse el cine polaco… y quizá sea el principio de una vuelta del cine de este país al circuito internacional. Pawel Pawlikowski ha despertado la curiosidad sobre qué es lo que está pasando en la cinematografía polaca en la actualidad. Así el realizador puede dar continuidad a nombres como Andrzej Wajda, recorriendo los rostros de Andrzej Zulawski y Roman Polanski y meciéndose en Krzysztof Kieslowski, reconociendo a Agnieszka Holland y desembocando en él mismo y otros compañeros de generación. Me viene a la cabeza una película polaca de los años ochenta nostálgica y tremendamente hermosa que durante años tuve grabada en un vhs… Yesterday de Radoslaw Piwowarski… y la nombro porque como Ida también reflejaba unos años sesenta en Polonia. Unos jóvenes que trataban de buscar salidas al blanco y negro en que estaban inmersas sus vidas a través de los Beatles y la música.

… De momento, recuerdo a una novicia en una sala de fiesta, ahora vacía, escuchando a un saxofonista que toca a Coltrane… O a Wanda colocando fotografías en una mesa, reconstruyendo su pasado y recordando el hermoso pelo pelirrojo de su hermana que ahora esconde tras la toca su sobrina. O esa misma mujer poniendo en su tocadiscos la música de Bach mientras la luz entra por su ventana…

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

10 razones para amar La decisión de Sophie (Sophie’s choice, 1982) de Alan J. Pakula

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Razón número 1: ¿No lo ves, Sophie? Nos estamos muriendo

… El joven Stingo no olvida Brooklyn. Tenía 22 años y quería ser escritor. Dejaba su mundo sureño y se iba a conquistar mundo… digo aprendizaje. Así durante el viaje él mismo informa a todos que no tiene experiencias ni con el amor ni la muerte. Ni con Eros ni Tanatos. Es el verano de 1948 y todo va a ser un descubrimiento.

A sus vecinos primero los conoce a través de una nota y parecen encantadores. Firman Sophie y Nathan. Le dan la bienvenida con un libro de poemas de Walt Whitman. Después llega la tormenta. Observa desde su habitación una discusión violenta en las escaleras… en la que su vecino huye enfadado y sólo le salen por su boca palabras crueles. Y Sophie se queda sola. Desolada. Después la mujer con rostro triste y una serie de números en el brazo le baja la cena… Y Stingo se queda con su cara grabada en la memoria.

Cuando le va a dejar la bandeja de la cena, la ve a través de la puerta semidormida y oye que alguien ha entrado… es Nathan. Stingo se oculta. Y entonces ve cómo Nathan la abraza y la besa y ella le devuelve los abrazos y los besos… y oye cómo desesperado dice: “¿No lo ves, Sophie? Nos estamos muriendo”.

Y ahí empieza todo. Ahí comienza la escuela de Stingo. Su relación con Eros y Tanatos.

Razón número 2: La casa rosa

La historia donde Stingo, Sophie y Nathan estrechan los lazos de su amistad y relación transcurre en la casa rosa, una casa de huéspedes. Ahí han creado su mundo especial Sophie y Nathan… y acogen a Stingo.

Así conocemos la habitación de Stingo, la de Sophie, la de Nathan… y vivimos momentos con ellos. Instantes alegres y otros trágicos. Una persiana que se baja. Un piano que suena. Una lámpara que se mueve. Gritos o una pareja haciendo el amor. O tres amigos riéndose… Una llamada de teléfono.

Parece que en esa casa donde se encierran los tres sólo pueden ocurrir cosas especiales… La casa rosa es un refugio. Ahí parece que se detiene el tiempo y el mundo. Ahí los tres son especiales…

Razón número 3: Mentiras y salvación

Sophie miente. Nathan miente. Ambos tratan de salvarse. Mienten para no morir. Crean un mundo que les aferre a la vida. De pronto sienten la necesidad de compartir esas mentiras, esos excesos con el joven escritor sureño, un creador. El joven creador sureño que no sabe nada de Eros y Tanatos.

Pronto sin embargo descubre las grietas porque a veces el mundo ideal de Sophie y Nathan se resquebraja, se cae a pedazos. Vienen los gritos, el alcohol, las drogas… los recuerdos, las confesiones. Son dos animales heridos…

Stingo va rompiendo el cascarón, en el exterior (fuera de las paredes de la casa rosa) le cuentan cosas de sus amigos, descubre las mentiras y ve cómo el mundo de sus amigos (aquel mundo que les aferra a la vida) se desmorona en mil pedazos. Pero él ya está enamorado de Sophie y ama a su amigo Nathan…

Descubre a dos personas excepcionales y maravillosas que él admira. Ella es polaca, católica y sobrevivió a un campo de concentración. Él es judío y científico. Ella no cree ya en nada solo en su relación con Nathan… dice mentiras y mentiras para poder modelarse cada día, para lidiar el dolor. Él miente para no enfrentarse a su locura…

Razón número 4: Trío

Y es que Alan J. Pakula crea una película de sensibilidad extrema y nos mete de lleno en un trío donde hay amistad y amor… pero también es poderosa la presencia de la muerte, el dolor, la destrucción y la locura.

El punto de vista que toma es el de un narrador que desde su madurez mira al joven de 22 años que fue. Así es un relato cinematográfico en el cual convive la memoria y la nostalgia. La sensibilidad y la ternura. La recreación de tiempos felices y a la vez dolorosos.

Pakula se empapa de la novela de William Styron y atrapa su esencia… Y además deja tres rostros para el recuerdo. La recreación excepcional de Sophie por parte una Meryl Streep que se crea y se apodera de un personaje complejo. Nathan, hombre sensible, culto, romántico, buen amigo, con don de gentes… alguien al que se admira, un líder… pero como dice su hermano, loco de remate. Una locura que le va minando a él y a los que están a su alrededor. Nathan tiene el rostro de Kevin Kline en su debut en el cine… y ya no se fue de la pantalla. Y la mirada y sonrisa amable de Stingo con la cara de un genial Peter McNicol que borda su papel de joven escritor sureño que va descubriendo a Eros y Tanatos…

Y este trío protagoniza momentos maravillosos como un paseo nocturno por el puente de Brooklyn donde brindan con champán por el futuro literario de Stingo… Unos momentos que dejan imágenes difíciles de olvidar como su paso por el parque de atracciones de Coney Island… donde ya Nestor Almendros hace de las suyas (o esas imágenes bellísimas en las habitaciones de la casa rosa). Ahí los tres amigos se miran en los espejos deformantes… o les vemos dando vueltas sin parar, atrapados.

Razón número 5: Creación y memoria

Y es que Pakula nos ofrece un relato cinematográfico potente donde ‘juega’ con el poder de la creación y la memoria. La decisión de Sophie es la novela de un hombre maduro que recuerda sus jóvenes años. Una recreación de un momento de su vida.

La admiración que siente el joven sureño por una pareja, sus vecinos…, Sophie y Nathan que también crean y lidian con la memoria. Sus vecinos son creadores de un mundo mágico e ideal en la casa rosa para luchar contra recuerdos complejos y dolorosos. La culpa va minando a Sophie. Por sus raíces, por el padre que amaba y odiaba, por una decisión en concreto (pero son tantas las decisiones que tiene que tomar), por el desmoronamiento de sus creencias, por su supervivencia… por aguantar el dolor por estar viva. Y Nathan siente que cada día que pasa se vuelve más loco y se agarra a la cordura. Al mundo que crea con y para Sophie donde es un hombre protector y salvador, un gran científico…

Los personajes y el propio relato cinematográfico (así como la novela) son una radiografía sobre la creación (de historias, de recuerdos, de mundos íntimos…) y los efectos de la memoria.

Razón número 6: Teclados

Ya nos lo cuenta Sophie en una escena. Hay dos teclados importantes en el relato cinematográfico. Esos teclados tienen que ver con el pasado de la protagonista. En su casa, durante su infancia, oía dos teclados. El del piano, su madre lo tocaba. Y el de la máquina de escribir, su padre era un profesor universitario de Derecho y tecleaba sus artículos.

Ahora en la casa rosa vuelve a contar con los dos teclados. Abajo está Stingo en su habitación creando una novela con tintes autobiográficos. Sobre la memoria y el recuerdo. Un niño de 12 años que pierde a su madre. Arriba, Nathan le regaló a Sophie por su cumpleaños un piano… y a veces lo toca para ella.

Pakula escribió él mismo en su teclado el guión de esta historia. Él trabajó la adaptación al cine de la novela de Styron. Y algo que se queda en el recuerdo es la música (no sólo las piezas de música clásica) sino la elegante y nostálgica creación musical de Marvin Hamlisch.

Razón número 7: Locura

¿Y sólo está la locura de Nathan en la película? Él es un esquizofrénico paranóico que trata de construirse un mundo ideal y cuerdo.

¿Y cómo puede reconstruirse una mujer como Sophie? ¿Cómo puede hacer para no caer en el abismo de la locura y el alcohol? ¿Cómo aferrarse a la cordura? ¿Cómo arrastrar la culpa? ¿Cómo olvidar?

Cómo soportar el dolor.

Qué hacer cuando la vida hace daño.

Cuando la locura te arrastra al abismo…

Y luego está ese otro tipo de locura que da mucho más miedo. La que arrastraron los SS que estaban al mando de los campos de concentración. Hombres que borraban sus sentimientos. Se volvían sádicos y violentos. Ejecutaban órdenes sin pensar, con la mente en blanco. Sin sentir. Muchos bebían para poder realizar actos impensables. Otros daban rienda suelta al sadismo. Y como en la película, algunos arrastraban horribles dolores de cabeza o se les quitaban las ganas de comer. ¿Cómo pudieron también borrarse la memoria? ¿Seguir viviendo con lo que hicieron cada día? ¿Cómo podían justificar sus acciones?

Razón número 8: Poema de Emily Dickinson

Ya lo he escrito alguna vez en el blog. Porque rescato escenas de cine donde los personajes leen poemas. Y La decisión de Sophie tiene su poema. Uno de Emily Dickinson. Y tiene que ver con un objeto que se encuentra en la casa rosa… con una cama. El lecho donde Nathan y Sophie se aman con pasión. Es un poema íntimo, que describe una cama… Primero lo leen Nathan y Sophie cuando empiezan a conocerse. Y lo leen encima del colchón, abrazados. Después se lo dedica Stingo, que llora, cuando ellos yacen en la cama y ya no pueden leerlo más.

Haz amplia esta cama,
haz esta cama con prudencia;
espera en ella el postrer juicio,
sereno y excelente.

Que sea recto su colchón
y redonda sea su almohada,
que ningún rayo dorado de sol
llegue jamás, a perturbarla.

Razón número 9: Una carta

Y adoro también las cartas en las películas. Sophie escribe una de despedida a Stingo… que sueña con llevarla a una granja sureña y convertirla en su amor, en la madre de sus hijos… Ella le regala una noche de entrega y pasión. Le despide diciéndole que es un gran amante y que está segura de que encontrará a la mujer que le haga feliz. Pero ella lo siente, tiene que regresar con Nathan, no puede imaginarle solo. Tiene que irse con él, sea cuales sean las consecuencias… Entre líneas le dice que están rotos, quebrados. Le dice que ha sido muy importante conocerle. Pero es una despedida de Eros y Tanatos.

Razón número 10: Decisiones

La vida se va construyendo muchas veces a base de decisiones. Y algunas destrozan. Así vamos asistiendo a las decisiones de Sophie, de Nathan y de Stingo. Decisiones que les construyen y les destruyen. Cada momento, es una decisión. Y las decisiones les llevan a caminos muy diferentes. Lo malo de Sophie es que la obligan a tomar decisiones que nunca imaginó que tuviera que tomar… Y una decisión obligada es la que definitivamente la enemista con la vida y la hace arrastrar la culpa para siempre.

Primo Levy describió en algunas de sus obras (Los hundidos y los salvados o Si esto es un hombre) el sentimiento de culpa que arrastraban muchos supervivientes al Holocausto por el mero hecho de estar vivos…

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