El último deber (The Last Detail, 1973) de Hal Ashby

Hal Ashby deja una de sus películas más tristes en compañía de Mulhall (Otis Young), Larry (Randy Quaid) y Buddusky (Jack Nicholson), los protagonistas del viaje con una meta final.

Hal Ashby fue uno de los directores más especiales de la generación del Nuevo Hollywood. Hippy de espíritu y apariencia, creó una obra cinematográfica con una sensibilidad especial. Su vida fue un camino de desgracias, dependencias e inestabilidades emocionales, pero el cine le permitió trazar un camino que merecía la pena ser recorrido. Por otra parte, sus películas plasmaron el espíritu de una época y una filosofía de vida. Sus obras cinematográficas saltaban entre la tragicomedia y el drama, pero dejando siempre un poso de melancolía que sobrevolaba a través de sus fotogramas.

La contracultura de los años setenta queda plasmada en las películas de culto Harold y Maude y Shampoo. El desencanto y la pérdida de inocencia que supuso Vietnam tiene su retrato más hermoso y triste en El regreso. La búsqueda de la libertad y el compromiso con una forma de vida es evidente en Esta tierra es mi tierra, un viaje a la Gran Depresión. Y la visión irónica de un mundo contemporáneo que va a la deriva y se deja arrastrar por la superficialidad en los discursos políticos, en las intervenciones de los medios y en el poder en la inteligente y deliciosa Bienvenido, Mr. Chance.

En esta filmografía se encuentra también El último deber una de las tragicomedias más tristes que me he encontrado últimamente. Hal Ashby la rodó entre Harold y Maude y Shampoo. Es la historia del viaje de Buddusky (Jack Nicholson), Mulhall (Otis Young) y Larry (Randy Quaid) desde Virginia a la prisión militar de New Hampshire. Los dos primeros son unos veteranos oficiales de la marina, y el otro es un joven e inexperto marinero al que tienen que escoltar a la prisión por un absurdo robo de una mínima cantidad de dinero. La mala suerte es que el robo es de un proyecto de caridad de la esposa de un alto cargo y le caen ocho años de cárcel.

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10 razones para amar Harold y Maude (Harold and Maude, 1971) de Hal Ashby

Harold y Maude, una pareja singular.

Razón número 1: Un número tatuado

Es una imagen rápida, como una ráfaga, que incluso puede pasar desapercibida si uno no está atento. Y es un momento revelador que cambia toda la historia y la mirada hacia uno de sus personajes principales, Maude (Ruth Gordon). De pronto, su forma de ser y su filosofía de vida cobra todo el sentido. De pronto, muchas de sus palabras y actos se entienden de otra manera. Maude deja de ser una anciana estrafalaria y vital para transformarse en una anciana superviviente y sabia que sabe verdaderamente lo que es la vida y lo que esto supone, y aun así la aprecia.

Un atardecer, una mujer mayor y un chico sentados juntos frente a un lago, a su alrededor todo lleno de escombros, y detrás de ellos, una autopista… Un paisaje poco acogedor y romántico, pero convertido en un sitio especial, como si todos los lugares que pisaran Harold y Maude se transformaran bajo su mirada en los espacios más hermosos. Conversan tranquilos, como dos enamorados, y Harold (Bud Cort) coge el brazo de Maude, y en ese instante se ven unos números tatuados en su brazo. Nada más. A continuación, Maude atrapa su atención y le cuenta una anécdota significativa de Dreyfus en la Isla de Diablo y las gaviotas. Los dos se quedan mirando el atardecer. Pero ese plano sobre el brazo de Maude da otro sentido a la película.

Razón número 2: Un piano, un ukelele y una canción

Harold y Maude hace hincapié en las cosas bellas que depara la vida y se detiene en la música. De hecho una de las primeras preguntas que le hace Maude a Harold es si sabe cantar y bailar. Y después en una cita de los dos en el vagón de tren donde vive ella, esta se queda perpleja porque Harold no sabe tocar ningún instrumento, y abre un armario lleno de ellos y saca un ukelele y le dice que solo tiene que tocar para que salgan notas. Antes, sin ningún complejo, sin preocuparle si desafina o no, Maude aporrea su piano y canta una canción a voz en grito: “Si quieres cantar, canta. Y si quieres ser libre, sé libre…”. El hecho es cantar, sin complejos y sin sentido del ridículo, qué más da. Y ese es el camino que tomará Harold, enfrentarse a la vida sin miedo, coger el ukelele y aporrear sus cuerdas, bailar y dar saltos, vivir… porque “si quieres cantar, canta. Y si quieres ser libre, sé libre…”. De nuevo la filosofía de Maude es sabia y triunfa.

El leit motiv musical de la película es esta canción de Cat Stevens, “If you want to sing out, sing out”, que aparece en tres momentos cumbre de la película. Aunque Stevens compuso bastantes más canciones para la película, esta queda grabada en la memoria sobre todo con esta secuencia donde una desprejuiciada Maude canta como la viene en gana…

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Diccionario cinematográfico (208)

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Década de los setenta: Os confieso con el corazón en la mano que a la década de los setenta la tengo un cariño especial porque es la década convulsa (qué década no lo es) en que yo Hildy Johnson renací. Concretamente el año que sonaba por estas tierras todo un éxito discotequero aún presente en todo karaoke que se precie o local que reviva años pasados… Sí, sí el año que Las Grecas se pusieron a cantar: te estoy amando locamente…

Así que locamente, desesperadamente, locamente también buceo por el cine que se realizó en aquellos años… donde aquí por otra parte empezaron otros tiempos, convulsos pero hacia un camino totalmente diferente a todas las décadas anteriores de oscuridad (la vida en tonos negros o grises)… una dictadura enquistada terminaba con la muerte de Franco y llegaba un periodo revuelto pero donde todo estaba por hacer.

Y por qué de repente esta obsesión por la década de los setenta: ¡Bingo!, por la película que he ido a ver esta semana, La gran estafa americana de David O. Russell, que ha traído a mi vera esa década de nuevo… en su estética y también en la forma de contar la historia. Lo que cuenta transcurre durante el año 1978. Y os diré y confesaré que me gusta O. Russell (no le encumbro a los cielos pero tampoco le lanzo a los abismos… creo que es un director con una manera especial de contar y yo de momento estoy conectando).

Confesaré que hace poco (unos dos años, quizá) en una libreria de viejo conseguí con ilusión el volumen de Cine para leer. 1974. Historia crítica de un año de cine del equipo Reseña (por si alguno no había localizado todavía el año en que renací…, cómo dice Silvio, y como pasa el tiempo que de pronto son años…)… ¡con todas las películas que se estrenaron por estos lares en dicho año!: en aquel año se estrenaban películas de Saura, Armiñán (homenajeado este año en los Goya), Erice que proyectaban su cine más allá de nuestras fronteras. Así películas como La prima Angélica, El amor del capitán Brando, El espíritu de la colmena… viajaban por salas del mundo. Y había nacido una estrella que aparecía en toda producción cinematográfica nacional que se preciara de éxito: Ana Belén. Por otra parte seguía en marcha esa tercera vía de Dibildos que quería “hacer un cine popular con perspectiva crítica”. Por otra parte empieza a aparecer una nueva generación de directores con una mirada personal como Manuel Gutiérrez Aragón, Jaime Chavarri o Josefina Molina… Y por supuesto sigue en marcha ese star system del destape…

Y en las salas de cine españolas pudieron verse películas como American Graffiti de George Lucas, Bananas de Woody Allen, Chacal de Fred Zinnemann, Chinatown de Roman Polanski, Deliverance de John Boorman, Family life de Ken Loach, El golpe de George Roy Hill, La gran estafa de Donald Siegel (que acaba de ser reseñada por 39 escalones… y que casualidad la coincidencia de títulos entre esta y la de O. Russell), El gran Gatsby de Jack Clayton, Gritos y susurros de Ingmar Bergman, Harold y Maude de Hal Ashby, Hermano sol, hermana luna de Franco Zeffirelli, El hombre de Mackintosh de John Huston, Un hombre de suerte de Linsay Anderson, La huida de S. Peckinpah, Un largo adiós de Robert Altman, Luis II de Baviera de Luchino Visconti, Luna de papel de Peter Bogdanovich, Papillon de Franklin J. Shaffner, Pat Garrett y Billy The Kid de Sam Peckinpah, Avanti de Billy Wilder, Fake de Orson Welles, La semilla del Tamarindo de Blake Edwards, Tal como eramos de Sidney Pollack, Verano del 42 de Robert Mulligan…

Y al mirar estas películas vemos cómo queda una radiografía especial del cine de la década… Ese nuevo cine americano que convive con los realizadores del Hollywood de oro que siguen creando… Y un cine europeo en el que van surgiendo también nuevas voces y siguen asentándose las miradas de los nuevos cines que nacieron durante los cincuenta y sesenta, evolucionando.

Si me dijeran que definiera el espíritu de esta década y que la explicara en cine… quizá eligiera la obra cinematográfica de un director caído en olvido pero que su cine es los setenta, tanto en la forma de rodar como los temas que trata. Y ese director es Hal Ashby…

Locamente os digo que los setenta los llevo tatuados en el alma… (me ha quedado un colofón muy de estos años… y continuo tecleando).

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