Sesión doble de Peter Bogdanovich y Ben Gazzara. Saint Jack, el rey de Singapur (Saint Jack, 1979) / Todos rieron (They All Laughed, 1981)

Un momento del rodaje de Todos rieron en el documental One day since yesterday: Peter Bogdanovich & the Lost American Film.

Resulta curioso que en varias entrevistas, Peter Bogdanovich exprese que dos de las películas que más valora en su filmografía son tanto Saint Jack como Todos rieron. Y es curioso porque ambas se han convertido en las más desconocidas de su trayectoria cinematográfica. Enfrentarme a ellas ha sido un descubrimiento gozoso ya que son dos películas totalmente de director-autor, y muy en sintonía con ese cine del Nuevo Hollywood que se cultivó durante los años setenta. Dos películas muy libres e independientes del realizador, al margen de los grandes estudios. De hecho, la última de ellas sufrió además un revés por un acontecimiento trágico antes de que se estrenara, que hizo que Bogdanovich tuviera que asumir totalmente su distribución, y que supuso un batacazo final para la película.

Las dos comparten al mismo actor, Ben Gazzara, con un carisma brutal, y que además había dejado ya su huella especial y naturalidad en las películas independientes de su amigo John Cassavetes. Y también el mismo director de fotografía: Robby Müller, este logra que tanto Singapur como Nueva York estén envueltas en una luz y un halo muy especial. Por otro lado, tanto Saint Jack como Todos rieron se dejan llevar por un mismo tono: el de la melancolía. Así la primera, que es una adaptación literaria de una novela de Paul Theroux, es un lienzo complejo de un personaje controvertido. Y la segunda es una comedia romántica y de enredos con la tristeza de fondo.

En esta sesión doble especial que propongo, sugiero un colofón final con un estupendo documental: One day since yesterday: Peter Bogdanovich & the Lost American Film (2014) de Bill Teck. Que no solo da un paseo por la filmografía de Bogdanovich sino que se centra sobre todo en lo que significó en su carrera Todos rieron, además de contar la tragedia que rodeó la película. Bogdanovich estaba viviendo un romance con una de las actrices principales, Dorothy Stratten, playmate del momento. Ella estaba empezando a dar sus primeros pasos en el mundo del cine y esperaba divorciarse de su marido, Paul Snider, que hasta ese momento había llevado su carrera. Cuando se acercó a casa de Snider, precisamente para ultimar asuntos sobre su próximo divorcio, este la recibió con un disparo de escopeta, terminando con su vida. Ante tal horror, ningún distribuidor quiso arriesgarse con una comedia romántica protagonizada por la víctima de un asesinato horrible.

No hace poco escribí en otro blog en el que colaboro que al estudiar la fecha de defunción del Nuevo Hollywood surge como indicador el fracaso de tres largometrajes: La puerta del cielo (1980), de Michael Cimino; Corazonada (1981), de Francis Ford Coppola; y Todos rieron (1981). Estas tres películas supusieron el desastre para los directores que se vieron implicados en ellas, y el pistoletazo de salida para que los grandes estudios ya no confiaran en estos directores, autores y creadores, los bajaran poco a poco del podio y elevaran a los altares a los directores que prometían dividendos en taquilla. Peter Bogdanovich dejó de ser un director estrella y se ha convertido en un realizador superviviente y en el margen. Hace relativamente poco volvió a las pantallas con un documental sobre Buster Keaton, recuperando una faceta que nunca ha abandonado: la de crítico e historiador de cine.

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Puñales por la espalda (Knives Out, 2019) de Rian Johnson

Puñales por la espalda… ¿Quién es el asesino?

A Rian Johnson le gusta jugar con el cine de género. Disfruta y hace disfrutar. En Brick llevó los códigos del cine negro a las películas de instituto, después se sumergió en los viajes en el tiempo y en la ciencia ficción en Looper y ahora se divierte con un clásico whodunit. Puñales por la espalda, en realidad, es una mezcla de whodunit, con las reglas de una buena partida de Cluedo, con unas gotas de Se ha escrito un crimen y un poco de humor negro a lo Un cadáver a los postres. Todo salteado con unos personajes que no dejan de jugar, artistas del engaño y las apariencias. La salsa de la historia son los tiras y aflojas entre ellos, ¿quién será más inteligente o más retorcido? ¿Quién jugará mejor? Algo que estaba muy presente en La huella. Y Johnson no tiene miedo en enseñar sus influencias, así gozamos con Jessica Fletcher en un televisor o la mansión donde vive el sujeto asesinado es un claro homenaje a la película de Joseph L. Mankiewicz, con presencia incluso del muñeco vestido de marinero de aquella.

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Joyas desconocidas de cine negro (II). El desconocido del tercer piso (Stranger on the Third Floor, 1940) de Boris Ingster/Envuelto en la sombra (The Dark Corner, 1946) de Henry Hathaway/Demasiado tarde para lágrimas (Too Late for Tears, 1949) de Byron Haskin

Los orígenes del género. El desconocido del tercer piso (Stranger on the Third Floor, 1940) de Boris Ingster

El desconocido del tercer piso

Buceando en los orígenes del género…

El poco prolífico realizador Boris Ingster (se prodigó más como guionista), de origen letón, dirigió una interesante y arriesgada película donde ya están muchas de las pinceladas de un género: el cine negro. La ambigüedad moral, el cuidado de los ambientes, el azar o el destino cruel, el reflejo visual de la psicología de los personajes, las influencias europeas sobre todo del expresionismo alemán, y, por eso, un uso portentoso de las luces y las sombras…, un cóctel de ingredientes que luego formarían parte del espíritu noir. Su original planteamiento y su experimental desarrollo hacen que sea una película que deja huella. A Peter Lorre le valen apenas diez minutos para convertirse en personaje-pesadilla, pero también en víctima de un sistema opresivo y en el fruto de una sociedad cruel.

La película se centra en la odisea de una joven pareja que está intentando labrarse un futuro, poder llegar a casarse y tener un hogar común. Él es un periodista que consigue su particular momento de gloria cuando es testigo en el escenario de un crimen, donde todo apunta a un culpable: un joven con mala suerte y con antecedentes (un siempre creíble Elisha Cook Jr., imprescindible actor secundario del género negro, entre sus muchos roles) que se encuentra justo en ese momento al lado del cadáver. Con el testimonio del periodista en el juicio se precipita su condena a pena de muerte. La novia tiene serias dudas de su culpabilidad y se queda muy tocada con el juicio, donde se nota que el jurado popular y el juez solo quieren irse a casa; el periodista, afectado por la reacción de la mujer que ama, empieza a reflexionar y a obsesionarse con el caso. Todo se complica cuando al llegar a su hogar, se ve implicado en un asesinato y se da cuenta de que todas las pruebas le apuntan como culpable.

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Londres después de medianoche de Augusto Cruz (Seix Barral. Biblioteca breve, 2014)

londresdespuesdemedianoche

El actor Lon Chaney y el director Tod Browning fueron de esos dúos de profesionales que se unen y dejan un interesante testamento cinematográfico. Juntos rodaron diez películas. Y el éxito del dúo les hizo ir escalando puestos en Hollywood. Sin embargo, como ocurre con gran parte del cine silente…, no todas sus obras se han conservado y el dúo poco a poco cayó en el olvido. Una de sus películas arrastra el misterio y la ilusión de los coleccionistas. Una película perdida… Una historia de vampiros, Londres después de medianoche (1927) y punto de partida de la primera novela del autor mexicano Augusto Cruz. La imagen icónica de Lon Chaney en esa película sí ha pervivido: sombrero de copa, pelo largo y lacio y una dentadura imposible.

Una novela que funciona como artefacto perfectamente construido, su máxima cualidad (además de hacer disfrutar al lector en cada página) es pasar, sin que nos demos cuenta, de un relato de investigación y detectivesco absolutamente racional y con sentido a otro de tinte fantástico y onírico con gotas de irracionalidad aliñado con surrealismo. El límite entre realidad y ficción es extremadamente delgado… o casi no existe. ¿Qué es real, qué es fantástico? Las líneas son borrosas… y más en un mundo absurdo, violento y lleno de incógnitas. Pero también un mundo que deja sitio para las relaciones humanas más singulares, y por qué no, bellas. Un mundo que permite pasiones y hombres y mujeres capaces de todo por el trabajo bien hecho o por vivir hasta las últimas consecuencias una pasión. Augusto Cruz juega siempre, de manera perfecta, a esos limites de lo racional, lo real, lo fantástico, lo onírico e irracional.

La novela además de mostrar un mundo rico y un universo propio lleno de referencias a los relatos de detectives, al cine negro pero también dando un rodeo genial al cine de terror y sus orígenes mudos así como a la ciencia ficción, también deja entre sus páginas un excepcional trabajo de documentación tanto cinematográfico como histórico (a la hora de abordar a algunos personajes importantes de la trama).

Porque el escritor mexicano no deja nunca de jugar a la realidad y a la ficción incluso en sus personajes. La historia empieza con la contratación, por parte de un anciano coleccionista Forrest Ackerman (un personaje real), que arrastra ya serios problemas de memoria, de un exagente del FBI que fue hombre de confianza de J. Edgar Hoover, Mc Kenzie. Y le contrata precisamente para que encuentre un recuerdo de su infancia, la película perdida ansiada por muchos: Londres después de medianoche.

Lo que al principio parece una investigación no más compleja que otras (con la búsqueda y seguimiento de pistas y el uso de la razón para su resolución), supone para Mc Kenzie una bajada a los infiernos, un regreso a su pasado y sus miedos, atormentado, y protagonizar un viaje a lo desconocido, a lo fantástico, a lo misterioso… Un camino lleno de peligros inimaginables que le lleva hasta las profundidades de México, cerca de Tampico, hasta un escenario absolutamente surrealista (y real… hasta aquí puedo leer). Parece que esta película de vampiros arrastra una maldición y todos aquellos relacionados con ella y en su búsqueda terminan arrepintiéndose o no contándolo… pero Mc Kenzie no parará hasta solucionar el caso.

Así Augusto Cruz se mete en un relato apasionante con las fuentes que le apasionan y juega con ellas para crear una historia que atrapa. Y no solo es un genial homenaje a la historia del cine y a unos géneros determinados (y sus orígenes) sino también un viaje interior a la naturaleza humana y a nuestros miedos más profundos y un análisis de lo que supone el misterio, lo enigmático o lo nunca descubierto. Y también un estudio sobre la memoria y los recuerdos. El autor sorprende en su recreación de personajes reales como un anciano Hoover o cómo se inspira para mostrarnos a viejas divas del cine mudo. Pero también logra, con su pluma y su forma de contar alcanzar la esencia del cine que al autor le apasiona y meter a la narración detectivesca y lógica sus dosis de irracionalidad, terror y ciencia ficción. Así, durante la lectura, me vinieron a la cabeza obras cinematográficas que dinamitaban la lógica como La noche del demonio de Jacque Tourneur o por irme a unos creadores más contemporáneos, la vuelta que dan los Coen a su relato cinematográfico, El hombre que nunca estuvo allí.

La novela de Londres después de medianoche es para saborearla y disfrutarla página a página. Y después buscar todas sus referencias, sus caminos y recovecos. Delatar sus entrañas, buscar sus misterios, inmiscuirse en sus anécdotas y dilucidar cuáles son reales o ficticias y sorprendernos. Y sobre todo buenas páginas para seguir alimentando nuestra pasión hacia el cine.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

El detective (The detective, 1968) de Gordon Douglas

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… Arthur Penn y Bonnie y Clyde un año antes dan el pistoletazo de salida al Nuevo cine americano, a un cambio generacional en el mundo del cine y a un nuevo ámbito donde el sistema de estudios ya ha caído en desuso. Pero también al reflejo de una época llena de desencanto de una sociedad cada vez menos inocente y más harta de la situación política y social. El sueño americano se esfumaba y salía la cara oscura. Un periodo de cambio y transformación… donde el cine acaba con las viejas apariencias. El viejo Hollywood también se ve influenciado por este periodo donde la caída del Código Hays da rienda suelta a temas que siempre habían estado reprimidos, el mundo de la sugerencia se deja de lado… y se desata una ola de violencia y sexualidad. Temas que siempre habían estado latentes y que ahora surgen en una completa libertad (lo políticamente correcto desaparece…) provocando momentos de catarsis emocional en el espectador.

El cine negro a pesar de llenarse de colores donde el rojo es la estrella… sigue reflejando ese mundo ambigüo, desencantado, desesperamente trágico y de un romanticismo exacerbado. Si hace poco hablamos de A quemarropa de John Boorman (que además experimenta con la maneras de contar), ahora le toca el turno a El detective de Gordon Douglas (que sigue una narrativa cinematográfica clásica pero eficaz). Cineasta de amplia y versátil filmografía que llevaba trabajando desde los años cuarenta y sin embargo un gran desconocido para Hildy Johnson. Era un director que se iba adaptando a las modas y los cambios de Hollywood que tocó prácticamente todos los géneros. Durante los años 1967 y 1968 realizó una trilogía de cine negro con detective de origen literario con rostro de Frank Sinatra. En dos de ellas encarnaba al detective Tony Rome (Hampa dorada, La mujer de cemento), inspirado en el personaje de ficción creado por Marvin H. Albert. Y en la tercera (de la que nos ocuparemos en los siguientes párrafos) se convertía en el detective de la policía que había creado el novelista Roderick Thorp.

Independientemente de tratar de manera explícita (pero que siempre habían estado presentes en distintas películas del género) temas hasta ahora tabúes en el cine negro como la ninfomanía y la homosexualidad, El detective logra a todo color un ambiente desolador y desencantado donde se mueve el protagonista. Un ambiente donde prima la violencia, la corrupción (en todos los estamentos incluso en la comisaria donde trabaja el detective desencantado), la lucha despiadada de poderes, la ambición, la sumisión forzada, la muerte, las diferencias sociales, los sentimientos de culpa… Un ambiente que mira con sus ojos azules y tristes Frank Sinatra, que trata de mantener su integridad (aunque hay momentos que roza la línea oscura) y que arrastra un romanticismo trágico y extremo…

Porque ver El detective, es también ver una batalla de ojos azules. De miradas azules de significado muy diferente. Así hay cruce de ojos claros entre Frank Sinatra y un policía violento con los ojos azules de Robert Duvall. O entre los de Sinatra y su exesposa Lee Remick. O los de este con una joven y misteriosa Jacqueline Bisset.

El detective está estructurada en dos partes muy claras que tienen que ver con la investigación del protagonista de dos casos distintos pero que estarán trágicamente unidos y que deparará consecuencias aciagas para el personaje de Frank Sinatra. Entre ambas partes pasa un tiempo considerable…, que hace hincapié en que algo podrido envuelve la ciudad. Sinatra recorre sus calles en coche patrulla y cada vez muestra más su desilusión y desencanto. El detective se enfrentará a los grandes poderes y a las fuerzas ocultas y corruptas aunque sabe que la batalla está perdida pero por lo menos puede retirarse de escena con la cabeza bien alta, sin haberse vendido a ningún bando…

El primer caso es el asesinato violento de un joven homosexual, hijo de un hombre influyente, que termina con la detención y condena a muerte de su pareja en ese momento (un joven con trastornos mentales) y con el ascenso de cargo para el protagonista. Tiempo después ocurre el suicidio de un famoso empresario pero su joven esposa quiere que se investiguen más las causas de su muerte, el detective asume el caso… y esto le llevará a un camino sin retorno. Entre medias de ambas investigaciones en dos flash back se cuenta con trágico romanticismo la historia del detective con la mujer que ama (Lee Remick)…, una historia abocada al fracaso por la ninfomanía de ella.

Al final el detective con sus ojos azules y tristes (en solitario y sin apenas apoyos) patrulla por última vez la ciudad pero esta vez esboza una sonrisa…, sabe que ha perdido la partida pero se ha mostrado íntegro y además ha logrado destapar la suciedad del ambiente… aunque todo siga igual.

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