Tres proyecciones transformadoras en la sala de cine. Sueño de invierno (Kis uykusu, 2014) de Nuri Bilge Ceylan/ Jauja (Jauja, 2014) de Lisandro Alonso/ Mr Turner (Mr Turner, 2014) de Mike Leigh

Sueño de invierno (Kis uykusu, 2014) de Nuri Bilge Ceylan

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… cuentan que Capadocia es territorio de caballos salvajes. En la película Sueño de invierno del director turco Nuri Bilge Ceylan, Aydin –actor y escritor frustrado, dueño de un hotel y terrateniente a su pesar– sale una noche de invierno de su refugio, el hotel, y va a una cuadra donde se encuentra encerrado un caballo salvaje que recientemente ha adquirido y comprado –lo cazaron para él–, lo saca del habitáculo donde está encerrado y deja que se marche, que huya, que vuelva a ser salvaje. Es un gesto simbólico pues él ha descubierto, en poco tiempo, las cárceles interiores que les hacen vivir en un limbo continuamente insatisfecho a él, a su joven esposa y a su hermana… pero son esas cárceles los que les mantienen unidos, dependientes y los que les hacen sobrevivir o buscar motivos para continuar.

Nuri Bilge Ceylan estructura su relato en largos diálogos entre distintos personajes en interiores con ventanas o puertas que dejan descubrir un paraje cubierto de nieve. Aydin con su ayudante o con distintos turistas, Aydin con su esposa o con su hermana, los tres juntos, su esposa y su hermana… Todo parece controlado y tranquilo en el hotel Othello, rústico y hermoso. Aydin es un intelectual con propiedades que tras abandonar su carrera como actor, mientras dirige el hotel y deja en manos de otros sus alquileres y arrendamientos, pretende escribir un libro sobre la historia del teatro turco. Un hecho trastoca la vida tranquila en el hotel Othello (un niño silencioso que lanza una piedra al cristal del todoterreno de Aydin y está a punto de provocar un accidente)… y las máscaras caen y las heridas surgen, el equilibrio se rompe. Nada es tan plácido como parece. Los personajes viven más bien una pesadilla de invierno que estalla en una catarsis etílica que devuelve la calma al caos. Pero ahora todos son más conscientes de sus cárceles interiores…, ahora solo queda seguir viviendo aferrándose cada uno a la máscara que le conviene.

El espíritu de Chejov se expande por el relato cinematográfico de Nuri Bilge Ceylan (él mismo cuenta que la base de su historia, cuyo guion ha trabajado junto a su esposa y colaboradora, se encuentra en tres relatos del autor ruso). Y a mi cabeza regresaron ambientes y catarsis de la dramaturgia de Chejov. Esos ambientes como aquí no pasa nada solo el tiempo y sin embargo dialogando te quito máscaras, te desarrollo conflictos y te muestro la melancolía que arrastra la vida a lo tío Vania o tres hermanas. El director turco desnuda a sus personajes a través del diálogo en un paraje peculiar y hermoso cubierto de nieve y nos lleva con ellos a un desprendimiento de máscaras y a un sentimiento trágico de la vida… Ese niño silencioso y su familia provocan un tsunami en la aparente tranquila vida del hotel Othello… y obliga a despertar a tres personajes de su plácido sueño…

Jauja (Jauja, 2014) de Lisandro Alonso

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Un viaje enigmático es lo que propone Jauja del director argentino Lisandro Alonso. Jauja empieza con un diálogo entre un padre y una hija donde esta expresa su deseo de tener un perro que la siga a todas partes. Después un cartel nos informa de que Jauja es una tierra mitológica y que todos aquellos que intentaron encontrarla se perdieron en el camino. Más tarde conocemos a ese padre que es un militar danés, Gunnar Dinesen (Viggo Mortensen), que parece trabaja para el gobierno argentino que lleva adelante, con crueldad y sin miramientos, la conquista del desierto de la Patagonia contra los indígenas autóctonos, “cabezas de cocos”, a finales del siglo XIX. Gunnar Dinesen ha viajado con su joven hija de 15 años, Ingeborg. Y esta a su vez se enamora de un joven soldado argentino y los dos huyen una noche por un paraje inhóspito.

Gunnar Dinesen emprende entonces un viaje para buscar a la hija perdida y poco a poco ese viaje va teniendo giros sorprendentes donde el elemento fantástico aparece en todo su esplendor cuando termina en la cueva de una anciana danesa con un perro. De pronto se interrumpe brutalmente el viaje iniciático y extraño de Dinesen para trasladarnos a un viejo palacio danés, en pleno siglo XXI, para ser testigos del despertar de una joven con el rostro de Ingeborg pero distinto nombre que tiene un perro (semejante al de la anciana) que ha sufrido su ausencia –parece que ella ha regresado de un largo viaje– y en su paseo por un jardín con inspiración romántica encuentra un soldadito de madera exactamente igual al que en su día encontró Ingeborg junto al soldado argentino, y que también fue el único rastro que pudo hallar Dinesen en su infructuosa (¿o no?) búsqueda y que entregó a la anciana de la cueva, que recibe el presente con inmensa ilusión.

Así Jauja encierra enigma y preguntas sin respuesta. Encierra al espectador en un viaje sin retorno y lo atrapa en la belleza de un espacio y un tiempo misterioso donde nada es lo que parece y donde las explicaciones racionales no tienen sitio. Lisandro Alonso realiza un planteamiento formal que ayuda a crear realmente un espacio mítico. Con un formato cuadrado (académico) con esquinas redondeadas y el color especial que imprime el director de fotografía Timo Salminen (que ha trabajado durante años con Aki Kaurismäki) así como una especie de evocación a viejos westerns con personajes que viajan sobre su caballo a tierras prometidas, Lisandro Alonso crea una enigmática y sugerente obra cinematográfica.

Mr Turner (Mr Turner, 2014) de Mike Leigh

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Mike Leigh decide llevar a la pantalla la vida de J.M.W Turner, pintor británico del siglo XIX, del que muchos espectadores (incluida la que esto escribe) tienen conocimiento de alguno de sus cuadros y una ignorancia absoluta sobre su existencia, su personalidad, el ambiente en el que se movía, las personas que conocía y las motivaciones de sus trazos. El director británico huye del biopic al uso y sus claves y entrega un retrato de Turner (Timothy Spall) apasionante…, así como también el retrato de uno de los personajes femeninos más tristes que se ha podido ver últimamente en una pantalla de cine.

En un momento, Turner habla con Mary Somerville, una mujer dedicada a la ciencia, sobre el color. Y este le dice que el color es contradicción. Y así realiza Leigh el retrato de Turner sobre las contradicciones que perfilaron su personalidad y su vida. Así refleja, entre otras contradicciones, su comportamiento radicalmente distinto con dos mujeres importantes en su vida: con su fiel ama de llaves, Hannah Danby (sorprendente Dorothy Atkinson) y con una encantadora viuda que vive en una casita frente al mar en Chelsea, la señora Booth (Marion Bailey). Hannah Danby es la mujer invisible y olvidada que vive para Turner sin que este tenga un dulce detalle con una mujer que respira únicamente por él. Mujer insignificante en muchos aspectos y tremendamente afectada (vemos el deterioro de su piel) por las pinturas y los productos que emplea Turner para la elaboración de sus cuadros… queda en el olvido y el dolor, ella se ha quedado con las sombras de Turner y le ha amado. La señora Booth se convierte en la Afrodita del amor, en el descanso del guerrero, en el refugio de un hombre que nunca se había sentido amado… y conoce la parte luminosa del pintor.

Mike Leigh captura a Turner en un momento doloroso de su vida, un momento que le trastocó y le sumió en una crisis personal, la enfermedad y la muerte de su padre. Además de llevarnos de la mano por la intimidad del artista (su compleja vida familiar), realiza una radiografía crítica por los espacios sociales y culturales por los que se movía (por ejemplo, muestra el ambiente y el funcionamiento de la Real Academia de las Artes británica), también despierta el interés hacia personalidades con las que se codeaba como otros pintores, críticos de arte, personalidades del panorama social y real…

Leigh hace hincapié en las sombras… para explicar al pintor de la luz. Con una ambientación detallista, descubrimos el mundo de la pintura y los colores (y la agresividad de los materiales que podía afectar a los pulmones y a las pieles), su universo visual, sus fuentes de inspiración… y un Turner que pincelada tras pincelada agazapaba sus múltiples sombras. También narra con belleza un momento de cambio…, Turner se acerca con curiosidad y suspicacia a un nuevo invento que abre otras posibilidades artísticas, el daguerrotipo… De nuevo el cine y la pintura ofrecen un diálogo rico que no acaba.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Retrato de Aida (Retrato de Aida, 2014) de Antonio Gómez-Olea. Retrato en seis pinceladas

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Primera pincelada. Aida Folch

… y quizá el primer destello de Aida Folch en una pantalla de cine fue un poco de luz en el paisaje triste y sin esperanza de los personajes de Los lunes al sol. Despacio, y sin pausa, va construyendo su trayectoria cinematográfica. A veces hay casualidades que conforman las corrientes subterráneas que construyen una vida. Y cuando Antonio Gómez-Olea tenía claro que quería atrapar cómo se crea un retrato de la mano del pintor Guillermo Oyagüez Montero en un documental, apareció Aida Folch y la posibilidad de que fuese la modelo elegida. Y el proyecto se convirtió en real. Así la actriz, cuando estaban dando los últimos retoques para empezar el documental, les comentó que en esos momentos andaba casi terminando un rodaje, El artista y la modelo de Fernando Trueba. Así que sabía o intuía cuál iba a ser la naturaleza de la aventura en la que se embarcaba. Así como también podía tener claro la importancia del vínculo que se establecería entre la persona retratada y el que pinta.

Segunda pincelada. Guillermo Oyagüez Montero

Pintor malagueño que con un pincel y un lienzo encuentra su universo en el arte figurativo. Autorretratos y otros rostros, naturalezas muertas, paisajes… y un uso especial del color. Un arcoíris de tonalidades que le invadió e inspiró del todo cuando encontró una paleta inimaginable en la isla de Holbox, en México, su paraíso particular. Texturas, volúmenes, formas y colores… y el mundo en un lienzo. O en un retrato. El retrato de Aida… y el proceso atrapado por una cámara.

Tercera pincelada . Encuentros

Antonio Gómez-Olea orquesta el encuentro de manera sencilla. Imprime un ritmo. Y deja que fluya una conexión especial entre modelo y artista. El suspense se dibuja en la pantalla blanca. ¿Surgirá una cierta conexión?¿El retrato será terminado? ¿Merecerá la pena filmar los encuentros? Aida termina mostrando la persona que es, nada que ver con la imagen proyectada. Y ahí se tira sin trampolín, sin máscara en el rostro. Guillermo disfruta en el proceso pero cuenta también sus miedos de artista. Sus dudas sobre si plasmará en el lienzo lo que quiere y siente. Si el resultado final merecerá la pena…

La cámara de Gómez-Olea confía en que lo captado en el estudio del pintor sea el material de su documental. Proceso creativo. Diálogos. Preguntas y respuestas. Un paréntesis al paraíso del pintor… La isla de Holbox. Y el viaje del cuadro a su destino final: la casa de Aida. Y es cierto, no es necesario más material para realizar un plácido viaje a un proceso creativo concreto: la realización de un retrato.

Cuarta pincelada. El retrato

Y así el espectador se encuentra con el tercer protagonista, el propio retrato y la razón de este documental. Desde los bocetos, hasta los primeros trazos, las rectificaciones, los procesos del color, de las formas, del volumen… Y ante nuestros ojos el lienzo sufre una metamorfosis continua hasta el resultado final. La importancia de una mano, la dificultad de los pies, el toque rojo de unos zapatos, lograr captar una expresión: el contorno de unos ojos, la forma del cuello, el revuelo del pelo… El proceso creativo de un cuadro. En un espacio determinado, en un tiempo. Y en ese espacio y ese tiempo no irrumpe el exterior, si acaso el ruido que provoca una tormenta. Hay una intimidad y una complicidad especial.

Cuando no existía el cine, el retrato era lo más parecido al primer plano (pero a ese primer plano con significado y sentido dentro de un relato cinematográfico). Así el director se sirve del primer plano para deconstruir el rostro de Aida, para descubrir el detalle o para reflejar la mirada de Guillermo, el pintor. Su sonrisa, su mano, sus ojos, su cuello… Y a la vez también se plasma en la pantalla blanca el primer plano del artista que crea, que escucha, que duda, que mira, que contesta, que reflexiona… Retrato de Aida es la historia de una trinidad: la modelo, el artista y el retrato.

Quinta pincelada. Historias de otros retratos

La misteriosa complicidad e intimidad entre modelo y artista ha sido un tema reflejado en el cine. Porque de ese espacio íntimo y propio que crean surge la obra artística y su alma… y eso siempre ha sido un misterio difícil de desentrañar. De eso trataba La joven de la perla de Peter Webber o la propia El artista y la modelo de Fernando Trueba. No olvidemos que el poder de un retrato se ha convertido en elemento clave de una trama. Retratos que encierran incluso la eternidad. U otros que inspiran un amor imposible o una ensoñación al admirador del cuadro. Así nos vienen a la cabeza La mujer del cuadro, Laura o Jennie. Otros recogen la tragedia de una vida, un cuadro que termina convirtiéndose en mito como el retrato de la indígena María Candelaria.

El documental Retrato de Aida vive este proceso creativo como algo bonito, natural, sencillo y especial. Con poco riesgo formal, con un uso correcto del lenguaje cinematográfico pero sin experimentar con él, sino con un pincel-cámara que apuesta por captar y atrapar esa intimidad desnuda sin más.

La fusión entre actriz de cine, proceso creativo y pintura me trae a la cabeza un ejemplo real en sentido inverso. Y me explico. Un nombre: Andrée Madeleine. Esta mujer fue la última modelo de un ya muy enfermo Jean Pierre Renoir. Retratos impresionistas de la dama. Pero la misma mujer, se convirtió en la primera esposa de Jean Renoir, el hijo del pintor impresionista y cineasta con futuro. En sus primeras películas de cine mudo, su actriz protagonista fue Andrée Madeleine (pero con el nombre artístico de Catherine Hessling), la modelo que retrató su padre en sus últimos cuadros. En ese momento su rostro ocupaba en primer plano una pantalla de cine. Hace poco hubo una película de Gilles Bourdos que recreó esta historia.

Así la actriz Aida Folch, actriz de cine que proyecta una imagen determinada a sus espectadores, se convierte en modelo de un pintor que trata de encontrar la mujer detrás de la actriz, captar su esencia, su primer plano en la vida, y traspasarla a un lienzo. No basta una sesión de fotografía (que también es otro proceso interesante… pero eso es otra historia) y tomar una imagen para completar el cuadro… El pintor necesita de ese espacio y ese tiempo único e íntimo para captar ese algo que dará el toque a su cuadro.

Sexta pincelada. El tiempo

Retrato de Aida nos habla también del tiempo. El tiempo empleado para crear una buena obra artística. Un tiempo especial, sin prisa con calma. Sin segundos que corren. La pintura con detalle y matices. Con una mirada al interior. Donde hay tiempo para filosofar, reflexionar, conversar, conocer al otro y a sí mismo…, un tiempo para rectificar, corregir, volver a empezar, plasmar miedos, hablar de dificultades…, superar obstáculos y crear un retrato al óleo.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

María Candelaria (Xochimilco, 1944) de Emilio Fernández

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Continuo indagando muy poco a poco en la cinematografía mexicana y le ha tocado el turno a todo un clásico de la época de oro del cine mexicano, María Candelaria. Era la segunda vez que se reunía un equipo que ‘definiría’ este periodo. El director Emilio El Indio Fernández, el director de fotografía Gabriel Figueroa, el guionista Mauricio Magdaleno y la pareja de actores Dolores del Río y Pedro Armendáriz. Todos se unen para crear una hermosa película que cuenta la trágica historia de una mujer indígena a principios del siglo XX. La película adquiere tintes de leyenda y presenta la esencia y una simbología determinada de la indígena mexicana: una mujer muy bella pero ultrajada y sometida, de pobreza extrema, que arrastra su sufrimiento pero no pierde su idealismo e inocencia.

El Indio convierte a María Candelaria en una narración oral que cuenta un hombre mexicano culto, un pintor, a una periodista frente al cuadro de una hermosa mujer, una indígena. Así convierte el relato cinematográfico en una leyenda. Reviste la obra de un halo trágico. Melodrama, injusticia social, folklorismo, creencias… en un paraje especial e inconfundible, la zona de Xochimilco con sus barcas y canales. El Indio junto a Gabriel Figueroa alcanzan imágenes bellísimas, depuradas y extremadamente poéticas.

La protagonista es María Candelaria, una indígena rechazada por todos pues es fruto del pecado. Su madre era una prostituta. No vive ni un momento de paz y solo cuenta con el amor de un campesino, Lorenzo Rafael. Cada día de su vida es un problema más, al rechazo hay que unir la pobreza, la injusticia y la enfermedad. Sin embargo, María Candelaria no se rinde y no quiere marcharse de su tierra. Sin embargo los dos amantes tienen un triste destino escrito y ningún momento de paz. Solo cuentan con el apoyo del párroco (que trata de evitar el rechazo de los suyos pero bajo una mirada caritativa y que a veces solo les ofrece la oración como remedio y la iglesia como refugio… no llega a expresar y apoyar una rebeldía en acciones hacia las injusticias que viven) y de un pintor, hombre culto, que está interesado egoístamente en María Candelaria como modelo perfecta para un cuadro (precisamente será el cuadro, la perpetuación de su desgracia -de esos pecados que nunca ha cometido-, el clímax final). En contra, tienen a todos los suyos que son los más intransigentes, al cacique que les oprime por un dinero que le deben (y porque ella nunca se ha entregado a él) y una pobreza de la que no pueden salir. Cuando María Candelaria enferma, Lorenzo, que no consigue que el cacique le facilite las medicinas ni que se olvide de las deudas, entra a robar en su tienda. Se lleva la medicina que cure a su amor y un traje para poder casarse ambos. El drama está servido.

El Indio conforma una leyenda y una imagen del México rural y los indígenas que traspasa fronteras… y llega hasta Cannes para alzarse con la Palma de Oro en 1946. Así la cinematografía mexicana empieza a demostrar al mundo que existe y uno de sus rostros más universales será sin duda Dolores del Río, que ya era toda una leyenda. Pues Dolores primero cimentó su carrera en el Hollywood silente (y primeros años del cine hablado) y después se instaló en la industria cinematográfica mexicana para convertirse junto con María Félix en dos de los rostros mexicanos más universales.

María Candelaria tiene escenas cinematográficamente hermosas: a los primeros planos de una Dolores del Río bellísima (los más recordados son aquellos en los que mira la luna llena), se unen secuencias inolvidables como la primera vez que vemos al pueblo rechazar a la protagonista cuando esta intenta vender flores en su barca y la terminan rodeando o las que transcurren en la celda donde encierran a Lorenzo Rafael (Pedro Armendáriz fue una de las estrellas masculinas más importantes de esta época de oro), que siente en todo momento cómo la desgracia se cierne sobre ellos y ya no hay vuelta atrás. Así como toda la secuencia de la persecución cruel que sufre al final María Candelaria a través del agua y de la tierra, por la noche, bajo la luz de las antorchas.

María Candelaria se une a esa galería de películas que cuentan con el retrato de una mujer, una pintura hermosa… y detrás de ese retrato una historia. En este caso una triste historia…

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Diccionario cinematográfico (202)

lajovendelaperla

Joyas: son muchas las joyas que vienen a mi cabeza que adornaron y adornan los fotogramas de una galeria de películas… Sólo una muestra de pendientes, collares y anillos para elegir…

Pendientes: Madame M… gira alrededor de unos pendientes que pasan de mano en mano y cambian drásticamente el destino de su dueña…

Mamá Joad se despide de su hogar mirándose al espejo mientras se coloca unos pendientes. Es como si fuera el último momento para sí misma. El último momento de coquetería… algo que nunca se ha podido ni podrá permitirse. Todo en la tremenda Las uvas de la ira.

La joven de la perla, un cuadro tiene un matiz distinto si la modelo finalmente se perfora la oreja y se pone una perla…

Collares: Pretty Woman se convierte definitivamente en Cenicienta vestida de medianoche cuando a su traje rojo y a su elegante peinado para acudir a la Ópera (destino que ella no sabe hasta el final de la secuencia), el millonario empresario aporta un detalle más, un increíble collar de brillantes.

Sin embargo Satine nunca se siente tan cortesana cuando tiene que aceptar el laborioso collar que le ofrece el hombre al que no ama, el duque malvado y ridículo. Y ese collar-regalo no puede aceptarlo. Le quema el cuello. Moulin Rouge ha dejado tiempos alegres y locos para convertirse en un melodrama romántico.

Me entero de que uno de los relatos más impresionantes para servidora de Guy de Maupassant fue llevado a la pantalla de cine en una película sueca que era un trabajo colectivo de varios directores… y el episodio de El collar fue rodado por Gustav Molander y protagonizado por Ingrid Bergman (¡tengo que verlo!).

Anillos: Una de las escenas más divertidas de Cuatro bodas y un funeral tiene que ver con los anillos. Por otra parte los anillos de boda siempre están presentes. Aquí a los protagonistas, encargados de los anillos de los novios, se olvidan de ellos. Y en la Iglesia y en plena ceremonia tienen que conseguirlos… y los consiguen… pero ¡menuda cara que ponen los novios al ver sus ‘alianzas’! Bisuteria pura junto a un anillo heavy metal.

Una de las trilogías de los últimos tiempos, que adaptaba el universo de Tolkien, no hubiera podido existir sin un anillo…

… Todavía no he visto Las brujas de Zugarramurdi pero creo que todo arranca por un botín de miles de anillos…

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Renoir (Renoir, 2012) de Gilles Bourdos

 

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En el salón de mi casa hay un cuadro que no se cambia así que vayan pasando los años. Lo tenía mi abuela paterna. Y ahora yo. No tiene ningún valor. Es una copia del cuadro Almuerzo de remeros (Le déjeuner des canotiers) de Pierre-Auguste Renoir. Muchas veces lo miro y me causa mucha calma y paz además de tranquilidad. Así me ocurre con muchas de las películas de su hijo Jean Renoir sobre todo con Una partida de campo, que no deja de ser un homenaje al padre.

Gilles Bourdos recrea un año que pudo ser crucial en la vida de los Renoir, 1915. Jean Pierre Renoir se encuentra en la Costa Azul en un sitio idílico donde no renuncia a seguir pintando a pesar de los dolores artríticos que le tienen postrado en una silla de ruedas. Su esposa acaba de fallecer y él se siente muy enfermo. Pero a pesar de los pesares quiere seguir siendo un obrero del pincel y el dolor no le va a parar su pasión: plasmar lo bello. La naturaleza que le rodea o el cuerpo joven de una mujer desnuda.

Con pinceladas impresionistas, con escenas que son como cuadros en movimiento, Gilles Bourdos recrea un posible momento en la vida de la familia Renoir: el ocaso del pintor pero sin ser vencido siempre pintando y el nacimiento de una vocación por parte del joven Jean que le encontramos en un momento crucial de su vida. Herido en una pierna en la Primera Guerra Mundial regresa al hogar para curarse… pero parece que le va a quedar una cojera crónica. Es un joven indeciso ante el futuro… y a la vez horrorizado por la crueldad de la guerra y, sin embargo, siente la importancia de la camaradería entre sus compañeros de lucha…

Y en esta ‘lucha’ de sensibilidades, una mujer. La última modelo de Jean Pierre y la futura primera esposa de Jean (además de musa de sus primeras películas mudas): Andrée Madeleine. La mujer que provoca que los dos hombres tengan un enfrentamiento templado, una declaración de respeto y cariño mutuo y un relevo de sensibilidades y de la importancia de pase lo que pase seguir creando y creando…

Andrée Madeleine mostrando su cuerpo y su fuerte personalidad despierta a Jean y le dice a gritos lo que su padre trata de explicarle sin que le salgan las palabras (pues nunca le salieron con sus hijos…): qué fácil es dejarse morir… porque muchas veces lo difícil y complejo es vivir…

Y en estas pinceladas impresionistas vemos el matriarcado formado entre las antiguas modelos y sirvientes del pintor que amenizan el día a día con los cuidados que le proporcionan, con sus cánticos, con la preparación de las comidas, sus paseos y sus discusiones… Nos enteramos de las ausencias. No sólo la esposa muerta sino la de aquella niñera-modelo-musa, Gabrielle. O la de sus dos hijos mayores Pierre y Jean. O la presencia casi invisible de un hijo pequeño, que sufre las ausencias y los silencios, Coco. Y le duele la presencia continua del dolor… Todo envuelto en la belleza de un cuadro y en la frialdad de una naturaleza muerta… Todo arrastra hacia la melancolía.

Y en la historia de Jean y Andrée (futura Catherine Hessling) se esconde un destino triste (que ella siempre tiene presente)… cumplirían un sueño y también se divorciarían. Y los dos morirían el mismo año: 1979. Él como un cineasta reconocido, ella totalmente en olvido.

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