Diccionario cinematográfico (226). Librerías

Una cara con ángel

… Una librería como escenario…

Si Holly Golightly pensaba que nada malo le podía pasar en Tiffany, y se tranquilizaba frente a su escaparate o dentro de la tienda sus días rojos se alejaban… yo tengo dos sitios sagrados donde me siento tranquila y me aíslo: uno es la sala de cine y el otro es una librería. Cuando una librería cierra o una sala de cine baja el telón para siempre para mí desaparecen refugios. Sin embargo, cuando se habla de su apertura, respiro tranquila, feliz. Y de nuevo el cine deja varias librerías para el recuerdo, secuencias difíciles de olvidar.

Y volvemos otra vez con Audrey Hepburn y un momento delicioso en Una cara con ángel de Stanley Donen. Justamente el primer encuentro entre el fotógrafo (un Fred Astaire que vuela) y una librera que tiene una cara con ángel. Y es que buscando un lugar adecuado para una producción de moda en la revista que trabaja el reportero…, el equipo repara en una vieja librería… Y no solo no se equivocan de escenario, sino que además esconde un descubrimiento entre las estanterías y los libros: una cara amada por la cámara.

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Hambre de cine clásico. De la Ida Lupino más oscura al Frank Borzage más romántico

Les girls

Kay Kendall, todo un divertido descubrimiento en Les girls

Sí, confieso. Me he pegado últimamente un atracón de cine clásico. Y no puedo más que regocijarme de gozo. Así que he decidido emprender un viaje y compartir los secretos, las pinceladas y la algarabía por los momentos descubiertos. Diez van a ser las paradas.

Primera parada. El autoestopista (The Hitch-Hiker, 1953) de Ida Lupino

Puro cine negro de serie B, Ida Lupino se convierte en una realizadora que imprime carácter y ritmo a la película. Una road movie que atrapa y que no deja respiro al espectador. Así la actriz-directora deja un retrato inquietante de un asesino, pero también descubre su vulnerabilidad y puntos débiles. Aunque este personaje no dejará ni un momento de paz para los dos amigos a los que secuestra. El fin de semana de diversión y fuga se convierte en una pesadilla. Y los tres van arrastrando una relación cada vez más insana y violenta. No falta el actor fetiche de Lupino, Edmond O’Brien.

Segunda parada. Las Girls (Les Girls, 1957) de George Cukor

Las Girls es un musical de Cukor gozoso por varios motivos. Primero su forma de contar una historia. Una misma historia desde tres puntos de vista diferentes. Algo así como un Rashomon musical y frívolo. Y segundo por reconocer el brillo de una bella comediante que se fue demasiado pronto: Kay Kendall. Sus momentos etílicos son de lo mejor de la función. Por otra parte, un París bohemio de decorado en el que dan ganas vivir un rato.

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Maravillas y espectáculo. El gran showman (The Greatest Showman, 2017) de Michael Gracey / Wonderstruck. El museo de las maravillas (Wonderstruck, 2017) de Todd Haynes

El gran showman (The Greatest Showman, 2017) de Michael Gracey

El gran showman

… un mundo para crear

Michael Gracey toma uno de los versos de la canción A million dreams: “… Un millón de sueños para el mundo que vamos a crear” para construir el biopic musical de P. T. Barnum, un hombre que creó el concepto del mayor espectáculo del mundo con sus museos estrafalarios, con sus freak shows y que terminó encontrando la fórmula del gigantesco circo ambulante para seguir en el mundo del éxito y la farándula… También intentó alcanzar el prestigio artístico y tuvo tiempo para que la cantante de ópera sueca Jenny Lind hiciera una gira triunfal por EEUU. P. T. Barnum con luces y muchas sombras se convierte en un personaje de cuento de finales de siglo del XIX, un hombre avanzado a su tiempo que no desentona en el siglo XXI. El P. T. Barnum, con el rostro de un brillante Hugh Jackman, de El gran showman protagoniza un musical de explosiva vitalidad y belleza, con todo su barroquismo y artificio.

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10 razones para amar West side story (West side story, 1961) de Robert Wise, Jerome Robbins

Romeo y Julieta en New York

Romeo y Julieta en New York

Razón número 1: Romeo y Julieta en Nueva York

Los ecos del dramaturgo Shakespeare atrapan las calles de Nueva York en los barrios más conflictivos. Romeo y Julieta se llaman Tony y María. No hay familias que se odian, sino pandillas. Y los dos jóvenes amantes pertenecen a bandos distintos y se aman con la misma inocencia y pasión que los amantes de Verona. El destino oscuro sobrevuela sobre ellos… y todo lo enreda, hasta que la muerte acaba con la pasión. Si bien María no se suicida ante el fallecimiento del joven amante, sí termina su inocencia.

West side story nació primero en los escenarios de Broadway de la mano del director y coreógrafo Jerome Robbins junto al compositor Leonard Bernstein, para las letras de las canciones contaron con Stephen Sondheim. Y en 1957 empezó su andadura por las tablas con un éxito creciente. En un principio revivían la tragedia de los dos jóvenes amantes con el conflicto de pertenecer a religiones diferentes (católica y judía), pero después la actualidad de las calles de New York les dio el toque final: era la época de las bandas y los puertorriqueños estaban pisando fuerte en las calles de New York. La llamada al mundo del cine era inminente y detrás de las cámaras, además de Robbins, se puso un artesano eficaz del sistema de estudios, Robert Wise. El espectáculo debía continuar… pero en la pantalla blanca.

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Diccionario cinematográfico (223). Sirenas

sirena

Sirenas: figura mitológica marina cuya imagen icónica más famosa es la que muestra busto de mujer y cuerpo de pez. Pero también el aparato que emite un sonido audible a mucha distancia, y que suena como un aviso (la sirena de ambulancia, de una fábrica, de la policía…)…, por cierto sonido muy cinematográficos, todo hay que decirlo. También está el canto de la sirena, un discurso agradable, amable, dulce… que esconde, sin embargo, un peligro, un engaño… o el canto de la propia figura mitológica que arrastra a los marineros… Sirena como metáfora, mujeres de agua…, de mar.

… así un Ulises con cara de Kirk Douglas se ataba a un mástil para oír el canto de las sirenas…, mientras hacía que sus hombres se taparan los oídos con tapones de cera. Y descubría que el canto de las sirenas era escuchar lo que más echaba de menos: la voz de Penélope diciéndole que ya estaba en Ítaca o la de su hijo con ganas de conocerlo. La película fue dirigida por dos Marios: Camerini y Bava, Ulises (1951).

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La la land (La La Land, 2016) de Damien Chazelle

La la land

Keith (John Legend), el amigo de Sebastian (Ryan Gosling), le dice durante una conversación que mantienen: “Sigues obsesionado con Kenny Clarke y Thelonious Monk. Fueron revolucionarios. ¿Cómo vas a ser revolucionario si eres tan tradicionalista? Te aferras al pasado, el jazz habla del futuro”. Y aunque esta frase habla de la pasión de Sebastian, sirve también para ilustrar la película de Damien Chazelle, La la land. Pues Damien Chazelle es tradicionalista en su forma de contar una historia, y como su protagonista un romántico en sus pasiones, pero es revolucionario. Y no, no lo es en puesta en escena o en recuperar el género musical (que es una disculpa, un hermoso trampantojo), sino en ofrecer una película para soñadores en tiempos revueltos. Igual que en la época del crack del 29 el público tenía hambre de cine y necesitaba poder refugiarse en sus salas y evadirse de un mundo del que apetecía apearse, Damien Chazelle realiza una película para soñar en tiempos de crisis, y poder volar en un planetario hasta alcanzar las estrellas. Sin embargo, llega en un momento en que las salas de cine son como el club de Jazz que quiere poner en marcha Sebastian. Reductos solitarios, aislados. Donde las salas de cine se están cerrando, y abrir una nueva es una hazaña de soñadores. Pero en las salas de cine se siguen refugiando espectadores ávidos de sueños.

Y es que al igual que en los años 30, el glamour de Ginger y Fred o las coreografías de Busby Berkeley permitían unos minutos de evasión; ahora en pleno siglo xxi, Emma Stone y Ryan Gosling, como Mia y Sebastian, dos enamorados con pasiones, logran hacer volar la imaginación del espectador. Ambos destilan química a raudales, como ya lo hicieron en Crazy, Stupid, Love, y hacen creíble a una pareja romántica que pasea por las estaciones del año su crónica de amor imposible. Así la aspirante a actriz y el pianista de jazz apasionado por un género musical que no está de moda caminan por la ciudad de las estrellas y los sueños rotos, donde ficción y realidad se mezclan. Y es que La la land es una preciosa historia de amor y desencanto pero también trata sobre la importancia de perseguir los sueños, de dejarse llevar por las pasiones (aunque supongan renuncias). Y para narrarla, Chazelle toma como disculpa el género musical y cientos de referencias para construir un romance que va in crescendo hasta un apoteósico y triste final.

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Sing Street (Sing Street, 2016) de John Carney

Sing Street

John Carney va in crescendo en su reinterpretación del cine musical. Música y realidad, y un poco de fantasía. En Once (2006) dos espíritus solitarios encontraban momentos de felicidad y música en Dublín, aunque todo terminaba complicándose. Un amor efímero con varias canciones. Y una secuencia maravillosa en una tienda, mientras los dos protagonistas tocan y cantan Falling Slowly. Después salió de Dublín y saltó a EEUU con Begin again… y con grandes estrellas contó una historia sencilla de dos corazones rotos, fracasados, que resurgen a través de la música, pero fuera de las grandes discográficas. Con emoción. Ahí hay una escena donde los protagonistas se cuentan el uno al otro cómo son y cómo sienten escuchando sus playlists. Y ahora en su tercera incursión en el musical crea su obra más redonda: regresa a Dublín, a los años ochenta, y cuenta la formación de un grupo musical de un grupo de adolescentes. Y ahí hay un ensayo de una canción, Drive it like you stole it, en el gimnasio…, con un aire triste, y de pronto el protagonista imagina un baile de instituto americano de los años cincuenta todo felicidad, donde las personas que él ama encuentran la felicidad. Y las tres tienen en común el convertir en la música en tabla de salvación de sus personajes o de un alivio ante las desgracias que les golpean.

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Miradas sobre Hollywood. Café Society (Café Society, 2016) de Woody Allen/Maps to the stars (Maps to the stars, 2014) de David Cronenberg/Al encuentro de Mr. Banks (Saving Mr. Banks, 2013) de John Lee Hancock

Últimamente Hollywood habla mucho en sus películas sobre Hollywood. Y surgen así diferentes miradas y todas ellas con matices interesantes que merece la pena destacar. No hace poco por este blog se ha analizado Trumbo de Jay Roach o Ave, César de los hermanos Coen, últimos estrenos de cine sobre cine, y de Hollywood sobre Hollywood… Pero también se puede nadar por el buscador y encontrar otras joyas cinematográficas de otras décadas que también miran ese espacio, a veces mítico, otras realista y más allá un mundo de pesadilla: por ejemplo, el más cercano es el que se refiere a El último magnate de Elia Kazan. Así sigo completando este ciclo apasionante con tres películas recientes que presentan de manera muy diferente ese universo de estrellas.

Café Society (Café Society, 2016) de Woody Allen

Café Society

Me imagino a Cecilia (Mia Farrow), la protagonista de La Rosa Púrpura del Cairo, viendo una película en plena Depresión en una sala de cine donde se cuente una historia similar a Café Society. Una historia para evadirse. Una historia con fiestas y emplazamientos que ella nunca podrá pisar, ambientada entre Hollywood y Nueva York. Y de por medio un poco de acción con gánsteres. Y por supuesto una historia de amor imposible… Y mucho vestuario precioso para ellas y, por supuesto, para ellos también. Mucho glamour y diálogos chispeantes. Una copa de champán, unas velas y una lágrima. Una chica atrapada entre dos amores. Y una decisión. Pero después viene el reencuentro… Sí, eso es lo que hace Woody Allen contar una historia como se hacía en el Hollywood de los 30. Por eso es un homenaje doble porque es cine dentro del cine, pero también un estilo y una forma de contar de aquellos años que refleja. Y con mucho mérito, pues además es su primera película digital, como también lo es de Vittorio Storaro, el director de fotografía… y, sin embargo, crees que sigues disfrutando de una vieja historia de celuloide. Pero además Allen no prescinde de su voz como narrador. Él es el demiurgo que todo lo ve y todo lo armoniza. Y no puede faltar su visión romántica, filosófico, religiosa… con dosis de fortuna y desencanto. Viaja a los estudios de Hollywood de los años treinta, pero no abandona su Nueva York… y el puente de Brooklyn. Además regala un fin de año con sabor nostálgico de dos amantes que se recuerdan.

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Ciudad de conquista (City for Conquest, 1940) de Anatole Litvak

Ciudad de conquista

Un sin hogar (Frank Craven) se convierte en el narrador omnisciente de Ciudad de conquista. Es él quien nos presenta el caos de una gran ciudad como Nueva York para terminar centrándose en pequeñas historias que se desarrollan en sus calles. El sin hogar nos lleva de la mano para que conozcamos la infancia de los protagonistas, y cómo la ciudad marca sus vidas. Este personaje desemboca en un barrio humilde y bullicioso… y nos presenta a los personajes, como niños: Googi, un niño superviviente que tiene hambre y se busca la vida en las calles; Peggy, una niña que tiene claras sus aspiraciones: llegar a ser una gran bailarina; Danny, un niño noble, que ama su barrio, sus amigos y que quiere y protege a Peggy incondicionalmente, sin excesivas aspiraciones, pero que sabe defenderse cuando es necesario; y su hermano Eddie, que desde pequeño trata de formarse para ser un buen músico… Y de pronto una larga elipsis y ya todos los niños son adultos jóvenes. Ahí empiezan sus historias en la ciudad y, de vez en cuando, retomaremos el rostro del sin hogar, ese narrador que siempre está presente, como testigo anónimo… hasta el final, en que todos vuelven a ser engullidos por las calles… pero ya hemos conocido y vivido su historia.

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Nashville (Nashville, 1975) de Robert Altman

Nashville

Para cuando el bello cantante folk Tom Frank (Keith Carradine) deleita con la canción I’m easy y todas las mujeres con las que ha estado y que están presentes en el local creen que es una canción escrita para ellas, Robert Altman ya ha hipnotizado a los espectadores con esta sátira coral (era un director totalmente dotado para los relatos cinematográficos corales) sobre la América de los setenta. Así como el cantante expresa en notas musicales que él es una persona fácil… pero somos conscientes de que no es así, de que Tom no es una persona fácil, lo mismo pasa con Nashville, que puede parecer una película musical de los setenta sobre la capital de la música country y, sin embargo, es un rico, crítico y complejo tapiz político y social sobre la América de los setenta.

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