Sesiones veraniegas. Money Monster (Money Monster, 2016) de Jodie Foster / Lolo (Lolo, 2015) de Julie Delpy / Häxan. La brujería a través de los tiempos (Häxan, 1922) de Benjamin Christensen

Money Monster (Money Monster, 2016) de Jodie Foster

Money Monster

Nadie le puede negar a Jodie Foster una película tremendamente entretenida, Money Monster, pero a la vez poniendo sobre la mesa reflexiones interesantes. Reflexiones para estos tiempos, que se repiten una y otra vez pero nunca parece suficiente. El nombre de la película es el mismo que tiene un programa de economía que tiene un presentador estrella de vuelta de todo con cara de George Clooney, que se deja llevar por una directora de programa ya cansada de su monotonía laboral (y de los caprichos del presentador estrella) con el rostro de Julia Roberts. El programa tiene esa mezcla peligrosa de entretenimiento puro y duro, sin responsabilidades en las informaciones y consejos que aporta. Sin profundizar en la verdadera información económica… y entonces les estalla en la cara esa forma de enfocar este tipo de noticias, cuando en pleno programa en directo entra un joven airado (Jack O’Connell), fuera de sus casillas, pidiendo explicaciones…

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¡Qué ruina de función! (Noises off, 1992) de Peter Bogdanovich

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Peter Bogdanovich ama el cine y uno de sus amores es un género: la comedia y si es posible screwball… con unas gotas de slapstick, por favor. Si encima unes cine y teatro…, solo hay una salida: el espectáculo debe continuar. Así surge ¡Qué ruina de función!, película donde el director cinéfilo logra que el espectador llore de la risa y sus carcajadas no puedan reprimirse. Bogdanovich mima sus comedias y bebe de un lenguaje cinematográfico complejo que se fue forjando con los grandes cómicos de cine mudo americano y continuó con el género screwball durante los años treinta y cuarenta…, de esta manera las comedias de Bogdanovich son evoluciones y homenajes al género que ponen de relieve la importancia que tiene un buen director de comedias. No hace más que seguir la premisa que nos descubrió Preston Sturges en Los viajes de Sullivan: lo importante que es dirigir buenas comedias y provocar simplemente la risa. Porque la risa termina siendo terapéutica y relajante cuando realmente surge del alma.

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Autobiografía de Charles Chaplin (Lumen, 2014)

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Para conmemorar los cien años del nacimiento de un personaje, Charlot, Lumen recuperó íntegramente la autobiografía que escribió su creador, Charles Chaplin, publicada en el año 1964 (empezó a escribirla en 1958). De ella había leído varios fragmentos así como ciertos comentarios y críticas que no dejaban en buen lugar estas memorias. Sin embargo, me he deleitado con su lectura y se han disipado esas sombras que había sobre estas páginas… porque ya es mucho lo visto e investigado sobre Chaplin y esta autobiografía personal enriquece mi visión sobre este creador. Así acabo con una de mis lagunas sobre Charles Chaplin, hundirme en su propia vida vista por él mismo.

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Diccionario cinematográfico (219). Obesos

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Obesos: y el cine está lleno y sus significados también. De lo cómico a lo trágico. Todo un abanico. De la persona que se ama y es segura de sí misma con sus kilos de más hasta la persona que oculta en su obesidad su inestabilidad emocional. Para establecer contrarios… En las pandillas de amigos siempre está aquel o aquella que pesa más y el delgaducho o la delgaducha de turno…

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Diccionario cinematográfico (218). Reloj

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Reloj: relojes de pulsera, relojes de torres, relojes de bolsillo, relojes de cuco, relojes despertador, relojes electrónico, relojes de arena, relojes de sol, relojes de péndulo… artilugios para medir el tiempo, para marcar horas, minutos, segundos… e imprescindible atrezzo que aparece en películas y a veces tiene papel protagonista, otros un momento importante o simple decoración ambiental… Repasemos algunos relojes cinematográficos imprescindibles.

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La frágil voluntad (Sadie Thompson, 1928) de Raoul Walsh

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Hay personajes que se te quedan en la retina y uno de ellos fue Sadie Thompson. Pero la de Lewis Milestone. Así me impactó ese personaje cuando aparece por primera vez para bajarse de un barco a una isla que se convertirá en una asfixiante cárcel bajo una continua lluvia. Lo primero que vemos son sus manos enjoyadas, sus zapatos blancos, medias de rejilla y su tobillera, y por fin, su rostro con el labio torcido, un cigarro y unos enormes ojos. Esa película se llamaba Rain (1932) y Sadie Thompson tenía el rostro de Joan Crawford. La película es una adaptación de un relato corto del prolífico William Somerset Maugham, Miss Thompson (que nunca he leído). Así nos hundimos, bajo la lluvia, en un relato cinematográfico con ecos de melodrama exacerbado donde miss Thompson sufre un enfrentamiento a muerte (nunca mejor dicho) con un misionero reformista e intransigente (un genial Walter Huston). El misionero le hace la vida imposible y se obsesiona con su salvación. Porque aunque no se hable mucho de su vida pasada, todo se intuye y a la vez es evidente, no ha tenido una vida fácil y seguramente ha ejercido la prostitución pero está dispuesta a emprender una nueva vida, desde cero. Pero el misionero no se lo pondrá fácil… y establecen entre ambos una guerra verbal y física de fuerzas. Sálvese quien pueda.

Así poco a poco, a partir del visionado de la película de Milestone, me fui enterando de la existencia de otras versiones. Y la primera Sadie Thompson tuvo el rostro de Gloria Swanson en el máximo esplendor del cine mudo con un realizador que se estaba convirtiendo en imprescindible, Raoul Walsh. La película se tituló como el personaje (o aquí La frágil voluntad) y fue un proyecto muy personal tanto para la actriz como para el director. Así ella se convirtió en productora (y un año después también se arriesgaría con La reina Kelly) y Raoul Walsh no solo asumió la labor de director sino también la escritura del guion y la interpretación de uno de los personajes principales. La tercera Sadie Thompson narró su historia en forma de musical en los años cincuenta y contó con la pelirroja melena de Rita Hayworth y con el director olvidado Curtis Bernhardt. La película se llamó por estos lares, La bella del Pacífico (película que todavía no he localizado).

Hace poco he podido ver, por fin, la Sadie Thompson de Gloria Swanson y solo me ha provocado buenas sorpresas. Primero la oportunidad de conocer un poco más la etapa silente de Raoul Walsh además de disfrutarle frente a la cámara (como actor), después comprobar que me sigue fascinando la historia de Sadie Thompson y su enfrentamiento con el misionero intransigente (esta vez, un brillante Lionel Barrymore). Desgraciadamente es de esas obras cinematográficas de cine mudo que no están completas. En este caso faltan los minutos finales que han reconstruido, en la copia restaurada en los ochenta (la que facilita el dvd), con fotogramas fijos e insertos de guion… pero la fuerza de la historia la sientes. Está.

Frente al melodrama desaforado de Milestone, asfixiante y crispado, Raoul Walsh opta por un melodrama más realista y calmado pero consigue también esa sensación de encierro y agobio por la lluvia constante. Ese encierro en un hotel de mala muerte…, que es otro personaje más. Realismo que se siente en la complicidad que surge entre el teniente O’Hara (el propio Walsh… y la posibilidad de un nuevo futuro para Sadie) y la protagonista que construyen su relación a base de bromas y complicidades, exuda un erotismo sano, bonito. Así, por ejemplo, hay una escena en que el teniente enciende el cigarrillo de Sadie y los dos tienen sus cigarros en la boca…, y ese encender es como un beso fogoso. Y realismo en la relación insana y enfrentamiento entre Sadie y el misionero así como la parte oscura y obsesiva del religioso que quiere redimir a la mujer pecadora y a la vez la desea.

Y como ocurre con ciertas heroínas del cine silente, la actriz juega con su rostro y el director con el primer plano hace maravillas. Así vemos a la vital y rebelde Sadie transformarse en la ‘redimida’ y sumisa Sadie a golpe de primer plano. Raoul Walsh maneja el lenguaje cinematográfico con soltura y arriesga en la narración cinematográfica. Sabe crear ambientes, como demostraría en sus películas de cine negro o en otra película de su periodo mudo, El ladrón de Bagdad, donde crea un mundo de ensueño. Es interesante destacar cómo los personajes al principio de la película son presentados y definidos en el barco mediante la frase que escriben alegremente cada uno en el libro de autógrafos o cómo construye una escena donde refleja el estado de ánimo del personaje principal: el rostro de Gloria, desesperada, encerrada en su cuarto y viendo la lluvia caer incesantemente se “siente” entre rejas. Sí, Sadie Thompson también tiene el rostro de Gloria Swanson. Y volvemos a encontrar en esta versión muda, a una prostituta que solo quiere empezar desde cero y que es una superviviente… que medirá sus fuerzas con un hombre intransigente que quiere enderezar almas sin ver que la suya está retorcida.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Tres buenos eventos cinematográficos en Madrid: Animaladas, Instituto Benjamenta y Un bigote para dos

1.- Animaladas en Verdi Kids

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La primera vez en una sala de cine de mi sobrina Vega, de dos años, ha sido con una sucesión de maravillosos cortometrajes de animación bajo el título genérico de Animaladas. Resulta que no solo disfrutó ella del evento, sino que su tía Hildy (acompañada de los padres de sus sobrinas, de Luna, su otra sobrina y ya cinéfila y de otra amiga de su sobrina y su madre) disfrutó de lo lindo con la propuesta. Estos cines apuestan por sesiones infantiles cuidadas, pensadas y bien elegidas que tratan de poner a disposición de los más pequeños un enriquecedor mundo cinéfilo. No había tenido oportunidad de asistir a ninguna sesión, y hacía tiempo que me apetecía, hasta esta ocasión.

Siete cortos de distintas nacionalidades, épocas y con distintas técnicas de cine de animación han sido todo un deleite. Todos los cortometrajes se servían del sonido del mundo animal y la música para contar sus pequeñas historias. El programa nos llevaba al descubrimiento de creadores checos, suecos, alemanes, americanos y franceses.

De todos, el más mágico y sensible o con el que por lo menos conecté al máximo fue El pájaro ballena (2011) de la francesa Sophie Roze. Un delicado y poético cuento entre un pájaro gigante y una niña lectora…, con un trazo sencillo pero hermoso y con apenas dos colores y todas sus gamas, marrones y negros, como si fueran delicados recortes de papel…

Después, uno de los cortometrajes clásicos de Warner, una creación de los años 30 de Rudolf Ising, Concierto marítimo… donde su alegre y musical protagonista termina en el fondo del mar y protagoniza un improvisado y genial concierto con aires de jazz… Todo en blanco y negro y con mucho ritmo.

De la animación checa dos cortometrajes de los años setenta de Zdenek Miler y Hermina Tyrlova. El grillo y el violín y La fiesta de la granja, respectivamente. Animación de un clásico checo con una vital historia de un grillo juguetón pero con mucha sensibilidad musical. Y el otro, de una de las creadoras checas más prestigiosas, sobre todo reconocida por su uso del stop motion y por el cuidado vertido en la construcción de sus marionetas… En esa fiesta de granja, unos animales realizados con trozos de fieltro cobran vida…

Desde Suecia las aventuras de un solitario y extraño conejo llamado Booo (2009), con el trazo sencillo de la creadora Alicja Jaworski. Booo y sus aventuras con tres traviesos amigos. Y desde Alemania otra pequeña joya…, un delicado sueño de una niña que hace que los monstruos de sus pesadillas protagonicen un peculiar coro. Se trata de La sinfonía de los monstruos (2012) de Kiana Naghshineh y también un trazo sencillo pero con una recreación mágica y especial del mundo onírico.

Por último la animación digital de la mano del francés Nicolas Deveaux con 5,80 metros donde descubrimos qué pasa en las piscinas públicas cuando están cerradas al público: que unas trabajadoras jirafas practican sus saltos desde los trampolines. Divertidísimo y espectacular.

2.- Instituto Benjamenta de los hermanos Quay y otras sorpresas en el ciclo Metamorfosis en La Casa Encendida

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Son varias las sesiones a las que estoy asistiendo en la sala audiovisual para entender los universos ricos, únicos y especiales de Starewitch, Švankmajer y los hermanos Quay. Estos creadores son los protagonistas de una magnífica exposición (que tuve la suerte de disfrutar ya en Barcelona y ahora en Madrid) que recomiendo con fervor: Metamorfosis. Visiones fantásticas de Starewitch, Švankmajer y los hermanos Quay.

Los cuatro creadores eran absolutamente desconocidos para mí y su descubrimiento ha sido un interesante hallazgo. Sus particulares universos arrastran a mundos fantásticos, a un entendimiento especial del cine de animación y de ficción, y a un conocimiento de referencias extraordinarias. Y los cuatro se comunican y dialogan entre sí y con otras apasionantes influencias del mundo de la pintura, la literatura, la ciencia… Y ponen de manifiesto de lo que es capaz la imaginación, de cómo se puede volar a otros mundos ajenos, mágicos llenos de fantasía. Donde la inocencia se mezcla con el miedo y la crueldad. Donde lo bello entra en contacto con lo terrible. Donde lo onírico y lo inconsciente permite el vuelo a lo inexplicable y extraño.

Entre las actividades paralelas a la exposición hay un interesante ciclo para conocer la obra cinematográfica de estos creadores así como el de otros creadores que influyeron en ellos o que ellos influyeron en tales…

Al último que asistí fue al largometraje de ficción de los hermanos Quay, Instituto Benjamenta. This Dream People Call Human Life (1996), una especial adaptación cinematográfica de una obra literaria de Rober Walser, Jakob von Gunten. El universo literario de este autor de principios del siglo XX es una de las inspiraciones de los hermanos para su peculiar universo. Un autor que arrastraba una depresión y melancolía continua… cuyos trabajos (como sirviente, empleado de banca o secretario) y su vida errante conformaron su personalidad volcada en sus manuscritos.

Instituto Benjamenta nos introduce en un extraño y cruel cuento de hadas (con toques de la bella durmiente, Blancanieves y la Bella y la bestia) bajo la óptica de un hombre desequilibrado. El instituto del título es una institución siniestra donde varios hombres son preparados con extraños métodos para servir a los demás. La institución la llevan adelante dos hermanos oscuros: un hombre distante y cruel y una mujer bella y amarga. Todo se desbarata en ese edificio de estancias con una vida propia, entre la pesadilla y los sueños hermosos, con la entrada de un último alumno introvertido pero que modifica el funcionamiento de la institución.

Los hermanos Quay crean espacios imposibles en un onírico y melancólico blanco y negro. Una película rara, inquietante, sensual e hipnótica con imágenes hermosas y surreales que atrapan a un espectador que se encuentra con un universo muy especial. Instituto Benjamenta muestra un especial mundo de objetos y habitaciones que desconciertan como la vara, una pezuña de ciervo, de la maestra o el espacio vacío donde solo hay una extraña pecera con un pez. Sus protagonistas son actores de carne y hueso que habitan un mundo mágico y desasosegante.

3.- Investigación cinematográfica. Proyección de Un bigote para dos de Tono y Mihura en el cine estudio del Círculo de Bellas Artes

Después de años de investigación cinematográfica, Santiago Aguilar y Felipe Cabrerizo han recuperado, como les gusta puntualizar, una aproximación de lo que pudo ser Un bigote para dos de Tono y Miguel Mihura. Un experimento cinematográfico (ya con antecedentes… y también con ilustres ejemplos posteriores a su fecha de creación, recordemos lo que hizo Woody Allen en uno de sus primeros proyectos cinematográficos en 1966 al doblar una película japonesa de espías para convertirla en la absurda Lily, la tigresa) que recurre a películas ya realizadas de otros países y doblarlas con diálogos absolutamente delirantes construyendo una historia absolutamente diferente o ofreciendo otro punto de vista narrativo.

Un bigote para dos se estrenó en los cines durante el año 1940. No fue mal recibida por la crítica pero sin embargo el público no logró conectar con ese experimento de humor absurdo. Además la película se enfrentó a una polémica y es que Enrique Jardiel Poncela arremetió contra sus creadores y consideró un plagio y un robo esta creación. Él decía que era exactamente lo mismo que él hizo años atrás, en 1933, con seis cortometrajes de cine mudo a los que tituló Celuloides rancios por un encargo de un gran estudio (la Fox).

Desgraciadamente se habían perdido las posibles copias originales de Un bigote para dos. Por suerte los historiadores han logrado encontrar la película original, una mediocre opereta austriaca, Unsterbliche melodien, 1935 sobre los amores de Johann Strauss hijo. Y sobre ella, ya que sí se conservaba el guion de Tono y Mihura, han sobreimpreso los subtítulos con todos los matices especiales de sus creadores (voces de la conciencia, efectos visuales, escenas que eliminaron del original, voces fuera de cuadro…, etcétera).

Los dos historiadores además de contar con un blog, escribieron un apasionante artículo narrando toda la historia y la creación de esta obra en la revista Caimán del mes de noviembre. Entre otras cosas explican la experiencia cinematográfica de estos dos creadores, que pertenecían a esa otra generación del 27. Tono fue uno de los españoles que viajó a Hollywood cuando a principios del cine sonoro no existía todavía el doblaje y se planteó el realizar copias de las películas americanas con actores españoles o de América Latina. Se necesitaban escritores que pudieran adaptar al castellano los guiones. Y Mihura trabajó junto a su hermano (que sería también un director de cine), cuando ya existía el doblaje, en los estudios Fono-España para entre otras cosas ajustar adecuadamente los diálogos en las películas dobladas.

Los que pudimos asistir a la primera proyección que se realizaba en el cine estudio del Círculo de Bellas Artes (anteriormente se había realizado el estreno de este buen proyecto histórico en la Cineteca del Matadero), escuchamos también a un entusiasta Felipe Cabrerizo contando con pasión todos los pormenores y contextualizando la obra cinematográfica que íbamos a visualizar. Además tuvimos un regalo extra: uno de los cortometrajes de Enrique Jardiel Poncela, divertidísimo, Los ex presos y el expreso.Y ni más ni menos que el cortometraje empleado para los subtítulos de Poncela (originalmente era su voz lo que escuchaba el público que acudía a la proyección) es el mítico Asalto y robo de un tren de Edwin S. Porter. Después disfrutamos de los delirantes y absurdos diálogos de Un bigote para dos que crean una divertida comedia de lo más alocada. Las risas eran inevitables. Y un deleite participar, como espectadora, en tal descubrimiento e investigación. Así pasamos la tarde entre señores con bigote, una desgraciada enamorada que tiene voz de hombre, otra que le roba el novio, personajes que se regalan patatas fritas con forma de flores, otros que van a espectáculos donde hay suculentos menús en escena, tristes citas suspendidas a la plaza de toros y el señor con bigote protagonista que siempre le anda siguiendo una molesta voz de la conciencia…

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

10 razones para amar Candilejas (Limelight, 1952) de Charles Chaplin

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Razón número 1: la historia de una bailarina y un payaso

… porque Charles Chaplin siempre explicaba desde el principio, sin máscaras, cómo iban a ser sus películas. Aquí con un rótulo nos decía, entre otras cosas, que nos iba contar la historia de una bailarina y un payaso en Londres antes de la Primera Guerra Mundial. Y eso es lo que ofrece Candilejas.

Razón número 2: la herencia de Charlot

… a pesar de la ausencia de Charlot, su espíritu recorre toda la película. Y es que Calvero es un Charlot que reflexiona, que vuelve a sus orígenes, a sus raíces… Calvero explica y completa a Charlot. Calvero es un “comediante vagabundo” (tramp comedian). Son indivisibles e inseparables. En Calvero se encuentra todo Charlot. La risa y la melancolía. La joven dama en apuros. La miseria. La pantomima. La historia de amor imposible. Su relación con los objetos cotidianos… Lo que ofrece un anciano Calvero es la amargura y el desencanto, frente a un Charlot que daba su patadita y seguía adelante. Con Calvero baja el telón…, termina el espectáculo.

Razón número 3: la herencia de Charles Chaplin

Porque el director y artista se desnuda en Candilejas y vuelve a los recuerdos de su infancia y a su preparación en los escenarios de varietés antes de la pantalla de cine. Porque bebe de su memoria y ‘dibuja’ y se ‘inspira’ y de alguna manera el espíritu y forma de vida de sus padres se encuentran presentes.

Porque cuenta su relación con los escenarios y reflexiona sobre el público, sobre la actuación, sobre el miedo al fracaso, a la sala vacía, a ya no hacer reír, a la dignidad del artista, al trabajo bien hecho, al espectáculo debe continuar…

Porque demuestra que tras el cómico, hay un hombre complejo, un artista desencantado…

Porque presiente momentos difíciles. Sus últimos años, prácticamente retirado, y viviendo un exilio de su país de acogida con profundas dosis de amargura.

Razón número 4: la pantomima

Porque Calvero es el rey de la pantomima y lo eleva a arte. Desde su primera aparición, alcoholizado, es un espectáculo de pantomima sin palabras. Sea en sueños, sea en el escenario, sus elaboraciones cuidadas, su lenguaje del cuerpo y del rostro relucen… Porque Charles Chaplin era un maestro cuidadoso y sus números eran trabajo de años y años. Su domador de pulgas es una composición de un espectáculo del pasado, en los escenarios, que también trabajó posteriormente para llevar a la pantalla en uno de sus cortos… hasta convertirse en el espectáculo estrella de Calvero.

Porque su personaje Calvero habla tanto por la boca como con el cuerpo. Así es capaz de transformarse delante de la bailarina en flor, roca o pensamiento.

Razón número 5: la melodía

Chaplin se preocupaba por cada detalle de sus películas. Y la melancolía y el desencanto es quizá su rasgo más llamativo. Y estos sentimientos son acentuados por otro de los aspectos que adoraba cuidar Chaplin de sus películas: la banda sonora y su composición. Así crea la banda sonora, la música de fondo, de Candilejas. Esa melodía emocionante que acompaña a la bailarina que danza. Y esa melodía cuenta una historia de amor imposible.

En la película la melodía es compuesta por el joven compositor Neville (que tiene el rostro del hijo de Charles Chaplin, Sydney Chaplin) para que la baile Thereza (Claire Bloom), la joven desvalida que renace con la danza. Y este personaje, el compositor, es una premonición de Calvero. Porque el viejo payaso consciente de la imposibilidad de su historia de amor, imagina para su Thereza, mirando por la ventana, una historia de amor con un joven y atractivo compositor. Él se inspira en una anécdota que le cuenta la bailarina sobre un joven al que le vendía papel para componer música… y con el cual no cruzó palabra alguna… Calvero imagina y su historia se convierte en realidad… ante la imposibilidad de la propia…

Thereza, la bailarina, es una mezcla de rostros y personajes: se cruza la madre de Charles Chaplin, con el personaje de dama desvalida que tantas veces personificó Edna Purviance, y con el ideal femenino del creador que desemboca finalmente en el rostro de su última esposa, Oona O’Neill.

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Razón número 6: Charles Chaplin y Buster Keaton

Candilejas huele a despedida obligada de una forma de arte, de un pasado. De una forma de hacer reír. De unos artistas que conquistaron escenarios y después se convirtieron en reyes del cine silente. Candilejas regala un número especial entre dos grandes. Regala un momento mágico donde Charles Chaplin y Buster Keaton muestran su relación con los cuerpos y los objetos. Y a la vez que nos hacen reír, nos envuelven en una atmósfera de algo que desaparece. Mientras los dos se preparan frente al espejo para el espectáculo, y todos les dicen que vuelven los viejos tiempos, ellos se rebelan con tristeza porque por su arte el tiempo no pasa… Y hacen esta afirmación evidente. Sin embargo, ambos embadurnan sus tristes rostros.

Razón número 7: interiores y entre bambalinas

En Candilejas vivimos en el interior de la habitación alquilada de Calvero. Una habitación que encierra recuerdos, tristezas, esperanzas y sueños… y en esa habitación se instala una joven bailarina herida sin ganas de vivir. Ahí se gesta su universo especial. El universo de la bailarina y el payaso.

Pero también nos empapamos entre bambalinas. Conocemos los entresijos del escenario. Los camerinos, los cambios de escenografía, los nervios del estreno, los ensayos, las pruebas, los miedos y las pequeñas miserias, los desencantos, los éxitos, el compañerismo, las extrañas familias…

Vemos cómo la línea de lo que se cuenta en los escenarios y lo que ocurre en la vida, a veces, es muy fina. Así Thereza representa con su danza la muerte de Colombina y la desesperación de Pierrot y los payasos… para después resucitar. En la vida ocurre lo mismo pero al contrario, el payaso fallece, en silencio y entre bambalinas, frente a una Colombina a la que ha transmitido ganas por continuar… y de esta manera sobrevivirá Calvero.

Razón número 8: la tristeza del cómico

Todos los cómicos de Candilejas encierran tristeza… empezando por el personaje de Calvero. Así se habla de la paradoja de la dificultad de la risa y cómo el que hace reír no tiene por qué ser feliz. Y cómo el cómico sufre también el miedo al fracaso y el miedo a que ya nadie ría sus gracias.

Su compañero, con rostro de Buster Keaton, transmite esa tristeza. Los músicos callejeros encierran tristeza. La dueña de la pensión donde habitan los personajes esconde tristeza y vida dura…

Las propias recreaciones cómicas de Calvero en los escenarios tienen un poso de tristeza y parten de situaciones trágicas.

Y si repasamos la historia de Buster Keaton o Charles Chaplin… no encontramos tanta comedia en sus vidas.

Razón número 9: Alcohol

Calvero y su alcoholismo es una manera de acercamiento a la figura paterna. El padre de Charles Chaplin era alcohólico y murió muy joven de cirrosis. Calvero reflexiona sobre por qué bebe y por qué está metido en un círculo vicioso. De nuevo vincula su alcoholismo al miedo al fracaso, a la sala vacía, a no ser gracioso, a no funcionar en el escenario… Con Candilejas, Chaplin trata de entender la vida de sus padres, es un acercamiento desde el respeto y la dignidad.

Razón número 10: la vida, el deseo, los sueños

Y es que Candilejas es un canto a la vida… a través de una historia fúnebre. Con un suicidio fallido de una joven bailarina y un payaso herido con corazón débil en tiempos de preguerra… Candilejas habla de aferrarse a la vida porque sí. A través de la imaginación y el deseo, para vivir momentos felices, para crear… Y como siempre pasó con Charlot, Calvero sueña y de paso nos hace soñar también a nosotros.

Candilejas solo es la historia de una bailarina y un payaso en Londres, a principios del siglo XX…, antes de la Gran Guerra.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Chaplin (Chaplin, 1992) de Richard Attenborough

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“El humor ayuda a vivir y preservar nuestra salud mental”… escuchamos decir al guionista Daniel Taradash, durante la ceremonia de los Oscar de 1972, como presidente de la academia, en la escena final de la película Chaplin de Richard Attenborough. Y lo dice refiriéndose a Charles Chaplin a punto de recibir su oscar honorífico… cuando regresa de nuevo a Hollywood de su exilio en Suiza (desde los años cincuenta). Una afirmación totalmente cierta y uno de los máximos doctores fue sin duda Charles Chaplin con su personaje universal, Charlot. Sin duda, no se merecía una película tan irregular pero no por ello carente de interés. En comparación con muchos biopics, Chaplin logra dar una visión del personaje para analizar e indagar en su figura y consigue la entidad suficiente como para poder realizar un debate apasionante sobre esta obra cinematográfica.

La irregularidad de Chaplin viene por ser una película fría y sin alma, todo lo contrario al cine de Charles Chaplin. Película perfecta (en ambientación y técnicamente) con momentos preciosistas pero sin alma. Solo en algunos instantes tiene destellos de brillantez, corazón y alma. Attenborough al pretender contar absolutamente toda su vida pasa de puntillas por ciertos momentos y personas fundamentales de la biografía de Chaplin. Cuando Attenborough se sale de la rigidez, logra buenos momentos fugaces.

Para contar su historia la película parte de tres fuentes (es una película ciertamente muy documentada y ese es uno de sus valores) la propia autobiografía de Charles Chaplin, Chaplin. His life and art de David Robinson y el argumento de Diana Hawkins. Llama la atención, sin embargo, que una de las cosas menos conseguidas es que el espectador vaya empatizando con Charles Chaplin o que entienda el desarrollo de su personalidad (como toda persona humana, además de genio, presenta luces y sombras. Charles Chaplin era un tipo difícil, quizá de ahí reside la dificultad de cómo plasmarle) luego eso resta emoción. No obstante, si algo salva la película es, valga la contradicción, la interpretación de Robert Downey Junior que logra imprimir carisma e imitar perfectamente algunas dotes de la pantomima de Charlot y transformarse en ese incomprensible (por mal desarrollado) Charles Chaplin.

Principio perfecto

El principio de la película es perfecto y promete. Durante los títulos de crédito aparece la silueta más universal, Charlot. Después vemos cómo Charlot se sienta en un camerino y se va desmaquillando y desprendiéndose de los atributos que le hacen ser el vagabundo más famoso del mundo, dejando al descubierto a Charles Chaplin. Oímos unas voces que no sabemos muy bien a quiénes pertenecen (lo sabremos muy pronto) y se hace una radiografía de su infancia donde se rescatan partes que serán la esencia no solo del personaje (bota, andares…) y del argumento de sus películas (nos encontramos con una ciega, con la historia de El Chico…) sino también el espíritu de su cine, una mezcla de humor –a veces cruel– y humanismo. Una fusión de risa y drama. Una risa anclada en la realidad social.

Dos tesis para construir al personaje

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La película de Richard Attenborough (él mismo, en una entrevista que incluye el dvd, reconoce las dificultades del proyecto y que el resultado no fue la película soñada así como es consciente de que gran parte de la salvación de la película vino por la interpretación de Robert Downey) parte de dos tesis para construir la personalidad y la vida de Chaplin.

Por una parte trata de encontrar un sentido a su errática vida sentimental y su atracción por mujeres mucho más jóvenes que él, adolescentes, hasta que encontró cierta estabilidad en compañía de Oona O’Neill (hija del dramaturgo Eugene O’Neill). Primero refleja la influencia que tuvo en él la fragilidad mental de su madre (y la protección que trató siempre de ejercer sobre ella hasta que le dolió demasiado cuando ya era más famoso. La mantuvo pero se alejó de ella en el plano personal), ella era la heroína de sus películas a la que había que proteger y tratar de que no se rompiera en pedazos (sobre todo los personajes de Edna Purviance). Después, en la película mantienen que el amor de su vida fue un amor de juventud, una joven de 15 años, bailarina del vodevil, llamada Hetty Kelly. Esa historia nunca llegó a consumarse pues Chaplin se fue de Londres para triunfar en los EEUU. Ella se casó con otro y falleció muy joven en tristes circunstancias. Y Chaplin busca siempre consumar y llevar adelante esa historia. Por eso su obsesión por las adolescentes: Mildred Harris o Lita Gray. Después del paréntesis sentimental con Paulette Goddar que sería también heroína de dos de sus más aclamadas películas: Tiempos modernos y El gran dictador, Chaplin conoce a la segunda mujer de su vida y con la que encontraría estabilidad, Oona O’Neill. La película de Chaplin toma una decisión de casting para cerrar el círculo sentimental de Charles Chaplin. Tanto Hetty Kelly como Oona tienen el rostro de la misma actriz: Moira Kelly. La búsqueda de la mujer amada ha terminado.

Y por otra construye un discurso fílmico en la filmografía de Charles Chaplin (con un ideario político y social que él definía simplemente como humanismo) que le hizo cosechar enemigos como el mismísimo John Edgar Hoover. Este no paró hasta que pudo deshacerse de él a través del Comité de actividades antiamericanas y las famosas listas negras con la publicidad necesaria de un escándalo sexual de por medio. Todo esto supuso su exilio a Suiza y el convertirse del artista adorado por las masas a un hombre desencantado y olvidado. De esta manera pasamos por El inmigrante, El chico, Tiempos modernos o El gran dictador… (obviando quizá dos de sus películas más políticas Monsieur Verdoux y El rey de Nueva York pero también sonados fracasos comerciales). También pasa de largo por la gran contradicción que supuso en su vida (y en su personalidad), volverse millonario después de una infancia de penurias y precisamente hacerse rico representando a un hombre muy pobre que sufre continuamente injusticias sociales…

Los detalles

No se puede negar que hay un trabajo de construcción histórica. Así disfrutamos de las escenas de vodevil. Tanto el momento en que un Charlie niño se pone en el escenario en un momento delicado que vive su madre o en el momento en que un Chaplin ya más adulto se está convirtiendo en toda una estrella del vodevil con el personaje de un borrachín, donde muestra ya el arte de la pantomima. Igualmente documentada es esa primera proyección a la que acude Chaplin (como eran esos cines de los inicios) así como los primeros rodajes junto a Sennett siendo la culminación la primera vez que da vida a Charlot (que curiosamente no sería la primera vez que le vería el público que fue en Carreras sofocantes —también hay un homenaje a este corto cuando aparece por primera vez Chaplin ante un Sennett que está rodando, sino en una obra anterior pero que se estrenaría más tarde junto a Mabel Normand, Extraños dilemas de Mabel). También se refleja con detalle cómo Chaplin se convirtió en un ídolo de las masas y cómo se dio cuenta de ello al regresar de nuevo a Europa después de haber conseguido el éxito en Hollywood. O los rodajes de sus primeras películas hasta llegar a La quimera de oro o su obsesión y perfeccionismo para un buen acabado de sus películas (como repetía una y otra vez las tomas tanto él como sus acompañantes), como a veces estaba tan volcado en su vida profesional que apenas dejaba tiempo para la personal.

Personajes con alma, momentos con alma

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El reflejar toda una vida supone pasar como un suspiro por un montón de personajes que fueron fundamentales en su vida. Algunos quedan desdibujadas, planos y sin alma como la relación con su hermanastro (hermano por parte de madre) que podría haber sido un punto muy interesante para contar su historia y se queda en superficial o con Edna Purviance, su primera musa en la pantalla con la que estableció hasta el final de los días de la actriz una relación muy especial, que en la película sale unos segundos.

Sin embargo hay dos personajes que cada vez que aparecen aportan alma y corazón a una película fría y excesivamente correcta. Richard Attenborough vuela con ellos y te quedas con ganas de más. Y con ellos, el espectador sí que logra acercarse más a Charles Chaplin: uno es su madre, interpretada por su nieta, Geraldine Chaplin, que logra momentos delicados al representar su fragilidad mental y lo que afectan a su hijo. Y el otro es Douglas Fairbanks, gran amigo de Chaplin hasta su fallecimiento temprano por tener un corazón delicado. Tiene el rostro de Kevin Kline y logran reflejar ambos una amistad atractiva y momentos de verdad.

El pretexto del editor, recurso desaprovechado

Para ir por los distintos episodios de la vida de un genio del cine, la película crea un personaje absolutamente ficticio: un editor con el rostro de Anthony Hopkins, George Hayden. Este editor se encuentra en la casa europea de un Charles Chaplin envejecido y desencantado y trata de sonsacarle más información sobre su vida para poder dar forma a la autobiografía del artista. Son escenas como metidas con calzador, meras transiciones, que no dan riqueza a esta obra cinematográfica, prueba de ello es que se podría prescindir perfectamente de ellas. Parece que son una solución para encontrar una estructura o una forma de contar, pero no aportan realmente nada. Se podría haber creado una interesante relación entre ambos personajes y que la película hubiese sido una especie de confesión o de lucha titánica y dialéctica entre artista y editor para construir una autobiografía cercana a la realidad o al mito.

También uno de los grandes hándicaps, que a la que esto escribe le ha sacado totalmente de la película (pero roconozco que eso ya son manías personales), es el maquillaje de envejecimiento a Robert Downey para interpretar a Chaplin hasta el final de su vida en la cual es octogenario. Y me ha venido a la cabeza porque tampoco pude soportar el Hitchcock maquillado que recientemente interpretó Hopkins.

Pérdida del tono… ¿cómo contar su historia?

Por último, quizá también el mayor defecto de Chaplin es no haber encontrado el tono adecuado para contar su historia. Biopic preciosista, frío y perfecto con escenas con alma (según los personajes). A veces cuenta la propia vida del genio como una película muda que es un recurso interesante pero que con el carácter serio y academicista de la película parecen escenas fuera de lugar: como la creación casi mágica del personaje de Charlot o la huida de Chaplin con su hermanastro y su esposa para que no les arrebaten la película de El chico durante el divorcio de su primera mujer.

No obstante, como se ha podido ver, Chaplin puede ser un primer acercamiento interesante a la figura de este artista genial a pesar de sus peros. Sobre todo merece la pena ver muchas veces ese principio donde ya vemos a un Robert Downey totalmente entregado a su personaje que si hubiese estado perfectamente desarrollado hubiese sido sin duda una composición perfecta.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

El palacio de las maravillas (The Show, 1927) de Tod Browning

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Hay directores-creadores que imprimen a sus películas ambientes y atmósferas especiales. Tod Browning fue uno de ellos. Sus películas más distribuidas y por tanto más populares son su Drácula, con Bela Lugosi, y Freaks, convertida en obra cinematográfica de culto. Ambas películas son de su etapa sonora, de 1931 y 1932. Pero Browning durante la etapa de cine mudo fue un realizador bastante popular sobre todo cuando dirigió una serie de películas con el actor Lon Chaney (de momento, solo he visto una pequeña joya que se llama Garras humanas, junto a una Joan Crawford silente y estoy a punto de descubrir otra que pronto aparecerá por aquí).

Browning conocía bien el mundo del circo y el espectáculo de variedades. De hecho siempre había sentido fascinación por estos ambientes y siendo muy joven se fue de su hogar para dedicarse a recorrer mundo con distintos espectáculos de farándula. Hasta que un teatro de Nueva York conoció a aquel que le introduciría en el mundo del cine: David W. Griffith. Así estas breves pinceladas biográficas me sirven perfectamente para poder empezar a escribir sobre El palacio de las maravillas, una obra a tener en cuenta y que me ha hecho descubrir algo más a Browning.

Como varias de sus obras (por ejemplo, las ya nombradas Freaks y Garras humanas), El palacio de las maravillas está ambientada en el mundo de las variedades, de las ferias de espectáculos y variedades… Un mundo que mezcla la maravilla (se muestra cómo el espectador es ‘engañado’ mediante la ilusión y cómo siente atracción por lo extraño, por lo distinto, por lo inesperado) con los bajos fondos, las relaciones y los sentimientos oscuros, complejos y soterrados de los artistas. Y de esa mezcla surge un ambiente onírico con aires de pesadilla.

Así Browning imprime una mirada especial en el cine que se realizaba en Hollywood. En distintos análisis de su obra se habla de mirada subversiva y subvertir quiere decir “trastornar, revolver, destruir, especialmente en lo moral”. Así el director se une a la cantera de directores subversivos del Hollywood silente: con Erich von Stroheim o Josef von Sternberg. Directores de los bajos fondos tanto del mundo físico como del moral. Pero a la vez directores con una poética especial de la imagen, mostrando con una belleza especial la parte oscura del alma del ser humano.

Y además Browning en El palacio de las maravillas hace el más difícil todavía… y es de repente imprimir progresivamente a una obra en un principio oscura, de bajos fondos, otro aire catártico… De pronto el espectador se ve arrasado por un desgarrador melodrama silente, como los de su maestro David W. Griffith. Así esta obra llega a una poética visual similar al romanticismo trágico y trascendental de otro maestro del melodrama silente, Frank Borzage.

Otro aspecto clave para disfrutar del visionado de El palacio de las maravillas es su trío de actores protagonistas. La pareja principal y el antagonista tienen los rostros de John Gilbert, Renée Adorée y Lionel Barrymore. En aquel momento Gilbert y Adorée eran una pareja romántica recordada por uno de los éxitos mudos de King Vidor, El gran desfile. Ya es subversiva la mirada de estos dos amantes: del romanticismo de El gran desfile, se nos presentan de una manera muy diferente y oscura en El palacio de las maravillas.

Él es Cock Robin, un maestro de ceremonias y mago de un espectáculo de variedades. Embauca al público con su encanto y además seduce, se aprovecha y engaña a todas las espectadoras que puede. Es timador y ruin. Del show que presenta, el momento culminante es la recreación del baile de Salomé ante Herodes y la ejecución de Juan el Bautista (siendo él precisamente este personaje). Ella es precisamente Salomé, presentada en un principio como femme fatale que se encuentra en los brazos del temible dueño del espectáculo, el Griego, pero que sin embargo no deja de seducir a Robin. Browning termina dando la vuelta a la tortilla a esta oscura historia de amor de una manera elegante y sutil. Y Robin se ve transformado por el amor verdadero que le ofrece Salomé, que de femme fatale termina convertida en damisela en apuros de vida familiar desgraciada, Salomé no es más que una superviviente.

En la historia oscura de Hollywood cuentan que el personaje de Cock Robin (que realmente se hace desagradable pues es oscuro, oscuro…) suponía un castigo a John Gilbert, el galán más exitoso de la MGM. El público no estaba acostumbrado a verle en un papel tan vil y podía sentir repulsión ante este nuevo matiz. Así su participación en esta película formaba parte de la campaña de desprestigio que emprendió el estudio contra el actor por sus desavenencias con el máximo jefe, Louis B. Mayer, que llegaría a su culminación con el cine hablado (y la repetición de que el actor no contaba con la voz adecuada… algo que se ha ido desmintiendo con el tiempo –basta con escucharle en La reina Cristina de Suecia–). Con el paso del tiempo lo que se demuestra es que Gilbert era capaz de funcionar en otros registros y hacerlo muy bien.

Y el Griego es el malo, malísimo de esta historia, la representación del mal en los bajos fondos. Y no es otro que un magnífico (¿cuándo ha estado mal este hombre?) Lionel Barrymore que en todo el metraje se muestra oscuro y malvado.

El palacio de las maravillas es de esas obras cinematográficas que afianzan la admiración por un director-creador y sigue generando muchas ganas de indagar más en su filmografía.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.