Doble sesión en el puente de mayo. La casa junto al mar (La villa, 2017) de Robert Guédiguian/Un lugar tranquilo (A Quiet Place, 2018) de John Krasinski

La casa junto al mar (La villa, 2017) de Robert Guédiguian

La casa junto al mar

Tres hermanos en una casa junto al mar…

Cuando vi en los noventa Marius y Jeannette, Robert Guédiguian entró a formar parte de la nómina de directores a los que seguiría su trayectoria sin remedio y siempre que pudiera, de manera fiel. Marius y Jeannette por un motivo u otro me deslumbró. Así ya no me separé del director y de su trío protagonista: Ariane Ascaride, Jean-Pierre Darroussin y Gérard Meylan (y de otros actores frecuentes en sus películas como Jacques Boudet). La última donde volví a verlos juntos fue en Las nieves del Kilimanjaro en 2011. Cuando Guédiguian les hace vivir en su amada Marsella, cuando pone sobre la mesa la dificultad de ser coherente y fiel a un ideario político de izquierdas, cuando habla de ilusiones perdidas, cuando se muestra contrariado por el paso del tiempo y el cambio en los paisajes físicos y mentales, cuando expone a través de los actos de los personajes que nada está perdido…, que se pueden perseguir los ideales y los sueños, que la lucha continúa…, que uno puede equivocarse y cansarse, pero que siempre uno puede levantarse, que la solidaridad no es una palabra vacía, vieja o sin sentido, que sigue existiendo la buena gente…, que hay rebeldes, románticos e idealistas, que las distintas generaciones pueden chocar y tener distintas miradas sobre la realidad, pero que pueden caminar juntos, incluso llegar a entenderse y comprenderse, cuando muestra un sentido tragicómico de la vida; entonces este director particularmente me emociona y me llega a lo más profundo. Y La casa junto al mar reúne todas esas condiciones.

La sensación de estar viendo rostros amigos y de vivir sensaciones que te hacen salir de la sala de cine con una tranquilidad vital, como si realmente pudieras quedarte en esa casa junto al mar, hace que la película pueda dejar al espectador un poso profundo. Robert Guédiguian tiene una manera muy peculiar y elegante de ir a contracorriente con los tiempos que corren. Es encantador ver una secuencia en que de pronto todos los personajes piden un cigarrillo (aunque no fumen o lo hayan dejado) y todos se ponen a fumar tranquilamente, con placer, frente a un balcón, mirando el mar. En un momento en el que en la pantalla de cine no es políticamente correcto ver fumar a personajes que viven en nuestro presente. Y todo después de un momento sobrecogedor.

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Serpentina de películas españolas: Perfectos desconocidos, El autor, Handia, Verónica, Contratiempo, Sicarius

Perfectos desconocidos (2017) de Alex de la Iglesia

Perfectos desconocidos

La película menos Alex de la Iglesia sin ida de olla final ni estallido de violencia. De la Iglesia realiza un formal y contenido remake de una película italiana de 2016, Perfetti sconosciuti, donde el director tira más que su vecino a la comedia que a la tragicomedia. Perfectos desconocidos es más una película de actores que de puesta en escena o lenguaje cinematográfico innovador. Un espacio cerrado, una determinada franja horaria, un fenómeno de la naturaleza: un eclipse, un giro final que tiene que ver con el tiempo, un grupo de amigos… y sus móviles. Llama la atención que el director bilbaino haya logrado éxito comercial con su película menos personal, aunque sí es entretenida y con un buen reparto. Un grupo de amigos dejan al descubierto secretos íntimos y de paso se reflexiona sobre cómo ha cambiado la vida y la manera de relacionarnos por los teléfonos móviles. No deja de ser curioso que la pareja de anfitriones, los actores Belén Rueda y Eduard Fernández, fuera también la elegida por Inés París para protagonizar La noche que mi madre mató a mi padre (2016), otra comedia, de tintes negros, en escenario único con cena incluida. Ambos actores tienen química y funcionan. Pero entre los siete amigos destaca por su sentido del humor y los matices que logra plasmar en su personaje, Ernesto Alterio. Aunque Juana Acosta, Dafne Fernández, Pepón Nieto y Eduardo Noriega tienen su momento estelar.

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Un cóctel reflexivo. Dos estrenos (It, La gran enfermedad del amor), un debut (Ladrón) y un documental de cine

1. It (It, 2017) de Andrés Muschietti

Adolescencia y miedos

Adolescencia y miedos

Miedo, infancia y adolescencia. Después de Mamá, Muschietti regresa al largometraje con It, una nueva adaptación de la novela de Stephen King con el mismo título. Así si en Mamá contaba una historia de fantasmas donde sus protagonistas eran dos niñas encontradas años después de ser dadas por desaparecidas (y partía de la historia que Muschietti ya había creado para un corto), en It no abandona el universo infantil y el miedo, solo que con una trama ya construida y el propio universo de King.

Así que una pandilla de adolescentes, que son los perdedores del instituto (que sufren todo tipo de bullying), y que cada uno esconde sus miedos particulares, pues habitan con los propios miedos de sus mayores… se enfrentan a una siniestra pesadilla, el payaso Pennywise. Viven en Derry, una pequeña ciudad marcada desde hace mucho tiempo por la continua desaparición de menores. Así Andrés Muschietti no solo logra una película de terror y sustos, sino que también logra meterse en una pandilla de adolescentes de los años ochenta, a lo Cuenta conmigo, que tratan de lidiar no solo con la amenaza exterior, sino con sus propios monstruos…, a veces, agazapados en sus propias casas o en el instituto. Quedamos a la espera de la segunda parte… cuando estos niños, ya son adultos… y el miedo y las pesadillas continúan en sus vidas.

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Un paseo por la cartelera. Déjame salir/Paraíso/Paula/Parque Jurásico

Déjame salir (Get Out, 2017) de Jordan Peele

Déjame salir

… una mirada distinta

Los tiempos no han cambiado tanto, pero la mirada es diferente. En 1967 Stanley Kramer filmaba el siguiente argumento: una joven de buena familia se presenta en casa de sus padres liberales con su novio negro, un médico. Y estos se muestran incómodos ante la situación planteada. La película fue Adivina quién viene esta noche. Ahora el actor de televisión, y debutante director, Jordan Peele dirige el siguiente argumento (del que también es guionista): una joven de buena familia se presenta en casa de sus padres liberales con su novio negro, un fotógrafo. Y estos se muestran con normalidad ante la situación planteada… pero esa “normalidad” es inquietante. La película es Déjame salir, de terror con gotas de thriller, que plantea cómo en la América de Obama el racismo sigue perpetúo aunque a veces se oculte tras una sonrisa. Pero también Peele muestra cómo en el espectador funcionan estereotipos de cómo se ha reflejado al protagonista negro, por ejemplo, en las películas de terror… y dinamita esa mirada. Déjame salir funciona por todo lo dicho anteriormente además de ser una entretenida película de terror, suspense y sustos. Donde inquieta una mujer negra en la ventana o que simplemente sonríe, estremece el ruido de una cucharilla en una taza de té o el juego de un bingo sin palabras, mudo.

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El hombre leopardo (The leopard man, 1943) de Jacques Tourneur

El hombre leopardo

De las tres películas en las que colaboraron juntos el director Jacques Tourneur y el productor Val Lewton en la RKO, El hombre leopardo es la que permanece más en la sombra. Mientras que La mujer pantera y Yo anduve con un zombi son dos clásicos del cine de terror y películas de culto, El hombre leopardo ha caído más en olvido. Quizá en las dos primeras, el terror con el elemento fantástico es una combinación que atrapa a los espectadores (en su día y aún hoy) y, sin embargo, El hombre leopardo elimina el elemento fantástico para ofrecer una película de intriga y misterio sobre un asesino en serie.

Y esto no fue del todo valorado, no se tuvo en cuenta que era una pionera en el tratamiento del subgénero de los asesinos en serie, que tan solo algunos directores, y no en EEUU, se habían atrevido a plasmar, recordemos M, de Fritz Lang (luego sería un director que más de una vez presentaría en sus películas el asesino en serie). Sin embargo, ya había directores que estaban ahondando en este tipo de asesinos, con intensos retratos psicológicos, ese mismo año, 1943, Alfred Hitchcock estrena La sombra de una duda con el inquietante tío Charlie. Pero Tourneur, no obstante, sigue fascinando por su manera de rodar en El hombre leopardo y visualmente ofrece la firma que había caracterizado al dúo, que fue capaz en su trilogía de con un mínimo presupuesto crear tensión, intriga y miedo, solo a través de lo que se intuía en las imágenes…

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Los ojos sin rostro (Les yeux sans visage, 1960) de Georges Franju

Los ojos sin rostro

Cuando Almodóvar estrenó La piel que habito, fueron varias las voces de críticos que nombraron una referencia: Los ojos sin rostro de Georges Franju. Así se volvió de nuevo a hablar de ella, y a recuperarse en ediciones cuidadas. La película de este cineasta francés es un referente del cine de terror europeo, pero, sin duda, lo que fascina es esa mirada especial de Franju que consigue una historia extraña, violenta, inquietante… y absolutamente poética. Así el espectador se ve empujado por esa mirada triste de una chica desgraciada, delicada y frágil encerrada en su mansión… y que cubre su rostro con una máscara. Un rostro sin expresión, pero que sufre. Y ese sufrimiento permite que otros cometan actos reprobables y salvajes, se salten todo atisbo de moral, por una única finalidad: devolverle su cara. Y ella asiste egoísta y pasivamente a la crueldad ajena, hasta que reacciona (pero por el fracaso continuo del padre y por una pérdida absoluta de la esperanza). De nuevo una femme fatale con máscara de ángel. Su padre es un cirujano plástico capaz de todo tipo de experimentaciones y de practicar trasplantes faciales, sin importarle en absoluto los métodos que debe emplear para conseguirlo; todo para devolver la felicidad y el rostro a su hija (hubo un accidente fatal, del que además se siente culpable). Para ello cuenta con la ayuda de una paciente agradecida (porque sí que la devolvió un rostro bello), tan agradecida que es capaz de todo, que sirve para atraer a jóvenes víctimas, para estar al lado del doctor en cada una de sus intervenciones, para deshacerse de los cuerpos y para estar veinticuatro horas pendiente de la niña triste con máscara.

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Maratón cinéfilo para recibir con los brazos abiertos 2016: Sufragistas, Macbeth, B, La cueva y En tierra de sangre y miel

Sufragistas (Suffragette, 2015) de Sarah Gavron

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La directora Sarah Gavron trata de exponer el movimiento sufragista a través de la historia de una lavandera trabajadora y explotada, Maud Watts (Carey Mulligan), y su despertar o conciencia como mujer con deberes pero también derechos (que durante toda su vida han brillado por su ausencia), entre ellos, el del voto, para de esta manera poder también aspirar a un cambio de su situación en el futuro. Así parte de un personaje de ficción para codearla con personajes y acontecimientos históricos verídicos que tratan de exponer la complejidad del movimiento. Y digamos que con una obra cinematográfica visualmente clásica y correcta y con una galería de actrices femeninas carismáticas (Carey Mulligan, Helena Bonham Carter, Anne Marie Duff…), la directora pone en marcha una introducción válida para empezar a indagar en este grupo de mujeres que lucho por conseguir el voto.

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El hombre y el monstruo (Dr. Jekyll and Mr. Hyde, 1931) de Rouben Mamoulian

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… esta adaptación cinematográfica de El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde de Robert Louis Stevenson transforma esta novela de interpretaciones complejas en un cuento visual de terror victoriano. Pero además su director Rouben Mamoulian realiza una película formalmente innovadora y convierte en un deleite su visionado.

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Buscando chispas en estrenos de cine descafeinados…

Ristra de estrenos veraniegos… y la cartelera ha sido algo descafeinada (seguro que me he perdido tesoros que no he podido abarcar). He visto bastantes películas pero ninguna redonda. He tenido que buscar las chispas. No he vibrado ante ninguna de las que he visto. Pero en todas…, algo se vislumbraba. Estas son las chispas. Animales de compañía que significan mucho más, familias desestructuradas que se estructuran, soledades, amores tardíos, segundas oportunidades, supervivencia, miedos profundos, muerte, luz al final del túnel, actores que iluminan o llenan la pantalla, directores que siguen su estela… Y de propina dos antecedentes.

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Terror cotidiano. La tercera víctima (Cat and mouse, 1974) de Daniel Petrie

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Hace poco comentando El héroe anda suelto de Peter Bogdanovich, exponía cómo el cine de terror (más expresamente según el modelo Hollywood) había ido evolucionando de aquellos monstruos entrañables de los años treinta –que poblaban nuestros sueños pero eran claramente pesadillas lejanas, podíamos incluso tomarles cariño porque eran las representaciones de nuestros miedos más profundos–, hasta llegar a un terror cotidiano más esquivo, irracional, amenazante, inevitable e incomprensible que empezó a vislumbrarse a principios de los sesenta con continuación en los setenta. Era una especie de reflejo del desencanto de una época con convulsiones políticas, sociales y bélicas, del fin de la inocencia de esa artificial american way of life y la inmersion en la cara oscura, de cambios en la vida cotidiana y en la forma de mirar y entender el cine así como el fin de la censura. Así La tercera víctima, interesante thriller con gotas de terror de los años setenta (en algunas fuentes he visto que se realizó para televisión pero también que se estrenó en algún que otro cine y es una coproducción con Gran Bretaña), sigue dibujando ese terror cotidiano que tiene como protagonista a una persona cercana. Esta vez un introvertido profesor de Biología, con el rostro de Kirk Douglas.

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