Adiós a Gina Lollobrigida. Trapecio (Trapeze, 1956) de Carol Reed

Gina Lollobrigida como la trapecista Lola entre los otros dos integrantes de un trío pasional, Mike y Toni (Burt Lancaster y Tony Curtis).

Cuando muere una leyenda del cine, automáticamente pienso en qué película recuerdo con más cariño de dicho actor o actriz. Qué película me trae su rostro. En el caso de Gina Lollobrigida me quedo con Trapecio. No me voy a su tierra natal, ni a los primeros papeles de su carrera en Italia (Vida de perros de Steno y Mario Monicelli o Pan, amor y fantasía de Luigi Comencini) ni a sus visitas a Francia (Fanfan, el invencible de Christian-Jaque), sino que aterrizo en uno de sus intentos de triunfar en EEUU.

Este es un largometraje que realizó el director británico Carol Reed, que también probaba fortuna al otro lado el océano. Trapecio para mí es una maravillosa película sobre el mundo del circo. Tres trapecistas vuelan muy alto en la carpa y todo lo arriesgan, pero cuando pisan tierra firme están encadenados a fuertes emociones que complican sus vidas. Los maestros de ceremonia en esta historia son el veterano y desencantado Mike Ribble (Burt Lancaster), el joven e ingenuo Toni Orsini (Tony Curtis) y toda una superviviente, que lo único que desea es dejar una vida perra, Lola (Gina Lollobrigida). Los tres protagonizan una historia de amor, donde tres son multitud.

Sí, puede que no sea redonda del todo, pero es de esas historias que tienen alma. Y yo cada vez que la veo, me engancho a sus secuencias. Porque se nota que está Carol Reed detrás con un buen equipo técnico, y hay momentos inolvidables (esos pasillos solitarios y tenuemente iluminados por los que suele irse solitario el personaje de Burt Lancaster). Y porque el carisma de los intérpretes hace creíble la vida dura y sacrificada de los que se dedican al circo y el drama romántico que se va desarrollando. Sí, también me engancho a sus personajes secundarios: Katy Jurado, como la domadora de caballos y antigua amiga de Mike; Thomas Gomez, el director del circo que quiere asegurarse a toda costa el negocio con un buen número circense; o Johnny Puleo, como Max, el enano del circo y testigo de las emociones cruzadas entre los personajes principales.

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Diccionario cinematográfico (227). Piscinas

Carmen y Lola

… bailando en la piscina vacía…

El otro día me metí en el cine para ver Carmen y Lola de Arantxa Echevarria. Y es una película muy interesante para debatir sobre la mirada hacia al otro en el cine y cómo la mirada hace que uno se posicione, tanto el que mira por el objetivo como el que mira la pantalla. Por eso provoca controversia y distintas reacciones. De la película, me quedo con las escenas intimistas entre las protagonistas y con que narra con delicadeza lo que supone un primer amor. Una de esas secuencias transcurre cuando Carmen y Lola van a una piscina vacía y juegan a que nadan, a que flotan, a que pueden estar juntas sin problemas, apoyándose… Y bailan, bailan sin parar.

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Siempre nos quedará el western. El Dorado (El Dorado, 1966) de Howard Hawks/La venganza de Ulzana (Ulzana raid’s, 1972) de Robert Aldrich

El western es un género que siempre me depara buenas sorpresas. Un género con historia, con evolución e innovación. Un género que sigue vivo, que tiene muchas miradas que ofrecer. Que cuenta entre sus títulos con clásicos, con westerns crepusculares, otros increíblemente modernos u otros críticos con la historia que reflejan. Algunos directores se dedicaron de lleno al género e incluso crearon variaciones de una misma historia; como es el caso de Hawks, que aunque vienen de fuentes literarias diferentes, tanto Río Bravo como El Dorado forman una dupla de oro del western intimista, aunque por separado ambas son mucho más que puro entretenimiento. Y otros directores se dedicaron menos pero sin embargo sus westerns supusieron una evolución en el género, como Robert Aldrich, que encauzó el género a una mirada menos poética e idealista y sí a una mirada más violenta, crítica y realista, de perdedores supervivientes con una vuelta de tuerca a los estereotipos. Otra lectura a la historia del salvaje Oeste.

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Anna Magnani y Tennessee Williams (primera parte). La rosa tatuada (The Rose Tattoo, 1955) de Daniel Mann

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… Una amistad de años entre la actriz y el dramaturgo. Y dos trabajos cinematográficos. Anna convertida en heroína de Williams. Dicen que La rosa tatuada la escribió Williams especialmente para ella pero que su poco dominio del inglés hizo que Anna no se atreviera a subirse a los escenarios de un teatro en EEUU, sí, sin embargo, a protagonizarla un poco después en pantalla de cine. Curiosamente es una obra compleja porque no solo es puro Williams y no solo toca sus temas sino que es una de sus obras más positivas… donde la heroína se tira a la piscina y corta las cadenas que la tienen atada sumergiéndose en el placer, la sensualidad y por qué no, quizá, una vuelta al amor… Así La rosa tatuada se convierte en un extraño film que oscila entre el más riguroso drama hasta convertirse en una comedia que canta el placer de la carne. Y ese conseguido equilibrio es difícil pero resulta no solo por la ambientación magnífica de la película, por la dirección más que correcta de Daniel Mann (del que hace poco analizamos Vuelve, pequeña Sheba, su primer largometraje) sino por la compleja interpretación que llevan a cabo la diva italiana, Anna Magnani, y un Burt Lancaster que cada vez se arriesgaba más en sus roles. Curiosamente es uno de los dramas de Williams adaptados al cine menos recordados o conocidos que otras adaptaciones cinematográficas.

La película tiene un prólogo, una primera parte y una segunda parte. El prólogo y la primera parte marcadas absolutamente por el drama y la segunda por la tragicomedia. El cambio de tono viene dado por la aparición de un nuevo personaje: Alvaro Mangiacavallo. Durante el prólogo y la primera parte conocemos a Serafina Delle Rose y su hija adolescente, Rosa (Marisa Pavan, hermana de Pier Angeli)… y conocemos más información que ellas sobre su esposo y padre, Rosario Delle Rose (uno de esos personajes al que no vemos… pero presente a lo largo de toda la película). Serafina es una mujer profundamente enamorada, inmigrante siciliana afincada en el sur de EEUU y aferrada a fuertes tradiciones de su tierra de origen y también católicas. Está tan enamorada de su esposo que está absolutamente cegada. En el vecindario humilde donde viven, ella trabaja como modista y costurera. Nos encontramos con ella el día que va a anunciar a su esposo que lleva una nueva vida dentro, también el momento en que el espectador conoce a la amante de Rosario que se acaba de tatuar una rosa en el pecho (como el propio Rosario) y que además va a la casa de Serafina para pedirle que confeccione una camisa rosa de seda para su hombre, que es “como un gitano salvaje” y el mismo día en que Rosario fallece abatido por la policía pues además de transportar plátanos en su camión también era contrabandista. Años después vemos a una Serafina aislada y desaliñada, encerrada en su casa junto a sus creencias religiosas. Ella misma se crea una cárcel junto a las cenizas de su esposo, sin asumir su muerte y elevándole a los altares, y haciendo oídos sordos a los rumores que rondan sobre su marido, a lo que se dedicaba y a su infidelidad. En esta cárcel pretende encerrar y aislar igualmente a Rosa, su hija, una buena estudiante, inteligente, guapa y culta pero unida férreamente a su madre a pesar de su cambio de carácter y amargura. Serafina quiere preservar la inocencia y pureza de Rosa pero a pesar de sus intentos, la hija conoce en una baile a un joven marinero y ambos se enamoran. Pero Serafina pondrá absurdos obstáculos a la relación…

Pero el mundo de Serafina se pondrá patas arriba por dos motivos. El descubrimiento evidente de que su marido era infiel y la aparición de otro camionero, Alvaro Mangiacavallo, “un payaso con el cuerpo de mi marido” o “el nieto del tonto del pueblo”. Un camionero simple y primario que pretende a Serafina nada más verla e incluso no duda en tatuarse una rosa en el pecho (ese color y esa flor tatuada están continuamente presentes en toda la película… pues no deja de ser un símbolo, una metáfora de los sentimientos y emociones de los personajes, la camisa de seda rosa, las flores tatuadas en el pecho de tres personajes y aparición de esa misma flor –de una manera espiritual como un milagro, una señal en el pecho de la propia Serafina como ella relata– y por último en el nombre de la hija adolescente). Pero su aparición hará que Serafina vuelva a recordar la pasión, la sexualidad, la sensualidad y la risa… y la posibilidad, después de que el “mito” de su marido caiga por los suelos, de intentar una relación… aunque sea con un perdedor… pero con el cuerpo de su esposo. Esto abrirá la mente de Serafina, abrirá de nuevo las puertas de su casa, sonará la música… y dejará volar a su hija. Y ella seguirá con un futuro incierto. Quizá solo se acueste con Álvaro o quizá puedan iniciar una historia… pero eso es lo que menos importa.

Anna Magnani da toda la dimensión que necesita el personaje: de esposa orgullosa, a mujer derrotada y humillada. De italiana trágica a mujer con una energía y una sensualidad que se escapa por cada poro de su cuerpo y rostro. Del estallido y la lágrima a la risa. De la tragedia a la tragicomedia… Y Burt Lancaster se enfrenta a un personaje muy difícil pues mal interpretado su Alvaro puede no ser comprendido u oscilar hasta el mayor de los ridículos. Así Lancaster presta toda su sensualidad, su rostro y su cuerpo, pero acompañado de una simplicidad que roza la ternura hacia un personaje con limitados sueños y con una energía arrolladora de ganas de vivir y disfrutar a pesar del drama diario que le rodea. Y Marisa Pavan como Rosa crea un personaje sensible que se debate ante el amor a su madre pero su rechazo hacia su forma de comportarse y vivir la vida y sus ganas de amar y ser amada y experimentar con su cuerpo sensaciones…

La dirección de Mann (que también la dirigió en los escenarios y se nota su conocimiento de la obra), la fotografía en blanco y negro de James Wong Howe que crea luces y sombras que nos cuentan mucho y una envolvente banda sonora de Alex North… acompañan de nuevo a ese Sur de Williams donde el calor y los ambientes más humildes así como los bajos fondos afloran en cada fotograma. Las humildes casas del vecindario, la iglesia como lugar comunitario y las imágenes religiosas, el local de mala muerte, Mardi Gras Club (donde por lo visto, tengo que volver a ver la escena, se camuflan entre los clientes el propio dramaturgo y el productor de la película Hal B. Wallis), el local de los tatuajes… acompañan los sentimientos a flor de piel de cada uno de los personajes… y marcan a La rosa tatuada como una extraña película que provoca una fuerte atracción durante su visionado y que traslada a un mundo de sensaciones, emociones y sentimientos donde apenas hay sitio para la racionalidad.

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Monuments men (The monuments men, 2014) de George Clooney

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Decepción absoluta. Dispuesta a disfrutar y pasarlo bien, salí totalmente contrariada. Monuments men partía de una buena idea y sin embargo no ha podido estar peor contada. George Clooney tiene algún destello correcto, como director de la función, en escenas sueltas pero ofrece una historia sin ritmo, mal contada y absolutamente deslavazada. Acudí a la sala de cine con muchas ganas y poco a poco fui encogiéndome en la butaca hasta el hastío más absoluto.

Contaba con un antecedente que me entusiasma. Una maravillosa película del dúo Burt Lancaster y John Frankenheimer del año 1964, El tren, cine emocionante y de tensión con historia maravillosa. Transcurre en París, un París que pronto va a ser liberado, pero antes de la derrota los nazis cargan un tren con los cuadros más importantes que se encuentran en la ciudad para llevárselos a Alemania. Un grupo de partisanos (muchos de ellos no saben de arte ni de cuadros pero sí que ése es un ‘cargamento’ que no se pueden llevar los nazis) trata de evitar —arriesgando sus vidas— que los cuadros salgan de Francia…

George Clooney se inspira en la historia de un grupo de expertos en arte, historiadores, directores de  museos, arquitectos… con cierta experiencia y edad con nacionalidades sobre todo de EE UU y Gran Bretaña (y también un francés con cara de Jean Dujardin) que se le encargó casi al final de la contienda la recuperación de las obras de arte robadas por los nazis durante la guerra para devolverlas a los lugares de donde fueron sacadas. La película parte del material de un libro de Rogert M. Edsel.

¿Dónde están las claves para no disfrutar de esta película?

1.- Los lazos entre los monuments men y los propios monuments men pésimamente desarrollados. De pronto los personajes de Clooney y Damon los van reuniendo, todos se conocen más o menos (hay por ahí, por lo visto, uniones de toda la vida)… y en un segundo sus lazos son fuertísimos, su entrega a la causa  impresionante… Apenas logran caracterizarse (no podemos imaginarnos su bagaje, la historia que arrastran a sus espaldas…) y no podemos creernos al ‘grupo’ ni lo que les ocurre. Un buen reparto (con carisma) totalmente desaprovechado porque los personajes apenas están construidos. Sólo hay un conato de pareja ‘cómica’ y bien avenida (pero desgraciadamente no desarrollada) entre los caballeros que tienen los rostros de Bob Balaban y Bill Murray.

2.- Lo inconexo de la propuesta acompaña toda la historia (tanto el dónde como el cómo). De pronto el grupo está tan junto como separado (pero siempre se quieren mucho y se nombran unos a otros)…, hay dos trágicas muertes con música de fondo e imágenes muy sentidas. Son siempre recordados (aunque ver a todos juntos rara vez se ha dado) e incluso hay lágrimas. George Clooney suelta varias veces monólogos sobre la grandeza de su misión y la importancia de salvar el arte. ¿Por qué hay que salvar el arte? Con voz seria, rostro compungido pero heroico, micrófono cerca de su boca. A veces emplea su ironía. Es como un actor clásico de Hollywood convertido en soldado, con una misión especial. Un Clark Gable salvador que además sabe declamar y dar discursos a la perfección.

3.- Mientras el grupo se va dispersando por Europa en busca del ‘tesoro’ escondido, la pista más importante es encargada al otro apuesto del grupo con rostro de Matt Damon. Damon protagoniza su propia película y al final ya se unirá con el grupo. Él va a París con un contacto y después de conversaciones, viajes rocambolescos y tal contacta con una ‘pieza’ fundamental de la trama: un parisina que trabajaba para los nazis que robaban la obra artística… pero que a su vez era una entregada a la causa, a la Resistencia. Y todo su afán era salvar el legado artístico. Ella esconde un secreto: sabe donde está todo (y además lo ha catalogado de maravilla). Pero no se fía ya de nadie. De pronto la seria, estirada y misteriosa dama se convierte en gata en celo, da un giro radical cuando se da cuenta que los monuments men son buenos y desinteresados… Ahí se cuenta una medio historia de seducción sin posibilidad de química un tanto absurda del que tan solo queda el recuerdo de una corbata…

4.- Cuando Damon se reúne con sus amados amigos (que por su cuenta ya habían averiguado casi lo mismo que él… cosas del destino y la casualidad)… tiene que pasar un momento de peligro tremendo donde todos se muestran solidarios con él… si él salta por los aires, todos le acompañarán. Son como unos mosqueteros por la causa. Así después de haber sido bastante inútil su odisea en solitario… deja ver que el grupo funciona. Y todas las hazañas del grupo transcurren así…, sin un ápice de tensión, emoción, desgarro o miedo…

5.- La resolución y el encuentro de las obras de arte es un poco por arte de magia, golpes de destino y suerte (y un poquillo de investigación con algo de potra)… pero por suerte llega antes este grupo de expertos que los desalmados rusos (¡no sabemos qué destrozo iban a hacer estos…!).

6.- Todo aderezado de una banda sonora de Alexandre Desplat y alguna canción de la época que emocione. Discursos muy serios sobre el arte y la guerra. Alguna nota suelta de humor. Ensalzamiento de la amistad (sin entender muy bien por qué), escenas muy trágicas y otras que muestren el horror y el sinsentido de la guerra. Ah, y algunas obras de arte representativas…, curiosamente casi todas con un contenido religioso y trascendente (trascendente como la misión). Algunas buenas ideas sueltas en el metraje como buenas escenas rodadas (como islas entre secuencias sin orden y sentido aparente o quizá simplemente colocadas con torpeza)… que se diluyen en una historia muy mal narrada cinematográficamente con una falta de ritmo y sentido total.

Pensé que el mal recibimiento en el Festival de Berlín era hacia un largometraje de entretenimiento que recuperaba un cine bélico de aventura tipo La gran evasión o la ya nombrada El tren. Que era cine espectáculo no bien recibido dentro del contenido y naturaleza del festival. Pero lo que me encontré fue una mala película de George Clooney (que tanto me había entusiasmado en Los idus de marzo), ni siquiera un divertimento. Tan sólo destellos. Otra vez será…, espero su próximo proyecto como director.

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