39 escalones (The 39 steps, 1935) de Alfred Hitchcock

No podía ser de otra manera. Soy adicta a un blog de cine que se llama igual que esta película de Hitchcock. Y desde que soy adicta a él (ya casi tres años) siempre me recordaba una y otra vez que tenía que volver a ver 39 escalones de Hitchcock, de su periodo británico, que tenía muy enterrada en la memoria. Alfredo, va por ti.

Y ya en esta película el mago del suspense nos deja ver aquellos ingredientes y fórmulas que hacen de su cine un espectáculo muy especial. Y no miento. Me lo pasé estupendamente con esta película de ritmo trepidante y realizaba con esa consciencia que tenía el realizador para atrapar al espectador en su butaca, entretenerle, no dejarle respirara y además ofrecer buen cine. Su etapa británica fue una etapa intensa de formación donde el maestro del suspense iba articulando las claves de sus obras más famosas. Donde iba practicando con la técnica y el lenguaje cinematográfico tan amados por Hitchcock. Donde iba perfilando sus temas eternos. Y así 39 escalones es un compendio y una lección de su cine futuro.

Con duración breve pero sin dejar descanso al espectador, Hitchcock desarrolla uno de sus temas favoritos. El de el falso culpable, el hombre cotidiano que de pronto ve cómo su vida da un giro radical al verse implicado en un asunto que ni él mismo entiende y que tiene que defenderse y convertirse en investigador para poder salvar su vida y regresar a su existencia cotidiana. Ésa es la situación que vive el personaje con rostro de Robert Donat (galán que cumple cuando todavía no había encontrado a Cary Grant o a James Stewart). Hannay, de Canadá, pasa un periodo de vacaciones y descanso en Gran Bretaña y se verá inmerso en una trama de espionaje sin comerlo ni beberlo. Así su situación nos recuerda a la de otros héroes de Hitchcock como Con la muerte en los talones, El hombre que sabía demasiado, Falso culpable o La ventana indiscreta.

A Hitchcock le interesa la cadena de situaciones que vive el héroe y la forma de crear tensión y suspense en el espectador. Así se sustenta la historia. El motivo que genera esta situación carece de importancia y a veces es inverosímil pero el espectador está ya tan metido en la trama de sobresaltos que poco importa. Así nace y desarrolla película tras películas la técnica del Macguffin. Aquí consiste en un secreto militar y una organización de espias que sirve de pista, los 39 escalones. Punto. ¿Recuerdan uno de los Macguffin más célebres en la maravillosa Encadenados, esas botellas con una sustancia vital —uranio— para la fabricación de bombas?).

No falta el sentido del humor para aplacar la tensión y esa famosa manera que tiene Hitchcock de presentar el enamoramiento y la tensión sexual entre sus personajes protagonistas. Los 39 escalones cuenta con un montón de escenas resueltas con humor y con replicas divertidas que no empañan el suspense y el ritmo trepidante sino que la acompañan y nos permite, a veces, poder respirar. El humor casi nunca faltará en su cine con geniales personajes secundarios que a veces sólo aparecen en una escena pero ya increíblemente resueltos. En esta película de espionaje no faltan esos momentos, hay una cadena y lluvia de ellos: las preguntas a Mister Memoria (personaje fundamental de la trama), los diálogos entre Donat y su rubia, la escena del meeting político que tiene que dar el protagonista mientras trata de huir…

Llama la atención la manera que tiene el personaje de Donat de tomarse las situaciones por las que está pasando. Sufre en su piel la insolidaridad de cada uno de los personajes con los que se encuentra a los que pide ayuda, ninguno le cree, ninguno le ayuda (excepto la joven esposa con un marido mayor, maltratador, aprovechado y profundamente religioso), todos le ponen la zancadilla, e incluso le cuesta lo suyo recibir el apoyo de la rubia con rostro de Madeleine Carroll que no duda en traicionarle dos veces hasta que finalmente termina creyendo su historia. Y a pesar de ser traicionado, de huir continuamente, de estar pisándole la muerte los talones…, nunca pierde su sentido del humor y su convencimiento de que saldrá de ésta.

Una de las primeras rubias míticas de Hitchcock fue Madeleine Carroll y en 39 escalones su papel es absolutamente delicioso y vital, el que sufre una mayor transformación. Robert Donat se cruza con ella como fugitivo de la justicia y ella durante dos veces se convierte en ciudadana que denuncia hasta que la trama les une mediante unas esposas y se entabla una preciosa relación de amor-odio, humor y tensión sexual que conduce a que la rubia termine creyéndole y se convierta en un apoyo vital para el protagonista, en compañera de aventuras. La escena que viven ambos en un hotel y encadenados mediante unas esposas no tiene desperdicio.

El maestro del suspense es consciente de escenas que le funcionan y que empleará de manera eficaz en otras películas memorables. Por ejemplo, la muerte al principio mediante un puñal del personaje que pone en brete al protagonista. Así aparecen escenas similares en El hombre que sabía demasiado o en Con la muerte en los talones. Las tensiones que se pueden provocar y el suspense en el interior de un tren (de nuevo Con la muerte en los talones o Extraños en un tren). El uso de un escenario y de un espectáculo como clímax del suspense (imposible olvidar El hombre que sabía demasiado o Testigo de cargo). El hacer pasar a su protagonista por una situación insólita en su vida cotidiana que este aprovecha para poder huir o pensar, aquí esa escena es en la que se convierte en improvisado orador en un meeting político local, que es similar a lo que le ocurre a Cary Grant en un salón de subastas en Con la muerte en los talones.

Así 39 escalones se convierte en una película de análisis casi obligado y en toda una lección de dónde situar la cámara o cómo construir una secuencia (por ejemplo, esa reunión que tiene Donat entre los esposos donde recibe la ayuda de ella y el rechazo de él). Además de una película fresca y dinámica de un maestro del suspense que empezaba a construir todas sus claves futuras.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

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